3.
Torturados
Torturado
-Sé que tienes la mercancía escondida
en algún lugar. Y tengo hasta mañana para averiguarlo. ¿Qué te parece si me evitas
más trabajo y colaboras conmigo? No me gustaría perder más tiempo del que he
perdido contigo.
El piloto no dijo más nada, el sujeto se cansó y llamó a otro de sus secuaces
quien comenzó a torturar al piloto.
Pasado cierto tiempo entró nuevamente el mismo sujeto de cabello rubio,
el piloto bañado en sangre y con un ojo a medio reventar lo escupió.
-Por hoy está bien,- dijo
limpiándose el escupitajo de la cara - pero mañana, mañana vas a hablar. Ya verás. Dime
otra cosa ¿Ibas sólo?
-Sí.- respondió el piloto.
-Respondiste muy rápido, - esbozó
una pequeña sonrisa el mercenario- ya
veremos si eres tan valiente mañana cuando termine contigo. Mi amigo, al igual
que yo, está perdiendo la poca paciencia que tenemos y hoy sólo hemos empezado
contigo. Te juró que al final de esto dirás lo que queremos saber, así que
ahórrate el vano sufrimiento.
La noche pasó muy lentamente por el dolor causado a sus manos y piernas,
se preguntaba a dónde estaría François, en dónde pudo haberse escondido, y si
sobreviviría en la isla, no era del tipo de poder soportar los rigores de la jungla.
Esperaba que no se acercara por acá en ningún momento. Tendría que
ponerse a salvo. Necesitaría sólo un buen escondite para hacerlo. Estaba sólo allá
fuera. Él por su parte nada podía hacer desde su posición, sólo esperar que los
maltratos cesaran.
En la mañana la puerta se abrió y dejó pasar al sujeto a quien escupió,
la noche anterior, lo desató y llevó afuera.
En el exterior las cosas no eran diferentes, cuatro chozas similares entre ellas giraban
alrededor de un punto único. Un palo en el centro de este punto servía de poste
de tendedero, allá lo llevaron y ataron con esposas, de una de las chozas apareció quien le propinó los golpes el día
anterior y el que desde ahora llamaría “el verdugo”.
De otra de las chozas salió otro sujeto alto, con el pelo cortado al rape
a manera militar, acompañado de un
cuarto sujeto quien llamó la atención por tener un enorme abdomen y abundante barba.
Nadie más salió así que se dijo que sólo había cuatro, eso era perfecto. Aunque no sabía cómo lograría escapar.
-Hoy te dije que hablarías, -
comenzó hablando el jefe- pero te quedaras
allí por un buen rato, tengo otros asuntos pendientes, comenzaremos la casería
de cierta rata de la isla. Veremos si hablas o te quedas callado.
El corazón del piloto se aceleró, era imposible que pudiesen haber visto
al joven, pero aparentemente era así. Ahora sí estarían perdidos. No soportaría
ver como torturan a quien por su culpa estaba, al igual que él, viviendo una
verdadera pesadilla.
Los cuatro sujetos tomaron sus armas y partieron, el jefe, quien se colocó un paño en la cabeza y tapo su aura
cabellera, el sujeto alto que parecía tener poca inteligencia, el gordo y por último
el sujeto conocido por él como el verdugo y a quien temía más.
¿Quiénes eran estas personas?, deseaba que no atraparan al joven, que
pudiera escapar y que de alguna forma pidiese ayuda. El chico no soportaría mucho
la tortura, quizás tendría que decir en donde estaba la mercancía, lo matarían
luego. No sabía cuál de las opciones era peor, las dos eran igualmente malas. Se
sintió más culpable por todo lo sucedido.
A media mañana escuchó disparos provenientes de arriba desde la montaña.
Su corazón volvió a acelerarse y
trató más desesperadamente de escaparse, tenía que llegar a donde se encontraba el asustado chico y
protegerlo, el lo metió en esto y lo resguardaría con su vida, pero por más que
intentó no pudo zafarse. Sin evitarlo lloró.
