4. Grandes Peces


4. Grandes Peces


Un Gran Encuentro

S
ólo, amparados en su manto, hasta la noche, decidieron salir, no estaban seguros, posiblemente ellos  se hallaban esperando a que salieran de su escondite para capturarlos. Así que lo hicieron con mucho sigilo, primero irían a revisar las cajas dejadas en la orilla de la playa y luego buscarían un lugar seguro, posiblemente en la isla más grande, atravesarían el pequeño istmo, para después dirigirse a las zonas más internas, la mayor isla tenía varias montañas que ofrecería acaso muchos lugares para esconderse; aunque también más alejados de su posible libertad. 

Salieron muy agazapados, tratando de hacer el menor ruido posible, la oscuridad no era una gran ventaja para ellos, necesitaban ver donde pisaban, bajaron el risco procurando ver todo.

Pasaron muy cerca  de la cascada, tomaron algo de agua, quizás este lugar sería el indicado puesto necesitaban agua dulce; sin embargo, también era cierto que estaban muy cerca de los mercenarios. No, acá no sería, necesitaban algo más apartado.

-Esperemos que, - indicó el piloto tratando de buscar alguna manera de calmarse y pensar las posibilidades que tendrían para salir de la Isla,- él avión que pasó el otro día vuelva a pasar para buscar la manera de hacer señas, esperemos que sea una ruta relativamente regular… Aunque no pondría mucha esperanza en ello, no tenemos otras alternativas, quizás…- continuó buscando opciones - también podríamos revisar las bahías en busca de algunos yates que quieran aventurarse a estas islas paradisiacas, tal vez la radio de los mercenarios...

El joven perdía toda esperanza, estaba descalzó, desnudo y con hambre, no veía como podían hacerle señas al avión, y mucho menos sin ser visto por la banda de forajidos. Tal vez vendrían muchos más, estaba seguro que el jefe estaba realmente cabreado con ellos, sabían que el jefe los buscaría como loco. Su culpabilidad en la fuga de los dos reos no era algo para pasar por alto, ponía entre dicho su liderazgo, era un hecho que ahora mismo habría una lucha por saber cómo se escaparon.

Después de un tiempo de ir en zigzag llegaron al  punto donde tenían las cajas, no era un sitio para ocultarse, debían salir de allí. ¿Pero dónde se pondrían esconder? El agua,  podría convertirse en una limitante, podrían pasar allí algo de tiempo; así que debía ser muy cercano a un río, y próximo al mar debido a que también necesitaban como alimentarse y veían angustiados que allí no era fácil encontrar algo más que peces y productos marinos.

Fue el joven quien sugirió ir a donde se unía el mar con el río, ese seguramente era un sitio bueno para esconderse, seguirían el afluente y luego se esconderían en cualquier sitio. Pero sería más tarde, ahora  tenían que esconder las cajas, afortunadamente también había ropa en esas cajas.

Tal como las dejaron, allí estaban las cajas, comenzaron a cavar, y enterrar todo, pasaron gran parte de la noche. Por ahora estaban bien ocultas, nunca las encontrarían allí donde se hallaban. Incluso bromearon con hacer un mapa.

El joven preparó un maletín y tomó algunas piezas de vestir, un tanto lujosas para tan poco convencional lugar: pantalones, camisas iridiscentes y brillosas, más ideales para una discoteca que para la selva, además de ello, ropa de baño: espedos, tangas, se rió. Salió de allí vestido de pantalones de marca, una chaqueta de cuero con muchos broches y una remera blanca, estaba listo para emprender el viaje, pronto amanecería así que tendrían que apurarse.

 Faltando algo para amanecer llegaron al final del río, el lugar los dejó un poco desilusionados,  el río terminaba abruptamente en una pared de piedra y a continuación una cascada al mar. Algunos acantilados y abajo una pequeña porción de tierra, no podían ver nada más, si había un sitio donde esconderse tendrían sólo un pequeña bajada para llegar al sitio, no resultaría conveniente quedarse allí, pero el joven insistió que por lo menos vieran allá abajo.

