1.
Stephen Kurtain: Un Espacio Vacío
L
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a noticia puso curiosos a todos en la comisaría;
quienes seguían con cuidado la reacción de los involucrados, la carta recibida
daba instrucciones muy precisas; era clara y sencilla en su texto, pedía el
inmediato traslado de Stephen Kurtain a la ciudad de Houston en el estado de
Texas.
Cinco años habían pasado desde que
Stephen Kurtain se mudó a la ciudad de Los Ángeles, su vida en esta urbe, a
pesar de la poca fe que tenía en sí mismo, subió vertiginosamente; llegó
incluso a ser uno de los primeros hombres dentro del departamento de policía.
Aunque aún hoy le costaba
aceptarlo, fue una buena elección el salir de San Francisco, atrás quedaron los
angustiosos días pasados. Consideraba éste su hogar, el lugar donde se sentía a
sus anchas y que llegó a conocer muy bien; sin embargo, la carta era imperiosa,
provenía de los altos mandos y nada podía hacer para librarse de esta orden, la
decisión era irrevocable.
Al tanto leía la carta, su disgusto
se hizo notorio, su humor cambió repentinamente, todo lo irritaba sin que él
pudiese evitarlo. Lo cierto era que el adaptarse a un nuevo espacio le costaba
mucho, no quería trasladarse, ni pensar en recomenzar de nuevo; los cambios le
exasperaba, las nuevas cosa le creaban una sensación de angustia, el tan sólo viajar
era supremamente desesperante. Había desarrollado cierto temor a alejarse de un
punto. Y todo esto justo ahora que, si bien puso mucho de sí, su matrimonio
amenazaba con terminar y le pedía estar pendiente de todo.
El tiempo pasado, sin resolver su
situación, estaba dejando en él demasiados sin sabores que no podía remediar de
ninguna manera, e igual que una fila de dominós caía irremediablemente tras
todos los eventos, construyó su relación con bases muy débiles que ahora no
podían con la estructura, y aún más si su piedra angular, el semiento en donde
descansaba la razón de ser del matrimonio estaba cimentada de mentiras, al
destruirse el castillo de su vida no existía la posibilidad de poderlo
reconstruir. Simplemente no estaba seguro del amor que sentía por Alissa.
Dejó la misiva sobre la mesa;
tendría que averiguar la razón de este traslado, tomó su teléfono móvil y llamó
al Capitán.
- Quisiera me diera una explicación de este absurdo, fuera de lugar y
repentino… traslado – puso todo su tono de enfado en esta llamada. El
Capitán le respondió desde el otro lado del móvil.
-Espero no importunarte, como has podido darte cuenta el mensaje viene
desde arriba. Al parecer, según pudieron exponerme, el propósito se basa en una
investigación que realizaste en años pasados, - explicaba el Capitán- justo antes de trasladarte aquí, tu nombre,
al igual que todos los que participaron en ello, quedó grabado como uno de los
principales ejecutores de dicho éxito policial. Ahora un caso similar ha
aparecido en esa ciudad y se me pide te envié allá, es sólo temporal, no te
alarmes, no quisiera deshacerme de alguien como tú, mas igual que tú, obedezco
órdenes- luego se despidió y colgó.
Stephen Kurtain quedó pensativo y
todo su pasado comenzó a proyectarse por su cabeza en cuadros de película:
sitios, casas, objetos, personas y caras terminaron en un sólo nombre casi
olvidado por él… agente de policía Chris Hudson. Pegó un golpe en el escritorio
donde estaba apoyado haciendo la llamada.
-¡Maldito,
hijo de perra, de nuevo tú! – Esputó Kurtain- no volveré al pasado, no puedo volver a
pasar por el hecho de hallarme en una encrucijada ante la vida. Decidí dejar eso atrás, no puedo caer
nuevamente.- Ante la impotencia de no saber qué hacer tomó un contenedor de
lápices y lo hizo estallar en la pared. Su pasado reclama su presencia y él aún
no estaba preparado para enfrentarlo.
Ya en su casa, estuvo discutiendo
toda la tarde con su esposa para hacerle entender el porqué era necesaria su
presencia en esa ciudad; pero ¿Cómo hacer entender algo que ni él mismo comprendía
del todo?, no conocía ni siquiera con qué se iba a enfrentar, el Capitán no dio
mayores esclarecimientos. Durante el altercado, los gritos de los dos fueron en
aumentó hasta que ya no hubo nada más de que hablar, quedaron en un bullicioso
silencio.
