7. Secuestros


 Richard se hallaba de nuevo en casa del Sr. Henderson, vigilando la inquieta Manú. Debían buscar la conexión de los hechos sentían que esta joven sabía más de lo que decía.
En el departamento las cosas se sentían inestables, con todo el paroxismo que desató el secuestro de la hija del político y la posterior publicidad que el político sacó de esto. A cada momento, se alertaba de la desaparición de cualquier persona, quien aparecía poco después sin que pasara nada. Los agentes estaban al borde de la histeria. Debían procesar cada información de una ciudad totalmente enloquecida y obsesionada por la idea del secuestro.  Las denuncias de Henderson daban en el blanco las personas estaban aterradas por sus vida.

Una de esas denuncias capturó la atención de la policía, una mujer decía haber presenciado el intento de secuestro de su hijo de diez años de edad, en sus propias narices, un auto color vino lo tomó de la calle sin que pudiese ella hacer nada; mas afortunadamente el niño pudo escapar de ellos y salir corriendo los dos de allí.  Atendida por policías de la estación, quienes trataban de calmarla, ella abrazaba al niño. Los agentes por su parte le explicaban la cantidad de denuncias que recibían en un día y por lo tanto su actitud no ayudaba.

-Yo sé que quieren a mi hijo- repetía la hermosa mujer, de melena rubia, alterada por la situación en la que se hallaba.
-Está usted muy nerviosa, cálmese- dijo el policía, todo el alborotó que se formaba alrededor de la insistente mujer, también llamó la atención de agente Richard, quien fue hasta ella.
-Tranquilícese señora, le juró que el departamento hará lo necesario por cuidar de su hijo. Acá nada podrá pasarle. No hay indicios que estén desapareciendo niños.
 -Usted no entiende agente, mi nombre es Fiona Lombardo, soy la esposa del agente Chris Hudson – gritó la mujer y estalló en llanto- sé que quieren a mi hijo. Lo sé. 

La cara de Richard entró en sorpresa, le pidió que se calmara mientras buscaba ayuda. Él caminó hasta la oficina, la que ahora estaba ocupaba por los sus dos compañeros. Los halló revisando algunos papeles. Se dirigió a Stephen.
- Necesito que vengas ahora mismo, allá afuera se encuentra una mujer que dice llamarse Fiona Lombardo. Esta alterada y con un niño.

Kurtain caminó rápidamente por el pasillo que llevaba a la sala principal del departamento de policías, no entendía qué demonios sucedía.  Allí la halló sentada en una de las sillas de recepción, vestía un descotado vestido marrón y se hallaba junto al niño de ojos color violeta, en cuanto lo vio corrió hasta él, lo abrazó fuertemente y dijo.
-Kurtain, el niño. Ayúdame. No lo soportaría.

Kurtain trataba de decir palabras que la consolaran, pero ésta lloraba sin remedio, él le preguntó por qué pensaba que eran los mismos que, días atrás, secuestraron la hija del Beisbolista, a lo que ella respondió:
-Sabes muy bien el porqué, quieren que les regrese el niño.

Él no entendía, por ello insistió -es absurdo lo que dices- dijo Kurtain tratando de que entrara en cordura. –No hay razón para que hagan eso, hace muchos años que sucedió. No tiene sentido, repito,- se percató que nadie los escuchara- de que te lo quiten, si tienen algún problema en todo caso sería conmigo y Hudson no te preocupes, nada pasará.
-No es así, no es la primera vez que intentan esto- y se sentó en una de las sillas que allí se encontraban. Su mirada se ausentó por un tiempo.

Kurtain se sentó al lado de ella sin querer preguntar lo que era obvio. Fiona se escondía del Dr. Moore y de la tenaz Susan.-he venido a vivir con mi hermano, huyendo de ellos, pero no fue suficiente. Están tras él, lo sé- Él la abrazó fuertemente, de nuevo retornaban a las viejas angustias, aunque esta vez hechas realidad. El niño a su lado también abrazaba a su mamá sin entender que sucedía.

Kurtain, meditaba. Estaba siendo utilizado para dar con el paradero del niño, si bien, le parecía extraño. No había duda, Susan quería tener en su poder el hijo de Hudson. No soportó más, y preguntó a Fiona qué demonios pasaba.

