9. río de Janeiro



9. Río de Janeiro


A la mañana siguiente emprendieron de nuevo su recorrido aún con ciertas dudas, pero con nuevas ganas de triunfar, atrás, en ese pueblo junto con el santo patrono, dejaron parte del miedo a la vida que envolvía a los dos, nuevas filosofías de vida, seguramente, se estaban creando en sus atormentadas cabezas, para el medio día el Cristo Redentor, ubicado en el monte Encorvado, le anunciaban que pronto llegarían a la hermosa ciudad de Río de Janeiro o puramente Río como la llamaban algunos, Glauber quería primero que nada subir allí, guardaron el camión en un lugar seguro y hasta allá fueron.

Desde del mirador del Cristo pudieron observar toda la ciudad de Río, y detallar varias localidades que llenaron a Glauber de emoción, el Aeropuerto Internacional, el gran puente sobre el Río Niterói, las enormes avenidas de la ciudad y el Estadio de Maracaná.  También les fue grato observar la montaña de Pan de Azúcar y entre ella y el Centro de la ciudad el elegante barrio de Flamengo. La bahía  Botafogo, y más lejos se imaginaban la playa de Copacabana a la cual, Glauber, también quería ir antes de irse. Sin embargo, tendrían que esperar, porque no era allí donde los llevaba su ruta sino por el contrario a la zona norte de la ciudad, donde se hallaba en conglomerado industrial.

Al frente de ellos se abrió la mayor concentración de barrios pobres que se cruzó por su camino, las favelas, construcciones hechas de hojalata, madera, partes de cartón y cualquier cosa que pudiera servir de mampara. Una encima de otra mostraba la otra cara de la ciudad y que Glauber no había visto nunca en los años que visitó la ciudad, acostumbrado desde pequeño a otro tipo de Río.

Las favelas se hallaban en los cerros, circundantes y eran habitadas por personas, que según le explicó João, llegaban buscando fortuna y sólo hacían aumentar a su grado de pobreza, la violencia propia de estos lugares, cuyos pobladores van desensibilizando su alma a medida que aumenta su estancia en ellas y llenándola de realidades diferentes. El robó diario, las brutalidades y los policías marcan su permanencia o deportación de estos centros.

Las intricadas callezuelas daban paso a una arquitectura mucho más osada que, sus habitantes debido a lo inclinado de algunos lugares, tenían sostenerse con cuñas de maderas dándole al sitio una visión escalofriante. Quizás para un recién llegado esto sería lo más notorio, pero luego de estar allí un rato te cerciorabas que el que se te viniera una casa encima no tenía tanta importancia. El sobrevivir era lo realmente turbador. La violencia del lenguaje, del andar y del desenvolverse era cosa que quizás no aprenderías tan fácilmente. Miraban de reojo la incursión de los dos sujetos. No era ni siquiera sombra del poblado que pasaron el pasado día.

Difería enormemente con todo, era otros colores los que se sumaban a sus ojos, eran otras personas quizás mucho más pobres o menos pobres, no lo sabría decir, sólo que diferentes, envueltos en problemas diferentes a sus problemas, aunque igual de importantes, seguramente en su ciudad este mundo coexistía cerca de él, pero sus ojos no apreciaban lo que no es conocido. Sin querer, São Paulo, su ciudad, creció ante sus ojos, una gama nueva de personajes, quizás nacieron para él. Los entendía y sobretodo los respetaba, ahora que conocía una cara de la moneda olvidada por él. Los paulistas, para él, era sólo un grupo reducido de personas, con las cuales se hallaba en ciertos sitios, pero no era así. 


Glauber no se hallaba cómodo en este sitio, pero durante del todo viaje, afortunadamente había aprendido a ampliar su visión de las cosas, luego de ver la manera tan fantástica que  João contaba sus historias, todo se hacía parte de sí, el estar enamorado convertía en poesías, ante sus oídos y antes sus ojos, cualquier realidad, era realmente, el amor, la fuerza que liberará al mundo de la tiranía de estar ciegos ante las condiciones de vivir. Parecía entender los pobladores. Entre estos suburbios pasaron gran parte del día, ya en la tarde salieron de acá con cierto tiempo libre para visitar algunos otros lugares, menos humanos, diríamos.

