Coroline se hallaba pensativa
sentada en su escritorio, tendría que moverse muy serenamente si quería
mantenerse a la cabeza del departamento, este sujeto la inquietaba, sentía algo
de nervios por la manera que se tomaba las cosas, y no era porque estaban mal
ni bien, solo era porque, y aunque le costaba aceptarlo, le agradaba la forma que lo hacía, el único inconveniente; su extraña personalidad, era algo apático, aunque preciso en todo, tomó un bolígrafo de su escritorio y sin percatarse estaba escribiendo su nombre.
Esto también la molestó, esperaba
que sólo fuera una ilusión pasajera; enfrentar el hecho que pudiese estarse
metiendo en la vida de una pareja era complicado para ella. Su matrimonio
terminó por esta razón; así que esperaba no cometer el mismo error, sólo que
ahora ella como causante de todo. Estaba volando de nuevo por una serie de
ilusiones. En este estado de letargo y cavilación, llegó Richard con la solución
a su dilema.
-Tal
vez tendremos un viaje hasta San Francisco- dijo
sonriéndole la hermosa mujer-, debemos
investigar la posible conexión entre los pasados hechos y los nuevos, aunque no
queramos verlo así, esto nada tiene que ver con ventas de fetos, es algo mucho
más complicado, las jóvenes involucradas eran de personas adineradas y quizás
esto es lo que nos tiene dudando un poco… Tenemos un pequeño problema, y
escucha esto- aquí hizo una pausa grande, buscando las palabras exactas-. Nuestro compañero no le gusta mucho la
idea, se puso muy nervioso y visiblemente consternado cuando le dije que
iríamos allá. Hubiese deseado que estuvieras allí para verlo. Creo que
conocemos el punto débil de Kurtain. Tiene una historia demasiado larga en San
Francisco. Tan pesada que el solo mencionarlo lo enloquece y se transforma.
En este punto Caroline se quedó
pensando, sabía que algo tenía que ver el hecho de que Hudson estuviera allí,
su cabeza empezó a dar vueltas, no quería meterse en problemas que no eran suyos;
pero poco podía evitarlo, creía tener la experiencia suficiente para solucionar
este altercado. Era su oportunidad para investigar sobre este hombre tan
enigmático para ella, no entendía que cosa podía volver rivales a dos amigos.
Así que quiso ir más allá:
-Y…
¿Por qué piensas que puede ser eso? - preguntó a Richard.
- Creo sea por su divorcio, todo allá le recuerda a su esposa y ahora que
está a punto de terminar su historia, debe, me imagino, ser molesto para él enfrentarse
con su pasado. Aunque tal vez sea otra cosa. Lo vi realmente perturbado. Tanto
que casi pensé que se desmallaría.
Esta respuesta no le satisfizo a
Caroline, sino que por el contrario avivó su curiosidad, ella había pasado por
un divorcio antes y en nada se parecía a un entierro. Se quedó observando la
libreta con varias anotaciones hechas sobre varios aspectos.
Algo más debía haber y eso tenía
que averiguarlo, el único que tendría la respuesta era ese tal Chris Hudson,
antiguo compañero de Kurtain. Quizás lucharon por el amor de mujer, pensó;
luego se rió al especular sobre esto, ese romanticismo empedernido la había
llevado a su última ruptura y parecía que no se había curado del todo. Mas
debía moverse con cuidado, no debía arruinar un posible romance entre Kurtain y
ella. Buscaría la verdadera razón.
Hoy, sin percatarse, Caroline estaba
más adornada que nunca, sus niveles hormonales le jugaban una mala pasada. A
solo pocos días del arribo de Kurtain estaba perdidamente enamorada.
Seguramente su temor a los hombres estaba desapareciendo en parte, buscaba una
pareja que pudiese poner fin a todo lo que antes paso, o simplemente un
desahogo a su vida llena de sin sabores.
-¿Dónde
está él ahora?- dijo sin pensarlo mucho y revisando
algunos papeles. Richard volteó rápidamente a donde ella estaba, esta
indiscreción ponía en evidencia algo mucho más allá que un simple interés de su
parte. Se sonrió.
-
Últimamente se ha vuelto muy curiosa, agente.
Pero se lo diré, está en el rancho de ese sujeto, Allen, parece que
están organizando una carrera para esta noche, me invitó a participar de
copiloto junto a él, tiene un carro; antigua propiedad de Allen que lo quiere
estrenar en uno de esos piques del rancho.
