4. Imponderables
Un sol maravilloso
llenaba las calles de vida en la desordenada ciudad, donde los contrastes de
diferentes mundos se hacían presente, tan marcadamente separados que podían
pasar varias situaciones en un mismo sitio sin que los integrantes de dichos
sub-mundos se involucrasen, para todos la presencia de otros seres era
evidente, pero sin que, por ello, importasen tales o cuales aspectos, sus
intereses hacía casi imposible la mezcla de historias, en los periódicos de
diferentes categorías se veía con mayor claridad plasmado esta realidad, si por
casualidad un periódico, no propio de cualquiera de estas dimensiones apartes,
eran leídos por error, el lector se preguntaba extrañado -¿Esto es en mi ciudad?- Eran como espacios apartados, por un lado
él luchar por la vida día a día y por el otro, tratar de tener más y más en sus
lujosas casas pasando por una escala entre extremo a extremo. Un contraste que
no era incluyente ni correlativo.
Esta misma calle le servía
de marco a Glauber, quién caminaba leyendo el periódico sin detenerse por
ningún motivo, leía la sección de economía y asentía con la cabeza mientras lo
hacía, antes de llegar tiró a la basura el periódico y entró saludando a todo
el personal que operaba en el gran edificio, todos veían la cara radiante con
que la se levantó el exitoso joven, su cara demostraba el buen momento que
atravesaba, no podía ser de otra manera su mundo estaba volviéndose una caja de
felicidad, su esposa, su trabajo, sus amigos todo era perfecto para él. Lucía
un sobrio traje gris y camisa de color azul, caminaba despacio quería gozar
esta etapa lo más que pudiera. Antes de llegar llamó de nuevo a Ligya, tenía
que fijar una hora para verse antes de la hecatombe de la boda.

Glauber no notó esto, estaba tan fascinado por
todo el aumento del cause del río empresarial, que él había propinado, que
estaba ciego de emoción. Iberê por el contrario sí presto atención a este
particular, lo preocupó y sumó su cara larga a la Gilberto y el padre de
Glauber, el exitoso joven miraba el plano de la empresa colgado en la pared
exponiendo sus ideas giró y miró el grupo de caras largas.
-¿Qué pasa, dije algo malo? ¿Por qué esa
cara?- preguntó
extrañado, mas fue el padre quién habló.
- No nada, todo está bien, esa idea de ampliar
el área “B” me parece genial, claro pero yo también propondría reparar la “C”
para evitar perspicacias. ¿No lo crees Gilberto?- dijo esto mirándolo.
-OH, sí me parece bien, esta perfecto.-
Empero, esto no convenció a Glauber, que
notó en el ambiente algo raro, luego de un brindis, se calmó un poco, habló con
su padre y con Gilberto de otras cosas. Gilberto hizo un comentario de las alianzas y a su
mente volvió la boda.
-Anoche cuando pasé por casa de Ligya recogí
las alianzas, así que ya no hay más problema.
-Bien- Al todos irse se sintió con menos
animo, hizo llamar a Iberê de nuevo. Sabía que a Gilberto, ni su Padre podría
sacar nada pero sí a él. No podía dejar nada por fuera, su boda sería mañana y
debía estar todo listo. Quizás era tiempo de dar ojo a su paranoia.
Al llegar Iberê
preguntó el porqué lo había mandado a buscar, pero Glauber no le contestó nada
y le dijo siéntate, tras la cara de Glauber, Iberê se sintió nervioso.
-¿Pasa algo?- preguntó Iberê tímidamente.
-Eso dímelo tú, todos tres estaban muy raros
en la mañana ¿Pasa algo que no sé?- agarró una taza de café y tomó un
trago.
