9. Entre la espada y la pared


9. Entre la espada y la pared


H
udson, desde que se descubrió su relación con Susan White, estaba en la casa alquilada en donde se hospedaba, ese affaire le estaba dejando demasiados sin sabores, ya llevaba varios días aquí, Fiona ni siquiera le dejó ver al pequeño Chris junior. La casa era pequeña alejada del centro de la ciudad, poseía una amplia sala, en el centro de ella lucía una gran mesa cuadrada con piezas de vidrio de vistosos colores, eje central de toda la habitación; un mini-bar en la esquina superior y un mueble de gran tamaño que separaba una pequeña cocina, lo vistoso del apartamento eran dos grandes ventanales que daban vista a un impresionante paisaje, enmarcando la pequeña pero lujosa urbanización.

Esa mañana afeitándose  se dio cuenta lo delgado que se encontraba, se veía como si hubiese envejecido unos cuantos años, aún estaba en forma, si bien su aspecto exterior era deplorable, tenía ojeras muy grandes, no se alimentaba bien y para colmo hacía dos días que ni se aparecía por el trabajo, aún estaba sulfurado por su suspensión en el caso.


El teléfono móvil sonó, era Fiona, pidiendo encontrarse en un lugar apartado, él sugirió que se vieran allí mismo, ella aceptó y quedaron en verse en el término de la distancia, colgó el móvil y se acabó de afeitar, se vistió con una camisa blanca, chaqueta de cuero y unos jeans.

El auto de Fiona se acercó por la puerta de la urbanización, era un Porche color amarillo, Hudson notó que traía a alguien con ella, le extrañó sobre todo, porque no podía identificar quien pudiese venir con Fiona, se fue acercando y se dio cuenta que la persona que se encontraba sentada con su mujer era Susan White vistiendo un traje rojo, lentes oscuros y una pañoleta atada en la cabeza para evitar ser reconocida.

 Al bajarse del auto Hudson las hizo pasar a la sala,  no podía entender que hacían las dos juntas, ambas se sentaron, Fiona estaba con los ojos húmedos por el llanto. Como una película en la cabeza de Hudson muchas escenas fueron pasando por su cabeza, las cuales terminaron en los malditos ojos color violeta, tan impresionantemente bellos que tenía su hijo.

-…Hudson el niño, murió semanas antes de nacer y yo no sabía que hacer…-Fue lo único que pudo decir Fiona Lombarda. Hudson estalló de cólera, su mente se ofuscó por un momento, perdió el balance, en un segundo se vio como cómplice de todo lo que   luchaba y detestaba.
-¡Demonios! ¿Qué haremos? ¡Maldita sea! - Fiona aún no paraba de llorar y Susan se encontraba extremadamente nerviosa, tenía rabia en sus ojos.
-Eso tú lo averiguaras o si no todos iremos a la cárcel  ¿Entendiste, corazón?- le dijo Susan, a la vez que se paraba y miraba por los ventanales.

Hudson se dejo caer en los muebles tratando de poner en orden en la cabeza todo lo que le dijo Fiona, conteniendo la rabia, para no matar a Susan White, era un verdadero monstruo, ¿pero cómo, demonios, no se dio cuenta? si esa persona participó en el asesinato de su hermana, que no podría hacer.

-Déjame pensar lo que haremos para sacarte del país, pero no esperes que también saque a ese infeliz de Moore, trataré de conseguirte dinero y estarás fuera de aquí, por lo menos hasta que se calme todo y puedas salir, el Sr. Lombardo nos ayudara porque deduzco que él está detrás de todo esto - Dijo por último Hudson a Susan.

Fiona estaba en como en estado catatónico, tirada en el mueble, sólo volvió en sí para llamar a su papá contándole lo sucedido con Hudson, éste último sólo trataba de pensar la única forma de salir de este desastre, era verdad que quería un niño, pero no a ese precio. Se encontraba en graves problemas, cuando llego el padre de Fiona, Hudson se percató  lo nervioso que estaba, sabía que Susan los extorsionaría para obligarlos a protegerla. El padre de Fiona de aspecto relleno muy blanco y de mucho carácter, era un doctor muy conocido en la ciudad, ahora esto podía significar la ruina y la deshonra, pero no desesperaría,  para él no existía nada en el mundo que el dinero no pudiese arreglar.