El matrimonio iba desmoronándose
más a cada nuevo intento por tratar de continuar; a pesar de que tenían un
hijo, la relación estaba bastante deteriorada. Un error como estos era la
guinda al pastel para definitivamente dar por acabado el consorcio que los
asfixiaba a los dos de manera sobrehumana. Alissa de Kurtain, su esposa, le
reprochaba por todo y nada, diciéndole al final de ese silencio:
-¡Quiero el divorció!-
los ojos de los dos se colmaron de lágrimas, no obstante, era un final previsto
desde hacía mucho tiempo. Siguieron gritándose reproches sin sentido de lo que
debieron hacer o no. Dando vueltas sobre ningún punto. Era un matrimonio sin
posibilidades de volver atrás, era un barco condenado a hundirse en el océano
del hastió.
-…No
veo que te esfuerces por nuestra relación y yo sola no puedo, lo siento, pero
hasta aquí llegué- decía Alissa y preparaba las maletas
junto con su hijo de nueve años. Ella había dado varios ultimátum para que
tratará de salvar lo que, únicamente para él, estaba perfecto, la realidad era
que durante todo el transcurso de estos diez años se obsesionaba más por su
trabajo, apenas dejaba un poco de tiempo
para ella, el “réquiem” estaba en
ejecución y junto a éste el desplome de la falsa. No importaba cuantas veces él
se empeñara en decir que era sólo una crisis, para ella estaba claro que era
mucho más que una conflicto de los cuarentas, en su vida debía pasar algo que
contrarrestará la soledad a la que se enfrentaba diariamente: y esto sería con
él o sin él… Tiró la puerta enérgicamente. Dejando a Kurtain parado en mitad de
la sala.
-¡Imbécil! No es posible que no percibas que me ahogó diariamente- dijo
al final. Se marchó.
En pocos días, sin mayor
pertenencia que lo que llevaba encima y un hijo que se apartaba de él cada día
más, Stephen Kurtain se trasladaba a Houston, ciudad del sureste del estado de
Texas, en los Estados Unidos, cuarta ciudad más grande y la mayor de los
estados del sur.
Stephen veía, mientras viajaba, los
edificios de la ciudad en fotos anexadas al reporte enviado por la policía, en
el mismo se explicaban el “modus
operantis” de los nuevos secuestros de jóvenes madres que inquietaba a las
autoridades. La última, una joven a la cual le practicaron una cesaría y
posteriormente dieron muerte; así mismo, el rapto de su amiga, la hija de un destacado
político de la ciudad. El reporte señalaba su retención por pocos días y
subsiguiente abandono en un callejón, sin que pudiera dar razones de su amiga.
Todo esto intrigó a la policía.
Mientras veía las fotos y la
crónica, la mente de Kurtain no dejaba de repasar lo vivido en San Francisco,
desde que llegó a Los Ángeles había decidido olvidarlo todo, más el introducirse
de nuevo en un caso similar despertaba su mente dormida por tanto tiempo.
Tendría que luchar nuevamente, contra todo. Enfrentándose día a día con el
fantasma del pasado. Si bien, esta vez sin su esposa, quien constituía su punto
de apoyo para mitigar el dolor de hallarse completa y demencialmente solo.
-¡Maldición!-
dijo con rabia, no quería ni siquiera repasar lo que llegó a ser para él un
dolor olvidado en su vida a base de negación de existencia. La ciudad se
acercaba y pronto los edificios empezaron a pasar por su lado, sintiendo de
nuevo la sensación de no sentirse tan sólo por la compañía de estructuras tan
grandes.
El agente Kurtain se bajó en un
sitio central de la ciudad, caminó un poco, puso las manos a los lados de su
cuerpo en forma de asas de jarra, y quedó dando vueltas sobre sí mismo, comenzó
a sudar, hacía algo de calor. La carta decía que allí lo esperarían; nadie
estaba esperándolo, caminó hacia la central de taxi, necesitaba llegar al
departamento. Los edificios amenazaban con desplomárseles encima, un extraño
estado de pánico lo embargó, su pecho latía muy rápido, quería correr, empero
se serenó y buscó algún apoyo. Pronto se desmayaría, comenzó a hiperventilar.
Escuchó la voz de alguien a su lado
y sintió una mano que lo sujetó.
-¿Se
encuentra usted bien?- preguntó quién lo sostenía, él se
detuvo un poco, su mano fue al pecho y esperó a que ese estado de zozobra
pasara, luego de un tiempo miró al sujeto y dio las gracias por sujetarlo.
