2. A la Deriva


2.                                A la Deriva


Un gran tiburón

Estaban a la deriva en el medio del océano, qué había sucedido, por qué en un momento estaba en el aire y ahora no… en qué se había metido, no había nada que tuviera sentido dentro de su cabeza, escuchó el ruido de un motor en el cielo nublado y luego apareció un avión, se emocionó y tuvo la intención de hacerle  señas pero el piloto lo detuvo.
-Ellos nos derribaron.- dijo algo espantado el piloto y bajando la mano del aterrado joven.
-¡¿Quiénes?! ¿Por qué harían eso?- el joven estaba muy confundido. No entendía nada de lo que pasaba a su alrededor. Se quedó callado por un tiempo y en cierto  momento le dio ganas de llorar, estaba muy consternado.

-Son piratas, mercenarios y si acaso saben que sobrevivimos seguramente nos mataran en el mejor de los casos.- el piloto trataba de evitar que hiciera una locura.  
-¿Qué? estás loco, eso no puede ser, no tiene coherencia nada de lo que dices, ¿mercenarios?… ¿qué quieren de nosotros?- el joven estaba sumamente nervioso. Quería respuestas a todo lo que estaba pasando. Tumbado en la balsa junto al piloto quería poner sus ideas en orden.

-Una pregunta a la vez, una pregunta a la vez- trató de calmarlo  el piloto-  no puedo contestártelas todas. Primero tenemos que tratar de escondernos y luego ya veremos-  posteriormente sacó de algunas de las cajas un gran cobertor azul, y lo puso por todo la balsa, estaban ocultos en el ancho mar. Ya adentro oyeron el motor del avión a lo lejos pasando una y otra vez.

Después de un tiempo no se escuchó más, así que decidieron salir de bajo del cobertor, era una balsa peculiar que parecía hundirse  a cada momento, mas el piloto, lejos de estar preocupado por esto, estaba ocupado atando las cajas.
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-Ahora si podrás decirme- reclamó François- ¿Qué crees que sucedió? Maldito hijo de puta, tendrás que decirme que pasa acá. –el tenista insistía.

-Creo que estábamos siendo vigilados cuando salimos y vienen persiguiéndonos hacía ya bastante tiempo, escuché el ruido y traté de realizar algunas maniobras para evitarlos pero nos dieron y caímos en el mar… fue inevitable. Lo siento- fue la escueta respuesta que el piloto dio al joven tenista.
-Eso ya lo sé, lo que quiero que me digas el porqué nos dieron. – preguntó el joven a punto de estallar.
-Instituyo que quieren mi cargamento.
-Y ¿cómo qué cargabas?, ¿para qué querían estas ropas que tú transportas?, ¿quiénes querían ropa de diseñador?, no creo que piratas quieran venderlas, es absurdo.
-No es ropa lo que tráfico, es otra cosa más importante y que no puedo decirte.

-¡Maldito!- gritó el joven y lo empujó hacía un lado de la balsa-¡¿Cómo pudiste meterme en esto?! Abandonados acá moriremos, pero que has hecho hijo de puta.- se puso las manos en la cabeza- Dios mío, dónde estoy… quiero irme de acá, me esperan en las islas para mañana y si no llego, perderé el juego...

Antes lo dicho por el joven el Piloto se sentía culpable, pero aún así quiso ponerlo en contexto- Ese no es nuestro mayor problema, si esos tipo nos encuentran… - no quiso terminar lo antes dicho, por el contrario trató de explicarle lo que quería hacer- Antes de caer vi una isla cercana acá, creo que podremos remar hasta allá y luego veremos si podemos escondernos, he estado antes allá- el piloto, aunque había visto la isla, mintió en esto último para tratar de calmar a un muy preocupado François.  -Bueno es mejor que sea ya, pronto amanecerá así que empecemos a remar.- concluyó.

El joven calló en un mutismo, no sabía cómo se habían presentado los hechos, lo cierto es que estaba a merced del destino, miraba al piloto quien parecía tenerlo todo resuelto. Sin embargo, el joven tenista sabía que no era así. Tomó la pequeña maleta y buscó en un mapa que allí se hallaba; pero él no veía alguna isla en ninguna parte, estaba mal. Sólo quedaba recordar todo lo visto acerca de naufragios en alta mar. Abandonados en medio de la mar, nada podían hacer más que remar, si era cierto que esa isla realmente existía debía aferrarse a ello.

