3. La Ciudad de los Ángeles

3. La Ciudad de los Ángeles




En el camino a Los Ángeles, los dos agentes no se hablaron, Hudson y Kurtain irían directamente a la dirección señalada, debían regresar el mismo día de ser posible. Los Ángeles es una ciudad ubicada en el suroeste de los Estados Unidos, se encuentra situada a orillas del golfo de Santa Catalina, siendo la segunda ciudad más poblada de este país, es célebre por sus numerosos paisajes, su industria cinematográfica y televisiva, así como por sus frecuentes terremotos y unos de los peores disturbios ocurridos en la historia de ese país, 38 muertos tras la absolución de cuatros policías blancos después de apalear a un hombre de color.

Inicialmente los detectives fueron a la estación de policía para resolver ciertos pendientes que, muy a su pesar, le pidieron se ocuparan desde San Francisco, valiéndose de la ida. Allí conocieron a varios agentes, entre ellos, un tal Halcón Scott Miller, la impresión que causó a Hudson y Kurtain al conocerlo no fue muy buena, hacía bromas de los policías de San Francisco, un tipo molesto en toda su extensión, además de ello “un tipo bien parecido”. Hudson no era del tipo que le gustaban ese tipo de burlas, así que se reía a medias, su compañero se adaptaba mejor a la situación y trataba de disfrutar el momento. Luego de conocerse, informaron lo que les traía a Los Ángeles, para sorpresa de todos le fue asignado el propio Scott Miller de ayuda; acaso necesitaba cualquier refuerzo, cosa que sabían de antemano que nunca harían, ellos no protestaron y quedaron en llamar si sucedía cualquier imprevisto; partieron a su auténtico destino.

Llegaron al hotel “Black Jungle”, tal como le indicaron, éste era un edificio color oscuro de mal aspecto, se encontraba en pésimas condiciones, tenía varios pisos que alquilaban a familias,  según pudo notar Kurtain, preguntaron al señor de mantenimiento, que en ese momento se encontraba trapeando el suelo, en efecto, si, vivía alguien allí de nombre Nichols, éste respondió de muy mala gana.
-Piso 4, apartamento 702…- Al ver la apariencia de detectives de los dos agentes, prosiguió- pero yo no he dicho nada, me entendieron- Los dos agentes rieron ante la desconfianza del particular sujeto.
  
 Subieron a toda velocidad, el edificio contaba con dos escaleras en forma de espiral que daban a los pisos de arriba, pasaron por los primeros pisos donde algunas miradas veían a los dos extraños subir, ya en el cuarto señalado, tocaron la puerta de la habitación 702.
- La policía, abran- dijeron al unísono. Segundos después oyeron un disparado, que atravesó la puerta e hizo que ellos se tiraran al suelo, luego otro y otro, sacaron sus armas y se pusieron a resguardo bajando un poco las escaleras laterales, los dos en ambos extremos del pasillo, se escucharon gritos de todas partes y ruidos corriendo por la escalera de atrás, Hudson lo adivinó todo, corrió hacia el cuarto, empujó la puerta con una patada que la abrió de par en par, rompiendo la escueta perilla, ya adentro vio la ventana abierta, confirmó sus sospechas y corrió hacia ella, vio a un hombre bajando las escaleras del cuarto piso, aún llevaba la camisa sin abotonar. Hudson lo persiguió, el sospechoso de vez en cuando disparaba hacía Hudson, lo que hacía que el agente bajara con dificultad. Al momento de llegar al suelo, ya el hombre al que perseguía se escabullía por la calle, Hudson corrió apuntando con su arma y haciendo varios disparos también, no se detuvo, su carrera lo llevó a un callejón sin salida quedando atrapado; así que se escondió detrás de unos contenedores de basura.

Hudson llegó corriendo, al notar que se trataba de un callejón de donde no había posibilidad de escape, se devolvió y se puso a resguardo en la pared, instantes de hacerse varias detonaciones pegando estas contra el orillo de la pared. Hizo lo propio y disparó varias veces al contenedor, recibiendo de vuelta una ráfaga de disparos, atrás de él llegó Kurtain, respirando con dificultad, Hudson le dijo que pidiera refuerzos, con la finalidad de evitar que se pudiese escapar el sospechoso, a la par,  él corrió hacía la parte opuesta del callejón, valiéndose de un carro que pasaba; llegó al otro extremo, en pocos minutos, se hicieron presentes dos patrullas a cargo del agente Miller, con su aspecto de jugador de fútbol americano, sus ojos aguamarina, y con cara de sabérselas todas. 

