Capitulo 5: A centímetros




5.  A centímetros


Glauber quedó a escasos centímetros del parachoques de un gran camión, éste hizo un portentoso ruido al parar, se detuvo y, después de un rato,  del camión bajó un hombre bastante grande, que aunque era blanco estaba algo bronceado, con un bigote muy espeso, sus ojos eran redondos y de color verdosos, su musculatura era exageradamente desarrollada, tanto que para caminar no podía pegar los brazos al cuerpo por lo amplio de los dorsales, llevaba una gorra azul, la camisa tenía las mangas arrancadas para dejar espacio a los músculos del brazo, con cara molesta se paró al frente de él.

Glauber esperaba que le cayera a golpes, que lo matará o que por lo menos lo gritará, pero no hizo nada de eso, se detuvo pocos centímetros, se puso en cuclillas para poder verle la cara a Glauber y preguntó:
- ¿A dónde se supone que vas por esta ruta? Creo que falta mucho para llegar a cualquier otro lugar- esperaba la respuesta del extraño hombre arrodillado en la carretera en plena lluvia con una maleta en una mano y un traje en la otra.
-No voy a ninguna parte, déjeme tranquilo, no es su problema- Glauber se levantó del suelo en donde estaba arrodillado y siguió caminando con la cabeza gacha en medio de la lluvia, poca fuerza tenía para hacerlo, el camionero lo siguió muy de cerca por varios pasos y le dijo:
-Detente, sí quieres te llevó- Glauber volvió a detenerse, giró sobre sí. No podía creer que ese obstinado sujeto no lo pudiera dejar en paz. Esto era una pesadilla, hubiese deseado que lo matara y allí acabase todo. Luego caminó otro poco y el sujeto seguía detrás. La lluvia seguía cayendo. Se detuvo miró hacia atrás.  El mundo despedazándose a su entorno y aún se sorprendía de la testarudez de algunas personas.
- Hasta cuando me vas a perseguir usted, no escuchó que me dejara tranquilo, vuelva a su maldito camión y continué su camino- siguió caminando.

El camionero lejos de apartarse seguía caminando detrás de él, con facción de no comprender la actitud del desconsolado peatón.
- Es que está lloviendo – dijo ingenuamente- y parece que usted está muy mal, sí sigue, créame que no llegará a ninguna parte. Podría hasta morir, hágame caso por favor y móntese, no podría dejarlo acá en medio de la nada.
Ya al borde de la neurastenia.
-¿Y adónde usted va?- preguntó Glauber al camionero tapándose de la lluvia que se volvía más copiosa y no lo dejaba ver la cara del persistente camionero.
-¿Entonces se monta? Suba y le cuento luego- dijo sonreído el camionero, Glauber levantó las cejas en señal de no entender al sujeto. Los dos fueron al vehículo, para subir, Glauber, hizo un esfuerzo, se sujetó del espejo lateral y de él se impulsó, para sorpresa de Glauber, quien nunca había estado antes en un camión,  el interior le pareció que era bastante espacioso, los asientos en color oscuro, primero pasó su traje con la pistola y luego su maleta, la puso al lado y luego se sentó. El camionero que ya se encontraba acomodado y dispuesto a encender el camión, tomó las cosas sin que pareciera pesarle nada y las puso atrás. Vio la pistola al lado del traje,  la tomó muy rápidamente y la colocó detrás de todo. Con sumo cuidado le sacó las balas y la tiró con las demás cosas. Guardándose las balas debajo del cojín.
-Aquí estarán bien… por acá... acá… ya –decía mientras realzaba la operación, antes de ponerlo se quedo viendo el traje negro, un esmoquin, según pudo apreciar el camionero.
-¿Se iba usted a casar?- preguntó el extraño sujeto, para quién un traje tan elegante sólo podía servir para eso, tratando  que se relajara y se olvidara del arma que cargaba, luego prendió el camión. Glauber no contestó, por el contrario se dispuso a ver el camino sin decir nada, la lluvia seguía cayendo fuertemente. El sujeto seguía manejando esperando la respuesta de un confundido Glauber que sintió de repente un miedo a ser secuestrado o atracado o algo por el estilo.  Se asustó y buscó la pistola a su lado, pero ya no estaba ahí. Miró hacia atrás y la vio tirada con las demás cosas. Sintió algo de tranquilidad. Si pensaba matarlo, la pistola le hubiese servido, así que más relajado y agradecido por la confianza que, paradójicamente, él no le tuvo respondió. 
- Sí, lo iba hacer mañana, era una perra que encontré durmiendo con mi mejor amigo cuando iba decirle que renuncié al trabajo. –dijo de improviso Glauber.