Todos marcharon para la casa del Sr. Lombarda. Era una casa impresionantemente grande con jardines extensos, fuentes, esculturas, todo con muy buen gusto.

 Ya en casa de Lombarda para Hudson la cosa no estaba tan clara, no tenía a quien recurrir, según le dijo Susan esperarían la llamada de Moore en casa de Fiona, por los momentos sus manos estaban atadas, Hudson, mientras esperaba, trataba de calmar a Fiona pero era inútil, ésta lloraba sin control, él también debía llamar a alguien y  no se le ocurrió otro más que Kurtain, a pesar de que sus relaciones no eran buenas en este momento, dentro de él todo estaba igual, la emoción de ver a Kurtain seguía intacto, pensaba que solo era un pequeño distanciamiento entre los dos, pero no hablaría con él hasta mañana, hoy tenía que arreglar lo del mal nacido de Moore.

Estaban los cuatro en la lujosa casa cuando sonó el teléfono y Hudson lo tomó.
-Vaya, vaya, vaya, no pensé volverte a escuchar- dijo la voz al teléfono.
¡Maldita inmundicia! Que te propones con todo esto, sabes que no puedo hacer nada para ayudarte, así que dejémoslo así, no podrás chantajearnos, entrégate y termina con esta persecución.
-¡Chantaje! Fea palabra, llameémosles, retribución de favores,- Moore hablaba con un cinismo que molestaba a Hudson - yo te ayude, tu ahora me ayudas, así no irán todos a la cárcel, tu esposa, su papá, el honorable doctor Lombarda y por supuesto tú. –concluyó la voz  de Moore en el auricular.
-No sé qué te traes, pero entonces habla y veremos cómo salimos de esto sin necesidad de llegar a más.
-Yo no creo poder salirme de todo, aunque si puedo escapar de aquí. Necesito que desvíes la policía de mi casa y me permitas, tomar todo mi dinero de ahí y así poder huir sin ninguna consecuencia.
-Trataré, pero no te garantizo nada, por qué no me dices dónde está y así yo mismo te lo traeré.
-No tan pronto amigo mío, necesito yo mismo irlo a buscar, pero necesito una garantía, así que traerás contigo a tu esposa, la señora de Hudson para poder evitar que trames algo.-Habló Moore.
-¡No seas cobarde!- gritó Hudson, la otra voz ni se inmutó y respondió-  entonces, te doy 48 horas- y colgó.

Solo le quedaban 48 horas y tenía que hacer lo que  pedía Moore, no estaba seguro cuantos años daban por este delito, pero alguna solución habría. Desviar los custodios que siempre estaban en la casa de Moore, no iba hacer fácil, necesitaba una excusa bastante fuerte para quitar los dos funcionarios de la puerta.

Todos quedaron en la sala sin decir nada, Hudson no podía entender que pasaba por la cabeza de Fiona, el porqué llegó hasta medidas tan desesperadas que ahora tenían que hacerle frente ¿Su obsesión lo llevó a esto? presionó demasiado y éste era el resultado. Fiona no paró de llorar y comenzó como siempre a hacerle reclamos. Pasado cierto tiempo llegó la nana con el niño en brazos.

Hudson cayó en cuenta lo injusto que fue, miraba al niño y se preguntaba la historia que estaba detrás de la criatura, quizás al igual que la chica muerta éste pudo haber sido producto de una triste historia para satisfacer las demandas de algunas personas de elites acomodadas que le importaban un pito la humanidad, le pidió el niño a la nana, lo cargó y abrazó, mientras lo miraba pensaba, -lo que se hizo ya paso, entregar al niño no resolvería nada.