-Por mi parte nada- respondió Iberê, luego dio una pausa larga, para pensar
un poco, sabía que quizás cometería el error más grande de su vida, aún así lo
soltó y que viniera el diluvio no le importaba- ahora que me lo preguntas, te voy a decir algo que tal vez pueda
caerte mal- dio otro respiro profundo, necesitaba una oportunidad para
contar lo que sospechaba y esta se había presentado- pero aún así te lo diré, hace dos días buscaba en los archivos
algunos datos que faltaban, te acuerdas que te conté y pude entrar al sistema
de archivo, pues por pura casualidad, revise algunas cosas de los libros y
existen cosas que quizás deberías saber
y estoy seguro que no lo haces- el también se sirvió café, para
poder seguir hablando, Glauber no decía nada, sabía que era algo grave, le
molestaba que Iberê siguiera husmeando por allí, resultaba un sujeto sin
personalidad y eso podría poner en peligro la empresa. Más pensó que Iberê no
se arriesgaría así por nada- …he visto
cuentas – continuo Iberê- muy grandes
traspasadas a otra que no es la empresa,
creo o mejor dicho- levantó el dedo índice- estoy seguro que ustedes tienen algo muy turbio. Si me lo permites
decirlo tú madre seguramente no dejó constancia de cuanto dejo en la empresa.- al
terminar de decir esto, Glauber se levantó de su silla y le dijo.
-¿Tratas de decir que somos ladrones?- se
sintió confundido y molesto. – no sé qué
demonios me hablas.
Iberê quedo
estupefacto ante este comentario, esto le daba un vuelco al asunto, entonces
era cierto su primera impresión, estaban en un complot para quitarle la empresa
a Glauber. Todo cobraba sentido ante sus ojos, era evidente que el padre de
Glauber no daría la empresa así como así. Esto era la pieza que faltaba, un
birlado hijo. Se serenó y respiró profundo ante la cara de consternación de
Glauber.
-No seas iluso, sí tú no sabes creo que es
responsabilidad mía decirte que te están tendiendo una trampa.
-¿Te están tendiendo? ¿Quiénes? ¿Qué dices?
-Esto lo voy a decir con mucho respeto, tu
padre y Gilberto, quien también revisa
los libros- se encogió esperando la reacción de Glauber, afortunadamente
éste no dijo nada se encontraba muy consternado.
-¿Estás seguro de eso? – Preguntó con inocencia- Estás diciendo cosas muy graves y no puedo
hacer falsas afirmaciones. Vamos a darte el beneficio de la duda, revisaré yo
mismo los archivos y veras que sólo fue un mal entendido, pero sí esto es sólo
especulaciones tuyas, se ahora quien eres, un oportunista y créeme que si estos
es mentira, te despidiere yo mismo, no tolero las personas sin ética-
aunque sus palabras iban en aumento, en este punto, volvió a recuperar la
serenidad - te voy a pedir que no
comentes nada.
Iberê se arrepintió
de lo dicho, como en un instante la cosa se tornó morado oscuro, ahora resulta
que posiblemente él era el amoral. -Valla
cosa- pensó. Quedó sentado ante su desliz.
Glauber salió muy
confundido de la oficina, no entendía porque pasaría algo así, pensaba en
Gilberto y en su padre, pero no podía ser así. Pasó a la oficina de Gilberto y
afortunadamente no estaba ahí, prendió su computadora y se disponía a abrir los
archivos, pero no lo pudo hacer, era evidente que no quería que nadie entrara,
pero ¿Por qué?; comenzó a entrar cierto pesimismo en él. Esto que decía Iberê
era nuevo y desconcertante, aunque algo absurdo, no podía desconfiar de quienes
eran eje central de toda su vida, sus éxitos y fracasos los conocían ellos
mejor que nadie.
Recordó que en la
oficina de su padre había otra computadora con esos archivos, salió corriendo
pero antes de llegar notó que su padre estaba ahí, se detuvo y giró en otra
dirección, se topó con la secretaria de presidencia, que al verlo un poco
pálido y sudoroso le preguntó:
-Sucede algo, se ve algo pálido.
