10. De Regreso a la Isla

 

10. De Regreso a la Isla 


Claustrofobia


Al levantarse el joven se hallaba en un lugar oscuro, por el momento decidió no moverse, luego fue dándole forma a las cosas, por el vaivén del sitio sabía que iba en un barco, a su cabeza vino inmediatamente la respuesta que había buscado, estaba regresando a la isla,  sentía una sed terrible, la claustrofobia se apoderó de él y comenzó a golpear las paredes, sin embargo, era inútil nadie parecía oírle.  

No se perdonaba que no pudiese darse cuenta que otras personas vendrían por el botín, eso tendría que ser de alguien y ese alguien iba a reclamarlo, de eso trataba de hablarle el piloto.  

Comenzó a gritar nuevamente, pero tendría que guardar la calma si quería volver, no pretendía volverse loco, nuevamente la pesadilla que pensó no volver a repetir, se tiró al suelo y no supo cuánto tiempo estuvo allí.  

La puerta se abrió y aparecieron dos sujetos encapuchados, quienes lo ataron y llevaron a la cubierta de un gran barco a cierta distancia de las cuatro islas.

 El joven no sabía que esperar de esto, no sabía si tendría que decir donde estaba escondido o si por el contrario tendría que seguir ocultándolo, esta vez estaba más preparado psicológicamente, no sería el  mismo  a quien podían maniatar fácilmente. Lucharía esta vez, ya no tendría miedo de nada.  

Tenía algo a su favor. Aunque no muy fuerte. El escondite seguía inexistente para el mundo. Aunque tal vez no tendría una oportunidad como la tuvo la primera vez.  

Llegaron a la isla, los perpetradores le preguntaban el camino. 

Los llevó por la playa a la isla más grande, necesitarían llegar a la isla en donde se hallaba el asentamiento. Eso le daría tiempo para pensar como escaparse.  

Caminó un gran trecho, atrás de él solo tres personas, sin posibilidad de escapar, pensó quizás llegar a la cascada. Estaba perdido esta vez, sólo que el temor no estaba arraigado tanto en él. Esperaba que todo saliera bien. Llegó al sitio donde habían enterrado las cajas. 

 Dos de los sujetos provistos de palas comenzaron a escavar para buscarlas, el calor era sofocante y decidieron apartar al joven para quitarse el pasamontaña. Para nada hablaban.  

En una piedra cercana, el joven se sentó junto al tercer sujeto, a espalda de los dos que cavaban, por lo poco que pudo ver notó en él ciertos rasgos, era  un sujeto de color oscuro, a diferencia de los otros dos, por su complexión era algo deportista. Esto poco o nada le servía.  

Su preocupación se hizo mayor, según recordaba las cajas no estaban a tanta distancia, quizás se equivocó de sitio, o quizás ya las habían sacado. Miraba a todos lados, buscado una posibilidad de escapar. Mas era inútil las armas que tenían los sujetos hacia su empresa más que imposible.  

Los dos sujetos que cavaban dejaron de hacerlo, no encontraron nada, el no supo que decir, juraba haberlas dejado allí, pero los sujetos presos de furia, y sin temor ya de que él los viera golpearon al joven, él no hizo nada por defenderse. Quizás el piloto lo había sacado ya, dijo angustiado, recibió golpes hasta que quedo desmayado, no volvió a levantarse.  

La noche era oscura, estaba en un sitio cercano a la orilla, a los lejos se veía el bote anclado. Para este momento en la ciudad alguien había podido notar su ausencia, pero se fue tantas veces que no prendería la alarma hasta pasado mucho tiempo. Era una crisis, no se veía la solución por ningún lado. Lloró al verse solo nuevamente,  la pesadilla era vivida tal como la última vez pero esta vez totalmente sólo. 


Estaba atado de mano y pies, poco podía hacer por liberarse. Lucharía hasta el final. Se recostó hasta que vinieron nuevamente a hostigarlo, preguntaban donde había escondido el botín, el repitió no saber más nada, al irse de la isla el botín estaba allí, metido en unas cajas.  

-Bueno ya veremos si decides hablar, mañana no seremos tan suaves contigo- hablaras por las buenas o por las malas, y enseño un punzón. Él quedo tirado en la arena. Estaba perdido en su cabeza. Todo como un circulo  se repetía una y otra vez, siendo amenazado pero esta vez sin posibilidad de huida. 