Revisó con la mirada el sitió. Todo hacía pensar que eran mercenarios los
que allí se encontraban. Las cuatro casuchas estaban bien limpias, y bien acomodadas,
toda la guarida estaba emplazada en un valle, puesto que sólo veía plantas por
todas partes y grandes montañas que rodeaban el campamento.
A medio día según pudo apreciar, otros disparos se escucharon y luego de
media hora escuchó pasos que se acercaban, primero apareció el sujeto de la
gran barriga riéndose de forma irónica, posterior el flaco, el verdugo y por
último el jefe, quien traía atado al joven deportista.
Miró al joven como luchaba por desatarse,
y trato él también de poder hacerlo; más era inútil, su futuro inmediato
era incierto, le dolían aún las heridas causadas por la tortura del día
anterior y se preguntaba que harían con
el joven.
Atrapado y Torturado II
-Veo que estas muy inquieto por tu
amigo,- comenzó diciendo el jefe- no
te apures, igual irás a hacerle compañía, así les daré tiempo de hablar para reflexionar
que es lo que les conviene y ponerse de acuerdo que es lo mejor para los dos,
quiero que digan dónde escondieron lo que nos pertenece. Nunca he sido amigo de
la tortura; pero si tengo que hacerlo no me tiembla la mano, si me entiendes,
el tiempo que ésta dure dependerá de la colaboración de ambos.
-¡Desgraciado!- gritó el piloto
rojo de la ira- suelta al muchacho, no está
metido en nada. Está aquí por error.
-Creo que será más fácil de lo que pensé,
- dijo el jefe con una pequeña sonrisa, al ver el desespero en los ojos del
piloto- veo que tu bonito novio, no soportará mucho tiempo, quizás muera esta misma noche.
-¡Maldito, hijo de perra!- volvió
a exclamar el piloto- Te he dicho que todo se hundió con el avión,
está allí, si quieres sumérgete hasta lo profundo y lo sacas. Yo nada tengo que ver con eso.
-¡Cállate!-gritó el pelirrubio- quieres que crea eso, no puedes decirlo en
verdad, se que lo escondites en esta isla. Si tú no lo haces, tu novio nos lo dirá.
Así de simple.
-¡Cállate tú, maldita bestia!- el piloto estaba desesperado- suéltanos de una buena vez.
-Veremos si esta noche los dos
piensan igual.-concluyó el jefe de la banda.
Los otros malhechores estaban sentados en una mesa algo alejados, alguna
conversación los tenía ocupados y no prestaban cuidado al jefe. Movían la mano
de lado a lado y en algún momento uno de ellos dio un puñetazo a la mesa.
El verdugo se acercó a ellos, en
la mano traía una pequeña navaja muy filosa, se sacaba la tierra de las uñas y miraba
con ojos acusadores, al verlo el joven se asustó mucho, y comenzó a zapatear
tratando de soltarse, el piloto trató de calmarlo.
-Quédate tranquilo, te prometo que no te harán nada.
El jefe miró al verdugo y le dijo que esperara, antes que pudiese dañarlo,
quería divertirse, caminó hacia él lo tomó de los pómulos y lo trajo hacia sí.
- En verdad tiene buena cara, acá
estamos muy solos y yo no tengo mucho apuro.
Esta noche fornicaremos tanto que dudo que puedas utilizar de nuevo su
hermoso trasero.
El piloto estalló en furia.
-¡Maldito, suéltalo!, ¡eres una basura!
¡Cerdo!
-Claro que lo soy, ya te lo he
dicho varias veces, el encontrar este joven realmente nos costó bastante, mis
compañeros y yo sólo tendremos un poco de diversión por la molestia causada…bueno
estoy seguro que a él le gustará.
-¡Desgraciado, maldito hijo de puta!,
será mejor que lo dejes.- el piloto estaba fuera de control, esta vez no
tenía la misma serenidad del día anterior, no soportaría el maltrato al joven
tenista.