-Está bien, bajaremos- dijo el piloto quien todavía no le gustaba el sitio. Una vez que descendieron el joven revisó el lugar, la erosión del agua había formado algunas figuras en la pared una de ellas era un gran farallón que se unía sólo por un istmo en forma de arco.

-Podemos ir allá y revisar desde ese punto la playa, nada perdemos, cualquier lugar sería bueno,- el joven señaló la extraña figura en forma de arco. El piloto no le parecía bueno; no obstante vio aún algunos moretones y raspaduras en el joven; así que no quiso discutir con él. Irían allá.

El arco era más grande de lo que pensaban, en su superficie crecían algunos árboles de gran tamaño, formando un sitió bastante amplio y tupido por la vegetación, luego de atravesar este puente natural  llegaron a lo que pronto seria un farallón, pero que hoy estaba unido a tierra firme. Desde allí vieron la playa y tal como lo habían previsto, aunque tenían cuevas en su parte de abajo, sería una trampa mortal si pudiesen encontrarlo allí; no había ningún escape posible.

-Creo que tenías razón, no podremos quedarnos allí, busquemos otro sitio para poder escondernos, veo que allá… -el joven suspendió su charla puesto el piloto había desaparecido, buscó en todos lados pero no lo halló, detrás de una piedra lo encontró viendo hacia abajo, en lo que pronto seria un farallón, había una especie de cueva invisible de cualquier punto que no fuera ese. Revisaron la entrada y sus alrededores. La luz de la mañana apenas comenzaba a puntear.

Bajaron y una luz tenue iluminaba toda la galería, en el interior de la cueva el agua había excavado un foso que unía al mar por alguna entrada subterránea y formaba una laguna. Abajo era un sitio bastante abrigado, perfecto para poder quedarse, no los encontrarían allí, era una verdadera suerte. Algunas galerías  rodeaban la laguna formando cámaras repletas de estalactitas y estalagmitas creadas por las gotas de agua de la superficie por muchos años.

El joven se quitó la ropa, la puso a un lado y decidió meterse en el agua, la noche oscura pronto terminaría y él quería borrarse todo vestigios de las pasadas horas. Ya, dentro del agua se dio cuenta que era bastante profunda. El piloto quedó revisando las otras galerías, era un sitio excelente.

El joven nadaba en el agua se alejó un poco, de pronto algo rozó su pierna, quedó petrificado algo estaba adentro del agua, una aleta de algo grande se asomó a su lado y luego otra y otra.

Nadó desesperado a la orilla pidiendo ayuda, el piloto corrió hasta donde él se encontraba y le tendió la mano, la mañana entró abruptamente por la entrada de la cueva, y pudieron ver como la laguna estaba llena de peces de más de dos metros de longitud, los cuales  nadaban de lado a lado, había muchos de ellos, eran enormes meros guasa que utilizaban ese refugio como hábitat, su pausado nado de aquí y de allá en tan límpidas aguas era un espectáculo, con la claridad podían ver el fondo, lleno de piedras y otros peces de menor tamaño, pero eran ellos, los meros, los verdaderos reyes de tan singular lugar.

El piloto vio al joven y rió candorosamente, se había llevado un buen susto, pero estaba mejor el hecho de tener peces tan grandes.
-Hambre, supongo, no pasaremos.
-No, la verdad es que no- dijo el joven a quien los nervios, por el encuentro no se le pasaban, veía extasiado los grandes peces nadando de lado a lado. Salieron a ver los alrededores, era  un sitio muy bonito, si no fuese por la situación que se encontraban, los arboles proporcionaban un buen escondite y podían tener toda la zona al pendiente, sin mucho esfuerzo, poseía además varias opciones para un posible escape, por el agua y por el puente. Todo el día estuvieron revisando el lugar, agazapados caminaban mirando todos los puntos de lo que se convertiría en su bunker.

Ya en ultimas horas, la tarde coloreó de ocre el firmamento, los dos náufragos estuvieron mirándolo, luego comieron algo, el conseguir alimentos, afortunadamente, ya no era un problema, necesitaban algunos utensilios, pero en general podían soportar en ese sitio muchos años si fuera necesario.