Glauber quiso pasar por el centro de la ciudad, pero antes tenían que resolver su estadía y así lo hicieron, alquilaron una habitación, volvieron a dejar el camión en sitio seguro, y salieron rumbo a la avenida Río Branco, una zona que podría considerarse eje central de la zona comercial en Río, pasearon por varios sitios como si fueran dos turistas más, hablaron entre recorrido y recorrido de todo la vida trascurrida hasta ahora.

 João contó su vida desde pequeño, mientras cenaban al aire libre en uno de los numerosos restaurantes. Se crió en un barrio pobre de São Paulo entre favelas y basura, la violencia fue parte de toda su vida, viviendo entre el miedo de ser asesinado en cualquier momento, la policía y las pandillas de delincuentes asociadas con el narcotráfico formaban el borde extremo de su vida, por ello la vida en las favelas de Río era para él tan poco impactante, conocía cosas peores.

Hijo de un recogedor de basura, quien se vino a la ciudad y, como muchos buscando su mejora, lo que encontró fue una casa hecha de desperdicios, era conserje, porque las condiciones en São Paulo no le daban para más, allí formó a su familia.
-Yo- decía João a la par que tragaba sus alimentos de manera golosa- soy el mayor de tres hermanos, alguna vez quise montar una panadería, comencé muy bien, pero tenía que preparar el pan en otra casa y no tuve para comprar un horno para mí, así que solventé muchas contrariedades y ya ves terminé trabajando para esta compañía de conductor, en eso tuve suerte, porque si no estaría igual que mi padre hurgando entre la basura buscando material de residuo. Aquí me ganó la vida y mantengo a mis padres, a mi familia para que nunca le falte nada.

A diferencia seguramente de ti, vivo en un barrio de calles estrechas, justo al lado de una iglesia espiritualista. Las paredes de nuestras casas son de cartón y desperdicios de madera, algunos de ladrillos, aunque no hay revestimiento. Seguro no tienes idea de lo que es sitio de esos, los policías pasan día noche con las pistolas preparadas para disparar contra cualquiera. Para nadie sería raro que de vez en cuando lo hicieran.

Al principio de mi vida tuve demasiados problemas como cualquier joven, me dejé llevar por el desgano y pronto dejé la educación, las condiciones de vida eran muy frustrante. Sin embargo, no me quejo, la suerte ha sido benevolente conmigo, y me hice amigo de un señor que trabajaba en una panadería y allí aprendí mi primer oficio y fue él quien  me enseñó a leer para conocer algo más de la vida, a comportarme y hacer buena persona. Pero principalmente le doy gracias porque salí de las pandillas, lugar final de todos los jóvenes que conocí y que quizás nunca volveré a ver.

Mi padre, según me contaba, llegó algunas veces a comer basura del vertedero, dice no tener ninguna otra alternativa, pero eso fue hace mucho tiempo. Hoy en día nuestra realidad es otra, aunque te soy sincero no dista mucho, vivimos en una favela más confortable, tres habitaciones, muros de madera y piso de concreto, mi madre siembra crisantemos que le dan un color muy bonito, algún día sueño con tener un camión como éste y poder mudarnos a una mejor zona, para ello mi esposa reza todos los días en el altar que tenemos a la entrada de la casa

 Glauber los escuchaba y no podía entender la naturalidad con que João contaba su humilde vida, sus escasos sueños, en fin un mundo que él no conocía, pensaba en la enorme casa que estaba amueblando para él, se preguntó cuantas viviendas de clase media saldrían de ese caserón, y que harían inmensamente feliz a todo en el que ellas habitara. Incluso a un emocionado João, quién sólo le pedía a la vida un sitió más bonito donde vivir. Cosa que para él hubiese sido muy fácil  tener.

La ciudad le daba a João un encanto especial, cuando hablaba de cosas graves para él y que para Glauber serían solucionables con sólo el sonar de sus dedos, éste último no entendía las injusticias de la vida, siempre soñó en ser importante en un mundo con ciertos problemas en donde el sobrevivir no era ni siquiera tema de conversación, la entrada al club, los viajes y el carro de última moda ocupaban todas lo conocía, se sintió mal y así lo notó João que paro su narración sobre los barrios pobres de São Paulo, le quedo viendo la cara de consternación de Glauber y soltó una gran carcajada, que sacó a Glauber de su cara de pena.