Éste lo llevó hasta un banco
cercano, le dio un pañuelo para que se limpiara el sudor. Él le agradeció
nuevamente, respondió –no, no es
nada.- Estuvo sentado a su lado por un tiempo, quería cerciorarse que el
sujeto volviera de nuevo en sí, poco a poco lo fue haciendo.
Ya repuesto nuevamente, Kurtain se
fijó con mayor atención en el extraño sujeto que tenía a su lado y que, ese
momento, suplía de enfermero, con el pelo
claro tenía un poco más de su estatura, una sonrisa amplia que, además de
enmarcar su rostro, dejaba ver hoyuelos en la cara, vestía remera blanca y
pantalones de mezclilla negros. El sujeto se volvió a cerciorar que estuvieran
bien, no estaba seguro de dejarlo, le pedio su número para verificar si todo
estaba bien más adelante, esto extrañó a Kurtain; más aun así se lo dio y luego
se despidió y siguió su camino. Kurtain aún se mantuvo allí por un tiempo.
Necesita volver completamente en sí.
A la postre se sintió mejor;
decidió buscar un taxi que lo llevaría a su destino, un joven caminó a su lado y lo observaba con
cuidado. El agente se incomodó, pero tras continuar la actitud escrutadora del
joven, decidió hacerle frente.
-Disculpe
¿Agente Kurtain?- preguntó el joven a su lado, quien
debía tener algo así como veintiocho años de edad, de pelo negro muy corto,
piel blanca y ojos un poco acusados, usaba camisa de mangas largas color
blanca, un poco al descuido, debajo llevaba una camiseta algo transparente,
Kurtain se detuvo y le respondió.
-Sí,
soy yo ¿Qué desea?- el joven muy nervioso le extendió la
mano.
-
Soy el agente Richard Steel, encantado en conocerlo, vengo a buscarlo para
llevarlo a la central de policía, seré uno de sus acompañantes mientras esté
aquí- esto lo dijo con una gran sonrisa. Kurtain también
rió, luego añadió:
-Encantado
en conocerte también, Richard, esperaba alguien de más edad-
dijo secamente Stephen, el joven se puso rojo ante lo dicho por el agente y
contestó:
-No
le culpo por ello. Yo también esperaba alguien mayor, me han hablado tanto de
usted en estos últimos días que lo he mitificado al punto de que pensaba
encontrarme a alguien de cincuenta años con una barba muy grande y anteojos,
pero veo que usted a los sumo tendrá ¿Cuántos? ¿Treinta y cinco años?- en
esta última pregunta agudizó los ojos y se puso la mano en la barbilla, gesto
que le pareció muy cómico a Kurtain, de manera que dejó el formalismo y esbozó
una pequeña sonrisa, ante el acierto del joven.
-Déjese
de tarugadas y vamos- le dijo al joven y posteriormente
le dio su equipaje, el joven lo tomó de mala de gana, no le gustaba que lo
trataran de criado. El agente Kurtain le pareció un poco pedante, vestido con
traje negro y camisa color azul marino, implacablemente planchada, sin embargo,
por encima se veía lo buena persona que era, y él poco se equivocaba en esto.
Al instante tenía su perfil elaborado, a un lado dejó todo el prejuicio
formado.
En el camino Kurtain trataba de no
pensar, se acostumbró al joven que, al principio, le consideró algo chico, mas
luego de pensarlo se dijo que el trabajar con alguien así le traería nuevas
experiencias, estaba habituado sólo a personas de muy avanzada edad. Kurtain le
preguntó:
-¿Qué
quisiste decir con uno de tus acompañantes?
-Ah,- trató de explicarse, el joven- el agente C, punto, Baldwin, pero ya sabrá quién es, los dos venimos
trabajando en este caso, no obstante, con el secuestro de la joven y posterior
muerte, las cosas se pusieron algo más serias, todos estaban detrás de nosotros
y bueno…- se detuvo un poco- no se
ponga ansioso, ya le contaremos eso cuando sea debido. Queda aún suficiente
tiempo- en esto último dicho por el inquieto joven, Kurtain, no estaba tan
seguro. Sabía que lo de Alissa estaba perdido y necesitaba llenar su vida de
cosas que pudiera manejar, antes que el vacío trajera cosas nuevas, que la
verdad, tenía metidas en lo profundo temeroso de que salieran a flote y que sin
poder evitarlo afloraban a cada rato.
