3. Rivalidad
En el cuarto de
computadora, ubicado a pocos metros de la oficina de Glauber, Iberê hurgaba en
los archivos de la empresa, estaba sorprendido por el descubrimiento de muchas cosas que ignoraba y que, a pesar de
ser tan obvias, quizás su jefe también
lo hacía, pero lamentablemente eran sólo archivos, aunque eran cosas que
necesitaban revisión no era cosa alguna de peso para hundir a su nuevo enemigo,
necesitaba algo más concluyente para poder reivindicarse ante Glauber, sus
constantes ataques a Gilberto lo habían dejado muy mal parado delante él y lo
menos que le favorecería era otra falsa alarma, así que decidió corroborar todo
lo que tenía para luego actual con mayor decisión. Estaba obsesionado con la
idea de poder hundir a Gilberto.
Su mente
creativamente ociosa se encontró planeando en su cabeza un complot que le
permitiese darle un escarmiento a ese engreído inmaduro. Seguía revisando. Se
convirtió en un juego para él, que por supuesto quería ganar. Algo malo debía
haber se decía. Estaba poseído por un
odio malsano. Quería que en verdad sucedieran cosas que desacreditara a
Gilberto delante de Glauber y su padre.
Los archivos que
revisaba no era nada para crear espanto, más que todos era la falta de facturas
y cosas por estilo, sacó su calculadora y calculó un estimado y apareció antes
sus ojos una fuerte cantidad de dinero,
que lo hizo soltar un - Uhuyyyy- era evidente que en alguna
parte debían estar parando, no había que ser muy inteligente para tan sólo
preguntarse quién llevaba la administración, un solo nombre aparecía ante sí.
Luego pensó que era parte de su imaginación, esto seguro tendría una
explicación. Se veía envuelto en la ilusión de un defalco.
Mientras revisaba todo, Gilberto apareció
delante de él, preguntando alguna simpleza, él no le quedo otra que cerrar los
archivos, su nerviosismo fue notado por Gilberto que le preguntó qué sucedía.
-No, nada –respondió Iberê- sucede que ahora tengo un pequeño
problemita que quisiera discutirlo con Glauber De Sá y no lo encuentro ¿No sabrás tú, dónde pueda
estar?
-No, no lo sé, pero ya es la hora de salida,
seguro habrá tiempo mañana para que hables sobre eso.- Dijo un Gilberto algo molesto,
no le gustaba nada lo que sospechaba, notó que Iberê acomodaba sus cosas
personales y apagaba el ordenador, él espero hasta que saliera de la oficina y
se fue a la suya, Iberê lo observaba y lo vio dirigirse a su oficina en lugar
de salir. Le preguntó si no se marcharía.
- No, tengo algunos e-mailes que enviar, así
que me quedaré un rato conectado en la red y después me iré. No te preocupes. – esto último lo dijo
irónicamente.
Iberê maldijo
internamente, sabía dentro de sí que seguro descubrió lo que hacía y no le
proporcionaría una segunda oportunidad de seguir revisando algo de lo malo que
pudiese haber. Su momento se fue con esa estúpida jugada. Quizás en realidad sí
dio con algo.
Caminó en la tarde
pensando en la posibilidad de volver a acceder a los archivos, su recorrido lo
llevó hasta un pequeño boulevard de la ciudad, el cual pasaba justo bordeando
el río, farolas estaban formando una línea recta que se perdía en un pasaje
urbano. Se sentía algo perturbado y se balanceaba entre la posibilidad de
comentar este singular hecho o dejar pasar todo; a riesgo de ser sólo
especulaciones suyas.

Desde pequeño siempre Iberê fue el niño tonto
de la familia, sin hacer nada importante en toda su vida, saltando de aquí para
acá cosa que lo relegó totalmente, y esta vez se decía que apenas olía el
peligro y la oportunidad de vivir una aventura huiría como rata de un bote
hundido, pero de que le servía, nunca haría la diferencia, era como decía su
padre: “una desgracia para quien se le
pusiera al lado”, maldijo nuevamente y pateó una lata que se hallaba en el
suelo, el trayecto de la misma iría parar a la espalda de alguien sentado en un
banco cercano a la orilla, Iberê quiso pararla pero ya era tarde, la lata daría
justo en el blanco, se puso la manos en la cabeza y gritó.
-¡Cuidado!
La persona que
recibió el golpe con la lata, volteo lentamente, la sorpresa de Iberê fue
máxima al hallarse justo frente así el futuro presidente de la empresa para
quién trabajaba.