-¿Por qué te ríes?- preguntó a João.
-No te preocupes, esto oído es más trágico de lo que realmente es, vivimos para ser feliz y alcanzar lo mejor, así que no sientas culpable, porque no vivimos mal, sólo más estrechos. Estas tan ensimismado que crees que tú vida es perfecta. Tú buscas lo mejor en tu mundo y yo en el mío, no es culpa de ambos el sitio donde estamos. Ni pienso que la sensación que sentimos al alcanzar cualquier de nuestras metas sea muy diferente, claro que menor cantidad de dinero, eso sí. Pero cuando triunfo le hago el amor a mi mujer con igual pasión que tú le hacías a tu novia. Simple biología. – luego se dio golpes en el pecho, como si de un gorila se tratara.
-¿Pero algo podríamos hacer para cambiarlo?- preguntó Glauber, sin que la explicación de João le hubiese sido muy satisfactoria.
-Me parece ingenua tu aseveración, claro que sí, y muchas personas lo hacen, ahora tú mismo me ayudas a mí, para ver mis problemas como son, cosas inexistentes habitantes sólo en mi cabeza, el que no pueda tener un camión propio es tan angustiante como para ti el ser despojado de tu compañía, el no tener para alimentar como quisiera a mi familia es equivalente a que te dejara tu novia, puede que humanamente no sea igual, pero para nuestras cabezas son  iguales, así que no te preocupes, eso para mí es más importante que todo lo que me puedas dar.

Glauber no dijo más su cuerpo parecía querer competir con todo el brillo de la ciudad, sentía como un fuego quemaba sus corazón, y su alma estaba feliz, seguramente desde hoy sería otra persona, caminaron por el boulevard y bebieron unos tragos antes de irse a acostar. Ya en la cama se acostaron y tuvieron sexo, quizás estaban consientes de que su rostro reflejarían todo el amor que se tenían el uno al otro y difícilmente lo podrían ocultar. Ya Glauber sentía mucho menos el dolor causado la última semana antes del viaje, estaba encontrándose con una parte que no conocía y que le gustaba sobremanera.

-¿Crees qué podamos ir a la playa antes de irnos?, quisiera pasar por Copacabana un rato, me trae recuerdos felices que quisiera revivir nuevamente.  Le dijo Glauber a João quién estaba costado a sus pies.
- Yo también soy muy feliz contigo, y claro que podemos pasar, aunque no tenga traje de baño- mostró su gran sonrisa.
-Por mi está bien si te bañas desnudo, pero no creo que te dejen, eres una gran masa de pelos ¿Has pensado afeitarte alguna vez?- dijo Glauber a manera de chiste.
-Estás loco, mañana podremos comprar unos bañadores y es todo, no abuses del amor que te tengo- Glauber rió y se acostó a dormir, no quiso preguntar a João cuanto faltaba para regresar a São Paulo, temía que este viaje llegara a su fin y con ello la felicidad de hallarse en su mundo.

A la mañana siguiente, al levantarse, ya João estaba bañándose, quería llegar muy temprano a la playa ubicada al sur de la ciudad, allí mismo comprarían  los bañadores, Glauber lo oyó cantando en el baño y el también se emocionó por pasar un día fuera de la estrecha cabina del camión, era una locura el querer vivir metido allí, era claustrofóbico, salieron rumbo a la paradisíaca playa, antes Glauber decidió apartarse para hablar con Iberê, quería tener noticias de cómo iba su investigación, João le dijo que entonces se separarían y se encontraría en la playa más tarde.
-Bien – se despidió Glauber.

Glauber se comunicó con Iberê, y éste le contó que le era imposible saber nada acerca de dicha compañía, era un proyecto muy bien guardado, tenía más acceso ahora que era novio de la secretaria de presidencia, pero ella tampoco sabía gran cosa, es imposible hallar dicha compañía en esta maraña de São Paulo, tal vez debas olvidarte de todo, nunca podrás sacar nada.
-Maldición- dijo Glauber- necesito que busques en los archivos de Gilberto, seguro él es más descuidado, yo no podría regresar sin ser sospechoso de querer algo en contra de ellos, esto es frustrante- terminó diciendo.
-Señor- se atrevió a decir Iberê- con todo respeto, no creo que se haya quedado en la calle, porque no olvida todo esto y empieza de nuevo, los contactos son de usted y usted es la empresa sí va empezar algo contra ellos, seguro durará mucho tiempo, y va a necesitar como sostenerse, piénselo mejor, no se enfrasque en batallas de entrada perdidas, vamos a reorganizar una empresa, ya verá que en poco tiempo serás  dueño de una mayor.