Al llegar a la estación, que a
Kurtain le pareció igual a muchas otras, Richard lo presentó a los compañeros
inmediatos y al instante pasó a una oficina.
-Esta
será su oficina mientras esté aquí- abrió la puerta,
adentro de la sala estaban dos escritorios uno de los cuales estaba ocupado por
una bella mujer que, vestida con un bléiser gris, se levantó al verlo llegar, y
expresó:
-Ya llegó el famoso héroe-
Kurtain se sintió un poco apenado.
-Ni
creo ser tan famoso; ni espero se jamás un héroe, no compagino con las tiras
cómicas ¿Con quién tengo el gusto?- estiró la mano hacía
ella, pensaba que quizás sería la secretaria.
-Agente
Caroline Baldwin, y, me imagino, tú eres “Superkurtain”, trabajaremos juntos
– Stephen quedó estático, no sólo un joven; sino ahora una bellísima mujer. Se
la ponían difíciles en el departamento.
Esperaba que la cosa terminara
allí, cuando pensó en un cambio jamás pensó en que este fuera tan
drástico. Se sintió algo deprimido.
Después de la presentación de rigor
se pusieron a trabajar y revisaron el caso. Kurtain contó algunas de sus
experiencia y pronto hubo una empatía entre Richard y él, por su parte el
agente Baldwin resultó muy inteligente; pero algo lejana, ella misma le explicó
como desapareció la primera joven de su casa, todo similar a las otras veces en
San Francisco, la diferencia estaba en que estos nuevos sujetos cometieron el
desliz, junto con la embarazada, tomar una joven proveniente de una familia de
holgada posición económica. Cosa que Kurtain no entendía para qué, en aquella
ocasión era robos de niños; quizás esta vez nada tenía que ver con aquello, en
fin, no dio importancia a este hecho; así que preguntó:
-Y
teniendo aquí tan buenos agentes… ¿Por qué fue requerida mi presencia? Al venir
para acá deje mi vida hecha un caos en Los Ángeles, me es necesario volver a
reunirme con mi vida lo más antes posible quizás todo allá colapse- dijo
Kurtain algo malhumorado.
-Puesto que detrás de los secuestro esta un nombre que debe ser conocido
para usted, el honorable Dr. Moore, hermano del interfecto Dr. Moore de San
Francisco- Dijo la hermosa mujer, tratando de ver sus ojos. Kurtain no lo
podía creer, sentía como la vida a veces parece cíclica, repitiéndose una y
otra vez en un constante retorno. – No
fue sólo a ti, -siguió expresando la hermosa mujer mirando en todo momento
las reacciones del atractivo policía-, también
un tal agente… Hudson, quien fue nuestro primer lance, desafortunadamente, no
aceptó reunirnos con nosotros, porque se hallaba ocupado en otros asuntos.-
Kurtain esta vez sí quedó inmovilizado. Se tuvo que sentar, comenzó nuevamente a
hiperventilar y hubo necesario desabotonarse la camisa, y ante el estado que
notaron los agentes, le preguntaron si conocía el agente.
-Sí,
pero por un “pequeño problema” no terminamos siendo muy buenos amigos, -
dijo esto algo triste- quizás, el que no
viniera fue lo mejor, sé que se escucha poco profesional de mi parte; mas nada
puedo hacer, así lo siento y no quisiera ahora volver a caer en viejos
fantasmas del pasado que acaso sumaran más problemas a mi vida- no siguió
hablando del tema.
Baldwin se puso a pensar lo dicho
por el atractivo agente de Los Ángeles; no sabía qué cosa pudo pasar para no
querer trabajar con él. Según investigó, antes que llegará el agente Kurtain,
éste trabajó con Hudson algunos años… pero seguro era algo de hombres, a veces
se daban casos de compañeros que quedaron enemistados para siempre. La
hermandad entre policías no era tan de todo cierta, antes ella se casó con su
compañero y las cosas terminaron tan mal que no puede ni siquiera verlo, desde
que se divorció se prometió así misma no regresar a él nunca más. Le parecía un
patán por todo lo que pasó mientras estuvo casada: peleas, malos tratos,
mentiras, engaños, todo un primate.
Este hecho de entender su negativa
a trabajar con un antiguo compañero con quien podía tener acaso un pasado nada
bueno, la unió a este hombre instantáneamente, sentía que, si bien eran
hombres, quizás algunas veces también estas relaciones terminan con tanta
intensidad como lo de ella con Josh Sullivan, seguramente debía haber detrás de
esto una buena historia. Ya quedaría tiempo para conocerla, sin darse cuenta se
encontró acomodándose el cabello de manera coqueta, cosa que tenía tiempo que
no hacía. Se sonrojó, pero nadie pudo notarlo.