No obstante, la situación seguía con el presunto, indiciado en el hecho de muerte, totalmente acorralado, aunque en una posición que le permitía tener todo el grupo a ojo. Se escucharon nuevos disparos, ya nada podía hacerse; estaba rodeado. El agente Miller corrió hasta donde estaba Hudson y pidió un reporte de la situación, el agente Hudson sólo pudo barbullar algunas cosas; que fueron suficientes para Miller  entender la situación.
-Te tenemos rodeado, entrégate con  las manos en alto- gritó Miller al prófugo, sin embargo, no recibió respuestas.

De la calle del enfrente salió, de manera sorpresiva, un carro de color verde, sin control, que a toda velocidad chocó las dos patrullas y se estrelló con el callejón, haciendo que todos los oficiales se tiraran al suelo para ponerse a resguardo, un segundo después se produjo una gran explosión, se volvió todo un infierno de llamas, todos se cubrieron, y el auto ardía contra el contenedor y junto al cadáver de quien ulteriormente se identificó como el Sr. Jonhas Nichols, mecánico de autos de la ciudad de Seattle. Los reporteros llegaron apenas en diez minutos, no todos los días se estrellaba un auto durante un tiroteo de la policía.

Hudson hacía todo lo posible por mantenerse alejado, pero no pudo evitar que por fin los reporteros llagaran  a ellos. Flashes y luces a todo su alrededor, ya no podía escapar, el detective Miller del departamento de la ciudad de Los Ángeles salió en ayuda para evitar que se vieran involucrados agentes de otra jurisdicción.

-Uno, dos, tres, al aire- gritó el asistente a la hermosa reportera que manejaba la noticia.
 -Estamos en donde se produjo hace pocos instantes un incidente, - inicio la reportera- que ha puesto al pendiente a toda la ciudad de Los Ángeles, producto de la colisión de un vehículo que estalló contra un contenedor de basura, mientras se efectuaba un intenso tiroteo entre un antisocial y varios agentes de la policía, aquí a mi lado el  agente Miller, quien estuvo a cargo de la operación, - se dirigió al fortachón- ¿Agente Miller cree usted que el tiroteo y carro estallado sea un incidente aislado? – Acercó el micrófono, lo cual puso muy nervioso al agente, pero aún así dio declaraciones.
-Este operativo efectuado en la tarde de hoy, fue producto del seguimiento de un sujeto, presuntamente indiciado en el asesinato de una joven en San Francisco, no creemos que haya conexión en los dos sucesos- la joven reportera insistió.
-¿Pero si nadie conducía el auto, quiere decir que fue puesto para matar el sospechoso? ¿Por qué?- esto puso rojo al agente que exclamó:
- No fue así, si venía un conductor que pensamos era algún cómplice, mas escapó durante la explosión- la reportera no quedó muy convencida pero por audífonos le  indicaban que debía terminar la entrevista – Esto fue Virginia Wenzel, reportando desde Los Ángeles, AFD noticias…  
 
***

-¡Malditos imbéciles!, los mando a una investigación, y casi provocan un espectáculo tan grande como para recordarlos por años ¡Están locos! espero que traigan un buen reporte que justifique el daño producido a la ciudad de Los Ángeles, seré afortunado si por lo menos no pierdo mi puesto- gritaba el jefe a cargo de la segunda división de investigación, Capitán Jeremy Church conocidos por todo como el Manda más,  por su oficio cuando joven  de guardián de estrellas del espectáculo, pegó un golpe contra es escritorio, Hudson y Kurtain, sentados oían sin poder decir nada que los pudiera defender.
- Esperaba de ustedes más profesionalismo, ir disparando por media calle, como si estuvieran el viejo oeste, no es mi idea de un buen policía- ambos se miraron y Hudson, que hablaba por teléfono con el oficial, soltó una risa, que enervó más al Capitán Church,- los espero aquí mañana a primera hora- colgó el teléfono, estaba a rabiar quería irse a su casa, no fue un día muy bueno para ninguno.