-Eso ya lo veremos, eso ya lo
veremos- le dijo al verdugo que lo preparara.
El verdugo tomó al joven, y juntó a los otros tres lo ató a la mesa en donde
hasta ahora estaban sentados. Ató cada una de sus extremidades a las patas de
las mesa… el piloto impotente no sabía qué hacer. El gordo rompió la ropa del joven
dejándolo sólo en ropa interior, mientras que todos los secuaces reían.
En algún momento, la discusión de antes volvió a hacerse presente en
ellos, esto los distrajo y dejaron al joven para discutir los cuatro.
En posición incómoda el joven trataba de desatarse, pero no podía, los
cuatro sujetos se metieron a una de las casuchas y luego salieron con las armas
y se enrumbaron hacia la maleza.
Los reos no sabían que había pasado, pero algo los tenía inquietos y esto
quizás le daría algo más de tiempo. El pilotó al verse solo trató de hablar con
el joven.
-¿Cómo te atraparon?- preguntó.
-Estaba en la floresta,- contó
el tenista- al escuchar los disparos sabía que algo había pasado
y luego desde mi posición te vi bajar perseguido por estos dos sujetos, traté
de seguirte pero en ese momento te apresaron. Los seguí desde muy lejos hasta
que llegaron acá, he pasado la noche por aquí mismo tratado de buscar una
posibilidad de rescatarte, pero ya ves fueron ellos lo que me encontraron a mí y aquí estoy.
Creo que estamos en una especie de valle
por donde se puede entrar por un sola parte, hay una pista muy cerca de acá, en
la noche sólo uno se quedo a vigilar, pero se quedó dormido, entonces yo pude
llegar acá y te vi atado pero nada pude
hacer.
-Bueno está bien, lo que importa es
como saldremos de acá, luego veremos… -Concluyó el piloto.
El joven trató desesperadamente de zafarse, más fue inútil. Atado a las
cuatro patas de la mesa sus posibilidades de movimiento eran escasas.
-¿Dónde crees que puedan haber ido?
– preguntó al piloto.
-No lo sé pero algo les inquieta y eso
debemos averígualo. Bueno… pero será después de saber cómo saldremos.
-¿Crees que podemos escaparnos?- preguntó
François con el llanto en la mirada.
-No lo sé, no lo sé, pero debemos
intentar algo, porque presiento que nos mataran de un momento a otro. Debemos
ideal algo que nos libere.
Estuvieron allí cierto tiempo hablando. Ya en la noche regresaron los cuatro
sujetos, todos sucios y aparentemente muy cansados, aún discutían entre ellos.
Los dos secuestrados no sabían que pasaba, sólo esperaban irse de allí.
Vieron a los cuatro mercenarios tirarse en el suelo y ponerse a dormir como si nada,
estaban realmente muy cansados.
A media noche ellos también cedieron al sueño, aparentemente estos tipos
estaban acostumbrados a tomarse las cosas con mucha calma, en algún momento el
jefe se levantó y fue a donde los dos sujetos se hallaban atados.
-Por hoy no los torturemos pero mañana
cantaran todo lo que saben- tomó al joven por detrás y tras los gritos de
este comenzó a bambolearse pegando su entrepierna a las nalgas del joven. El
piloto no quería hacer ruido, no quería despertar a los otros sujetos que
estaban con el jefe, quien se reía mientras frotaba su miembro contra el muchacho.
Le bajó los calzoncillos e introdujo un dedo por su ano.
El piloto miraba la escena con impotencia, pero poco podía hacer, el jefe
estaba lujurioso y lo que él dijera poco iba a
importar.
Le propuso ser él el abusado. Ante esta petición el jefe rió:
-No estarás diciendo eso en serio,
jamás cambiaria un Joven por ti, no te ofendas- dijo esto sin dejar de reír-
no creo que sea un buen trato- y su
risa se hizo más sarcástica, mientras introducía su dedo en las rosadas nalgas
del joven.