Siguió hablando con los dos
compañeros, por un momento, toda la tensión de verse de nuevo asediada por un
nuevo intruso salió de su mente; si bien no bajo del todo la guardia. Quería estar segura del
sencillo sujeto. Un nuevo error jamás se lo permitiría, no toleraría que
alguien pudiera poner en peligro lo que tanto le costó construir.
Ese día, a pesar de todas las expectativas que tenían los tres, terminó
sin más. El agente Richard trasladó a Kurtain a su nueva casa, ubicada en una
zona residencial muy apartada.
Al detenerse en frente de esta,
Kurtain pudo notar lo abandonada que estaba la casa, matorrales corrían por su
frente algo mal trecho, los batientes de la puerta amenazaban con derrumbarse
de un momento a otro. Amplias ventanas dejaban ver un estilo bastante moderno,
miró a su alrededor y sólo vio algunas casas algo apartadas, un centro
residencial particular por no usar otro nombre, pero bueno… no estaba aquí de
vacaciones pensó el Agente y entró.
Al igual que el exterior, el
interior estaba lleno de polvo y su inmobiliario estaba cubierto por sabanas,
que él de manera enérgica fue quitando, dejando ver unos muebles de estilo
modesto, a cada arremetida con la sabana veía de reojo al teniente Steel, quien
miraba a su compañero con la mirada de “ya te acostumbraras”, abrió los grandes
ventanales y una brisa agradable se coló por ella, dándole la impresión de
hallarse medio de la llanura y de la soledad. No sería un buen lugar para
olvidar su tragedia, por el contrario era la alegoría de su vida en estos
momentos. Esperaba no pasar muchos días aquí; ya que con seguridad
enloquecería. Deseaba que colocaran alguien más, no quería estar solo, pero no
era así. La casa fue puesta a disposición por el jefe principal y esta a su vez
por un contribuyente.
Hecho una mirada hacia las otras
casas y poco a poco se resignó, no podía ser tan malo, serían días bastante
ajetreados y no tendría tiempo de pararse en estos detalles, sino que esperaba
concentrares en salir rápidamente de este caso, de este sitio, de esta ciudad y
de la cercana posibilidad de encontrarse con Hudson. Siguió revisando la casa;
en la parte de atrás una gran piscina en forma de riñón, vacía y sucia que le
hizo soltar un –¡Uff!
El agente Steel le informó que ya
lo vendría a limpiar, pero que esta noche tendría que dormir como pudiera.
-
Está bien, no se preocupe, me arreglaré no vine a vacacional a este sitio
- respondió Kurtain harto de todo.
Después que vio la restante parte
de la casa y hubo despedido a Richard, quiso tomar un baño y llamar a Alissa,
buscó por toda la casa el teléfono y no lo hallaba, revisó la amplia habitación
con baño, la cocina, y un closet que se hallaba entre la cocina y la sala, al
final dio cuenta en una extraña cabeza de res en uno de los estantes, lo pensó
bien y levantó los cachos y “Voela”
allí estaba el teléfono perdido, se encontró algo ridículo hablando por los
cachos de dicho animal.
Alissa aún seguía molesta por todo
lo sucedido, le explicó lo referente a los abogados, los posibles convenios
entre los dos. Él por su parte no se preocupaba en aclarar nada, si ella estaba
dispuesta a divorciarse, él iba a dejar todo a su nombre, no quería nada, al
contrario esperaba, si esto se diera, dejar a su hijo bien asegurado para un
futuro. Reflexionó que a pesar de estarse diciendo que todo había terminado,
esperaba que esto fuera una simple pataleta de niña rica y mimada, no entendía cómo
podía echar todo el tiempo que estuvieron juntos por la borda.
Al final, colmado ya, le indicó que
hiciera lo que pareciera, después bajó el tono y preguntó por el niño, ella le
dijo que estaba bien, aunque había estado preguntado por su padre. Le mandó
saludos y colgó el teléfono, un extraño olor a almendras se coló en el ambiente.
Su estado de pánico amenazaba con hacerse presente y robarle el sosiego.
Tomó el preparado baño, pensando
que, tal vez, mañana sería un día tan difícil como éste. Le dedicó un buen tiempo a esta actividad, su
cabeza estallaría; un baño siempre lo relajaba. Dejó que el agua se deslizara y
ayudara a calmarlo, estaba algo fría y eso era lo que él necesitaba.