En la noche, luego del primer día de estar remando, se acostó pensando en su novia. Sí, la amaba era cierto, no podía ser que estaba engañándose. Miraba al piloto remando y tratado de hallar una isla quizás inexistente en ninguna parte.

El piloto era  una persona extraña, no parecía ser una persona inculta había notado en su hablar cierto conocimiento...Él notó que lo miraba.
-No te preocupes llegaremos allí para mañana seguramente- le dijo mientras seguía remando.  
-Estás loco, hemos remado todo el día y no hemos visto nada y ahora piensas que saldrá una isla en medio de la nada. No puedes hablar en serio, moriremos acá indudablemente, si por supuesto no pasa algo peor.

Se asomó por la balsa y vio la aleta de un tiburón, un gran tiburón oceánico que rosando la superficie del mar con su aleta parecía estar esperando por ellos. ¿Cuánta comida tendrían? ¿Podrían sobrevivir con eso solamente? Todo era incierto, se encogió en un rincón de la balsa y se quedó dormido.

Al verlo dormir el piloto dio un respiro, durante el día no había hecho nada más que reclamarle, era un niño aún, muchas veces estuvo a punto de llorar. Él no se lo perdonaba, porque la verdad era que no sabía dónde estaba metido, en medio del mar remando hacia una isla que le pareció haber visto antes de estrellarse, no tendría comida para mucho tiempo y para colmo no sabía si los piratas habían dejado de buscarlo,  le esperaban días difíciles.

Casi al amanecer el piloto levantó al joven, estaba cansado y necesitaba que lo relevaran. François  se levantó aún dentro de la pesadilla de encontrarse en medio del mar, no podía creerlo, refunfuñó con el piloto y posteriormente tomo los remos.

El piloto simplemente al recostar la cabeza en el piso de la barca quedó dormido, se encontraba realmente exhausto y no quería escuchar las quejas del molesto joven.

¿Cómo podría llegar al torneo? ¿Cómo lo rescatarían? ¿Quién era este sujeto? El joven se hacía miles de preguntas, estaba a miles de millas de distancia y ni siquiera tenía a mano un teléfono con que comunicarse con alguien para avisar su situación. Sólo allí se dio cuenta que tal vez nunca vuelva, nadie sabía dónde estaba, no había dicho a nadie que partía en ese avión, posiblemente nunca salga de allí. Sin poderlo evitar las lágrimas rodaron por su cara,  estaba perdido.

Siguió remado con más ahincó, si esa isla existía él la encontraría. El mismo tiburón, otro tiburón  u otro animal, no estaba seguro, se asomó a su lado. Tuvo miedo y miró al piloto que aún dormía, quería levantarlo, más no lo hizo. Se decidió a tener algo de valor y ser menos rezongón. Aunque estaba seguro que era el piloto quien tenía la culpa de todo lo que pasaba, era él quien lo había metido esto, no fue claro…  en cierto momento se preguntó qué clase de mercancía transportaba.

A lo mejor sería un gran cargamento de drogas, probablemente eso era lo que tenían esas enormes cajas, pero no estaba seguro de ello, dejó de remar y vio por las hendiduras de las cajas, sólo pudo ver ropa de playa en las caja más grande, siguió buscando, no obstante, no pudo ver más nada. Tendría que esperar que se levantara el piloto y preguntarle directamente, tenía por lo menos derecho a saber eso. Siguió remando.

Él sol estaba ya bastante bajo cuando el piloto se levantó de mal humor, tomó la bolsa de los alimentos  y preparó algo que partió para los dos, comieron, frugalmente. El joven tenista allí aprovechó la oportunidad de preguntarle qué cosa transportaban, a lo que él respondió que no sabía. Quedó estupefacto.
-¡¿Qué?! ¿Estás loco?
-Solo sé que es algo importante, puesto me dijeron que si lo perdía me quitaría la vida. – respondió el piloto con una tranquilidad pasmosa.
-Ya ves que no será necesario que se tomen esa molestia porque moriremos en esta maldita balsa y buscando esa maldita isla. – lo observó fijamente y le preguntó si no le daba curiosidad poder ver que se escondía dentro de esas cajas, rio mientras decía esto.

El piloto dijo que mejor no averiguaran nada, esos piratas eran los únicos que sabían que estaban perdidos y los únicos que los buscarían, así que no debían perderlo: era su boleto a casa.

-Bueno en eso tienes razón, nadie más que esos piratas y tu amiga del aeropuerto saben que estoy acá, ellos creen que montaría el avión del día posterior, eso significa que a mí no me buscaran sino dentro de días. Se preguntarán si fue una malcriadez, creo que fui un estúpido nuevamente.  