Ella contó como su matrimonio comenzó a deteriorarse después de verse descubierta ante Hudson, había tenido que salir de la vida de Hudson, quien se volvió totalmente agresivo en todo momento. Convirtió su vida en un infierno hasta el punto que ya no lo pudo soportar, hace como dos años comenzó a recibir llamadas de alguien que quería hablar con el niño robado.

-Entiéndeme Kurtain, me fue imperioso salir de San Francisco, alguien más sabía acerca de todo lo ocurrido, estaba en peligro de perder a mi hijo- comenzó a llorar. Aun así continuó su relato, explicándole a Kurtain las penurias que había tenido que soportar para mantenerse en el anonimato, fuera de alcance de alguien que quizás era bastante poderoso. Kurtain guardo silencio, sentía cariño por Fiona, pero sabía que tarde o temprano todos podían parar a la cárcel, incluso Hudson, si salía a luz pública todo lo ocurrido.
Para Kurtain fue fácil explicar porque querían al niño simple venganza por lo ocurrido anteriormente.
La policía de San Francisco, con el intento del secuestro del niño agente Hudson, volvía al caso del Dr. Moore. El teléfono sonó y lo tomó Richard, era el Capitán que se encontraba en la otra línea, daba instrucciones a Richard y éste a su vez repetía partes a Kurtain, quien sentado a su lado, asentía con un movimiento de cabeza.
- Están discutiendo la posibilidad…- Richard escuchaba ahora Capitán en el teléfono.
-Traen personar a Houston…- repitió Richard lo que escuchaba en el auricular, Kurtain puso atención. Richard volvía a escuchar.
-Recibir en el aeropuerto…- siguió diciendo, Kurtain señaló con el dedo Richard, haciéndole ver que él iría.
-  Perfecto- respondió Richard al Capitán- eso dice el agente Kurtain.- Luego de decir esto, el Capitán, dijo algo último al agente  Richard, quien a su vez miró fijamente a Kurtain esperando este último comentario– Agente Chris Hudson…

Kurtain pegó ambas manos haciéndola sonar fuertemente. Poco le importó lo que pensara el agente Richard, el destino estaba siendo demasiado cruel con él. Justó ahora que todo estaba por precipitarse en su vida, aparecía Hudson para hacerlo mortal. No podía permitirse ese lujo en su vida. No podía volver a caer en la locura de tenerlo cerca. Tenía que regresarse, no podía enfrentarlo. Debía hacer algo para hacer que se fuera. El agente Richard sólo veía las diferentes caras del agente. Su cuerpo parecía alumbrar con luces intermitentes que los rodeaban como si de un árbol de navidad se tratara.
-¿Por qué razón viene? ¿Es que viene por cuenta propia?  - preguntó Kurtain a un Richard cada vez más confundido.  Éste a su vez preguntó al Capitán y una vez que habló con él, comentó a Kurtain.
-Me temo que no- hizo una pausa- viene a ponerse a las órdenes de usted- Kurtain entró en cólera, dio otro golpe a la mesa arrojando lo que encima de ésta había. Sacó las llaves del auto y las arrojó a Richard.
- Por favor, ve a buscarlo, yo estaré en casa de Henderson, me necesitan más allá, es la única clave que nos llevará a esos mal nacidos, no podemos estar jugando con todo esto, los secuestradores están por allí y estoy seguro que quiere una pieza más grande y no sé porque presiento que Hudson tiene que ver nuevamente en ello. ¡Ese hijo de puta! Lo golpearé hasta que no le quede cara o mejor aún le meteré un disparo en la cien, y esto seguro terminará- su voz era realmente de enojo.

Kurtain decidió salir, afuera notó a Fiona hablando con el sujeto que le prestó ayuda en terminal de autobuses, se detuvo, con mucha curiosidad, fue hasta ellos, al verlo, el sujeto al lado de Fiona, lo saludo con un apretón de manos.

Kurtain preguntó con quién tenía el gusto y él simplemente dijo:
- Julius Lombardo, el hermano de Fiona, - Kurtain quedó perplejo, en el Terminal él sabía quién era, sabía que llegaría y fue acaso a espiarlo, no quiso seguir pensando ya averiguaría que pasaba acá. Le agradeció de nuevo por ayudarlo. El respondió que no era nada.