-No se preocupe, no es nada es un simple
mareo ¿Ha visto a Gilberto?
-Salió después de hablar con usted, no sé
donde pueda estar.
-Crees que pueda revisar los archivos de
contabilidad, necesito ciertos datos- Preguntó él.
- Sí, por supuesto, aunque yo no llevó esos
archivos tengo conexión a ellos en mi computadora- y caminó hacía su
escritorio.
-Podrías dejarme solo un momento, por favor-
Ella asintió y le pareció raro eso, luego se acordó de la extraña conversación
tenida con Iberê, y también se preocupó, se preguntó -¿si estaría Glauber detrás de algo?- pero luego decidió bajar al
cafetín. Los problemas de la empresa no eran asuntos de ella.
Glauber se quedo
accediendo a los archivos, su padre podía verlo desde su oficina así que se
arrimó a un lado para tratar de no ser visto por él, a medida que observaba las
cifras su rostro iba cambiando drásticamente, era cierto lo que decía Iberê,
todo estaba allí, los recursos de la empresa estaban siendo desviados hacia
otra parte, el imperio que dejó su madre, estaba pasando a manos de su padre.
En ese momento cayó
en cuenta que su madre no había dejado papeles del traspaso, él sería despojado
por su padre,- ¿Qué es esto? ¿Por qué
Gilberto no le dijo nada?- imprimió una copia de los movimientos más
importantes, desde la oficina de su padre se veía el escritorio donde estaba,
así que se cubrió lo más que pudo, estaba fuera de sí. La impresora sacaba las
primeras hojas él las leyó con más detenimiento. Allí estaba todo, no había
error posible; no obstante, haciendo uso de su positivismo se dijo que seguro
había una explicación.
Se levantó y fue a
la oficina de su padre, papeles en mano, lo encontró sentado en su
escritorio, el Sr. De Sá, lo notó algo
alterado, se sentó y puso en el escritorio una serie de papeles que traía en la
mano.
-¿Quisiera me explicaras esto?- le preguntó, directamente.
Dándole los papeles.
-Déjame ver ¿qué es eso?- tomó los papeles
y se los quedó analizando y poniendo mayor énfasis los marcados por Glauber, se
levantó cerró la puerta y se volvió a sentar con las manos unidas por las
puntas de los dedos dejando un pequeño espacio entre ellos, los llevó a su
labios buscando en su mente las palabras precisas.
- ¿Cómo te lo explico?- aguardó un poco
antes de decir la otra palabra- Tú madre
era una mujer muy aguerrida y tenaz, algunas veces cometió errores y todos
ellos por problemas sentimentales, su corazón dominaba su alma. Ese fue el caso
de querer dejarte la empresa a ti que no tienes poca o ninguna experiencia,
cosa que aquí se necesita- en este punto esbozó una pequeña risa, Glauber
se levantó y su semblante cambió de alterado a totalmente furioso.
-¿Qué estás queriendo decir? Soy el heredero
de la empresas te guste o no, he aumentado las ganancias de la misma en cuatro
veces- lo apuntó con el dedo.
-Eso no es así, aún eres muy joven para
entenderlo, y esa niñería que hiciste y por la cual te sientes tan orgulloso
durará poco tiempo. Para dirigir una empresa como estas se necesitas garras y
eso que tu cara de niño bonito, no tienes, es por ello y escúchalo bien, no
pasaré la empresa a tú nombre, no existe ningún papel que me obligue hacerlo,
tranquilízate nada te faltará, todo estará bien- Glauber en ese momento
sintió el mundo colapsar dentro de sí, era cierto es un pequeño detalle, nada
podía hacer, su cerebro necesitaba oxigeno para poder oír.
