1. Capitulo I: Chris Hudson

                              1.Chris Hudson


U
n viento fuerte sopla y lleva consigo hojas y fragmentos de ramas que caen amontonándose en la vereda; entre tanto, se desplaza por la carretera principal, en su Mustang modelo 64; color rojo, el agente de policía Chris Hudson. Tal como lo indica su placa, pertenece a un sector ubicado junto a la estación Calt Train, San Francisco. Cambia la radio sin buscar una banda en especial, va desde una emisora a otra;…las recientes noticias,…música,…el tiempo,…comerciales,…de nuevo música, hasta que se cansa y decide apagarla, no puede pensar en nada que no sea el descubrimiento que lo mantiene agitando desde que salió de la estación esta la tarde. Sus pensamientos se pasean por toda una variedad de opciones con las que pudiera salir al paso de su desconcertante perplejidad.

-Nunca lo hubiese sospechado- se dijo, al tiempo que movía la cabeza de lado a lado, en señal de negación, no podía comprender como eso podía pasarle, pensaba en la posibilidad de que fuera un error; no obstante, sabía que no cabía esa posibilidad, estaba seguro de lo que pasó; aún así, en su cabeza, volvía de nuevo a los hechos una y otra vez.
- ¡Pero en que estaba pensando, ese bueno para nada de mierda! -continuo diciéndose. Cavilaba en busca de una solución. En un arrebato de cólera, tomó el móvil y llamó a su compañero, comenzaban las primeras horas de la noche, apretaba los números muy fuertemente, tratando quizás de dejar su furia en cualquiera de las teclas.


Alo, Kurtain!... – Y sin dejarle tiempo a responder, continuo- debemos hablar, voy hacia tu casa en este momento, espérame allá-. Hudson trataba de ser cortante en su hablar para no darle tiempo a su asistente de reaccionar. El agente llevaba un palillo en la boca; mordiéndolo con los dientes, algo que siempre hacía cuando estaba intranquilo, tal y como lo estaba hoy.  Se oyó una voz entrecortada al otro lado del auricular, algo incomodo por la llamada recibida.
-No veo de qué,- respondió la voz al otro lado, marcó  una pausa pensando lo que diría-… mejor dejémoslo así, si quieres mañana pido me sea trasladado a otro departamento y arreglamos el incidente. - A Kurtain, el compañero de policía, le resultaba difícil extenderse en el tema.
-Perdona que sea testarudo e insistente, Kurtain- suplicó el agente Hudson- pero tenemos que ponerlo en claro, no podría dormir sin acabar este tema, soy yo él que debo una disculpa ¡Coño!- acrecentó tanto su voz en esa última palabra, que muy nervioso miró a su alrededor, mientras conducía, con el fin de asegurarse que realmente estaba solo en el auto.
-…Si así lo crees, y nada puedo hacer por evitarlo, puedes venir, - respondió  el agente Kurtain- aunque, la verdad, no creo que podremos sacar nada bueno de esta conversación, a no ser que terminemos diciéndonos cosas de las cuales acaso nos arrepentiremos luego-, y colgó el auricular del teléfono de su casa, tomó una cerveza de la nevera; se colocó una franelilla blanca de algodón y se sentó en un banco, ubicado en el pórtico de la casa, a esperar que Hudson llegara. Maldecía a cada rato la situación a enfrentar. Se encontraba en un callejón sin salida, tenía que darle la cara a Hudson.  Que eso hubiese pasado, después de tanto tiempo de ser compañeros, lo ponía colérico y no tenía ninguna luz de cómo reaccionar.

El agente de policía, Chris Hudson, era un hombre que podría llamarse maduro a sus 35 años de edad, complexión más o menos fuerte, piel blanca, de ojos azules muy penetrantes y el cabello de color oscuro, los años dejaron en su piel lo curtido del sol de San Francisco, exitoso con las mujeres y esposo de una de las damas más destacada de la sociedad de San Francisco, particular que le molestaba en cierta medida; sin embargo, sabía que la amaba más que a nada en el mundo, porque, entre otras cosas, llevaba consigo su hijo de varios meses de gestación.

Hudson acostumbraba a usar siempre vaqueros y camisas de colores muy sobrios, en la localidad  era conocido por su adicción al póquer, rozando algunas veces el borde de la ludopatía, actividad que, aplicando fuerza de voluntad, había dejado últimamente abandonada, pero que de cuando en cuando se reunía con los amigos de apuestas.