El camionero abrió los ojos, por la sorpresa, no quería preguntar más nada al adolorido hombre que estaba a su lado. Pero aún así lo hizo:

- ¿Y para matarlo a él era la pistola que traía? No parece usted alguien que disparé a nadie.

Sin poder evitarlo a Glauber se le volvieron a humedecerle los ojos, se limpió con la mano y el suéter- estaba todo – continuó- preparado, iba hacer una gran recepción, todo me costó muchísimo, todo para nada.- El camionero parecía seguirle la conversación con mucha seriedad, sabía que Glauber pasaba por una situación crítica.
-¿Sabes lo que opino de eso?- dijo el camionero y  se quedó pensativo. Glauber esperaba su respuesta, por su cara reflexiva creía escuchar de ese hombre un joya en frases de esperanza- cierra la ventana por pavor- dijo; aunque a Glauber le pareció raro, que para decirle cualquier cosa mandara a cerrar la ventana; ¿pero qué era común en este sujeto y esta situación? Así que lo hizo, él camionero seguía sin decir nada, puso un seguro a las ventana, con cara muy seria, alzó la pierna de donde la llevaba y expelo un pedo muy sonoro, el cual produjo el hedor más pestilente que Glauber haya olido jamás en ninguna cosa viviente o muerta, luego el camionero soltó una gran carcajada que dejó a Glauber perplejo, como medida de auxilió Glauber trató de abrir las ventana con gran desesperación, pero no podía, el olor mezcla de pantano pestilente, sulfuro, huevos podridos, animal en descomposición,  se volvía cada vez más penetrante. El sujeto seguía riendo, Glauber  se subió sobre él para poder quitar el seguro que estaba a su lado, lo desbrochó y abriendo las ventanas, sacó la cabeza por ella y aspiró el fresco aire de la tarde.        

Al volver a meter la cabeza, aún el tipo seguía riendo. Así que con cara muy molesta, Glauber le grito:
-Es usted el hombre más repulsivo que he conocido, ¿se está burlando de mí?- pero el conductor reía con lágrimas en los ojos, sin poderse contener.
-No reía tanto desde hacía mucho tiempo, perdóneme usted, ¿me dices que cuanto habías gastado en la puta con quien se iba a casar?- Glauber puso una cara larga, la sinceridad con que se reía su acompañante se le trasmitió y él también soltó una leve sonrisa. No podía entender como la forma hilarante de como su compañero se tomaba lo que era para él era la catástrofe le causaba risa.

-Sin meter cosas que ya compré para la casa que nunca habitaremos- y continuó con una leve sonrisa. En ese momento Glauber se quitó un gran peso de encima, el sujeto volvió a levantar la pierna, pero ya esta vez Glauber tenía la cabeza fuera, el camionero también sacó la cabeza, éste estuvo realmente fuerte, doblemente más efectivo que el anterior. Cuando ya estuvieron adentro, Glauber preguntó al camionero que adónde iba.
- Mi nombre es João do Santos ,  voy a repartir una mercancía que tengo en el camión, eso me llevará varios días, mejor dicho, creo que varias semanas montado aquí, no estoy muy seguro, sí quieres me acompañas y te alejas de lo que viviste, pides vacaciones en tu trabajo… ¡ah perdón! no tienes.- reflexionó-   y seguro  será una nueva experiencia, te pagaré algo por supuesto, no será mucho, pero bueno, es mejor que quedarte aquí , pensando una y otra vez todo lo que viviste- después se quedó callado esperando la respuesta, esperaba que dijera que sí, siempre estos viajes lo agotaban, él contar con alguien sería una ventaja. Por encima se veía que no era una mala persona. Un poco tonto, según pudo ver, sus facciones eran muy bonitas, demasiado para ser hombre, pero esto no sería un problema. El color del pelo castaño, ojos azules y fisonomía algo ejercitada.