Los gritos entre los
dos fueron en aumento, Glauber reclamaba su derecho, pero esto poco le
importaba a su padre que se hallaba seguro de todo lo que decía, su estrategia
dio resultado, lástima que la olla se destapara antes de la boda, esto era una
calamidad, pero aún así continuó. Sabía que luchó al lado de su esposa todos
estos años apoyándola primero como vicepresidente y ahora como presidente,
aunque la empresa pertenecía a su familia, era él que la ayudó a llevar donde
estaba ahora y eso tenía que reconóceselo de alguna forma. No, no, cedería tan
fácilmente, así tenga que convertirse en una batalla campal todos los días. Al
final tendría la empresa para él.
Cuando conoció a su
esposa él era un recién graduado que empezaba su vida en el mundo laboral, se
enamoró y casó con esta rica heredera, siempre fue la sombra de ella, nunca
pudo explotar su potencial tal como hubiese querido y ahora venía este mequetrefe a querer quitarle lo que por
derecho le pertenece y no lo que tuvo que heredar de sus padres. Así que estaba
convencido que la empresa era suya por derecho propio, no le estaba robando
nada a nadie. Continuó gritándole a Glauber.
-…Entiéndeme, tienes los estudios pero te
falta el don de mando, no, no, te cederé la dirección y esta es mi última
palabra, un día me compraderas y sabrás que hice lo mejor para ti.- Miraba a Glauber con decisión, quería que lo
entendiera. Glauber se levantó de la silla, tomó los papeles de la mesa y se
retiró sin decir ninguna palabra más, al salir varios de los empleados estaban
reunidos cerca de la oficina, los gritos habían llegado a sus oídos. Glauber
caminó hacia su oficina escribió unas cosas en la computadora y luego imprimió
y firmó.
Todos miraban los
pasos de Glauber, fue de nuevo a la oficina de presidencia y dejo la renuncia
en el escritorio.
-No me quedaré aquí para ver como pasas por
encima de todos-
el Sr. De Sá estaba tensó y lo único que pudo decir fue.
-Eres joven y no entiendes, ya lo harás y
volverás en una semana.
-¡Cállate imbesil!- esputó Glauber y tiró la puerta.
Todos vieron salir
al joven por el pasillo, con paso marcado sin mirar a nadie, recogió alguna
cosas, entre ellas su lapto y los
papeles que imprimió y dejó tras de sí,
todos los empleados quedaron asombrados. Ya de que de ningún modo se imaginaban
este final, pero nadie quería decir por temor a peder su trabajo, para todos
era evidente que ambos tenían un carácter fuerte y ninguno de los dos iba
ceder, sus personalidades eran bien marcadas.
Ya afuera, Glauber,
se sostuvo de un farol que se hallaba en el pequeño boulevard del frente del
gran edificio De Sá, tomó aire y se montó en su lujoso auto, estando allí se
apoderó un arrebato de cólera, todo había sucedido tan rápido, sin poder
entender que fue todo eso, era evidente que su padre quería que se casara para
darle el golpe, por siempre sería sólo un empleado de lo que por derecho le
correspondía, daba golpes en el volante y pensó en llamar a un abogado, esto no
podía acabar así, pelearía la empresa, luego buscó en su cabeza algo que le
sirviera de testimonio y no halló nada, no había testamento que pudiese probar
los últimos designios de su madre. Si de algo estaba seguro es que quizás nunca
podría probar eso. Pero lucharía.
Ya en la calle tomó
su móvil e hizo una llamada a Ligya, tendría que calmarse y discutir con ella,
antes del medio día, sí continuaría con la boda, ya para mañana todo el mundo
se habría enterado de lo que sucedió en
la empresa y su decisión de renunciar. En su cabeza veía medio mundo hablando
de su derrota. Se decía a sí mismo lo estúpido que fue, era evidente que su
padre nunca le daría la empresa, nunca lo quiso, siempre él lucho por ganarse
su aprobación pero nunca la obtuvo, él era demasiado justo, como muchas veces
le hizo saber, pegó un grito y se dijo -¡Demasiado
justo!-. El móvil de Ligya sonaba
una y otra vez, decidió llamar a su casa, le contestó el padre de ésta.
