6. Encuentros Fortuitos


S
usan, acompañada del doctor Moore, manejaba un auto de tapicería aterciopelada color vino tinto, era dueña de una larga cabellera y su mirada era tan penetrante como lo fue en otros días. Sin embargo, esta vez su personalidad era más fría, atrás quedaba la titubeante persona maniatada por Rhode Moore.

Su mente divagaba de un lado a otro, lo que tanto le molestaba estaba por fin a punto de concluir. Manú le resultó bastante tenaz, le representó horas de ofuscamiento y de angustia. Pero, después de esto, dudaba que volviera a intentarlo. No podía interferir. Las cosas no pudieron salir peor, lo que sería una operación sencilla se convirtió en un dolor de cabeza, un error de niña rica, con esto aprendió.

Mientras manejaba, no pudo evitar en observar a Moore y pensar en lo bueno para nada que resultó, una tarea sencilla y lo daño tan pronto. Nunca vio con buenos ojos que se excediera con todo, sacando siempre algo más, como si le faltara el dinero.  Volver sobre los pasos dados era algo totalmente estúpido. De todos modos no tenía ninguna importancia. Hablaría con él, no le gustaba dejar cosas inconclusas, temía que estos eventos sin importancia, tal como él lo llamaba, se convirtieran después en verdaderos monstruos. Pero ahora no, simplemente se portaba con mucho sigilo. No estaba tratando con una persona fácil, por el contrario le molestaba lo neurótico que podía llegar a ser.

El doctor le daba las nuevas noticias del departamento. Tenía los nombres de quienes se encargaban del asunto, ella lo escuchaba con detenimiento, sin embargo, el nombre de Chris Hudson no aparecía en ningún lado.

Ella sonreía, mientras él seguía leyendo los nombres, su expresión cambio cuando escuchó un nombre que no era nuevo para ella, Stephen Kurtain. Detuvo a su compañero.
-¡El coleguita de Hudson!... No esperaba esto- dijo a su compañero. -Creía que mandarían a Hudson.-hizo una pausa- Pero para mí está bien, a éste seguramente me será más fácil dominarlo y traer a nuestra verdadera presa, es un mequetrefe según recuerdo. No podrá hacer nada. Pronto estaremos libres de todo.
-¿Quién es él?- preguntó Moore.
-Uno de los agentes que conocí  en San Francisco, –respondió Susan-  no sé qué diablos puede hacer acá, de seguro enviaron a él en vez de Hudson- luego siguió repasando, no recordaba gran cosa de él, a pesar de estar involucrado con Hudson, nunca lo mencionó y ella lo vio pocas veces. Cosa bastante rara, seguramente lo protegía. ¿Por qué? no lo sabía. Alguna razón de peso. Lo poco que recordaba de él, no le causaba ninguna inquietud, tendría que mantenerse con bajo perfil y tratar de no ser vista por él y todo estaría de nuevo marchando muy bien.

Aún le dolía la muerte de Rhode Moore, haberlo matado era algo que nunca se perdonaría, mas esta vez no sentía miedo y pensaba que, igual que ahora, aquella vez hubiese podido salir airosa sin llegar a extremos, fue una inmadurez que estaba pagando caro. Lo extrañaba ahora más que nunca que necesitaba alguien a quien amar.

 Sin embargo, nada de eso importaba ya. Con todo el dinero que recogería alcanzaría para vivir holgada por unos cuantos años. No cometería el error de continuar viviendo así. Luego agudizó los ojos y dijo:
- Henderson.

Llegaron a la finca que tenían alquilada desde hacía algún de tiempo, era apartada de cualquier punto y atendido por dos señores de avanzada edad, que alejaban cualquier sospecha sobre ella y sobre su negocio.

Cuando se hubo instalado, y desecho del molesto doctor Moore, llamó a Paolo, lo necesitaba para ya, quería hablar personalmente con él, estaban extralimitándose, y desde este momento tendrían que moverse con mucha coraje. Habló con él de algunos detalles. Él se excusaba, diciendo que aunque cometieron ese pequeño error no lo harían más. Ella pensó- “Pequeño error”- no consideraba el estar volviendo sobre sus pasos era un error, estaba más que segura que debían pensar las cosas mejor. Si quería que las cosas salieran bien necesitaba estar más centrado en todo lo respectivo a esto.