Glauber no contestó nada, siguió viendo el camino como si nada, de nuevo sus ojos se llenaron de lagrimas, ya no tenía nada allá, era cierto, tendría que empezar de cero, con nueva familia, nuevos amigos y nueva novia, qué más daba sí pasaba dos meses acá o allá, no era mal la idea el irse, mañana sería el hazmerreír de la ciudad de São Paulo, sacó su lacto y vio su agenda, no es que tuviera ya ninguna reunión que hacer o a le que faltar pero quería ver que podía hacerlo, comenzó a ver las fechas, todas marcadas por varios meses, comenzó por cada día que estaría aquí: este no… este no… este no…, João lo observaba mientras él revisaba su agenda computarizada, el camionero se puso la mano en la boca parando un bostezo, lo miraba y miraba el camino, hasta que intrigado por lo que hacía, preguntó:
- ¿Qué demonios se supones que haces?
-Estoy revisando mis pendientes a ver cuánto tiempo puedo acompañarte, tengo muchas cosas, tengo cosas que pagar y estoy viendo el plazo, reuniones que cancelar, esperaba pasar sólo una semana de luna de miel y bueno soy una persona ocupada, llamaré a Iberê para que solucione ciertas cosas- tomó su celular lo encendió y buscó el número a marcar, João lo miraba y movía la cabeza de lado a lado.
-Déjame decirte que te paso, según me dijiste te botaron de tu empleo, encontraste a tu mejor amigo con tú futura esposa la víspera de tu boda- luego tomó oxigeno y gritó a todo pulmón- ¡NO TIENES NADA QUE HACER!, lo único que debes anotar en tu electrónico objeto es: buscar empleo, otra chica y otro amigo, aunque eso ya lo tienes en mi persona, así que borra todas las pendejadas, y concéntrate.     

Glauber bajó la cabeza, toda su perfecta vida, era una falsa, nada de lo que tenía ahí, era cierto, comenzó llorar de nuevo, en su pecho el dolor se volvía hacer presente, pensaba en Ligya, quería volverla a ver, se sentía desnudo y sin nada, borró lo que tenía escrito en todos los días del almanaque, cada cosa, hasta dejar vacía su agenda y también su vida, cerró la lapto y se enrollo sobre sí mismo, en posición fetal, abrazando la caja.

Acabar con todo lo guardado en ese lapto, fue darse cuenta que estaba dando por acabada esa etapa de su vida en la que fue feliz, pero ya se ha ido y no volverá nunca más, no podría perdonar a las personas que quedaron atrás. Se sentía desprotegido.

João lo dejó esta vez, se veía indefenso llorando como un niño, se preguntaba -¿Cuál sería su historia?- no podía abandonarlo en este duro golpe, siguió manejado, una hora después Glauber se quedó dormido, João tomó el celular de su dormido nuevo amigo y aún el número del tal Iberê estaba en la pantalla, lo copió y luego apagó el celular, seguro empezaría a sonar, luego lo pensó mejor y lo dejó encendido pero le quitó el sonido. A cada momento se prendía una luz y él veía el nombre que marcaba la pantalla, luego lo dejaba sin constérnalo, no dejaba de alumbrar, hasta que apareció el número que esperaba.

Iberê se sorprendió al escuchar una voz diferente a la Glauber, pero João se disculpó y le dijo que Glauber estaba a su lado pero no podía hablar.
-Pero está bien ¿No?- Preguntó Iberê.
-No muy bien, pero en unos días se  recuperara, si me entiendes, quisiera que le hicieras un favor personal, revisa si tiene la lista de invitados a su boda y llama a cada uno para disculparte en nombre de él, dile a todos que está bien y que bueno se tomará unas vacaciones, seguro entenderán- Hubo una pausa en el teléfono y después Iberê respondió:
-Lo entiendo, dile que cuenta con mi apoyo incondicional y trataré de hacer ese trabajo- se despidieron y ambos cortaron el teléfono. João apagó el celular, y siguió manejando, debía llegar al próximo punto para entregar la mercancía que llevaba, Glauber seguía dormido.