El de color oscuro. Era tal como pensó muy atlético, los otros no tenían características especiales, parecían ser dirigidos por el atlético, quien a su vez recibía órdenes por el transmisor, seguramente eran los dueños de lo que fuera que fuera. 

Muy entrada la noche los escuchó discutiendo, no querían permanecer con un rehén por mucho más tiempo, la operación no les salió del todo bien, y ahora estaban en algo más grande. Si sabían de su pérdida vendrían a rescatarlo, pero ¿por qué? Recordó la discusión con el entrenador. No tenía todas consigo. Esperaría mañana y vería como podría salir de todo esto la noche avanzaba.  




En la mañana siguiente, los sujetos vinieron nuevamente  a golpearlo;  a tratar de sacarle donde podría estar la carga, pero  al igual que las otras veces con más moretones que los anteriores, dijo no saber nada de lo que le preguntaban, nunca se interesó.  

El atlético recibió una llamada de algún lugar, habló.     El joven no había sentido nunca más odio por una persona como el que sentía por el piloto, no era posible que lo hubiese engañado así, pensar que estuvo todo este tiempo sufriendo por esa basura. Como pudo ser tan estúpido y confiar en él, cómo pudo siquiera ocurrirse la idea de que él lo quería.  

Cerró los ojos pronto quizás esto terminaría. 


Al despertar las cosas no eran diferentes los dolores por los golpes propinados eran fuertes, alguna pelea entre ellos, igual que la vez anterior no podían ponerse de acuerdo en el próximo plan, unos bogaban por matarlo y largarse de allí, otros que debían esperar. El sujeto de color oscuro y de complexión atlética no decía nada, miraba al joven tratando de hallar la respuesta. Sabía que no podía quedarse más tiempo con él.  

En la mañana siguiente, al levantarse los cuatro hombres, algo raro pasaba, él joven ya no estaba. Todos se sorprendieron no era posible tal cosa, no había podido esfumarse, ante las amarres nadie pensó que pudiese soltarse pero así lo hizo.  

-Demonios.- gritó el uno de ellos, -ahora si estamos en problemas, nunca lo encontraremos en estas malditas islas, es este momento pudiera estar en cualquier sitio. Hay que buscarlo,

-Es increíble lo tonto que somos, como pudo escaparse en nuestra propias narices y no darnos cuenta de ello. Somos unos inútiles. ¿Qué haremos ahora? -Luego reflexionó para si- creo que igual no nos servía de mucho, creo no sabían dónde estaba, igual lo teníamos que matar.   Aunque no es igual, en cualquier momento podrían rescatarlo, ya una vez sobrevivió acá lo más probable es que ya tenga un plan, no sé qué haremos.  

El jefe se reía, todo está solucionado creo que el joven nos llevará hacia dónde queremos ir, lo dejé más o menos suelto a propósito, le daremos un día que se sienta seguro y luego iremos tras él. Es un imbécil que no nos será difícil atrapar y las cajas de mercancía junto con él.  

El joven había encontrado la situación perfecta para escapar, en la noche cuando todos dormían fue desasiéndose de los amarres poco a poco, fue una tarea ardua pero al fin lo pudo hacer.  

Corrió de esa playa al único lugar en el mundo donde se sentía seguro: la cueva de los grandes peces,  ahora estaba en peores condiciones, pero igual le serviría de refugió allí había aprendido a sobrevivir solo.  

Llegar allá fue más difícil de lo que recordaba, allí estaba el arco unido al farallón, estaba la cueva, al llegar una emoción le recorrió el cuerpo nuevamente había podido escapar, sólo que esta vez estaba solo con sus grandes peces. La cueva estaba tal como la dejaron el último día que dijeron tratar de comunicarse con la radio pero en vez de ello encontraron la libertad, los utensilios para cocinar, alguna ropa de las maletas y sobre todo el lago, los subterráneos y allá abajo los grandes peces.

Se sentó un tanto decaído, no sabía cuánto tiempo tenía que pasar allí,  una vez pudo escapar pero no estaba seguro si esta vez podría hacerlo. 

La soledad se hizo presente en él, se sentó a la entrada de la cueva y desde allí miró el ocaso del sol. La tarde se vestía de los más hermosos colores rosas que daba a su alma un dolor imposible de soportar, lo cierto era que el piloto se había ido para siempre y jamás volvería a él, ese hermoso sueño se había acabado para siempre. La noche la pasó resintiéndose del dolor de los golpes recibidos, buscó agua en cuanto hubo caído la noche y durmió muy junto a los grandes peces.