Luego que salió de la ducha y,
después de que se hubiese puesto algo,
fue a un rincón de la habitación en donde se hallaba un espejo; se miró de cuerpo entero, a pesar
de contar con treinta y cinco años se veía en buena forma, era cierto que sus
pectorales estaban menos firmes, su espalda más ancha y su expresión más
madura, pero su pelo negro sólo tenía muy pocas canas y sus ojos azules lo bordeaban
pocas líneas de expresión, sus glúteos podían aún ganarse el apodo de
beisbolista, llevaba sólo unos bóxer un tanto transparente que se ajustaban a
su cuerpo, regalo de su adorada esposa.
La noche era calurosa lo cual le
recordaba a la ciudad de San
Francisco,…y de nuevo se encontró, en su memoria, en el Buick color rojo,
estacionados en la vegetación al lado de una carretera cercana a su casa, sus
piernas en lo alto y el agente Hudson abrazándolo, esclavo de un ataque de
celos. Los colgantes del espejo retrovisor no cesaban de bailar, mientras el
carro se movía de un lado a otro, todo el ambiente era una mezcla de pasión y
sudor, sentía su respiración junto a su boca, su olor y sus palabras, mientras
lo penetraba en cadencioso compás. No podía detener lo que sucedía, estaba
envuelto en una llama de pasión que ahogaba su voluntad. Y lo llevaba hacia el
éxtasis.
-
Serás siempre mío y de nadie más; de nadie más; de nadie más…-
le decía la voz que lo abrazaba fuertemente sin dejarlo querer ir. Y él una vez
más le pedía que siguiera, que nada importaba más que el estar juntos; no
importaba el mañana. Su visión se trasladó hacia los vegetación cercana y
ocultó entre los árboles una moto en la colina y en ella montado se hallaba el
agente Miller mirando toda la escena de amor, cayó como en un vació y se
levantó perturbado y empapado en sudor.
No, no podía, no podía volver, no podía volver
atrás a esa fatídica historia, debía terminarla para siempre. Ocultarla para
siempre. Desde el momento que salió de San Francisco se decidió a terminarla y
eso haría. Pero, por qué lo recordaba ahora, el divorcio estaba descontrolando
su vida y de nuevo se veía libre y completamente solo.
Se levantó a preparar algo que lo
volviera a dormir, no podía darse el lujo de trasnocharse, mañana habría mucho
trabajo que hacer y nuevas personas que conocer. Ese error quedaría enterrado
en su recuerdo para siempre, esa sería una historia que nunca recordaría,
aunque sintiera tanto dolor en el corazón.
Una vez que hubo vuelto a la cama
daba vueltas sin poderse dormir. -Sí, así
es, olvidado para siempre- se decía, mientras colocaba la almohada en su
cabeza. Buscaría una nueva vida, quizás con menos complicaciones y sin que nada
lo llevará de nuevo a revivir esa historia vivida con Hudson, ni otra con
iguales características. Pero sin Alissa ¿Qué haría?
Pensaba muchas cosas a la vez,
entre ellas no pudo evitar en recordar el incídete del Terminal, pensar en el
sujeto que lo atendió, sus ojos muy claros, ese aspecto de estar bien en la
vida, ¿tendría cuánto?, algo menos que él, se respondió. Inevitablemente elevó
su tensión, un calor lo envolvió y de nuevo cayó en ese aspecto de su vida que
quería apartar a toda costa y que formaba un lado oscuro en su mente.
Su sangre hervía, su piel se
erizaba, su cerebro no se detenía, su cabeza estallaría. De nuevo, estaba
enfrentándose a ese mal que lo enloquecería. Debía luchar con ello. Tomó de
nuevo una ducha, esta vez mucho más fría. El recuerdo de Hudson hizo algo más
que aflorar sentimientos ocultos por tanto tiempo, despertó un morbo que nada
tenía que ver con el cariño que sentía hacía cualquier mujer. Despertó la
pasión y ahora más que nunca amenazaba con consumirlo y tragárselo entero.
Se deshizo
del pequeño bóxer, tomó el pañuelo que el sujeto que lo ayudo le dio en la
ciudad, se lo puso en la cara para olerlo y pensando en la cara de hermoso
hombre visto en la terminar se masturbo mientras metía su dedo en el ano hasta
quedar exhausto en la cama y bañado del blanco líquido.
Segui @LevisTorres1
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