La noche llegó y la cueva era aún más agradable, paradójicamente en la noche el agua era más límpida y podían ver a sus nuevos amigos, ir de aquí para allá, parecían no tener ninguna preocupación. Sentado en una piedra el joven no dejaba de ver los peces del fondo, a su lado se sentó el piloto, quien había caído en una especie de mutismo, François recordó lo que había dicho respecto a ser una persona muy solitaria; así que el que estuviera sentado a su lado era pues un avance significativo.
-¿Crees que ellos conozcan este sitio?- preguntó el joven- no soportaría volver de nuevo a padecer las torturas a la que fuimos expuestos.  
- Nos jugaremos el todo por el todo en este lugar, es un sitio agradable, acá buscaremos la manera de salir de esta isla…- siguieron hablando y sin darse cuenta estaban riendo y contando cosas, la noche  avanzó. El ambiente era un poco caluroso así que decidieron subir a la parte de arriba en un pequeño solar algo estrecho, pero en donde la brisa soplaba muy suavemente.

-Dormiremos acá,- dijo el piloto y extendieron el gran cobertor que sirvió para taparlos en el océano.
-Me siento feliz por haber encontrado este sitio, seguro hubiésemos muerto de no ser así.- expresó el joven. 
-Duérmete ya,- dijo el piloto- mañana veremos que nos depara el día.
-De camino acá vi unos cocotales, quisiera agua de esos cocos… - hizo caso omiso a lo que el piloto decía y continúo hablando; pero miró a su compañero y éste se había dormido. El también hizo lo propio.

Dentro de la cueva el ambiente era de total serenidad,  y los halló en una zona interna cocinando  pescado; así que esa mañana por primera vez en varios días comieron bien.

Salieron a revisar el lugar, no había rastro de los malhechores, para llegar al río sólo debían caminar un poco. El piloto se atrevió  cruzar el istmo, no podían quedarse en ese sitio todo el tiempo, pensó en que poco a poco tendrían que ir más allá, pero asegurando todos los puntos. 

Al regresar a la cueva, el piloto,  no vio al joven, lo buscó  y contrariado se sentó a contemplar las enormes guasas de la profundidad, vio la figura del tenista emergiendo entre los grandes peces.
-La cueva tiene una salida al mar, en caso de emergencia este sería un buen escape- dijo una vez que hubo salido de la laguna.
-No pienses que me meteré con tus amigos allí, para que me despedacen ¿Cómo pudiste meterte con esos  grandes peces?
-No creo que quieran comerte, -extendió la mano y lo tumbo en el agua, el piloto quedó estático, en un ataque de pánico, mas luego se calmó, en verdad no era tan malo allí, los dos rieron, mientras nadaban con los aparentes mansos peces.



Venciendo el Miedo

El día paso sin mayor novedad, tampoco vieron a sus captores, se preguntaban dónde estarían. En la tarde escucharon un ruido y vieron salir al pequeño avión. No sabían qué habrían pasado. No quisieron apresurarse.

La noche también los encontró  acostados en el mismo sitio. Hablaban tranquilamente,…
-Allá abajo hay otros peces,- contaba el joven tenista- se vuelve oscuro y sólo ves pasar las grandes sombras a tu lado, tengo fe de que todos sean meros guasas,- levantó las cejas en señal de no estar muy convencido-   llegó un momento que sentí mucho miedo, pero aún así continúe. Estos días no he dejado de temer, quizás encontrarme sumergido me llenó de ánimo y valor, la cueva es mucho más grade de lo que parece, hay una gran comunidad allá abajo, quienes seguro encentran refugio en este apacible lugar. Salí al otro lado y llegue a la playa, luego de regreso me sumergí nuevamente y llegue hasta acá.
-No me gustaría estar de nuevo allá con esos peces, también me quede paralizado. – argumentó el piloto quien no compartía la misma amistad por los peces.
-No podemos seguir teniendo tanto miedo, vamos a sumergirnos ahora mismo, quizás este miedo generalizado se nos quite a los dos, miedo a enfrentarnos a todo, necesitamos valor, sino, creo que moriré acá.