Cuando se levantó comenzó a recordar todo lo pasado junto al piloto, miró los grandes peces, nadaban de un lado a otro, sin parecer impórtales su presencia. Uno de ellos subió casi a la superficie, pero luego se retiró.

Permaneció acostado todo el día y parte del otro, desde donde estaba no podía ver el barco, que era su única posibilidad de huir, miraba todo a su alrededor… la soledad lo mataba, era realmente dolorosa.  Acurrucado en soledad su cabeza amenazaba con dejarlo solo.

Sin embargo más lo mataba la situación en que se hallaba, sentir el desprecio del piloto, y que fuera él quien precisamente lo traicionara  era realmente doliente, quizás nunca sintió nada por él, halló la posibilidad de poderlo dominar para que nunca dijera nada del cargamento, fingir todo este tiempo era absurdo, que ganaría con eso.

Bueno, ahora eso no le importaba mucho, no era tiempo de tener  ese tipo de consideraciones con él, era la hora de buscar la salida de la isla y eso tendrá que ser rápido o quizás esperar que el del bote se fuera para esperar un factible rescate. No lo sabía.

Si iba a sobrevivir tenía que hacerlo sólo sin la ayuda de nadie, no podía esperar que la ayuda viniera, si iba a actuar tenía que ser ahora cuando sus posibilidades eran mayores, pero cómo lo haría.  

Esa noche trató de ir hasta un punto donde pudiera ver el bote, vio llegar otro que no estaba allí. ¿Sabrían de la cueva? Tomó la linterna, tenía que estar más al pendiente y garantizar que no pudieran atraparlo.  

Llegó a la cueva, tendría que revisar la otras recamaras, si el piloto había escondido esas maletas era en alguna parte de la cueva. De eso estaba seguro.    Buscó en las cámaras principales  no halló nada, estaban escondidas muy bien, pensó en las cuevas submarinas pero allí el piloto no se atrevía a entrar, recordó las veces que el terror lo embargaba. Sin embargo, dudo de todo lo que pudo representar el piloto hasta ahora. Quizás todo fue un astuto plan.  



Las Oscuras Cavernas   



Escuchó un ruido dentro de la cueva y al salir allí estaban los cuatro sujetos junto  a su jefe, se reían y apuntaban con rifles, nuevamente estaba atrapado.  

Había caído en un engaño, estaba siendo utilizado por todo el mundo. Se creía muy astuto pero no era más que un joven con un secreto que debían obtener a toda costa. Lo que dijo el piloto de que estaría bien era mentira, su vida había cobrado para “el bajo mundo” un gran valor. Si se podía lo odió mucho más.  

Los nuevos mercenarios lo apuntaban y le indicaban que le mostraran donde tenía escondió el paquete. Pero no podía responder a ello. No conocía el lugar donde el piloto escondió el botín, si lo había escondido y no se lo había llevado de la isla.  

 Más estaba resuelto. Está vez dijo que escaparía como fuera. Mentiría, robaría, engañaría, timaría haría todo lo que fuera necesario. Sin pensarlo mucho y buscando una salida.

 -Abajo están las cajas escondidas en una de las cavernas internas, tendremos que bucear para encontrarlas.- sugirió un intrépido muchacho a punto de desmallarse pero arriesgado  a lo que fuera.

  Los sujetos miraban los grades peces y se preguntaban cómo entrarían allí, no podrían hacerlo. Pero él les explicó que eran inofensivos y que muchas veces estuvieron  nadando entre ellos sin que nada pasara. El jefe mandó a buscar equipo de buceo y pronto estaba sumergido en la entrada de la galerías, sólo dos bajarían con el joven los otros esperarían a que salieran.  

El joven no tenía mucha experiencia en el buceo pero estando abajo algo se le ocurriría, se sumergió y entraron a la cueva, con la luz de las linternas los peces aturdidos iban de acá para allá, pasaron a una segunda cueva, en estas los peces eran menos. 

Varias entradas le sugerían al joven que quizás una vez dentro no podrían salir, pero aun así se arriesgó a entrar, aún los peces seguían pasando, desde allí una tercera cueva con una abertura un tanto angosta. Los tres sujetos pasaron a una cámara bastante más amplia.

 La oscuridad era total, alumbrado solamente por las linternas.  