-Perdona por ello, en serio no quería meterte en mis asuntos, pero llegaste cuando necesitaba alguien y ya ves pensé que podías ser tú esa persona que buscaba y que todo terminaría de manera fácil, me ofusque[1] en obtener el dinero que necesitaba y no pensé las cosas muy bien.-trató de justificarse el piloto, realmente sentía meter el joven en esto. Él no le importaría morir, pero otra persona no lo soportaría.   
-Bueno, bueno, no importa mucho, lo único que importa es encontrar esa isla y que ese gran tiburón que nos sigue desde ayer no nos termine comiendo… antes lo mataré a él. – bromeó un poco el joven François.
-No es el mismo- aclaró el piloto- seguro han sido diferentes tiburones.
-Podrás decir lo que sea, pero para mí es el mismo tiburón, por alguna extraña razón nos sigue, nos conoce, nos vigila, estoy seguro de ello, lo veo en sus ojos.

Un poco más tarde y luego de haber hablado bastante, el joven dijo que se sentía cansado que dormiría para relevarlo  más tarde y así poder hallar la dichosa isla que nunca aparecía, tomó agua del océano se lavó la cara, cual estaba roja por el sol tomado y se acostó.

 El sol le dio en la cara y se levantó sólo para hallar el piloto también dormido  a su lado, muy molesto lo levantó y cuando asomó la cabeza su sorpresa fue mayúscula a su lado una gran isla se podía ver en la distancia. Era cierto después de todo. En pleno mar se hallaba una Isla.
-Bien- gritó, lleno de alegría, los días en alta mar habían terminado.




 La Isla


Los dos se alegraron y comenzaron a remar en la dirección que estaba la isla. Los dos reían porque quizás el estar en tierra firme los reconfortaría, podrían salir de ese mar que empezaba a tragárselo.

No fue sino al medio día que llegaron, la isla  era de arenas blancas y exuberante espesura, un paraíso enmarcado en vegetación tropical selvática, pero también significaba que estaba desolado y abandonado por seres humanos, si bien eso ahora no importaba, quizás estarían a salvó en ella, y lejos del gran tiburón oceánico, quien se convirtió en su único acompañante.

La llegada no fue tan fácil, grandes olas que en rauda caída como estallidos sorpresivos voltearon la débil balsa. Así que tuvieron que cargar cada caja  hasta la orilla, luego sacaron el bote salvavidas y lo trajeron a la playa. Primero buscarían lugar donde poder asentarse y poder descansar un poco, sus brazos estaban adoloridos, se pusieron a la  sombra de grandes palmeras, sorpresivamente haciéndose cada vez más cercano escucharon el  motor de un avión.  Se encubrieron y vieron pasar por encima de la isla el avión que los había derribado, luego de un tiempo no lo escucharon más, los sujetos estaban muy cerca de allí, seguramente  en la isla.

Eso volvía  a ponerlos en una situación precaria[2], afortunadamente la isla era algo grande y podían esconderse, pero el dónde, sería un problema, primero esconderían las cajas mientras encontraban un lugar más seguro en el que poder estar. El joven estaba sin fuerzas, necesitaba un cese.
-Creo que debemos escondernos, y esperar cualquier forma de salir de acá.-
-Primero veremos que tienes las cajas, quiero saber por qué hemos pasado tanto sufrimiento.

Tres cajas, en una solo ropa, en la otra pequeña algunas cosas sin importancia, y en la tercera una caja de metal, al abrirla miraron llenos de estupor joyas brillosas, quizás diamantes, en muchas cantidades. Piezas hermosas y que valdrían una millonada, pero la más significativa un gran diamante rosado montado en una cadena de exquisita belleza, lo pusieron al frente y vieron sus cortes y la luz que emitía los bañaba a ambos quienes estupefactos veían la gran joya de color rosa.

-¿Así que esto es lo que quieren? Debemos guardar esto en un sitio seguro es nuestro boleto de salida- posteriormente enterraron junto a dos palmeras todos las cajas y la caja de metal con las joyas adentro.

Caminaron hacia el centro de la isla y en dirección contraria  adonde oyeron aterrizar el avión en busca de una cueva o de algo que le brindase algo de protección. Se dirigieron  hacia al frente de un pequeño risco que parecía ser el centro de la isla, allí la vegetación era más espesa si bien tenía un pequeño riachuelo que dejaba un paso más o menos amplio; así que en poco tiempo ya se encontraban en una zona bastante alta, ayudados por el sendero del río.