A ella también le pareció algo raro que los dos se conocieran y preguntó de dónde, él contó el incidente.

Ella rió, el hermano de Fiona cruzó la vista hacia ella y se disculpó:
- Has hablado tanto de él que quise… simple curiosidad. Quise saber quién era el tan hablado sujeto. Es diferente a como lo imagine. Para mí es un mequetrefe.

Kurtain se despidió, aunque no entendió este último comentario, frunzo el entre seño, lo llamó mequetrefe… Pero no estaba para responder a insultos, así se sentía, no podía evitarlo, de repente esto lo notaba todo el mundo. Por primera vez hubiese querido tener una pistola y vaciársela al prepotente sujeto, que la verdad no entendía porque estaba tan a la defensiva y lo llamaba “mequetrefe”.

 Montado en un carro de la policía, y ya en el camino, dio golpes al volante, no coordinaba nada, estaba a la deriva. Sus ojos se llenaron de lágrimas, después de tanto tiempo estaba llorando nuevamente por Hudson. Recordaba la cara de angustia de Fiona y se sentía de nuevo culpable. Esperaba que lo ocurrido con el niño hubiese sido sólo una amenaza. Aunque no entendía para qué, era una situación que no tenía razón de ser. Siguió conduciendo. Esto complicaba las cosas. ¿Mequetrefe? Pensó nuevamente en el insulto que le había dicho el muy apuesto sujeto que hasta sólo ayer no esperaba volver a ver. Fue un golpe bajo a su ego.

Recibió un mensaje del sujeto de la terminal, ahora con nombre, Julios Lombarda, se sentía perseguido y acorralado, que quería ahora, no quería contestar el teléfono…estaba siendo infantil, así que leyó el mensaje:
-Lamento no haberte dicho quién soy, necesito hablar contigo, no dejo de pensar en ti…

II
A la hora pautada Richard vio la llegada del agente Hudson al aeropuerto, vestía una camisa blanca y vaqueros, traía la barba sin cortar, pero no abundante, tendría algunos cuarenta y seis años según pudo apreciar Richard. El agente venido de San Francisco buscaba, entre los allí presentes, alguien del departamento. Richard se le presentó y le señaló el auto que los trasladaría a la circunscripción de policía. 

Durante el camino el agente Hudson preguntó sobre el fallido rapto, el joven dijo algunas imprecisiones y a Hudson le bastó esto. Calló, mientras mordía un cerillo moviéndolo de lado a lado.

 La curiosidad de Richard crecía como la espuma ¿Qué se traían estos dos? Los edificios desfilaban a su lado sin que lo hiciera hablar, solamente estaba con la mirada fija.

-¿Tiene alguna razón por la cual su esposa esté tan segura de la posibilidad del rapto?- preguntó Richard tratando de sacar alguna conversación que liberara tensiones. Pero Hudson no era una persona de conversaciones sociales, ni de irse por las ramas, sin embargo, esta vez quiso ser algo cauteloso.
-No lo sé, esperaré llegar, estoy separado de mi esposa hace ya bastante tiempo- ni siquiera dirigió la mirada a Richard, quien  sólo pensaba en lo diferente de Kurtain, no era muy difícil terminar en rencilla con él, por encima se veía el tipo de persona que era. Parecía la Némesis de Kurtain, más bien tenía cierto parecido con el antiguo el antiguo marido de Caroline, un patán en toda la extensión de la palabra.

Llegaron a la estación y encontraron a Fiona sentada en el mismo lugar que Kurtain la dejó, no quería abandonar el destacamento donde se sentía segura. Al ver a Hudson puso cara de contrariedad, miró hacia otra parte, el Agente Richard los dejó solos. Para él era más que evidente que estaba de más allí. Se dirigió a donde se hallaba la agente Caroline.

La encontró haciendo algunas llamadas, ella le pidió con la mano que cerrará la puerta, tapó la bocina y le dijo moviendo los labios que tenía que hablar. Él le dijo que también tenía que hacerlo. Ella se despidió y cortó la llamada.
-Está muy extraño todo esto- dijo sin pensarlo la agente Caroline- acá pasa algo y debemos saber que es. De momento iré donde se encuentra Kurtain, intentaré que me aclare qué cosa se traen los tres -. Richard asentó y ella salió sin ser vista por Hudson o Fiona.