-¿Se encuentra Ligya?- preguntó él algo angustiado. El
Padre de Ligya rió porque seguro los dos estaban con los nervios de la boda.
-Creo que debes calmarte, ella se fue a
encontrar con Gilberto en casa, la escuché
hablar por teléfono con él.
-OH, bien iré para allá- colgó el
teléfono, primero iría a su apartamento, necesitaba recoger alguna ropa,
pensaba que si Ligya le pedía que se casaran en otra parte lo haría sin mirar
atrás, estaba totalmente fuera de sí. Esperaba salir rápido de la boda para
enfrascarse en el aspecto legal, contrataría a los mejores abogados, contaba
con algo de dinero para dar una buena pelea.
Al llegar a su
apartamento, poco le importó tirar la llave en ninguna parte, se fue directo al
closet y escogió un bolso más bien cómodo,
no quería llevar mucha ropa, algunas mudas, tomó ropa deportiva, y su
traje de la boda que llevó aparte, dejó acomodado todo en la cama, y se metió a dar un baño, ya en la ducha dejó
que el agua corriera por su cabeza,
tenía que quitarse el estado de confusión que sentía, la rabia a su
padre lo empañaba todo, sabía por experiencia que este estado no lo haría
pensar con claridad, agregó espuma en su cabeza y un estado de tranquilidad
invadió su mente, no quería pensar. Algunas pompas de jabón llenaron el baño,
por doquier explotaban con los colores del arco iris, quedo mirando como una a
una explotaban, una de ella lo hizo muy cerca de él, la imagen de Ligya vino a
su mente, la llamada anterior a la discusión con su padre. Sus ojos se
abrieron, su cuerpo se iluminó y la visión que vino a su mente fue a Gilberto
diciendo.
-Anoche pasé
por su casa…, por su casa…, por su casa…, por su casa…- ¿A qué hora?
Recordó haber hablado con ella hasta muy tarde y ella no sabía de él.
Salió del baño, se
vistió rápidamente con un suéter azul y unos pantalones de color caqui. Tomó la
ropa puesta en la cama y salió al carro. Gilberto vivía a la afueras de la
ciudad, casi al final de la misma por el lado norte, condujó hasta allá,
estacionó el auto, justo al lado del auto rojo de Ligya, sus ojos
desprendían fuego de indignación. Sacó
de su maletero una pistola y la cargó, se la introdujo por el pantalón.
Sigilosamente llegó
hasta la puerta, puso la mano en unas plantas de helecho a su derecha, de ella
sacó las llaves del matero, con cuidado de no hacer ruido, abrió la puerta, con
pasos largos se dirigió a la sala, nada
se escuchaba, miró hacia el cuarto de Gilberto y vio la puerta
entreabierta, con mucho cuidado se pegó al lado de la pared, puso el oído
cercano a la abertura de la puerta, lo que escuchó lo dejo frió, los gemidos de
Ligya, y las palabras de Gilberto, los dos hacían el amor.
Glauber apretó el
arma con su mano abrió la puerta de par en par, sus ojos comprobaron lo que
antes había escuchado, los dos estaban en la cama, Gilberto en la parte de abajo y ella sentada encima de
él, como cabalgándolo, de momento no notaron la presencia de Glauber, la pasión
los envolvían separándolos del resto del mundo, ella se agarró de espaldar de
la cama y se abalanzaba con más furia
hacia él, haciéndolo gemir, mientras él besaba sus senos. Glauber
observaba la escena sin poder hablar, hasta que reaccionó y grito.