El piloto, siguió intentando ante la cara de espanto del deportista quien
no daba crédito al hecho de poder ser víctima de una violación. Estaba demasiado asustado para poner en claro
sus ideas.
Una Pequeña lluvia amenazaba la noche, y el piloto seguía insultando al
jefe para que desistiera de su propósito, este cayó en su juego y pronto los
dos estaban discutiendo a viva voz, la lluvia se hizo más fuerte, algunos truenos
se escucharon al fondo.
Los otros tres mercenarios ante la discusión que tenían los dos sujetos
se levantaron y tomaron sus armas. Los encontraron riñendo y el jefe fuera de
sí. Un disparo al aire hecho por el gordo puso fin a la discusión, el jefe
volteo la cara y caminó hacia el recién llegado, estaba fuera de sí, no podía permitir
que su autoridad fuese puesta en duda, le metió un bofetón que lo derribó; no
obstante, tuvo que aguantar la embestida del obeso sujeto.
Los dos quedaron luchando en el piso, los dos intentaban aclarar quién
era el jefe de manera arcaica. Los dos rehenes no decían nada, pero el centro del
asentamiento era un ring de boxeo por aclarar acaso quien tendría el control,
por fin terminó, el gordo permanecía tirado en el piso y el jefe se limpió la boca
y se dirigió adentro de la cabaña.
Los otros también se fueron a sus respectivos cuartos, pasado tiempo el mercenario
alto y callado soltó a joven y lo ató junto al piloto.
El piloto agradeció internamente que fuera así, tendría algo de tiempo
para hablar con el joven.
-¿Qué crees que pasara?- pregunto
el joven.
-No lo sé, pero debemos tratar de salir
de acá, aunque dilema, es el cómo, no he podido hallar la solución.
-Quien sabe si ya se dieron cuenta
de mi desaparición, es posible que tu amiga se lo hubiese dicho…Aunque ella no
sabe si yo estoy acá... Mi familia seguro me buscará. –trataba de darse
ánimos el joven tenista.
-Es posible que la mía también y
nos encontraran acá, creo que no pasará mucho, he tratado de negociar con estos
sujetos, pero estoy seguro que si le damos lo que quieren no contaremos otro día.
Esta tregua no durará mucho. Mañana nos torturaran y yo no podré guardarme el
secreto por más tiempo… por lo pronto durmamos, nos hará falta mañana cuando amanezca.
La mañana no trajo nada diferente, las actividades empezaron muy temprano,
los cuatro mercenarios iban de acá para allá, todos preocupados, en algún
momento se acercaron a los reos.
-No crean que nos hemos olvidado de
ustedes, solo que esta tarde dirán lo que saben quieran o no, se lo sacaré de los
intestinos si es posible, pero esto durará mucho.- dijo un jefe algo
molesto, repitiendo una y otra vez las amenazas a los dos sujetos.
-El joven… él no tiene nada que ver
con esto.-gritó el piloto.
-Eso es lo que crees; pero creo que
tu amigo, lo mismo que tú, no podrán salir de acá.-Se retiró de allí.
En cierto momento de la avanzada mañana el jefe desató al joven lo llevó
a la cabaña. El pilotó por más que grito nada pudo hacer. No volvió a verlo ese
día, la sed hacía estragos en él.
En la noche trajeron al prisionero y lo ataron junto a él, el joven traía
la cabeza baja, traía grande morados y algunas roturas. Cuando los
secuestradores se fueron el joven muy templado dijo:
-No saben nada, creen que hay más personas
en la islas, de eso y otras cosas me
preguntaron, piensan que el avión pudiera traer más personas por ello están a
la espera de que puedan aparecer otras personas. Creo que pueden matarnos de un
momento a otro.
-¿Y qué te hicieron?- preguntó
el piloto temiendo lo peor.
-No recuerdo bien, me golpearon, escupieron
y amedrentaron varias veces, están desesperados, quieren hallar el botín,
porque creo que lo necesitan para poder cobrar su parte de mercenarios. Intuyo,
al igual que tú, que lo mejor es no decirle nada.