Pasada la mañana, Hudson preguntó por su viejo compañero. A su lado apareció de nuevo Richard. Le explicó que estaba en casa de los Henderson junto al otro agente.
-Los Henderson…- Hudson pensó un poco.

Hudson miró a Richard de arriba abajo, -no era él- se dijo. Sabía que Kurtain se estaba divorciando. -Tendría que ser alguien más ¿Quién?-.  Apretó los puños fuertemente. No era posible que pasara esto. Este “cabeza hueca” era igual a Kurtain, sería difícil sacarle alguna información. Venían a la policía con un sueño de justicia que a él le apestaba un poco.
- Así que el agente Kurtain está a cargo de esto- dijo mirando a otra parte, después preguntó- ¿Sabes sí aún corre autos?- esta pregunta tan sorpresiva sacó a Richard de concentración ¿Qué demonios sucedía aquí?  Su hijo a punto de ser secuestrado y él no hace sino preguntar por las carreras de autos.
-Sí, así es - luego lo pensó mejor- pero lo hace junto a un ranchero de la zona, algunas veces he sido su copiloto, lo hace muy bien.
- ¡Claro! Un maldito ranchero- Hudson dijo esto y movió la cabeza hacia arriba y hacia abajo, frotándose la barba a ambos lados de la cara. Richard supo que había hablado más de la cuenta.
-¿Podemos ir allá?
-Lo siento, - respondió Richard cada vez más perplejo- no creo que podamos ir, está un poco lejos de aquí y no debemos movernos hasta recibir alguna orden. Vigilamos la joven hija Henderson ¿Recuerda?
-Tengo que ir allá. Quisiera me dijeras donde pudiera tomar un auto que lo haga- la cara decidida de Hudson hacía ver a Richard que nada podría desviarlo de su objetivo. Quizás cometió un error, mas no sabía cuál era todo estaba muy raro.



Richard se sintió muy molesto. La disputa de estos dos parecía tener grandes dimensiones, sin embargo, era algo que no le incumbía a él. Le explicó cómo llegar y lo dejó en un sitio donde podía hacerlo. Luego se dirigió al departamento, única conclusión que sacó de este extraño momento, están todos locos.

Para Hudson el viaje se le hacía demasiado largo. A lejos apareció la gran casa de Allen.  El auto no lo llevó hasta ella, por el contrario llegaron a donde se criaban cerdos.

El sol arreciaba y el olor tan penetrante era un poco molesto, Hudson no sabía con qué se encontraría aquí, sentía que la adrenalina colmaba su cuerpo. Quizás estaba a punto de conocer la verdad. Respiró profundamente antes de preguntar. Escogió a unos de los hombres que por ahí pasaba.
-Disculpe ¿William Allen?- preguntó Hudson. El trabajador de la granja le señaló algunos galpones que se hallaba al fondo.
- Espérelo allí, él tendrá que ir pronto - luego lo pensó mejor- ¿Quién digo que lo busca?

-Agente Chris Hudson, estoy seguro que él ha oído hablar de mí- dijo Hudson sin más y caminó hasta donde él señor le señalaba.

El terreno se hacía más arenoso, era una tierra muy negra, adentró se alegró de protegerse del sol que era abrasador. Aunque una vez allí no sabía si, efectivamente, fue realmente lo mejor. Decenas de cerdos se apilaban en los chiqueros donde se criaban. El sonido era fuerte, pero no veía nadie por allí, caminó entre los compartimentos mientras esperaba a Allen. En algún momento sintió curiosidad y se subió a una pequeña plataforma que se adentraba un poco a los espacios donde se criaban los animales, de allí pudo ver mejor los grandes animales, eran de aspecto sobrenatural, el suelo estaba cubierto de una gruesa capa de excremento. 

Sintió unos pasos acercándose y volteó, sólo para darse cuenta que detrás de él un sujeto, de muy buen porte, lo observaba parado en el medio del galpón, el sujeto caminó hasta donde él se encontraba y se paró a su lado a observar también los cerdos. Tenía una pequeña risa que molestó mucho a Hudson, quien estaba con los ojos rojos de ira, quizás por los celos. 
-Tengo tiempo que construí esta granja, – comenzó diciendo Allen- pero es la primera vez que un “puerco” pide verme. 