-¡Mierda!- se dijo, sin poder parar su cara de
infortunio, millones de personas en la megalópolis y vino a dar justo en la humanidad
de Glauber De Sá, aquel quién dijo que el mundo era un pañuelo seguro se
excedió en el tamaño. Al verlo tan confundido Glauber se rió.
-Podría tomar esto como un atentado, incluso
diría que me seguiste hasta acá y arremetiste contra mí, sabiendo de antemano
que esperaría en este lugar las tarjetas faltantes a la boda- y siguió
riendo. Iberê continuaba nervioso por la fortuita situación.
-Peeerdona, no fue mi intención- dijo
Iberê, realmente rojo y apenado. Otra vez una de sus tarugadas, pensó Iberê que
esto era otra infalible comprobación que él,
para el presidente, era sólo un tarado que se hallaba por allí cometiendo
las mil tonterías. Glauber trató de no darle importancia al inusitado hecho; no
así para Iberê.
-Por eso que me hiciste, te obligó a estar
conmigo hasta que el patán de la imprenta me de las tarjetas faltantes, por
cierto, allí está la tuya, quisiera que vinieras a mi boda.
Iberê se sentó a su lado sin atreverse
hablar, quería hacerle miles de preguntas pero no se atrevía a hacerlo, pensó
en su novia y en lo que siempre le reclamaba sobre ese temor a hablar con
cualquiera. Glauber sumido en sus pensamientos poco le importaba lo que Iberê
tuviera que decir, pero aún así le preguntó:
-¿Difíciles las cosas en la computadora?
-No tanto, hoy estuve buscando ciertas cosas
que necesitaba- dijo Iberê temblando un poco y sin reunir la valentía para
decir nada- …en unos archivos y sin querer pude
acceder a los libros de la empresa.
-¿Sin querer?- preguntó Glauber con una gran sonrisa, no le
importaba lo que Iberê pudiese buscar en esos archivos, pero aún así le dijo
que no accediera allí, son archivos confidenciales. Sabía que dentro de esos
archivos había cosas muy importantes para él y la empresa. Iberê le preguntó.
-¿Quién lleva esos archivos?
-Mi padre, Gilberto y yo por supuesto-
respondió Glauber. Éste nuevo descubrimiento dejó a Iberê más perdido aún, así
que cambió drásticamente el tema, pero dentro de él se siguió preguntando que
era todo eso- ¿Por qué estarían ocultando
esto? no tenía sentido- los dos
estuvieron sentado allí hasta que le dieron las tarjetas y se fueron cada uno a
su respectivas casas.
Esa tarde, la imagen
de excelente persona, que Iberê tenía sobre Glauber había descendido. Era otro
del montón. Una persona que ponía en peligro el futuro de muchos trabajadores
por su bien común. Unos cuantos reales.
Al amanecer del
nuevo día, Glauber, se encontraba sentado en su oficina, la cual era antes de
su abuelo materno y a quién recordaba con mucho cariño, desde la muerte de su
madre comenzó a comprender todo lo que ambos lo quería y todo lo que lucharon
por todo lo que habían amasado hasta ahora, era un gran patrimonio y su padre tomó muy bien la riendas de la
empresa aumentando todo su capital, haciendo muy buenas inversiones en todo el
país, pero su visión sólo llegaba hasta ahí, con el empuje internacional que él
le daría las cosas subirías al cielo. La felicitación de su padre y la certeza
de que él podría continuar su obra lo llenaba de emoción.
La negativa de su
padre de volverse a casar alarmaba a Glauber, era una persona joven; sin
embargo, no entendía porque lo quiso así, siempre fue una persona seria y muy
correcta, quizás por esto no pasaba por su cabeza esa alternativa. Su tiempo lo
compartía en la empresa y el otro en el club reunido con sus amigos, algunas
veces él lo acompañó, pero luego se arrepintió, la comunicación no era de las
mejores, sólo se hablaban lo necesario y muchos más desde el deceso de su
madre. Dentro de él sentía cuanto lo quería y eso era suficiente para él.
Al correr de la
mañana estaba realmente feliz por la boda con Ligya, atrás quedaron la dudas que innecesariamente se planteó
anteriormente, se reunió con Iberê y él dio todas las buenas noticias que en
exportación del producto se hicieron, en la reunión se hallaba Gilberto y el
Sr. De Sá, quienes no emitieron ningún comentario, simplemente se limitaban a
escuchar y mover la cabeza en aparente señal de aprobación, Iberê lo miraba y
no estaba tan convencido de su aprobación, a pesar de haber dejado todos los
detalles listos sabían que algo se tramaba a espaldas de todos y eso lo
averiguaría. El afecto que sentía hacia Glauber se desvaneció. Su pasión por el
trabajo también.