La casa, en la que se hallaba Kurtain sentado en el pórtico, pertenecía a una famosa zona de San Francisco y encajaba en el modelo regular de este sector, era patrimonio de su familia. Tenía un amplio frontón y un pórtico bastante ancho, cual comenzaba desde unas escalinatas; arriba, en la segunda planta, una pequeña terraza salía al exterior y al final en lo que paresia ser la tercera planta, una pequeña ventana. Toda la casa estaba pintada en un azul bastante suave, color que enmarcaba el aspecto de Kurtain, tomando su cerveza y mirando a un punto inexistente en la distancia.

Cuando Hudson llegó, al frente de la casa, pudo notar, a  simple vista, lo agitado que su asistente se hallaba, nunca lo vio así, hasta hoy. Desde que llegó a la estación algo le inquietó en él, pensaba que era solo ideas en su cabeza “retorcida”, mas ahora que lo confirmó; todo se puso de cabeza y lo peor era que no tenía ni idea que demonios hacía yendo hacia él, después de lo que paso esa mañana, en su interior se hacía esta pregunta una y otra vez, más era inútil pensar en ello; iba y punto. Demasiados sentimientos encontrados como para preocuparse por ver lo que dentro de él pasaba.

Precedentemente, a tempranas horas, en la estación no se reportaba ninguna novedad, todo estaba tranquilo, lo que tenía a Hudson muy calmado sentado en su escritorio leyendo una revista “Play-boy”, confiscada en la requisa de la noche anterior, estaba ilustrada con sugerentes fotos de chicas en diferentes poses con senos muy grandes, en la pagina del centro se podía ver una rubia espectacular con las piernas abiertas dejando ver una vulva con el pubis afeitado de forma triangular, hizo lanzar a Hudson un -¡Caray!- estas fotos lo excitaba mucho, levantó la vista, y notó a través  de la ventanilla, que su asistente buscaba papeles en el archivo, pensó que, probablemente, era sobre el caso de Wiscon inc.; así que no había de que preocuparse, ya que venían trabajando en ese expediente hacía dos días, desde que se encontró el cuerpo sin vida de la secretaria Karen White, pero que no adelantaba en lo absoluto; otro caso más, ya pronto se olvidaría y allí quedaría la cosa, nada por que impacientarse.

Su asistente, Stephen Kurtain, era un joven de 28 años de edad, cabellos negros y corte muy bajo. Se aficionaba a las carreras de autos, tenía edad para casarse, además  de un compromiso; mas todavía era soltero. La novia era una joven del mismo sector, de la cual notó Hudson tenía muy buenos pechos, más estudiaba en la ciudad de Seattler y podían  verse sólo algunas veces al mes. Él siempre estaba al pendiente de llamarla y según escuchó Hudson, tan pronto ella saliera de la universidad se casarían. 

El joven estaba inclinado buscando en los archivos inferiores sin ningún interés, al igual que Hudson él pensaba que este caso no tenía salida. Mientras lo hacía notó que, con sigilo, por detrás, su compañero se acercaba, lo tomaba de la cintura y comenzó a hacer detrás una imitación de perro haciendo el amor, eran hombres y en la estación algunos policías hacían esas clases de juegos, los cuales, todas las veces,  terminaban espantando al compañero; no obstante, esta vez fue diferente, Kurtain no opuso resistencia. Hudson quedó fuera de sí, porque  en vez de ser el bromista era el bromeado ¿O qué? Fue una situación embarazosa que lo hizo ponerse rojo de vergüenza y así lo notó Kurtain, que sin hacer ningún comentario fue hasta su escritorio y  se puso a trabajar en algunos expedientes.

A raíz del incidente  se estableció cierta tención en el ambiente, aunque no era más que una tontería dejó al descubierto ciertas cosas no comprendidas por el agente Hudson.

Poco después, entró el agente Bill, con el buen humor que lo caracterizaba, preguntando:
-¿Cómo avanza el asesinato en la empresa de Jabones Wiscon inc.? -esto cortó la incomoda escena. Los dos dieron gracias a Díos que fuera así, Bill siguió haciendo preguntas y bromeando, pero notó la tirantez en la oficina, adempero,  lo dejó hasta allí. Cuando se fue Bill, Hudson se quedó sentado en su escritorio arreglando unos papeles y dando vueltas dentro de su cabeza.
- Era evidente –pensó Hudson- que a Kurtain le gusto que le hiciera eso, ¡no podía ser! Que mala suerte- al llegar a este punto de su disertación, dio un puñetazo en el escritorio que fue escuchado por Kurtain; Hudson no habló de lo sucedido durante todo el día.