Esto era lo único que estaba esperando Hudson y se le fue encima al rancherito de pelo claro y sonrisa sarcástica, Allen no lo esperaba y cayó en el piso con el primer golpe, se levantó y lanzó lo propio a Hudson, que también se resintió, pero regresó otro, cuando se percataron estaban rodando por la platabanda, dándose golpe tras golpe. Un obrero de la porqueriza los vio pelearse y corrió llamando a otros. Cuando llegaron no pudieron evitar que lo adversarios rodaran por ella y cayeran enterrados en la capa de excremento, aún así seguían golpeándose.

Algunos de los empleados de Allen bajaron hasta el fango, al final los detuvieron con dificultades, aún la cólera se veía reflejada en la cara. Llenos de excrementos de marrano cada parte del cuerpo. Los empleados sacaron al jefe allí, otros quedaron con Hudson y le pidieron que se retirara, él, en el estado que se hallaba, no podía hacer nada, apestaba a estierco de puerco, pero aún así tomó sus gafas oscuras del suelo y caminó gallardamente hasta la salida de la granja, totalmente embarrado de estierco de puerco.  
Avanzó una distancia considerable fuera de la granja y se sentó en una piedra del camino, le sería muy difícil llegar a ningún sitio desde acá, encendió un cigarrillo. Quería llamar a la estación, pero cómo explicaría el hecho de estar cubierto de estierco de puerco y golpeado, no podría hacerlo.

Después de esperar un rato, escuchó el claxon de una camioneta a su lado, se levantó y miró al conductor, para su sorpresa era el mismísimo, William Allen, el granjero criador de cerdos, ya bañado y con algunos rasguños visibles en su rostro. Viró de nuevo la cara e hizo un ademán con la mano para que se alejara. Pero Allen le gritó desde el auto que se montara, él no tenía opción; así que aceptó la ayuda. Sin embargo, montó atrás del camión tipo pick-up.

Llegaron al mismo sitio donde, tiempo atrás, hablara con Kurtain sólo que esta vez lo hacía con Hudson, sentía que lo estaba traicionando, mas no podía abandonar al detective venido de San Francisco en el desierto llenó de deyección de puerco. Hudson se bajó de la parte de atrás del camión, llegó hasta el tanque y revisó si tenía agua, al ver que sí era así, comenzó a quitarse la ropa, y lavarse. El agua cayendo le quitaba lo sucio de su cuerpo, quedó en prenda interior. Una vez que estuvo limpio comenzó a desempolvar la ropa, pero era inútil el olor jamás se quitaría. 

Allen caminó hasta él con ropa limpia se la dio y Hudson se vistió, también tenía golpes en todas partes. Allen estaba sentado en la cerca viendo el horizonte, a su lado se sentó Hudson. Ninguno de los dos podía decir nada. La brisa soplaba volando algo de polvo.
- Tienes buena pegada- dijo Allen tocándose la cara.
-La tuya no está nada mal- respondió Hudson y también hizo lo mismo.
- Hace sólo un día estuve con él en este mismo sitio. – Allen cambió drásticamente la conversación-, me contó muchas cosas, que no repetiré. Sólo te diré: apartarte de él, no puedes seguir pretendiéndole destruir todo lo que ha formado hasta ahora.
-Y eso que ha formado ¿Te incluye?- preguntó Hudson con un enorme nudo en la garganta. Y sin poder evitar que algunas lágrimas cayeran por su rostro.
- Qué más da, si es así -contestó Allen. Se produjo un silencio en el ambiente. El viento soplaba moldeando el paisaje. 
-Pues tendrás que darme más que estos golpes para hacer que me olvide de él, sé que no puedo darle lo que quiere, mas ya no quiero vivir sin él- se levantó, y miró todo a su alrededor.
- Entonces lucharemos nuevamente, hasta que entiendas lo que quiero decirte. Eres un mentecato si crees que aún Kurtain te ama. Apártate de él- Allen puso punto y final a esta conversación. 

Hudson sólo esbozó una pequeña risa, mezcla de rabia e ironía. 