El joven se levantó y se quitó la camisa dejando ver un buen desarrollado torso, luego se quitó los pantalones y se sumergió en el agua muy cuidadosamente. Invitaba al pilotó a ir con él. Se sumergía en las agua luego volvía a salir, mostrando un lindo trasero, en unos espedos rojos, el piloto  se sentó en una roca y miraba en el fondo las grandes sombras moviéndose, pero un fuego le quemaba por dentro y no podía explicar que era, se sentía con valor, quería sumergirse al lado del chico. Se quitó la remera  sin dejar de mirar al joven quien se bañaba en el agua fría, se despojó de sus botas y luego de sus pantalones pero a diferencia del chico se quitó también la ropa interior y se metió en el agua cual estaba más fría de lo que pensaba.

Nado un poco,  llegó a donde el joven quien lanzó a la tierra sus espedos, los dos quedaron desnudos.

-Ves que no pasa nada, estamos rodeados de estos grande peces, que tal si bajamos.
-No abuses- dijo el piloto. El joven lo tomó de la mano y lo llevó a las profundidades del foso. Era realmente tranquilo allí, miraba como las sombras iban de acá para allá, pero aún así siguió bajando, hasta que no pudo soportar más y subió lentamente, dejando el joven aún sumergido en las profundidades, salió tomó una bocanada de aire, y como no subía el joven, se sumergió nuevamente en el lago.

Allí encontró al joven estaba viendo una gruta por la cual unos rayos de luz se colaban al interior, se metió también allí, sabía que estaba rodeado de los grandes peces pero poco le importaban estaba realmente cómodo donde estaba.


El tenista estaba extasiado viendo la cueva, el aire comenzaba a faltarle, sintió la mano del piloto y se dejó llevar hacia la superficie.
-Estás loco, no puedes bajar allí, si te pasase algo, no pudieras soportar la respiración, si te mueres me quedaría sólo.
-Creo que sería lo mejor- respondió el joven
-No seas bruto, no quiero eso- se acercó a él y lo tomó de las manos, lo trajo hacia sí y esperó que el joven diera el otro paso, era de noche y se colaba la luz de la luna por la abertura de la cueva iluminando a los dos, sus ojos lloraban.

El joven se acercó muy suavemente a él y dio en los labios un pequeño beso que tan solo rozó los suyos, luego sin dejar de mirarlo dio otro beso, esta vez más profundo, el piloto lo tomó del cuello y lo trajo hacia si suavemente, quedando los dos sin respiración y un apasionado beso que duro bastante tiempo. El tenista se apartó y subió por la orilla del pozo, se puso la ropa y subió a acostarse. Temió por lo que había hecho, al igual que el piloto, sentía un fuego por dentro que le quemaba, ¿estaría bien lo que hacía?, se preguntó asustado,  más después su preocupación paso, sintió al piloto acostarse a su lado, abrazarlo por detrás y quedar fuertemente asido a él, sentía su olor, su respiración, su fuerza envolviéndolo, se sintió protegido y de alguna extraña forma, amado. Se quedó dormido hasta que el sol le dio en la cara.

Cuando despertó, el piloto no estaba a su lado, bajó a la cámara principal de la cueva, en donde su compañero muy risueño preparaba el desayuno.
-Déjame adivinar, pescado. – dijo a manera de broma al piloto.
-Si así es, es medallón de mero.
-No por favor, ya tuve mucho de esos animales, con verlos es suficientes para no quererlos comer.
-No te preocupes, tendría que pasar mucha hambre para comernos a nuestros camaradas.
-Creo que tienes razón.

Mientras comían el ruido de un avión los puso alerta, era nuevamente el pequeño avión que regresaba. No sabían si habían traído más personas.

Salieron a la azotea[1] de la cueva, y miraron los alrededores, la base no debía quedar muy lejos de allí. En una playa lejana los cuatro sujetos paseaban, frente a ellos una jauría de perros.

Los dos escondidos se miraron y pensaron al unisonó que ahora si era su fin. Bajaron a pensar.

No sabían nada de perros, pero era innegablemente que pronto hallarían la cueva. Callaron un rato.

El piloto fue el primero en hablar:
- Si nos quedamos con esos tres perros acá, nos encontraran y nos mataran. -Tomó el arma, robada a los mercenarios- Debemos encontrarlos primero nosotros a ellos, tenemos que buscar la manera de poderlos matar, lo siento por los perros porque no tienen la culpa; pero  si queremos sobrevivir debemos hacerlo.