-
¿Autos?... ¿Carreras?... –preguntó,
quedó pensativa y, sin esperar respuesta de Steel continuó- ¿Sabes qué? voy a acompañarte; pero no le
digas nada, por favor.- después de esto se quedó de nuevo absorta, a
Richard se le ocurrieron miles de cosa que decirles, pero tenía miedo a su
reacción. Esta era una faceta nueva que él no entendía muy bien, lo único que
era cierto es que quizás estaba enamorada de este sujeto. Él pondría de su
parte para que esto funcionara le agradaban los dos y merecían quizás
encontrarse, sabía que no debía involucrase; empero eso no significaba que
debía apartarse.
Mientras Kurtain viajaba, hasta el rancho de
Allen, su cabeza estaba pensativa y ofuscada a la vez, nuevamente pensaba en
Hudson, a pesar que la pasada noche se había propuesto no volver a pensar en
ello no podía evitarlo del todo. Necesitaba hablar con alguien para aclarar lo
que sucedía en su cabeza, estaba aterrado ante la posibilidad de regresar a San
Francisco, el mantenerse alejado para siempre de Hudson fue su única prioridad
desde hacía mucho tiempo y ahora podía hacérsele realidad la pesadilla de
encontrarse nuevamente con su recuerdo y el dolor causado, no sabía que
sucedería.
Luchó demasiado por convencerse de
que ya lo había superado y que su amor por él estaba muerto. Temblaba por esta
mínima posibilidad. –No iré- se dijo-
debo ser fuerte y no ir-. Pero seguía
con esta angustia que lo colmaba de zozobra. Sacó un cerillo de la guantera del
carro y comenzó a masticarlo con los dientes, este comportamiento no lo había
notado hasta ahora; era el mismo que tenía a Hudson, recordó lo que lo
desesperaba esta manía, y ahora estaba él inconscientemente haciéndolo lo
mismo. Con gran premura botó el cerillo por la ventanilla y siguió
manejando. Poco a poco se convertía en
esta persona que le robaba el alma, su voluntad y, según parecía, hasta su
personalidad.
En un punto de su viaje no soportó
más y, detuvo el auto, se bajó y comenzó a dar patadas al aire, estaba furioso,
furioso, furioso consigo mismo, esta mañana cuando Richard le asomó la
posibilidad del viaje, se descontroló enormemente, pero, muy adentro de él
sabía que eso era debido al miedo que tenía de que su vida fuera una mentira y
que posiblemente su psiquis nunca dejó San Francisco al unísono que su cuerpo.
No entendía, si todo estaba olvidado, porque el destino le jugaba esta mala
jugada. Sabía que si lo veía pasaría de nuevo por todo el dolor sentido.
Enfrentarse con sus viejos fantasmas, encontrarse de nuevo con todo lo que
significo Hudson en su vida. Sentirse sin fuerza ante lo fuerte de su pasión.
Tiempo después llegó al rancho de
Allen, quien lo vio bastante alterado y quiso calmarlo, le dio la mano y dijo:
-Tranquilízate…
¿Qué tienes? Espero que no sea problemas con Caroline, ¡Esa mujer te va a sacar
canas verdes si sigues sin enfrentártele de…! -
dijo Allen, pero dentro de la cabeza de Kurtain ningún problema podía ocupar
más espacio que Chris Hudson. Detuvo a Allen a mitad de su frase y le preguntó:
-
¿Podemos hablar en otro sitio?
Allen quedó paralizado, recordó la
primera noche en la que llegó Kurtain, la conversación que los dos entablaron,
en donde le confesó su amor por otro hombre, temía que fuera sobre esto que
quisiera hablar. Desde que Kurtain regresó se habían hecho de nuevo muy amigos,
y esperaba que lo de Caroline se hiciera realidad para poder salir de sus
dudas. No obstante, parecía que esto no sucedería y él volvía a sus antiguas
andadas. Le sugirió cierto sitio muy apartado en el que podían hablar y que
además le gustaría enseñarle. Subieron al auto y fueron hasta allá.
Llegaron al término señalado, era
una extraña plaza al lado de un corral pequeño, seguramente algún lugar para
practicar la monta de toros o caballos salvajes, estaba al lado un tanque de
agua que, en las alturas, amenaza con derrumbarse de un momento a otro y más
allá un molino de viento giraba muy lentamente. Allen comenzó explicándole que
algún día quería montar una fábrica aquí mismo, en donde él procesara su carne
en productos de larga duración, Kurtain miró el sitio y no se imaginaba una
fábrica en ese lugar, algunos toros se veían en el firmamento pero del resto
más nada, Allen le siguió explicando de como ampliaría el lugar en un futuro e
incluso barajaba la idea de internacionalizarse.