En la noche Kurtain, Caroline y Richard estaban preparados para el llamado, no se podía hacer nada más que esperar que el grupo de antisociales diera el siguiente paso, sin una minúscula pista que atender. Caroline estaba pendiente de la actitud de Kurtain, desde esta tarde no había estado de buen humor. Sospechaba que se debía a la llegada de este hombre a la ciudad. Quería saber que lo ataba a él tan fuertemente. Se preguntaba si la hermosa mujer que estaba afuera sería el problema de sus devaneos. No cabía duda que estaba trastornado por todo. Espero que, en cualquier hora de la mañana, se retiraran a algún sitio.

Kurtain tomó algo de agua en el dispensador y luego se dirigió a una silla apartada que daba a una gran ventana, ésta dejaba ver lo más brusco de la ciudad, quería estar sólo, sumido en sus pensamientos. Caroline y Richard se pusieron al lado suyo. Richard habló de la llegada de Hudson.
-Fui a buscar a tu ex compañero, estuvo aquí toda la mañana, luego pidió fuera llevado a donde tú amigo, el Sr. Allen.- Kurtain permanecía inmóvil y le contestó moviendo la cabeza de un lado a otro.
-  Otra vez a sus andadas, no sé qué trama; nada bueno debe ser. – Estaba completamente llenó de odio hacia Hudson o al menos eso parecía ser. No podía pensar, quería matarlo y que todo su dolor se fuera tras su muerte.

Luego de decir esto salió a la sala principal y se sentó al lado de Fiona que aún se hallaba allí, resguardada. Ninguno de los dos dijo nada. Ella lo abrazó, no entendía dónde estaba Hudson en momentos tan cruciales en su vida, nunca cambiaria, si alguna vez estuvo segura de algo es de haberlo dejado de una buena vez y para siempre.

Caroline miraba desde la dependencia donde estaba sentada con Richard y moría de celos por la escena que presenciaba. Pero nada podía hacer, lo suyo con Kurtain nunca paso de un apasionado beso. Vio llegar nuevamente el hermano de la mujer abrazada a Kurtain.

Desde donde la bella pelirroja se hallaba se pudo observar un pequeño altercado entre los tres, no sabía que podía ser, el último sujeto llegado apartaba a Kurtain, mientras con un dedo le señalaba a la cara. En un momento de la discusión el hermano de Fiona se fue a golpes con Kurtain y fue hora de intervenir, Caroline llamó a Steel y juntos desapartaron a los dos contendientes. Que tenían la cara partida por los golpes dados.

Kurtain fue llevado a la oficina, el hermano de Fiona se marchó muy mal humorado, Fiona quien, sentada al lado del niño en la sala de la policía, nada podía hacer sino esperar a Hudson, quien tampoco aparecía.

Abatido, Kurtain, y sentado en el escritorio repasaba en su cabeza todo lo dicho por Julius el hermano de Fiona. Lo acusó abiertamente de ser el único culpable de la separación de Hudson y su hermana, en cara le hecho lo que ya para ese momento sabía Fiona e incluso el pequeño Chris, Hudson fue su amante.

A la luz quedó toda su homosexualidad, fue realmente cruel, lo acusaba de ser desleal, porque mientras se hacía pasar por su amigo, la verdad era muy diferente. Lo último gritado por Julius:
-¡Eres un maldito y cobarde marica!

Últimas palabras que atormentaban a Kurtain, no podía entender; estaba descubierta toda su relación con Chris Hudson. El hermano de Fiona había sido enfático al decir que lo descubriría, que contaría sus amores con el patán de Hudson.

Quería desaparecer, lo que tanto había temido estaba a punto de salir a luz, pero cómo pudieron enterarse, estaba atravesando uno de los momentos más triste de su vida, en su cabeza daba vueltas para explicar lo sucedido, y lo que haría. De algo estaba seguro necesitaba más tiempo. Por ello debía lo más pronto posible ver a los hermanos Lombardo.

No podría luchar con todo esto que sentía por dentro, quedar descubierto así sin más era terrible, que le diría a todos, su vida una mentira. No, se dijo nuevamente.

Necesitaba más tiempo. En nombre de la amistad que un día le profesó a Fiona debía esperar antes de acabar con todo. Le rogaría si era necesario. Estaba fuera de sí.