Desde donde ellos se hallaban podían ver toda la zona, lo que al principio parecía una isla, era realmente un grupo de cuatro de islotes[3], luego el mar se extendía en todas direcciones, aparentemente ellos estaban en la de mediano tamaño, al frente se hallaba la más grande cubierta de una vegetación más espesa y al lado de estas dos más pequeñas, así mismo decenas farallones [4] y rocas esparcidas a su alrededor, quizás los mercenarios, se hallaban en la isla más grade, así que la situación podría ser segura por el momento.

Bajaron para seguir buscado un lugar donde resguardarse. En un punto en donde había una gran pendiente los dos náufragos, desesperados por encontrar prontamente un sitio donde descansar,  decidieron apartarse para revisar cada quien por ambos lados.

El piloto tomó el lado derecho y el joven deportista François tomó la otra dirección. El piloto no había avanzado mucho tiempo: escuchó un disparo a su lado dando en un tronco cercano y soltando algunas astillas que cayeron sobre él, comenzó a correr en desbandada, se habían equivocado nuevamente, los piratas estaban muy cerca de ellos. Corrió para ocultarse y tratar de participar al joven.

Recordó al tenista y pensó que debía llevarlos en sentido contrario; quizás si lo encontraran lo matarían, así que salió de su escondite y corrió hacia abajo por el inclinado barranco, los disparos no se hicieron esperar de nuevo y dos sujetos salieron detrás de alguno matorrales y persiguieron al piloto quien hacia lo posible por escabullirse.

En cierto punto del escape el piloto llegó a lo que parecía un callejón  sin salida, una gran piedra entre un peñasco hizo de trampa, volteo para buscar otra vía de escape, pero fue inútil frente a sus ojos un arma lo apuntaba, levantó las manos y sólo sintió el golpe antes de caer desmallado.

Al levantarse se encontró dentro de lo que parecía una choza construida muy rústicamente, su interior era de barro y su techo de palmas de cocos, estaba atado por las muñecas a un poste ubicado justo en el centro de la estructura, trató de zafarse pero fue infructuoso. Escuchó pasos por afuera y posteriormente la puerta abriéndose, un sujeto de aspecto intimidante entró por ella, tenía una mirada penetrante y una sonrisa algo cínica, de cabello rubio y un bigote que reducía su enorme nariz.  

Lo miró desde donde estaba y tomó al piloto por la cabeza.
-¿En dónde está la mercancía que cargabas so maldito?, dime o morirás acá mismo, ¿cómo fue que pudiste llegar acá? –preguntó afincándose más en el pelo del piloto.
-Todo se perdió en el avión, toda la mercancía  debe estar en fondo del mar, ustedes lo hundieron ¿Recuerdan?... yo no tengo la culpa de eso; así que déjame en paz. Yo sólo me vine nadando y llegué acá. – el piloto trataba de ser lo más natural posible.
-Eso no es cierto y lo sabes muy bien, uno de mis hombres vio una balsa en el medio de mar y es probable que antes de hundirse hallas podido sacar la mercancía; así que habla o yo te sacaré las palabras que necesito escuchar.
-No se dé qué demonios hablas. Juro que nadé hasta acá, esa balsa seguramente fue un espejismo, debería poner lentes a sus amigos.

Este fue el último chiste que pudo decir antes de recibir golpes por un sujeto enfurecido y fuera de control. Tirado en el piso del recinto se hallaba el piloto, en alguna parte de la isla el tenista luchaba por sobrevivir.




[1] Ofuscamiento. (De ofuscar). m. Turbación que padece la vista por un reflejo grande de luz que da en los ojos, o por vapores o fluxiones que dificultan la visión. || 2. Oscuridad de la razón, que confunde las ideas.

[2] Precario, ria. (Del lat. precarĭus). adj. De poca estabilidad o duración. || 2. Que no posee los medios o recursos suficientes. || 3. Der. Que se tiene sin título, por tolerancia o por inadvertencia del dueño. || 4. m. y f. Ur. Docente que ocupa un cargo provisionalmente

[3] Islote. m. Isla pequeña y despoblada. || 2. Peñasco muy grande, rodeado de mar.
[4] Farallón. (Etim. disc.). m. Roca alta y tajada que sobresale en el mar y alguna vez en tierra firme. || 2. crestón (ǁ parte de un filón que sobresale del suelo).