Esto lo notó Glauber
que al salir de la reunión le preguntó sí le sucedía algo, estaba preocupado
por su ánimo durante la reunión, esperaba de él más efusividad, parecían más
bien una noticia fúnebre que estaba dando y no los excelentes resultados. Luego
le dio corajes- tranquilízate, todo
saldrán bien, las cosas marchan como lo planeamos, pronto tendremos más buenas
noticias.- Comentario que Iberê le
extrañó del todo.
-Sabes que yo tengo mi fe puesta en ti- continuó
Glauber- y no sabes lo que pongo en tus
manos, mi calidad de empresario, mi buenas resoluciones y todo mi futuro éxito,
así que mejor te animas un poco, no me gustaría aceptar que me equivoqué.
Glauber esperaba que Iberê continuará con la conversación,
pero la realidad era que este último pasaba por un descalabró moral, el sólo
pensar que la persona más recta que él pensó haber conocido era un ser
calculador y frío quien sólo importaba el dinero. Eso era, realmente,
desconcertante.
En todo el día,
Gilberto, estuvo tratando de apartar a Glauber de Iberê, acción que el advirtió
y sumó a su desconcierto, no entendía qué cosas sucedía. Sin embargo, sí de
algo estaba seguro era que no confiaba para nada en estos dos sujetos y que por
el contrarío sus sospechas de que algo se estaba gestando quedaban más que
comprobadas. Iberê trató de calmarse, ya quedaría tiempo para hablar con él.
En la tarde sacó
algo de tiempo para seguir husmeando en los archivos de contabilidad, pero
claro, era evidente que quizás esos habían desaparecido de allí, por mucho que
lo intentó ese error cometido por Gilberto, fue resuelto en un santiamén. Él no
pudo acceder a los archivos que el día anterior reviso.
En la noche Iberê, ya cansado de todo, salió
con otros empleados de la empresa con los que había hecho muy buenas
relaciones, era un grupo bastante animado.

Todo el grupo estaba
reunido en un local cercano a la parte central de la ciudad, allí comenzaron
con algunos tragos que puso todo en ambiente en poco tiempo. Iberê era el nuevo en la compañía y su timidez no
dejaba al principio disfrutar de la noche. Pero con algunas tragos todo parecía
fluir en buena dirección, el sitio era un poco oscuro con cortinas de tul que
separaban las mesas y dejaba todos apartados, la decoración se acercaba más a
una gran habitación que un bar, tenía mesas brillantes, la música era
agradable, pero excesivamente fuerte lo que dificultaba platicar.
En poco tiempo Iberê
estaba muy animado y se decidió a hablar con la extrovertida chica, ella
deseaba que él se acercara de una vez por todas, así que cuando él se apartó
del grupo y la llamó, ella respondió de inmediato, lo abordó y entablaron una
agradable conversación, en una zona apartada de la estridente música, él le
preguntaba sobre su estadía en la empresa.
- …Entré por recomendación de una amiga que
había estado allí desde hace tiempo, - contaba
ella - para ser exacta, desde que la
esposa del Sr. De Sá llevaba las riendas de la empresa. La señora de Sá era
bastante buena para los negocios, hija única que se empeñaba en hacer de la
empresa algo de lo cual se sintiera orgulloso su padre, quién le dejó a ella la
enorme responsabilidad, su hijo iba a
ser el heredo, pero lamentablemente ella murió cuando él aún estaba estudiando
y por eso el Señor De Sá tomó el poder momentáneamente, ¡Claro! él lo ha hecho
bastante bien, pero escuché por ahí que quiere retirarse y dejar todo a su hijo
como quería su madre.
-¿Y crees que eso sea así? - le preguntó Iberê en tono
desafiante.- ¿No crees que el señor De Sá no quiera ceder
tan fácilmente el poder que le ha otorgado la empresa? Pasó de ser el esposo de
la presidenta a ser dueño, cosa que corroe cualquier alma y la de él seguro no
sería la excepción, o ¿Es qué no ha visto cosas raras por ahí?