-Bueno, eso ya me había dado
cuenta, lamento que estés acá y que corras con esto. Me hubiese gustado conocerte bajo otras circunstancias más propicias,
aunque si te soy sincero a personas como tú jamás las trato y fíjate acá heme
al lado tuyo, he hablado más de lo que
puedo haber hablado durante toda mi vida con cualquier otra persona.
-No pienso que sea culpa tuya. No
sabias nada de eso, como podrías saber lo que nos pasaría. Lo único que siento
es que perdí mi juego. – dijo el joven tratando de poner algo de menos
seriedad a la situación, si iban a morir no valía la pena preocuparse tanto.
-Bueno ya quedaran otros…-luego
el piloto pensó mejor lo dicho, rectificó -si
acaso salimos de acá, por supuesto.
-Claro que saldremos, debemos conservar
la esperanza para que podamos soportar.
La noche vino, los secuestrados estaban muy cansados, el día había sido
largo, necesitaban dormir un poco. A media noche el ruido de un avión despertó
a todos, los cuatro sujetos se levantaron pero no había manera que desde el
avión pudiese verlos en esta isla, el escondite estaba bien oculto, pasado un
tiempo todos volvieron a sus chozas, tranquilos, posiblemente este tipo de
aviones pasaban a menudo por estas islas.
En la mañana los sujetos discutían, según los reos pudieron escuchar, no
podían tenerlos más allá, los cuatro sujetos escuchaban una radio y en ella daban
la noticia de la desaparición del joven. Estaban buscándolos, así que en la discusión
salió la conclusión de matarlos a los dos.
Nada sabían estos dos y nada podían hacer…las cosas se habían salido del
trato, nunca se había metido con secuestros, aunque el verdugo si tenía alguna
experiencia, él tampoco se atrevía a esperar más tiempo.
El jefe no compartía mucho la idea de los otros; así que trató de
calmarlos, no podían matarlos, no recibiría su parte del botín, no le gustaba
trabajar en vano- están siendo paranoicos-
dijo. Era cierto que el secuestro era otra cosa, pero era imposible que los pudieran
encontrar, acá estaban apartados en una isla, y jamás podrían localizarlo por
muy popular que fuese el chico. -No
quiero matarlo y aún tengo un asuntico pendiente con él.- quería dar tiempo
para que pudieran decir donde estaba el cargamento.
-¡Estás loco! - gritó el alto
sujeto -y nosotros también por querer
estar siempre secundándote, no hay tiempo de jugar con estos sujeto, matémoslos ya.
-Cuanto puede ser,- volvió a
insistir el jefe- total si igual lo mataremos,
que puede pasar.
El gordo que fungía como cocinero,
protestó nuevamente: -Otra vez vamos a esperar
por ti, creo que debemos matarte a ti también
y asi acabaremos de una buena vez con
todo esto.
-No lo creo, - el jefe
comenzaba a salirse de sus casillas- mejor
quédate tranquilo- nuevamente entre los dos la tensión era evidente, sobre
todo porque las cosas no habían quedado tan claras la última vez. – Por qué no van a dar una vuelta a ver si hay
más por ahí yo me haré cargo solo.
-Eso está bien por mí, -dijo el
alto de gran tatuaje en el brazo y corte estilo militar- Aunque quisiera también participar, así que me anotaré cuando regrese,
tiene muy buenas nalgas, así que no me lo dejes tan maltratado.
El piloto escuchaba como se echaban a suerte al joven para luego matarlo.
Pero esta era su última oportunidad. Mientras todos se marchaban dejando tan
solo al jefe. Habló con el joven. -Tienes
que acceder sin tanta molestia, es la última oportunidad, debes ir cerca de la choza central, he visto que tienen
las armas en ese sitio, esparcidas por allí, has que te lleve allá y luego tratar
de buscar un arma. Tienes que ser muy rápido.
-No lo sé, trataré. Estate quieto.
–trató de callar al piloto que lo abrumaba.