Estuvo poco tiempo en la finca; salió en su auto, tenía que recorrer la ciudad para pensar. Se perdió entre carretera hasta llegar a la ciudad, visitó varios puntos y luego estacionó el auto para sentarse en una plaza, desde allí llamó a un sujeto que utilizan para las intervenciones quirúrgicas, le pidió encontrarse allí, no quería errores del medicucho. Mientras esperaba, ella se dedicó a disfrutar del sol, llevaba gafas oscuras.

Una vez que terminó la entrevista, Susan salió en su auto y se detuvo frente la estación de policía. Un morboso deseo la dominaba. Esperó a que su “viejo amigo” saliera, lo cierto fue que nunca le dio importancia; no obstante, seguro el verlo le traería recuerdo de Hudson y la llevaría a donde quería ir; estuvo aparcada alrededor de veinte minutos, hasta que vio a Stephen salir y más atrás una pelirroja muy atractiva, esperó que se montaran en su auto y se fueran de allí, los siguió. Esta persecución la llevó hasta la casa de Stephen. Se estacionó cercana a la misma y notó a los dos personajes entrando a la casa.

En verdad no estaba del todo mal, pensó Susan, nunca lo vio así, era lo que llamarían un tipo guapo, con razón Hudson lo cuidaba de ella con tanto recelo, pero el acercarse a él, no sería posible. ¿Y la mujer? seguro era la otra que estaba en el caso. ¿Pero qué hacían allí? ¿Serian amantes? Eso era una cosa que a ella no le concernía, estaba segura que en pocos días acabaría todo.

Aunque esto no era necesario, tendría que mantener cualquier pequeño detalle bajo su control. Tuvo una extraña idea de mantenerse cerca de Kurtain. Requería acercarse a él de alguna forma. Una vez que se fue la pelirroja, otro auto llegó, una camioneta, bajándose un joven bastante apuesto, estuvo algún rato en la casa y luego salió.  Ella hizo lo mismo tras de él; y a toda velocidad.

Una vez que se le adelantó lo suficiente, estacionó y subió el capo de su auto, esperó que pasara y sin que la intuición le fallara, él se detuvo a ayudarla. Estacionó la camioneta un poco apartada, luego fue a donde se ella se encontraba. Sus facciones cambiaron rápidamente, de mujer fatal paso a ser una desdichada dama que sufría los abarrotes de la vida.
-Perdone usted, es que estoy hecha un lió con esto, no creo saber nada, ¿Podría ayudarme?- le dijo a Allen una vez que llegó.
-¡Oh!, por supuesto la ayudare en lo que pueda, déjeme ver- se metió de cabeza en el motor del auto. Revisaba los cables y aunque en pocos segundos, acertó el inconveniente del carro, quiso hacer tiempo para conocer la hermosa mujer a su lado.
-¿No es usted de por aquí?- preguntó Allen, al momento que hacía como si arreglara el automóvil.
-No lo soy, estoy sólo de paso, no conozco esta ciudad que me parece muy interesante.
- Si quiere después le puedo mostrar la ciudad. Por lo pronto puedo invitarla a almorzar, si me lo permite- dijo Allen.
-Aunque no es mi costumbre, le aceptaré la invitación, igual tengo que hacerlo y usted parece… buen joven- luego giro para cerrar el capo.


Ella se entretenía jugando con fuego, no era que el rancherito estuviera mal, pero tenía otra presa en la vista y hacia él iría. Aunque no entendía como podría llevar a cabo todo lo que se proponía. Quizás estaba solamente perdiendo el tiempo. Un momento de diversión, que importancia tenía. Su principal víctima estaba por llegar de un momento a otro. Más debía apurar las cosas de alguna forma. A ese ritmo todo estaría hecho antes de que pudieran apresarla y ella viajando a otro lugar en el mundo.



II

Kurtain, en su casa, se vestía mientras pensaba en alguna clave que los llevará a los instigadores, era una carrera furiosa, pero esta vez para encontrar la conexión con la hija del Beisbolista, algo sabía acerca de su amiga y por ello seguían tras sus pasos, escogió para ponerse algo que fuera mucho más cómodo, estaba montado en la ola de las investigaciones, estos momentos daban sentido a su vivir y aunque preocupado se sentía activo, lo que ayudaba a despejar su soledad, que se hacía más evidente.

Encendió el televisor. En uno de los canales regionales se hallaba Henderson culpando de la inseguridad al primer jefe de la ciudad, lo llamaba “basura inservible” a la vez que derramaba algunas lágrimas por la situación que se veía envuelta su hija y por la que podría estar cualquiera de ustedes, está última frase in ritornelo.  Después le sucedieron imágenes de personas acampando en frente de su casa para demandar por la hija del glorificado político.
-¡Maldito hijo de perra! -esputó Kurtain frente al televisor- seguro te harás popular con esto, a estas horas toda la nación debe estar compadeciéndote por todo lo que pasas y además de ello temiendo por su seguridad. Es detestable que quieras hacer campaña con esto; exacerbando las masas.