Glauber quedó estático ante la proposición de Iberê, era cierto, el seguir luchando por esto no tenía sentido, sí su madre no dejó testamento el caso estaba perdido, sólo podría reclamar parte y para ello pasaría mucho tiempo, tenía que reorganizarse, para poder pensar, podría hacerlo. Sin embargo, eso era también aceptar que su padre había ganado, y quedaría con todo lo que su madre acumuló para él, no podía hacerlo era como echar por tierra trabajo de su madre por cobardía, tendría que luchar por orgullo y dignidad, al llegar hasta dos palabras en su mente se detuvo, quizás de esto hablaba João, dejar que la vida no nos gané una batalla, obligándonos a no ser feliz por no superar el hecho de que perdimos.   

Esta posibilidad lo alentó y emocionó, tal vez eso he debido pensar desde el principio, al ver su reloj se acordó que su compañero de viaje seguro lo esperaba en playa ahora mismo, tomó un transporte paso rasurándose y comprando algunas cosas luego y fue directo para allá. El camino fue muy relajante, pensaba en la propuesta, en dejar ganar a su padre, en lo dicho por João y de nuevo se halló un tanto perdido, sin rumbo, sin identidad. Empero, esta vez se calmaría, respiraría, lo tomaría con menos rigidez.

La playa de Copacabana está ubicada en una de las mejores zonas de Río de Janeiro, la bordea una gran acera, adornada con mosaicos, su longitud lo dejaba exhausto tan sólo al verla. Hasta aquí llegó Glauber, pero no sabía por dónde empezar, debía encontrar a João, en esa gran playa,  luego se calmó no le sería difícil encontrar la gran mole de pelo que era João, comenzó su caminata, después de un tiempo se cansó y decidió sentarse en una sillas bajo una gran sombrilla en una pequeña caseta de venta de comida, compró un refresco y miraba la playa llena de personas, en algún sitio se encontraba João y él debía encontrarlo, a su lado otras sillas con personas y entre ellas una joven lo miraba, era una hermosa carioca quien lo observaba, la acompañaba un sujeto, ella alzó una bebida invitándolo a brindar, él respondió el gesto y caminó hacia ella, pero ella le dejó la bebida a quien la acompañaba y siguió su camino con otras mujeres que la esperaban, él tuvo que detenerse, y miró el sujeto que la acompañaba, se quito la gorra y lo miro intensamente.

Poco a poco Glauber fue enfocando, delante de él estaba sin su espeso bigote, sin pelo en el cuerpo y con unos bañadores  azules, João do Santos, al ver que lo reconoció sonrió, y luego caminó hacia él, en verdad estaba irreconocible, parecía muchos años menos, pero lo más sorprendente era su aspecto, el cuerpo, totalmente rasurado. João al ver lo perplejo que quedo le dijo.
-Ya te olvidaste de mí tan rápido que no me reconoces.
-¿Dónde demonios te hiciste eso?- preguntó Glauber.
-Por aquí cerca hacen todo el tratamiento- y soltó una gran sonrisa, Glauber le mostró el sombrero que le traía, se lo puso y los dos fueron a la playa, pasaron parte del día en la playa, un tanto tomando sol, y otras jugando fútbol en la playa en varias de sus modalidades, inclusive al final compraron un pequeña pelota hecha de malla tejida de relativo peso que jugaban pateando entre un grupo procurando que no se cayera.
 
En la noche lo pasaron visitando los centros nocturnos de la famosa playa de Copacabana, la música demasiado estridente para João los hizo buscar lugares más calmados frente a la gran playa, una luna anunciaba la culminación de un viaje maravilloso, mañana comenzarían el viaje de vuelta a São Paulo y allí resolver los problemas que los aquejan. Pero esta noche estaba lejos ese día, tomaban y brindaban.

Fueron al hotel que había escogido Glauber algo más de clase que los acostumbrados por João, al verlo grito un –Ufff- la habitación daba a la playa de Copacabana, el recinto era  decorada en blanco y tenía un hermoso ventanal, el baño poseía jacuzzi, eso fue lo primero que hizo João, quería refrescarse del sol tomado en la playa y de lo molesto de hallarse sin pelo, afortunadamente, poco tiempo después se le sumó Glauber y los dos comenzaron juegos de enamorados.