Cuando Glauber se levantó era de noche, se asombró al levantarse en el asiento del camión, esté se había detenido y João no estaba ahí, se sentó y lo vio hablando con  algunos comerciantes, João llevaba en el hombro algunas tablas que les enseñaba, una vez que dieron el visto bueno, mando a bajar la carga, varios muchachos bajaron algunos tablones de gran tamaño, fueron muchos, pero Glauber calculaba que allí quedaban muchos más, no se atrevió a bajar del camión, no sabía dónde estaba, se recostó de nuevo y quedó dormido, al levantarse estaban detenidos, pero en otro lugar, esta vez era una gran carpintería, seguían bajando tablas, escuchó la voz de João  despidiéndose de algunas personas.

Subió y encendió el motor, Glauber se levantó y sentó en el sillón, hacía frió y se frotó las manos, tardó un poco en volver en sí, se peinó un poco y preguntó.
-¿Dónde estamos? 
- Estamos en Uberlândia, ya por hoy hemos terminamos, vamos a un sitio cercano donde comeremos algo y beberemos un poco.
-No gracias, no quiero tomar, debo regresar y enfrentar todo, es una locura el quedarme acá- respondió Glauber.
-Ya lo arreglé todo, no te esperan por unos cuantos días, así quédate tranquilo, descansa y otro día te irás- Luego le explicó que habló con Iberê y que él se ocuparía de todo. Glauber no dijo nada, no sentía ánimos de hacer nada, sólo se dejaba llevar por el gran camión, que parecía alejarlo más de São Paulo. Las luces pasaban a su alrededor llenándolo de tranquilidad. De cierta manera era cierto lo que decía el camionero, decidió esperar a ver qué pasaba.

Al sitio que llegaron era un aparcadero con otros camiones, al final una construcción con lo que se supuso Glauber que eran cuartos y un bar, de éste salían y entraban muchas personas, algunos muy ebrios y de mal aspecto.

Hasta el bar se dirigieron los dos viajeros, adentro la música no era muy fuerte, pero el ruido producido por toda la gente era infernal. Había mesas dispuestas en varias partes, bebidas por doquier y mujeres con vestidos muy sugerentes, Glauber al principio sintió miedo, se preguntaba ¿Qué hacía aquí? João fue hasta donde estaba el cantinero y pidió una habitación, los dos bromearon un poco y este dio una de las llaves, salieron del sitio por otra puerta y dieron a unos cuartos que seguramente se usaban como lenocinios.

El cuarto que abrió João era el peor de todos, según la opinión de Glauber, tenía dos camas de hierro, con mantas floreadas, un ventilador, y un pequeño televisor. João le sugirió que sí no quería tomar, entonces mejor se quedará allí, él iría a emborracharse, no le gustaba dormir temprano. Glauber así lo hizo, sentía que estaba demasiado cansado, a pesar de haber dormido mucho.

 A media noche regresó João con una mujer de aspecto algo vulgar, los dos reían en el frente del cuarto. Glauber se levantó, fue a la ventana y vio sentado en las escaleras ubicadas antes de entrar al cuarto, los dos se besaban, Glauber se volvió a tumbar en la cama, de allí los escuchó haciendo el amor con desenfreno, tanto que tuvo que ponerse una almohada encima de la cabeza tratando de taparse con ella lo oídos. Pasado un tiempo entró João sólo. Levantó a Glauber y le ofreció algo de comida, el accedió y los dos se sentaron en sus respectivas camas a comer.

 João estaba bastante ebrio así que una vez que terminó se quedo dormido, Glauber también hizo lo propio, mañana será otro día, se dijo, antes de dormirse le invadió de nuevo ese estado de zozobra de querer hacer muchas cosas, pero no poder hacer absolutamente nada, se encontraba en lugar extraño, rodeado de cosas extraña y con un sujeto del cual sólo conocía su nombre y profesión. Se rió un poco y luego sin terminar la risa sus ojos se humedecieron y sintió otra vez el corazón vacío.

    Muy temprano los dos se levantaron, el camionero estaba de mal humor, luego entró al baño y cerró la puerta, tiempo después salió bañado y con otra cara, Glauber también se baño y los dos subieron al camión. La primera carpintería era bastante grande, allí bajaron muchos tablones, pero a diferencia al día anterior allí subieron otras, no tuvieron que participar en el trasporte debido a que había suficientes hombres que allí lo hicieran. Terminaron y volvieron a montar para ir a otro punto.