-¿Qué demonios es esto, malditos?– los amantes se separaron y ella
se cubrió con la sabana, con ojos espantados de ver a su prometido parada
frente a ella. Glauber tomó a Gilberto por el cuello y le propinó un golpe que
lo lanzó hasta el suelo, ella trató de detenerlo pero él la sostuvo con una
mano, mientras con las piernas daba patadas a Gilberto quien se retorcía en el
suelo, él la miró con lágrimas en los ojos. Quería disparar el arma que tenía,
sin embargo, no pudo, no era un asesino.
-Te libero del compromiso, sino me amabas
pudiste habérmelo dicho, antes de hacerme esta canallada- Bajo la cabeza y
antes de irse metió varias patadas en la cara de Gilberto.
-Maldito, hijo de puta- y salió de la
habitación, una vez afuera, bajo la cabeza, la que le iba a explotar, primero
lo de la empresa y luego esto, llegó hasta el auto y no se montó, sino que al
contrario sacó el bolso junto el traje del maletero. Seguro su padre pensaba
que este carro tampoco era suyo. Se sintió tan desprovisto de todo. Que pensó
desaparecer.
Frente a él una
carretera que se perdía al infinito, sin poder pensar camino hacia ella, daba
pasos cortos, adentro su mundo estallaba y bajaba de las nubes al despeñadero
en un solo día, su ojos se empañaron con lagrimas y corrieron por su cara, jamás había odiado a tantas personas en un
solo día. Su altivez lo llevó a no escuchar a quienes todos los días le decían
de una u otra forma lo que ocurría, siguió al pie de la letra todo lo que
aprendió y ahora todo acabó, la justicia estaba perdiendo su valor, su falta de
conocimiento del todo estalló en su cara sin que pudiese darse cuenta. Maldecía
su suerte y seguía caminando sin desear llegar a ninguna parte.
El sol del medio día
evaporaba sus lágrimas y su paso era pausado, al principio iba por la orilla
del camino, los conductores pasaban a su lado a alta velocidad, más de uno le gritó y llamó demente, él no se atrevía a
responder, su cordura quedó allá en esa cama juntó a su novia y su mejor amigo.
Aún llevaba el traje
con que se casaría en la mano tapando el arma y él bolso en la otra. ¿Quién era
ahora? ¿Dónde quedó su vida? en su mente y sin querer veía muriendo a todos por
muertes crueles, deseaba que un rayo les llegará de repente y los borrara a
todos, pudiendo así; liberar tanto dolor en sí. Estaba desangrándose por
dentro.
Luego sin darse
cuenta caminó por el centro de la carretera, pensó en los invitados de mañana,
pensaba en lo que diría, se rió entre el llanto, con todo lo que pasaba y aún
pensaba en lo que diría la gente, sería la comidilla de la ciudad, todos sus
enemigos se regocijarían por este hecho, veía caras riéndose a su lado. Detuvo
su paso cayó de rodilla, con los puños levantados gritó:
-¡Malditos! – luego las bajo y quedo por un rato en esta
posición, una pequeña lluvia cayó empapándolo poco a poco, primero vio
empaparse la camisa, luego su pelo y finalmente salir una pequeña fuente salió
de sus manos, sintió venir un gran camión,
a continuación una gran bocina y posteriormente las ruedas rechinar en
la carretera. Él se puso las manos en la cabeza esperando que todo allí
terminase y borrará todo su mundo.
Disculpa q pasó con el capitulo #3 no lo puede ver me falta esa parte de la historia no se cual sera la rivalidad de quien??
ResponderEliminarOhh, tenes razón, gracias...estos días estuve acomodando el blog y seguro borre el link, pero ya esta resuelto... Gracias por seguirnos, saludos y espero te guste la historia...
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe encanto este capitulo !!!!!!!
ResponderEliminarMe alegra, sí, lo que todos veíamos venir, menos el protagonista...lo llamé varias veces, pero a mi, lo mismo que Ibere, tampoco me hizo caso. Bueno, espero continúes con la historia y nos cuentes que te parece...Saludos y gracias por estar ahí.
Eliminar