Varias cavernas se abrían frente así, junto a los  sujetos que lo acompañaban, tres aberturas en la piedra, una de ellas muy pequeña para ir sin el tanque de buceo, así que apunto con la mano una de aberturas, los buzos que lo acompañaban vieron al unisonó el punto señalado, al voltear el joven se había deshecho de sus bombonas de oxígeno y se introdujo por la abertura. 

 No pudieron seguirlo, no podían pasar sin soltar la bombonas de oxígeno, al fin uno de ellos se decidió; pero al pasar al otro extremo no vio nada delante de si muchas  aberturas que haría muy difícil saber por dónde se fue el joven. Decidió regresar y pedir ayuda. 

El joven nadaba contra su voluntad interna, pasó una cueva y otra y otra, solo con una linterna, las chapaletas y  el aire de  sus pulmones que se agotaba, no hallaba oxigeno: era el final, desesperado buscaba algún espacio de aire, más no lo hallaba. Sus brazos se adherían fuertemente a las hendiduras de las paredes que empequeñecían cada vez más.

    A punto de sucumbir sintió una pequeña cámara de oxígeno y tomó un respiro pero apenas era muy pequeño debía buscar más allá. No encontraría salida de estas cuevas. Se sumergió y entró por varias aberturas y pasajes muy angostos que apenas podía entrar. El aire se le agotaba nuevamente, pensó en regresar a la pequeña cámara de aire pero había avanzado mucho, nunca encontraría dicho espacio.  

Unas burbujas corriendo delante de él le indicaron que quizás había una recamara de aire más grande, así era, pero esta apenas daba espació para la cabeza; aunque no sabía que esperar.  

Apagó la linterna y flotando comenzó a llorar como si fuera  un niño, recordaba a todas las personas que compartían su entorno, los días pasados practicando tenis era algo que le gustaba hacer, el entrenador, su amigo, su ex novia y su familia, sin querer pensó en Alain  quien lo había metido en esta situación valiéndose de su ingenuidad, aunque ya nada eso importaba. 

 Metido allí moriría, pero buscó algo por que aferrarse a la vida en ese oscuro hueco se sentía morir, apenas sin aire, sin algo en que apoyarse pronto moría,   movía los pies y pegó con una piedra, era una pequeña saliente de la roca esto podía servir, encendió la linterna y se apoyó en la pequeña saliente.  

Quedo posado en esa  pequeña roca, sin atreverse a buscar más salida, no quería perder la única pequeña fuente de oxígeno, otra vez se halló llorando. Estaba sólo sin nadie que pudiera compartir su pena. Buscó apoyo en la religión que practicaba su familia, muy bajo rezó lo poco se sabía de una oración que escuchó de su madre.  

Se sentía desesperado, la fatiga y el sueño pronto lo atraparían y allí terminaría todo, cada segundo que pasaba lo acercaba más a la muerte. Se prometió luchar lo más que pudiera, buscó darse ánimo con algo, pero era difícil, su vida, en estos momentos que había dejado abandonado su única pasión, el tenis, estaba acabada. Esta pasión que lo embargaba había destruido todo lo que fue, lo que era y seguramente si podía salir de allí lo que sería.  

 El agua subía a intervalos o eso creía él, la oscuridad del agua paso a segundo plano, si pretendía pasar allí tiempo tendría que guardar la luz de la linterna. Le hubiese gustado conocer alguien para amar y que lo amara a él, olvidarse de esa obsesión que sentía por el piloto. Eso se dijo alguien para amar.  

Trataba de no pensar en la muerte pero estando allí era imposible, moriría ahogado. Estuvo moviendo las manos que comenzaban a entumecerse, pronto sucumbiría. Trato de buscar más acomodo y se posicionó más de la roca, quizás había encontrado mejor puesto que lo cierto era que podía agarrase mejor.  

Toda la oscuridad lo embargaba, no sabía cuánto tiempo había pasado allí y comenzó a dormitar, pero a menudo las lágrimas le impedían cerrar los ojos. No sabía que esperar. Afuera los sujetos lo matarían si salía, esperar a que se cansaran era absurdo, primero sucumbiría.  

…Sin saber cómo estuvo dormido, prendió la linterna y aún se hallaba en el mismo lugar encerrado. Comenzó a llorar, pensaba en su familia, qué pensaría, lo estarían buscando tal como la primera vez pero seguro con más desesperación, pensó en el entrenador que se pondría quizás también triste por su partida, estuvo con él desde muy pequeño y él no había sabido valorar esa amistad que le brindo, solo pensó en sí mismo, fue un estúpido.  