El jefe regreso de la choza, traía pantalones militares y una remera,
desató al joven quien no opuso resistencia.
-Vamos a dar una vuelta, ya regresamos-
le dijo al piloto, quien no dijo nada.
El jefe lo llevaba caminando delante de él con las manos atadas por cuerdas, entraron a
una choza mediana, el terror lo paralizaba y no podía pedirle que fueran a la
choza grande sin levantar sospechas.
Dentro del cuarto había una cama amplia y bien arreglada, si bien rodeada
de muchos materiales, tirados por doquier. El joven no oponía ninguna resistencia,
en su cabeza buscaba la manera de poder llegar al arma, para ello tendría que
ser bastante astuto, cosa que no era.
-Está bien que seas colaborador,-
el jefe lo empujo en la cama y calló de frente. Se acostó a su lado y comenzó a
quitarle la ropa interior hasta dejarlo desnudo.
Lo manoseó, incluso lo besó en la
cara, se desnudo él y volteo al joven reo. Él le pidió que le aflojara las cuerdas
a lo que el accedió, el jefe estaba en un arrebato de pasión por lo violento de
la situación.
Un ruido en la parte de afuera le indicó al joven que había llegado el momento
de huir de allí, se levantó y saltó por la ventana, al caer buscaba el arma que
le había indicado el pilotó pero no la hallaba. No sabía qué hacer.
Detrás se oyó la risa del jefe quien desnudo también corría hacia a él,
el joven daba vueltas en el campamento tras las indicaciones del piloto que no quería
llamar la atención del jefe sobre las armas. Sus esperanzas sufrieron un revés
al ver que él jefe sujetaba nuevamente al joven.
Pero fue allí cuando el joven puso más empeño y corrió, el jefe lo derrumbó
y el quedo tirado en el piso juntó a un arma, la tomó, se volteó y apuntó al inmenso sujeto.
Apuntando al jefe el joven se levantó, con la culata del arma le dio en la
cabeza y éste cayó desplomado. Sólo tenían poco tiempo. Corrió hasta la cocina
y cortó las sogas con un cuchillo y luego fue a donde el piloto se hallaba, lo desató.
Corrieron todo lo que le fue posible, no sin antes prender un fuego en la
cocina, debían tener tiempo de buscar un buen lugar donde esconderse. Un ruido
a sus espaldas le indicaba que los otros tres sujetos regresaban de su ronda.
No podrían salir de allí, buscaron los matorrales y corrieron, atrás los
disparos de los tres sujetos se oyeron. Quizás fue demasiado tarde.
Tuvieron que apartarse, uno tomó por un camino, el otro por otro... no escaparían pensaron en
un momento, el cocinero y el verdugo siguieron al piloto, el alto hizo lo
propio con el joven, quien descalzo y desnudo veía cuesta arriba su
escapada, una zona selvática amenazaba
con cerrarle el paso a cada instaste.
Los disparos sonaban a su lado, pero el corría aún más fuerte, sintió que
se hacía rajaduras en sus piernas. El alto con botas y, de por estos días, con
una mejor alimentación, le ganaba terreno, no bien él hacía lo posible seguir
trepando. Comenzó a escuchar el ruido de una cascada de agua que caía.
En su correr tuvo que detenerse: frente a él había un abismo y al final
una gran cascada caía en lo que parecía ser una profunda depresión, a unos
pasos el alto llegaba apuntándolo. Él se
volteo y alzó las manos, el sujeto alto tenía
una cara de haber ganado y un tabaco que a él le parecía que nunca se acababa.
-Poco te duro la escapada- dijo
un tanto exhausto.- Eres bastante
impertinente.
Sin pensarlo mucho, sin dejar de ver a su captor y con los brazos abiertos en cruz se lanzó de
espaldas a la caída de agua, sintió llegar al agua y sumergirse en el agua un
tanto fría, aún con el desconcierto de la caída se sujeto rápidamente de una raíz
de algún gran árbol que bordeaba la caída de agua, agarrándose fuertemente, los
disparos no se hicieron esperar.