En la mente de Hudson estaba la cara de Kurtain, un verdadero ángel, sentía ternura por él como nunca sintió por otro hombre, le era agradable y eso estaba mal, a veces pensó en lo bello de las nalgas de Kurtain, de allí su apodo del “beisbolista”, pero jamás, nunca se permitió darle importancia… hasta ahora, reflexionó nuevamente y se preguntó qué  demonios sucedió. El muchacho sentía algo por él o era otra más de sus ilusiones de tanto ver películas pornográficas. Desde que se casó, nunca se le volvieron a acercar individuos de esa edad y jamás hombres, esto lo confundía. Se acabó la hora de trabajo y ambos, se fueron a su casa, en sus respectivos autos haciendo todo lo posible de no verse a la cara.

Ahora allí sentado, en el pórtico, la mente de Kurtain divagaba por todo lo ocurrido y al igual que Hudson se decía así mismo que actuaría muy serenamente y nada más podía pasar; aunque, a diferencia de Hudson, sabía que esto acaecería en cualquier momento, desde que llegó a la oficina ese hombre le atrajo, no podía saber el porqué, quería a Alessa, su novia, pero Hudson despertaba en él pasiones que no sentía hacía mucho tiempo, para ser exacto; cinco años atrás, cuando estuvo enamorado de un joven que se encontraba en Seattler, llamado William Allen, aficionado igual que él a las carreras de autos, claro, aquello no  pasó de unos besos furtivos que se dieron en un camión abandonado, después de allí, él se marchó a su estado y nunca volvió a saber de William, fue un amor poco más que platónico.

Sin embargo, esta vez se le escapaba de las manos y nada podía hacer por remediarlo, sólo pensaba en Chris y maldecía su suerte.

El mustang rojo se estacionó en el aparcadero, Hudson, al volante, se quedó pensando un momento, se dijo de nuevo que  debía actuar normalmente, luego bajo del coche saludó a Kurtain y posteriormente preguntó:
-¿Hablamos aquí? -Hudson traía unos vaqueros negros y una camisa blanca.
-No lo creo, mejor  pasemos - respondió Kurtain y condujo a Hudson hasta la sala.

El televisor, colocado en la mitad de la sala, estaba encendido y los dos compañeros de trabajo lejos de discutir se sentaron en el espacioso sofá a ver el juego de fútbol que pasaba en diferido la estación, el suelo estaba lleno de conchas de maní y “papas fritas”.  Sentados en el sillón hablaban sobre las incidencias del partido. Hudson estaba consiente que tendría que tocar el tema en cualquier momento; pero prefería darle largas, para él era difícil descifrar que significaba este nuevo panorama, o no quería entender, decidió esperar a ver que  pasaba -a lo mejor, no acontece nada más- pensó al final y rió  para sus adentros. 

-¿Quieres una cerveza? tengo en la nevera- Preguntó Kurtain y, sin esperar respuesta, fue a buscarla, además de ello también preparó una especie de emparedados que le gustaban. Mientras que Kurtain iba a la cocina, el partido en la televisión perdió interés y Hudson se entretuvo mirando la sala, ésta era cómoda decorada en blanco y azul, poseía un gran sofá en azul y una gran alfombra, cuadros de corte moderno, o por lo menos eso pensaba él; dada su poca experiencia en decoración, en la mesita ubicada a su lado se hallaba un péndulo muy extraño que accionó dirigiendo una de las bolitas hacia sí y dejo caer; miró su movimiento, varias bolitas chocaban una después de otra contorneándose en forma zigzagueante, mientras la onda se desplazaba, al mirar el zigzagueo de las bolitas, trajo de nuevo al momento en que se encontraba y Hudson se puso algo nervioso. Detuvo el moviendo de las bolitas;  con un rápido moviendo que detuvo el péndulo, lo levantó de nuevo y siguió mirando el televisor.  