Para Kurtain era una verdadera
locura, pero sí pudo montar la cría de cerdos allá, esto no le sería muy
difícil. Caminó hacia un árbol solitario al cual el viento había moldeado
dándole una forma de parecer estar abatido por un huracán en quietud, al igual
que alma.
En algún momento de su exposición
Allen calló, vio a Stephen apartarse hacía ese árbol pegado a la cerca, se
acordó la razón por el cual vinieron a este lugar, estuvo un momento en
silencio y esperó que Kurtain empezara la conversación, sin embargo, no podía
hacerlo, estaba al punto del colapso, solamente apartaba la arena con su zapato
de un lado a otro ausente de todo. Allen entendió y comenzó a hablar ante la
negativa de Kurtain de hacerlo.
-Cuando te conocí –comenzó Allen- disfrutamos aquel beso que para mí fue importante, pues en esos días
sentía algo bastante grande por ti, podría decirse que era amor. Al verte de
nuevo acá supe que, tal vez fue así pero, estaba equivocado, yo esperaba que
para ti fuera igual que para mí. Seguramente quería verte feliz al lado de una
mujer que te quisiera y que tú quisieras; tanto como yo a mi esposa, -
Kurtain continuaba sin hablar- hemos
compartido más en estos días que todo el tiempo aquella vez; cuando te veía
entrenar en los carros y reías, quería que nunca volvieras a pensar en aquello.
Pero… ¿sabes qué?
Pienso
que soy egoísta en mi percepción, no puedo estar con un hombre porque
sencillamente no sería feliz, me ahogaría y quizás tú también sientes lo mismo -
en este punto, sintió que estaba perdiendo a un gran amigo, no podía vitarlo-… y yo no puedo verlo así y según veo tu
tampoco lo sabes, porque percibo que sigues encerrado en un mundo en el cual, y
me perdonas si me equivoco, no eres feliz.
Allen se detuvo un momento, para
dejar este punto a la vista de Kurtain- a
medida que has ido superando tu divorcio con Alissa un vació se apodera de ti y
que seguramente es esta angustia que te envuelve y que, seguramente; aunque
trates de evitarlo, hoy traes hacía mí,
- Allen miraba a Kurtain esperando ver en su rostro cualquier expresión, pero
era inútil, sólo escuchaba –veo mejor que
tú, que debes aclarar eso de una buena vez, ya no somos jóvenes, debemos
entender las cosas tal como son y enfrentarlas, tomando una decisión. Las
mujeres no son tontas Kurtain, lo que yo descubrí en pocas semanas, tú esposa
ha debido saberlo por tantos años, seguramente te alejaste de ella hace ya
mucho y este es el resultado. Quiero hacerte una pregunta y quiero que me
contestes con la verdad ¿Tú aún lo amas? ¿Qué maldita sea sientes por él?
Kurtain caminó hasta la cerca y se
apoyó en ella con los brazos sobre la madera, bajó la cabeza para poder pensar,
la vasta llanura se extendía solitaria y casi sin vegetación y así estaba su
corazón, nunca estuvo tan solo como estaba ahora, Allen puso de manifiesto algo
que él se negaba a aceptar, cayó de rodillas ante la cerca, tomó tierra y la
esparció por todo el aire. Levantó la cara y con los ojos rojos de ira maldijo
a Hudson.
-Maldito seas Hudson, maldito seas, maldito cobarde- en ese momento
supo la gran realidad que se había empeñado en negar por todos estos años, no
podía hacer nada por dejarlo de amar, estaba aún enamorado de ese ser que nunca
lo amo y no lo amaría, toda una cascada de reacciones atravesó su cabeza, se
sentía como atravesado por una flecha en su corazón, Allen se acercó junto a
él, aun cuando nada podría hacer por traerlo a la razón.
Allen trató de sacarlo de su sopor:
-¿Amaste
alguna vez a Alissa?- preguntó Allen para tratar de encontrar
un punto de equilibrio donde apoyar el des balance de su alma.
-
Hoy que todo acabo, no sé si la ame - contestó- con ella hubo momentos de gran felicidad. A
pesar que mi corazón guardaba el recuerdo de Hudson. Sin embargo, hoy para mí
es muy duro aceptar que no me quería en lo absoluto. Sí lo hubiese hecho habría
luchado como yo lo hice, siento que poco le importé. Y eso para mí es demasiado
doloroso, tanto que no puedo respirar. Sentir que me vida se ha convertido en
un amor platónico me ahoga, no puedo evitarlo. He estado alimentando un
fantasma.