Los dos estaban muy preocupados tratando de poner conexión a toda la historia, en el piso nadie sabía del joven que murió quemado por el coche, sólo era un simple inquilino, llegó hace cuatro días, no salió en ese tiempo, ni recibió ninguna visita, dijo el de mantenimiento. En el apartamento no se encontraba gran cosa, unos cuantos dólares en efectivo, objetos personales, en fin, el coche también estaba limpió, su dueño lo reportó robado hace cuatro días, muerta la única conexión, el caso llegaba de nuevo al punto de partida.

A las 7 de la noche, decidieron ir a la oficina de Miller, una oficina desjuiciadamente acomodada, nada que ver con las de San Francisco e inclusive las otras oficinas a su alrededor, El agente Miller ya tenía explicada la situación, antes sus jefes, sentado en su oficina les dijo a los dos agentes venidos de San Francisco.
- Pasaran la noche en mi casa  y temprano saldremos hacía su estado, este caso ya se vuelto también competencia de policía de Los Ángeles y se me pide llegue hasta el final del mismo, así que pediré permiso a su superior para poder esclarecerlo.

 -Lo haremos así- dijo a regañadientes el agente Hudson que no le gustaba el camino que tomó el asunto – sin embargo, no creo que haga falta que ustedes se trasladen a San Francisco, la policía esta tras este caso y creo que muerto este individuo se esclarecerá del todo, el sujeto era el novio de la joven y última persona en ser vista con Karen White- mintió un poco para poder deshacerse del agente Miller que parecía toda una pesadilla, pero él insistió en trasladarse para la ciudad de San Francisco, Hudson lo dejó hasta ahí, no quería seguir discutiendo, las palabras no era algo de su agrado.  

Hudson y Kurtain propusieron ir a cenar fuera, el agente Scott Miller se ofreció a acompañarlos para guiarles por la ciudad, a lo que Hudson se negó, e invento una historia de una Tía a visitar, la empatía con Miller no era de las mejores, además quería estar a solas con Kurtain, desde que se sinceraron sólo dos veces pudieron estar a solas y este día era perfecto.

A Kurtain, por su parte, le gustó la idea de Hudson, primero saldrían a recorrer la ciudad y posterior a ello se verían, a la última hora de la tarde, en la casa de Miller.

A la hora señalada Kurtain se vistió, y soltó una pequeña risa cuando se miró al espejo, se preocupó por haberse arreglado más de la cuenta: se cortó el pelo, tenía puesta una camisa color aceituna, chaqueta blanca y pantalones también color aceituna. Se sentó y desde allí llamó a su novia en Seattle, con todo lo ocurrido se olvidó de llamarla, conversaron largo rato, ella le comentó que muy pronto terminaría y podrían casarse a lo que Stephen soltó un suspiro, de estar metido en un enrollo, se despidió y luego salió al encuentro de su “galán”.
Cuando salió ahí estaba Hudson pegado de la baranda del departamento de Miller mirando hacia la calle del alto edificio, Kurtain no era el único que puso empeño en arreglarse, Hudson llevaba chaqueta de cuero color negro, pantalones negros y una camisa también del mismo color, la barba al descuido, los dos se miraron y sabían el error que cometían, si Miller los mirara ahora nada podría evitar que se diera cuenta que eran dos hombres “enamorados”.       

Llegaron a un  restaurante Italiano, muy lujoso, en cuanto los vio llegar el mesonero les ofreció una mesa especial ubicada en una zona  apartada de las otras, por lo que se extrañaron, ¿Y a que viene ese trato especial?- preguntó Kurtain al mesonero, a lo que éste contestó:
-Perdona si me equivoco pero dos hombres solos, tan elegantes, me imagine que querían estar aparte sin ser molestados- Hudson soltó una carcajada y dijo:
 -Aunque no es lo que piensa, aceptamos la mesa- con esta broma trató de despistar al camarero, fueron conducido a la mesa, se sorprendieron al llegar al sitio señalado, era imposible pensar que ese espacio estuviera ahí, fue diseñado para estar separado de cualquier mirada, a su lado una vista espectacular del Golfo de Santa Catalina, la luna llena se reflejaba en el agua, se sentaron y pidieron la carta, sus miradas estaban unidas diciéndose miles de cosas; pero sin gesticular ninguna palabra. Cuando terminaron de comer, conversaron hasta muy entrada la noche, eran sólo molestados por el camarero que traía las bebidas y que se hizo cómplice de una noche especial, donde aunque no hubo besos, ni caricias se hicieron el más puro amor entre copas.