Mugió el teléfono… y recibió una llamada de Richard que esperaba su relevo, aún faltaba más de una hora para que amaneciera, y la idea de tener prestarle más cuidado a la hija de Henderson llevaba sus inconvenientes, más que todo de tiempo inservible.

Además nada indicaba que quisieran algo de ella. Conversó con él acerca de los últimos adelantos y se despidió hasta primeras horas en la mañana; hora cuando lo sustituiría. Miró por la ventana, la calle estaba despejada, tomó una taza llena de café bastante espeso y se sentó en el pórtico de la casa, la luz bamboleaba de aquí a allá, se paró a detenerla. Un perro aulló a lo lejos, buscó de donde podía venir y no vio absolutamente nada. 

Luego se sentó de nuevo en la sala, quería seguir viendo las noticias, aun cuando no pasaban nada que pudiese ser cierto; se molestó un poco y la apagó, el perro que anteriormente aulló se oyó más cerca; este sonido lo puso nervioso, se pegó a la ventana levantó la cortina y buscó a los lados de la casa, no vio nada. Estaba paranoico. Se sentó de nuevo y esperó a que amaneciera, apenas la luz tocó el cielo salió de la casa que lo atrapaba. Cerrando la puerta sintió un quejido muy cerca; el perro que ladraba en la noche estaba ahora a su lado, era un Collie, similar a que tenía en San Francisco.

Lo llamó y él fue hasta él, lo acarició, era un perro muy bonito y bastante amistoso, se preguntó que quién sería el dueño, buscó a ambos lados y no vio nada. Siguió jugando con el perro y pensó que quizás tendría hambre, como aún tenía tiempo para el relevo de Richard, decidió darle de comer.

Tomó un plato de la cocina, y le agregó comida de la nevera, algunos embutidos, no sabía si quizás sería aconsejable darle eso, mas él igual lo hizo, el perro comió con avidez todo en el plato, le colocó más e igual lo devoró, salió con él al frente de la casa, el sol había iluminado todo.

Un niño caminaba hasta él, tal vez el dueño del perro, pensó, al verlo lo llamó: “Calígula” y el perro corrió hasta él, Kurtain estiró la mano para saludarlo, no podía creer que también se llamará como su perro, el niño le devolvió el saludo. Se sintió un poco pesaroso y luego se montó en el auto, se marchó.

De camino una extraña sensación de vacío le inquieto, estuvo pensando en el niño, su corazón comenzó a latir muy fuerte; estaba sudando, detuvo el auto, tomó el teléfono y llamó a Caroline, pidió que relevara a Richard, ella se extrañó de esto:
-¿Te encuentras bien Kurtain?- preguntó Caroline al notarle muy nerviosa la voz.
-Sí, estoy perfectamente, sólo tengo que revisar algo y estaré contigo- colgó el móvil y dio la vuelta en “U”, necesitaba comprobar algo, llegó de nuevo a su residencia.

Fue directamente hasta la casa en donde se metió el niño, lo pensó mejor y se dijo que era el mismo, no podía ser casualidad. Tocó a la puerta, pero nadie salía, siguió insistiendo y apareció el impúber de algunos algo más de 5 años. Al verlo se asombró y le sonrió.
-Hola, jovencito- saludó Kurtain, el niño se quedó en la puerta. Él lo notó bien y miró sus ojos, era así, un color bastante particular. Al igual que J.P. estaba volviéndose este un color muy común dentro de su vida.

-¿Cómo te llamas?- preguntó Kurtain, pero no obtuvo respuesta. Sintió unos pasos en el interior, su madre salió lo abrazó y miró fijamente al agente parado a la vera de su casa. Él quedó estático al verla- ¡Fiona!- dijo sorprendiéndose alegremente por encontrarse con su vieja amiga la esposa de Hudson. Ella no devolvió el saludo, sólo llevó al niño adentro y cerró la puerta fuertemente, haciéndola sonar de un modo brusco. Quedó perplejo ante esta reacción que no entendía. Allí parado buscaba respuestas y no las hallabas.

Kurtain llegó a donde se hallaba Caroline; al instante ella notó un aspecto depresivo en él, no obstante, trato de no darle importancia e informó los adelantos en cuanto al caso. A media mañana decidieron calmarse y se sentaron, el área de la piscina fue propicia para ello. Era la oportunidad de Caroline para poder hablar con Kurtain; mas lo pensó bien y se dijo que de seguro sería inútil.