En este sentido Allen se sentía que
no tenía mucho que decir.
-Trata
de buscar otra persona a quien entregar ese amor que traerá la paz, olvida y
perdona de una buena vez, Caroline se ve muy interesada en ti, puede ser algún
comienzo y pensemos que este descalabre emocional es porque tienes miedo de
enfrentar de una buena vez el pasado- dijo esto y dio una
palmada en su hombro- seguramente veas
con malos ojos esto que te diré, pero pienso que es una maravillosa oportunidad
de enfrentarte de una vez por todas a este monstruo que tienes alojado en tu
vida y pareciera que nunca saldrá de allí. Enfréntate a él y libérate. Luego
sólo allí, sabrás que tan perdido estas. Fue malo dejar las cosas sin
terminar.- Allen guardó silencio y Kurtain le agradeció la ayuda, y fue
hasta el auto.
Más tarde serían las carreras;
Allen veía muy mal a Kurtain, no sabía qué hacer, poco faltaba para verlo
llorar. Nunca pensó que Kurtain sufriera de esa manera, si al llegar estaba
bien y hoy estaba irreconocible. Se recostó en el asiento del auto casi
hundiéndose en él. Lo dejó tranquilo pero seguía pensando que hacer.
Kurtain estaba desecho por dentro,
era un recipiente fracturado, cualquier intento por sanar se convertía en más
preguntas y más preguntas... sin respuestas aparentes.
En la noche el circuito estaba
lleno de muchos visitantes, era la noche de los mejores y uno que otro neófito
en este tipo de auto, entre los cuales, por supuesto se encontraba Kurtain.
Allen se hallaba con su grupo y a medida que la noche avanzaba un Kurtain más
sereno; aunque con cara de mandarlo todo al demonio, su máquina estaba a tono.
Una de las primeras carreras que se correrían era la suya, otros competidores
se acercaban a la meta. Algunos corredores él los conocía, entre ellos el
contrincante de Allen la otra noche, esté lo saludó con cierto tono de burla, Kurtain
no le dio importancia y quiso probar el sistema de su coche.
Buscaba entre los asistentes a
Richard; sería su copiloto, pero no aparecía por ningún lado, fue a dar una
corrida para revisar que no estuviera por allí sin que él lo haya visto,
prendió su auto y anduvo por todo el circuito, apartados en una de las curvas
se hallaba el sujeto de la granja de Allen, detuvo su auto allí y vio algo que
no esperaba, la hija del beisbolista abrazada a un hombre de color que no era
de ninguna manera el novio descrito por su padre.
Se acercó a investigar cubierto por
el auto. Ella reía y tomaba, abrazada al sujeto. Una que otra vez daba un beso.
Algo muy extraño pasaba allí, si eran amigos
por qué no dio primero parte a ella del hallazgo del auto, sino que por el
contrario lo indicó a las autoridades. Miró fijamente y mucho más allá se
hallaba escondido, detrás de otros autos, Richard observando de cerca, lo mismo
que él se sonrió de la astucia de su compañero, él que sí conocía el auto de
Kurtain hizo señas. Richard se apartó y fue a un lugar alejado de la pista;
hasta allá llevó su auto Kurtain. Una vez fuera del campo visual de los jóvenes
se entrevistaron los dos efectivos.
-Esto
está muy raro Richard- dijo Kurtain- creo que debemos vigilar a ese grupo por sí algo se nos escapara de las
manos, sabía que algo se tejía en este asunto, no puedes perderlos de vista-
terminó Kurtain.
-Pero recuerda que te acompañaré en la carrera…- luego se quedó
pensando- aunque vine con alguien que
podría sustituirme- y una vez dicho esto, una sonrisa asomó a sus labios- espérame allá te mandaré al sujeto perfecto
para ser tu copiloto.
Kurtain fue a donde estaban
alineándose los otros autos, serían sólo tres, esto esperanzaba un poco a
Kurtain, se colocó en la línea de partida y Allen le hizo señas apuntando a un
hombre de casco que iba hacia él. Kurtain pensó que era quien Richard había
mandado, lo saludó y los dos entraron al auto. A estar preparados para la
carrera el joven extraño volteó y Kurtain se sorprendió al ver allí Caroline.
No lo podía creer pero no era el tiempo de sorprenderse. “Yegua” la joven que anunciaba la salida tomaba posición y Kurtain
sabía en que acabaría todo esto.