Se pusieron en camino, saldrían de su cueva, la defendería como su castillo. Bajaron una pendiente, limpiaron la cueva muy bien hasta no dejar nada. Traspasaron el arco.

Necesitaban tramar lo que podrían hacer, corrieron hasta la cuarta isla. Era allí en el istmo donde matarían a los perros, para ello prepararon una pequeña trampa, cortaron troncos y formaron una especie de catapulta, de muy escueto diseño, una palanca movida por unos palos arrojarían estacas de madera, sólo una oportunidad tenían, con pedazos de raíces hicieron una cuerda que les permitiera tener  algo de tiempo para escapar por si algo salía mal. 

Mientras armaban la trampa sudaban a mares, pronto estaría lista, marcaron el sitio en donde las estacas se clavarían. Debían sobrevivir a toda costa, pero para ello necesitaban estar más pendientes.

Pasaron allí la noche, aguantados a la cuerda, hoy no comerían con sus amigos los grandes peces. En la oscuridad parecía no verse nada, la luna estaba oculta tras grandes nubes que amenazaban tormenta.

En la mañana siguiente escucharon, los perros acerándose al istmo y eso era lo que esperaban, muy atrás venían el jefe, el alto y el verdugo, corriendo muy aprisa llevados por las correas de los perros, antes de llegar husmearon el aire, estaban bastante lejos pero sabían que los perros podían olerlo.

Los tres aumentaron la velocidad. Tenían que estar muy cerca de allí, al pasar por el punto señalado se oyó un siseo que cortaba el aire y pronto varias estacas volaban por el aire, dando en dos de los perros quienes quedaron muertos ipso facto, los tres corrieron a refugiarse y del otro lado se oyó un disparo que dio en el último perro dejándolo muerto.

Los dos culpables corrieron a toda velocidad, se internaron en la jungla nuevamente, resbalaron por una pendiente montados en un gran tronco que los llevó a toda prisa hasta un lugar muy apartado de allí, posteriormente corrieron a toda celeridad, se lanzaron al mar, nadaron un trecho y un tiempo muy corto estaban en la isla contraria  camino a su cueva sin que los captores sospecharan siquiera que estaban en la isla grade.

Por su parte los captores corrieron a la espesura de la cuarta isla. Buscaban a los dos sujetos, revisaron la rustica catapulta, un arma letal, cometieron un error que les cerró esta posibilidad de dar con los dos. El jefe maldijo de impotencia, estaban ante una situación tonta, no sabía que esperar de esto. Dejó que su equipo buscara pero sabían que era inútil no los hallarían.

En otro momento los mataría pero sería más cuidadoso. Esos dos tenían sus días contados en la isla. El jefe maldecía y juraba acabar con ellos. No tendría misericordia, sus ojos rojos por la ira.



[1] Azotea. (Del ár. hisp. *assuáya, dim. de sáṭḥ, y este del ár. clás. saṭḥ, terraza). f. Cubierta más o menos llana de un edificio, dispuesta para distintos fines. || 2. coloq. Cabeza humana. || estar alguien mal de la ~. fr. coloq. Estar chiflado.

3 comentarios:

  1. Me gusta mucho, pero creo que está avanzando muy lentamente . Éxitos y muchos buenos augurios .

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  2. Holaa Gracias por tu apoyo, bueno, los capítulos son largos para que puedas dividirlos en varias lecturas, y así esperar el otro, :p recuerda que este tipo de lectura debemos estar en la Pc, y algunos viven ocupado así que doy un tiempo promedio de una semana para que puedan seguirnos la mayor cantidad de personas, gracias nuevamente y bueno trataré de hacer más seguidas las publicaciones, aunque la verdad uno por semana a funcionado muy bien... gracias nuevamente saludo y bienvenido a la familia... :P

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  3. son exelentes, esta es la segunda y de verdad que me han gustado mucho,de verdad logras hacer que uno se conecte con la historia,te puedes imajinar todas y cada una de las situaciones por las que pasan los personajes,la descripcion de los paisajes,que hacen que uno se quede colgado, muchas felicidades por compartir el gran talento que tienes y gracias por compartirlo.

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