El joven como pudo se trepó fuertemente por la raíz, se haló hasta que se
vio libre de la corriente y a salvo de los disparos.
No era el tiempo para ser débil, necesitaba estar nuevamente en camino,
los disparos dejaron de sonar, lo que significaba que quizás había un camino
para llegar allí, necesitaba correr más fuerte y esconderse.
Se adentró a lo que parecía era una espesa jungla, buscaba un sitio donde
poder esconderse, pero era inútil, la adrenalina corría por dentro de sí, y no
podía detenerse.
Unos pasos cercanos le confirmó lo que antes había sospechado el alto
sujeto estaba detrás de él. Zigzagueo
varias veces para evitar dejar rastros que pudiesen seguir. Necesitaba ganar
terreno, pero sus pies adoloridos le hacían difícil la huida.
Las plantas a su paso estaban poniéndose más tupidas, no podría continuar
por allí, se detuvo a tomar aire. Luego pensó en el piloto, si a él escapar de
uno le resultó difícil quizás para el piloto fue terriblemente difícil salir de los dos.
Continuó avanzando pero ahora más lentamente, no lograba avanzar mucho. Quería
llegar a la playa para tener más sitio por donde correr y poder luego esconderse.
Algunos disparos cercanos lo pusieron sobre aviso, seguro que ya estaban muy
cerca sus captores.
Reconoció la gran piedra de donde vieron toda la isla, quizás podría esconderse en los riscos que
allí se encontraban, no conocía otro lugar en donde hacerlo, recordó lo escarpado
del lugar, tendría, tal vez, en ese lugar, más oportunidad de salir a la playa.
Comenzó a subir por una piedra, se trataba de agarrar fuertemente, abajo
la distancia fue creciendo pero no había
tiempo de detenerse a pensar.
Después de haber subido algo, se dio cuenta que si acaso se caía de allí
encontraría la muerte, mas esto no le importó, otros disparos cercanos le
animaron a continuar.
Un nerviosismo se adueño de él, no quería mirar para abajo, siguió
buscando hendiduras en las piedras, aunque allí era un blanco fácil, al llegar
arriba estaría más protegido, las
salientes de las rocas lo llevó por un camino incierto.
En plena roca una hendidura lo aventuraba a dar un pequeño salto. Lo
pensó bien y luego se lanzó con toda su fuerza, a punto estuvo de caerse se asió
fuertemente y continúo subiendo, al ver el borde se sujetó y subió más arriba. Miró
la piedra en donde fue capturado, luego miró la zona por donde había subido y
sólo allí pudo darse cuenta de lo que había subido, se sintió mareado, pero aún
así continuó.
Trepó más y más hasta que llegó al borde, atrás quedaba el desfiladero.
Un grupo de árboles ofrecían un lugar para tomar varias direcciones, al pasar
por uno sintió la mano que lo tomaba de la cabeza y le tapaba la boca. Todo
había terminado.
Al voltearse notó que era el piloto, quien también pensó lo mismo que él
y subió a ese accidentado lugar, lo invitó a seguirlo y bajaron por la
quebrada; se metieron en alguna hendidura ubicada entre las piedras al ras del
suelo, desde allí podían ver algo del terreno.
Abajó el jefe, el alto y el cocinero caminaban buscando entre la maleza,
la cara de furia del jefe no dejaba a nadie decir ni una sola palabra. Las
voces cercanas le indicaron que se dirigían hasta donde ellos se encontraban.
El joven intentó salir corriendo; sin embargo el piloto lo detuvo y lo
abrazó fuertemente, desde el hueco en
donde estaban vieron pasar los pies de sus perseguidores, los tres aún se
culpaban por lo sucedido. El joven sudaba y en sus ojos se reflejaba el terror.
No quería de nuevo estar con los mercenarios.
Allí esperaron tratando de detener sus corazones acelerados, habían escapado
por esta vez. Pero por cuanto tiempo, eso no lo sabían.