Quedó nuevamente dormido sueños recurrentes de falta de oxígeno venían a su mente, sin saber cómo la linterna rodo y calló al fondo, miró como bajaba sin querer detenerla la luz se apagó ahora estaba en la más terrible oscuridad. Dormitó. 

Al despertar, la pesadilla aún continuaba, alzó los brazos buscando romper la roca, estaba desesperado pero era inútil sus nudillos le ardían estaba seguro que quizás estaban rotos. Un desanimo se apoderó de sí. Recordó su casa, sus amigos, su vida, como un cuadro todas las experiencias vividas pasaron frente de si se sintió morir. Quería que fuera así y que todo eso terminara, no quería estar más allí. Dormitó nuevamente.  

Estaba más cansado, tanto que no sentía los brazos y las piernas pronto sedería, un arrebato de angustia se apoderó de sí y pidió al cielo ayuda, no quería estar más allí, y esperar que el aire se agotara o que cayera motivado por el cansancio.  

Toda su vida vivió tratando de olvidar quien era y dejar el tiempo pasar, nunca pudo experimentar el gozo de estar satisfecho consigo mismo y lo que quería realmente, siempre huyendo y postergando todo, su tiempo había acabado y estaba allí con nada en las manos, el mundo giraba sin que pudiera evitarlo, igual que esos peces a quienes no importaban nada. Él había creado todo una estructura de cosas que hacer en su cabeza que lo ponían angustiado pero que no significaban nada, era cierto él era nada y por más que pusiera cosas en su vida para tratar de apaciguar la angustia de ser nada, nunca podría hacerlo. Eso era nada. Sin nadie quien amar, sin nadie a quien importar.  

Sus ojos se cerraron nuevamente y un extraño cansancio se apoderó de sí quería dejarse morir, dio los últimos adioses a quienes creía que en ese momento eran todas y cada una de las personas que hubo conocido. Cerró por última vez los ojos y se sintió caer a lo profundo de las cuevas, a lo profundo del abismo. No resistió más.  Llegó al fondo de la cámara junto a él la linterna, la encendió miró todo a su alrededor y luego la apagó para volver a quedar en las más silenciosa oscuridad.   

Estando allí esperando la muerte una rabia se apodero de sí. No, no moriría, estaba en esta vida para luchar y no serían mercenarios de poca monta los que le impedirían a él salvarse, los que decidirían su destino. Seguramente era algo que debía aprender en esta vida, tal vez no estaba a tono con su sexualidad y con su vida pero lucharía por ser mejor persona, asió la linterna fuertemente y se introdujo por la rendija, no sabía que camino lo sacaría de la cueva, no sabía cuánto tiempo había pasado encerrado pero ya no lo haría más. Buscaría la vida como fuera que fuera, merecía vivir y disfrutar de la vida como cualquier persona.   

Nado por entre las cuevas no sabía por dónde estaba, ni siquiera sabía si estaba saliendo a se adentraba más a la cueva. El aire se le acababa, encontró una minúscula cámara de aire, respiró lo más que pudo allí, y siguió un espíritu de libertad lo embargaba, no recordaba el camino, no recordaba nada quizás moriría allí. 

Otra burbuja de aire, tomó lo poco y siguió, la ropa lo detenía, así que decidió quitársela y quedó desnudo, tan sólo con las chapaletas que quizás le servirían en la huida, nado. Una y otra cámara pasaba a su lado, una rendija y recordó. Por allí se introdujo y pronto se hallaba junto en donde había dejado a los dos mercenarios.  

Con sumo cuidado llegó a una cámara antes de la última, justo donde había estado con el piloto. Tomó una gran bocanada de aire y amparado por la sombra de los peces no salió por la abertura principal sino que por el contrario nado por la grieta subterránea. Estuvo cerca de la muerte pero ya estaba libre.  Libre.  

Nado los más lejano posible antes de salir a la superficie, necesitaba llegar a la orilla pero alejado de allí, tendría que buscar un refugio donde esconderse, los mercenarios no lo vieron.  

Él se introdujo en la selva, luego se arrepintió de haberse quitado la ropa. Corrió lo más que pudo atrás quedó el miedo y la frustración. Adelante se hallaba la aventura de sobrevivir, de querer luchar día tras día.