La carrera fue vertiginosa y los
tres autos luchaban por imponerse, Kurtain sorpresivamente la ganó a bordo de
un Corvette. Todo el circuito fue a saludar al nuevo corredor y Allen se
enorgullecía de presentar al intempestivo ganador, también fue una extrañeza el
hallarse una mujer como su copiloto. Todo un espectáculo, la primera carrera ganada
por Kurtain, en medio de la multitud Kurtain tomó a Caroline por la cintura y
en frente de todos le dio un gran beso.
Toda la inquietud de la tarde había
desaparecido al probar los labios de Caroline, una tigresa vestida de negro.
Quiso guiarse por las sugerencias de Allen y entregarse al amor de otra persona
que hiciera desaparecer a Hudson de su mente para siempre. El romance debía
acabar con el vestigio del mal. Sería feliz a costa de lo que su corazón
sentía. Debía obligarse a ello. No había decidido ser homosexual y no aceptaba
una imposición de tal magnitud. Lucharía sin cuartel.
Tanto Richard, Allen y la propia
Caroline se sentían feliz por el arrojo del tímido policía, esperaban esto
desde hacía mucho y por fin descansaría de la tensión que le producía; aunque
los tres por razones diferentes.
II
Manú se hallaba en estado de
depresión, necesitaba una válvula de escape, drogarse y acabar con esta
angustia. Sin ser vista por su padre ni por sus cuidadores, se escabulló de
nuevo de la casa, tal cual lo había hecho todos estos días, tomó un vehículo
rustico y salió rumbo a los suburbios, a casa de Jean Dalton, el mismo joven
que la abrazaba la noche anterior en las carreras de autos.
Al llegar allí, Jean la esperaba
apoyado de su auto blanco, frente a la casa, en donde se habían visto varias
veces. Él cruzado de brazos y con ganas de mandarlo todo al mismísimo demonio.
Ya no le parecía tan divertido el hecho de acostarse con una niña de papá, Manú
simplemente estaba fuera de control y el nada podía hacer para que volviera a sus
cabales.
Ella, en cuanto lo vio, le exigió
algo de droga. Él la tomó del brazo y le pidió que se calmara, a lo que esta
respondió histéricamente.
-
¡Maldito bastardo, Hijo de perra! Yo he llegado muy lejos por tú amor y es hora
que aprendas a respetarme y retribuir de alguna forma todo lo que estoy
dispuesta perder por ti, eres como lo demás, eres como mi padre-
le decía esto, al tanto estiraba su mano para dar un golpe en mejilla, él lo
paró y miró a su alrededor para asegurarse que nadie los veía. Forcejeó con
ella hasta que estuvo calmada nuevamente. Pasaron hasta la casa.
Una vez adentro, se sentaron en la
pequeña sala, ella se tumbó en el sofá; él explicaba muy preocupado del agente
traído de Los Ángeles por el caso. Contaba como un día lo vio en las carreras
junto a Damián, un error que quizás podría ponerlos al descubierto, anoche
también estaba en el circuito y de nuevo seguramente los vio, así que
necesitaban alejarse por un tiempo hasta que todo pasará. Al decir esto el
horror se reflejó en los ojos de Manú y se salió de nuevo de sus casillas.
-
Eres un hijo de puta, no volveré atrás- le gritó.
-…Creo
que,
– le sugirió Dalton, en la frontera de su entereza -no puedes seguir escondiéndote, debes enfrentar a tu padre y detener
todo de una buena vez, seguir así sería una locura estas desquiciada y
obsesionada por todo esto. Mira por todo
lo que has pasado. Reacciona, llevar esto más allá, sería acaso una locura. Tú
lo sabes bien. Hemos hecho demasiado, no quiero hacer más nada de esto. Son
gentes realmente poderosas y peligrosas no entiendo porque te ayudan; eres una
marioneta, estoy seguro que van tras algo más. Si me hostigan lo diré todo.
-Sólo
necesito tiempo es todo.- dijo ella tratando de serenarse.- Esos infelices no me tendrán de nuevo en sus
redes, estoy segura que puedo cuidarme sola y puedo esquivarlos muy bien. Me
prometieron devolvérmelo y lo hemos hecho tal cual lo planeamos, lástima que no
ha sido lo rápido que esperaba.
-Maldita
sea Manú, no puedes estar hablando en serio. No podrás hacer nada. No creo que
quieras eso. Estás loca y yo no quiero seguir - esputó
Dalton fuera de sí.