 Una vez que Kurtain regresó de la cocina, la conversación siguió girando alrededor del juego, al mismo tiempo que tomaban y comían. En una de las mordidas que Hudson dio, a su emparedado, de la comisura de la boca calló algo de mostaza y ketchup; manchó la camisa y rodó por el cuerpo de Hudson, éste sin hacer cuenta de nada, se quitó la camisa y comenzó a  lamer la mostaza y ketchup de su brazo  tratando de limpiársela de su cuello y pecho, diciendo algunas palabrotas y riendo por lo sucedido. Kurtain también entre risas tomó un poco papel y quitó la mostaza de su cuello, al llegar a su pecho se detuvo y miró sus ojos fijamente, Hudson también paro de reír, una extraña sensación corrió por todo sus cuerpo, vio como Kurtain lentamente bajaba hasta su tetilla y dio un beso en ella, Hudson le tomó la mano y miró a sus intensos ojos azules… lo tomó de la cabeza dándole un beso en los labios, luego otro y otro, hasta que ya nada le importó e introdujo la legua en la boca de Kurtain a la vez que acariciaba su cuerpo.

Sí Hudson tenía alguna confusión, ésta para nada se esclareció; dentro de él estaba seguro que cambió una duda por quinientas mil incertidumbres más.

En el televisor el juego de fútbol americano seguía su ritmo, a la vez que Hudson quitaba la franelilla y bajaba el pantalón de Kurtain, debajo de éste llevaba unos bóxer blancos de algodón, Hudson vio sin jeans lo que no pudo ver en la mañana, unas buenas nalgas muy masculinas, luego siguió desnudándolo completamente, los siguientes besos dejaron ver sus intensiones, y así lo percibió Kurtain que nada hizo por evitarlo.

Cuando Hudson despertó aún se hallaba sobre Kurtain; pero éste seguía dormido, así que se levantó y vistió lentamente, siendo cuidadoso de no hacer ningún ruido. Se sentó en otro pequeño sofá y comenzó a detallar a Kurtain, quien dormía boca abajo, era dueño de una espalda ancha salpicado  con algunas pecas, una cintura muy delgada y lo más especial: sus exuberantes nalgas que, bastante lampiñas, daban continuación a unas piernas muy varoniles y sensuales, se paró y dio un beso en los glúteos de Kurtain, éste sólo se removió un poco. Hudson recordó que la camisa aún seguía manchada, buscó en el closet de Kurtain y se puso una de sus camisas.

Ya en su carro su cabeza iba a estallar; de manera que se dirigió a un club nocturno que se encontraba a las afueras de la ciudad, precisaba despejarse y poner en claro sus ideas.
- Ahora si has pisado fondo Hudson- reflexionó Hudson; mas luego tratando de justificarse se dijo- ya sucedió, nada puedo hacer por echar el tiempo atrás.

El ambiente era el típico de esos lugares, las chicas bailaban en tubos colocados sobre tarimas más o menos altas, las personas presentes fumaba y bebían, Hudson estaba en la barra sin dejar de pensar en lo sucedido, recordaba a Kurtain, sobre todo recordaba la forma en que Kurtain se movía y lo seguro que estaba de tocarle las zonas que producían placer; muy a su sorpresa, le gustó lo que hizo y eso no sé lo perdonaba. Estaba consiente que otra vez no podría luchar contra  este sentimiento, su mente repetía una y otra vez lo sucedido.

Una bella mujer se acercó a su lado, lo que lo saco de sus pensamientos y su respuesta orgánica de nuevo fue inmediata. Ésta comenzó a serpentear las caderas cadenciosamente, lo que gusto a Hudson, la tomó del tallé y siguió su movimiento, inclinado su espalda hacía atrás y pegado su pelvis a la de ella mientras el sonido lo trasportaba  hasta nuevos lugares, no importaba en ese momento quien comenzó la locura en la que se encontraba, apartaría de su mente todo lo pasado; la noche era oscura, el ambiente denso, su mente viajaba. Decidió terminar la noche con esta bella mujer.

Mientras, acompañado, viajaba a su casa, pensó en su esposa; se encontraba fuera por varios días, chequeando su complicado embarazo. Su mundo quizás no estaba pasando por el mejor momento, pero lo cierto era, que tampoco por el peor, las cosas surgían a su ritmo, la vida seguía su compás y él, simplemente, bailaba al ritmo que escuchaba, él era el agente Chris Hudson.