João hablaba todo el tiempo, así que Glauber sólo asentía con la cabeza, reía algunas veces, ya que João era realmente gracioso, tenía la jocosidad de un niño a pesar de ser un poco mayor que él, siguieron bajando en varias partes otros pedidos. A Glauber todo esto le aburría, él estar bajando y montado madera no era su idea de una vida feliz.

Muy mecánicamente João se presentaba con la misma frase, hacía los mismos comentarios y reía con los mismos chistes hechos por él, preguntando por el clima, la temporada, el negocio, en fin. Nada que ver con los elaborados tratamientos corteses que él aplicaba en su empresa. De todos conocía un detalle peculiar y hablaba como si le importara mucho, daba respuestas, consejos, oía anécdotas. Que él luego preguntaba y le contaba cada historia que le parecía mentira.  Bajaban otro pedido en otro sitio y de nuevo la mismas frases.

Des vez en cuando algunos clientes preguntaban por su acompañante, no podía negarse que no era del negoció, él variaba la respuestas de acuerdo a, no sabía que características, respondía que era un supervisor, un ayudante, un cuñado, alguien que le dio un empujón, el dueño de la empresa, un gerente general, un desconocido, etc.

-Gajes del oficio- se dijo Glauber, el camionero sudaba como ninguno en este trabajo, en alguna parte del camino tuvo que cambiarse de camisa. Él preguntó si podía ayudarlo y él le dio el dinero recolectado. Glauber abrió un archivo en su lacto y comenzó a llevar todos los recaudos, algunas facturas y demás pendiente, que João simplificaba y llevaba en un cartoncito arrancado a una caja. 

João terminando el día le preguntó cómo fue todo lo de la boda. Aunque Glauber no quería hablar tuvo que hacerlo, por lo menos se lo debía.
- Yo era vice-presidente de una gran empresa, era heredero de ésta, pero mi padre no quiso al final cedérmela y por ello renuncie, ese con quién hablaste fue él que me abrió los ojos antes que me hundiera más en el fondo
-¿Y tú amigo cómo era?- preguntó João  cortando la conversación de Glauber.
-¿A qué te refieres? No te entiendo.
- Si, cómo era de aspecto físico, con todo tú perdón, pero creo eres una persona muy apuesta, demasiado para ser hombre- su cara era muy seria- y no se me ocurre como pudo dejarlo esa chica por otro, ha debido ser excesivamente bello- Glauber quedó muy fuera de sí, pero luego soltó una risa que contagio a Glauber, éste se dio cuenta que quizás era sólo una broma, le dijo.
-¿Sabes qué? por ese piropo te acompañaré a tomar, tal vez la pasemos bien.
-¡Así se habla!  Nos emborracharemos como nunca.  Y pronto esa mujer se te olvidará y habrá nuevas que vendrán a llenar su lugar.

Se detuvieron en otro sitio lleno de camioneros, pero aún más intimidante y oscuro que el pasado, se sentaron en una mesa y comenzaron a tomar y a contar la vida de los dos. Se sumaron otros sujetos amigos de viaje de João, estos comenzaron a hablar sobre su trabajo, cosa que Glauber no entendía muy bien y les era difícil seguir la conversación, por eso y por la cantidad de malas palabras que debía quitar de cada oración, reduciéndola a casi nada, el estilo de hablar era muy gracioso, nunca decían nada concreto, sino que al contrario con una frase se sobreentendía todo el contexto, todos afirmaban con la cabeza, y Glauber se preguntaba -¿Quéee?

También su estilo de beber era realmente rápido, por llevarle el ritmo en pocas horas Glauber estaba muy ebrio, y tuvo que ser llevado a rastras por João hacia el camión, lo tiró al suelo y colgó dos hamacas de la parte de abajo del camión, acostó a Glauber en una de ellas, él se acostó en la otra y en poco tiempo Glauber se hallaba vomitando el suelo de donde estaba, João no hizo nada por levantarlo y se quedo dormido, él también estaba demasiado borracho. La noche era fresca y, a excepción del ruido producido por Glauber vomitando, estaba perfecta.



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