Así que sólo se sentó a su lado sin hablar, el día era algo nublado, lo que no le gustaba a Caroline, ella se percató que el motivo de sus sufrimiento no era por ella, debía haber alguna otra que ocupaba su corazón y hoy más que nunca estaba consciente de eso. A pesar del beso de las carreras, nada indicaba que quería avanzar con ella, tendría que vestirse de paciencia y tratar de averiguar cómo podía saber todo lo que pasaba y que le preocupaba tanto. Si él era para ella, lucharía por él contra este fantasma que amenazaba con tragárselo entero pero debía aguardar a que él lo decidiera.
-¿Dónde fuiste esta mañana?- preguntó la hermosa pelirroja, él no contestó de inmediato, sino que se lo pensó un poco.
-Creí haber visto alguien que conocía y fui hasta allá- contestó Kurtain.
-¿Y es eso lo que tiene así tan abstraído?- preguntó de nuevo Caroline.
-Oh, no, es otra cosa, -mintió- asuntos del divorcio, ya sabes como es. Cometí un terrible error al venirme para acá sin antes darle punto final a eso, he sido de muy poca ayuda aquí. Tengo el mundo de cabeza y no razono muy bien, quisiera que esto terminara y poderme marchar de nuevo a Los Ángeles, extraño a mi hijo, mi casa y aunque me duela reconocerlo también extraño a mi esposa- luego se quedó de nuevo pensativo.

Ante la insensibilidad de Kurtain se sintió fuera de lugar y un manto de pesar la cubrió, se levantó muy molesta, no podía entender como para el Agente ella no representaba nada, parecía como si ella no existiera, era estúpido pensar él que quizás no entendiera las cosas, ella le había hecho saber lo que sentía muchas veces, pero el parecía no darse cuenta de nada de lo que pasaba, simplemente estaba sentado allí sin moverse.

Para Kurtain la situación era otra, lejos estaba de interesarse por los sentimientos de Caroline. Su mente trabajaba a mucha prisa, no entendía la actitud de Fiona. Estaba furiosa por algo no podía deducir, cuando salió de San Francisco las cosas estaban muy bien, no recordaba algún altercado. No dejaba de pensar en todo, qué tenía Fiona; miles de cosas pasaban por su cabeza, la última de ella, que pudiera haber descubierto su affaire con Hudson; mas luego pensó que esta posibilidad era absurda.

Una extraña sensación de ambivalencia se apoderó de sí, dos fuerzas extrañas luchaban por partirlo en dos. Un demonio alojado en su cuerpo luchaba por gritar, arrojándolo diariamente más a un abismo. Quería desconectarse de todo. Una y otra vez pensaba que no fue el mejor momento para venirse de la ciudad de los Ángeles. Tendría que irse, la hija de Henderson no merecía su sacrificio, este lugar lo asfixiaba, tendría que encontrar una sanación de su alma, sentía en el cuerpo algo de temperatura. Parecía estar enfermo. Pronto se desmallaría.

Se disculpó con el grupo allí presente y se retiró a tomar algo de aires en otro lugar, tenía que calmarse, estaba siendo demasiado paranoico había quizás muchas razones por las cuales Fiona tomó esa actitud. Quería llegar hasta ella y hablar sobre el porqué estaba siendo tan cruel. Revisaba la imagen muchas veces pronto enloquecería, el mismo estado de zozobra que lo marcaba.

Tendría que ir de nuevo a Hudson, todo esto era por él, quería la verdad de sus sentimientos, quería saber a qué se enfrentaba, si aún estaba siendo arrastrado hacia el vertiginoso vértice que representaba el amor de Hudson. Tendría que ir hasta donde él se hallaba. Encararlo nuevamente. Lo de Caroline fue una locura volver a cometer los errores del pasado, no podía hacerlo. Pero lo cierto es que seguramente los sentimientos había empezado a hacerse presente, su cabeza iba a estallar se sentía oprimido, quería de una buena vez gritar al mundo lo que era, dejar de vivir una vida falsa, quería dejar de sentirse así.


Pensó en bar gay, quería de nuevo ir ahí y tener el valor de tomar algunos de esos hombres y hacerle el amor, necesitaba drenar esto que sentía. Su pecho estallara, pensó en Caroline, en el bien parecido sujeto de la estación, en Hudson… la angustia estaba llegando a golpes de tensión… 



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