-¡Estás loco o qué! -exclamó la joven- ¿Dé dónde sacas esas cosas? el Señor ha
estado entrenando al joven Glauber desde hace mucho tiempo, están juntos en
todo, si algo turbio hay los dos están metido, no seas tonto, esa relación
entre los tres es infranqueable, fue su padre quien arregló su casamiento con
la señorita Ligya- dijo esto soltando una pequeña risa, él se extraño, según recordaba, de una conversación escuchada en
el comedor de la empresa, se la había presentado el mismo Gilberto en el club
donde jugaban, Iberê tenía todos los elementos montados en una bandeja que se
desmoronaría de un momento a otro por su propio peso.
Sabía que algo muy
raro sucedía aquí. Simplemente faltaba averiguar que benefició sacaría ese trío
de esto.
-Me creerás paranoico, como dices, pero algo
muy turbio pasa por acá, existe una extraña relación entre Glauber, Gilberto y
el padre de Glauber- ella lo escuchaba y se quedo pensativa como conocedora de algo, sin
embargo, volvió de su introversión.
- No
saques conclusiones erradas, todo está bien, te lo digo yo que trabajo codo a
codo con los tres- luego ella cortó la conversación y los dos pronto
estuvieron hablando de cosas más intimas. Para seguir la conversación sobre
Glauber quedaría tiempo. No quería especular sobre otras cosas, se acordó de lo
nervioso que se puso Glauber durante la conversación en la espera de las
tarjetas.
Glauber también esa noche en su
apartamento se entretenía con otras cosas, trabajando con pendientes para
evitar que la boda fuera motivo para atrasar las cosas, ahora que Ligya se
alejó un poco de los preparativos, las cosas se acumulaban un poco, pero nada
que no fuera solucionable.
En ese momento
Glauber traía puesta una bata de seda color rojo con unos pantalones cortos de
igual color y tela, se sonrío al vérsela puesta era un regalo de Ligya,
producto de la vez que pasó en su apartamento unas semanas, cuando se
conocieron, ella en aquella oportunidad le reclamaba el hecho de que aún en su
casa permanecía vestido con ropa poca cómoda, esa rectitud que la exasperaba,
luego cuando planearon la boda ella había querido separarse un poco para luego
comenzar desde cero.
Se preparó una
bebida y siguió metido en sus asuntos, empero, luego volvió a distraerse con
otra cosa, fue entonces que se dijo que sería inútil seguir concentrado en
esto. Tendría que salir un poco a despejarse. La boda estaba cerca y no podría
concentrarse.
Mientras se vestía,
su corazón se aceleraba, y de nuevo se sentía como sobresaltado, se sentó a
esperar que bajara su presión pero no lo hizo, así que no tuvo más opción que
dejar para luego la salida, decidió llamar a Ligya, quién estaba en su casa,
los dos se pusieron a hablar. Ella le recordaba lo sobrecargado que se
encontraba esa semana; no era extraño que sintiera algunos problemas de
ansiedad y arritmia, él le escuchó dándole la razón.
-Quizás no he sabido delegar funciones y por
el contrario me he sobrecargado de ellas, eso también algunas veces me dice Gilberto.
-Ahh, Gilberto ¿él arregló el problema de
seguridad? – preguntó
ella a Glauber.
-Sí, esta mañana, algo me contó de eso, pero
bueno no te quito más tiempo y te voy a dejar para poder descansar -colgó el auricular, era tarde
cuando terminó de hablar con ella.
Al acostarse se
hacía miles de preguntas entre ellas: el porqué Ligya conocía el error que
cometió Gilberto, aparentemente las cosas de la empresa corren a Vox populi, tendría que preguntarle que
cómo se enteró, pero eso sería después ahora necesitaba dormir y así lo hizo.
Luego se levantó de
nuevo y se halló pensando en muchas tonterías, no podía calmarse, su cerebro
trabajaba a mil por horas. Se dirigió a la ventana y se puso a contemplar la
gran metrópolis, que se abría paso
delante de él. Su mundo estaba cambiando poco a poco e igual su ciudad, tenía
miedo de colocar los vidrios en mala posición. Seguro eso era: un poco de
ansiedad por los acontecimientos que se aproximan.
No podía estar
desvelándose pensando en nada, tenía una
profesión; un trabajó; una familia que estaría para él siempre que lo
necesitara; un amigo leal como pocos y una novia que le demostró cuanto lo
amaba desde que la conoció. Su mundo no era esta ciudad, caótica algunas veces.
Su mundo era perfecto.
Segui @LevisTorres1
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