Capitulo Uno
1. Anterior a la Boda
En la mañana,
Glauber, se levantó con el sonido del despertador, un inmenso y brillante sol
lo saludaba, lentamente abrió los ojos para adaptar la vista a la intensidad de
luz. Sus brazos en alza estiraron todo su cuerpo, haciéndolo sentir lleno de
una energía. Las preocupaciones de la noche anterior habían quedado atrás,
parecía que, con el descanso que da el sueño, todo estaba más claro para él, su
mente, de seguro, trabajó con la tregua. Se estiró de nuevo y agradeció
internamente el que su novia le regalara sabanas de seda. Eran bastante
acogedoras.
Se levantó de la
cama y tomó un baño, esto lo hizo con todo el ceremonial de las mañanas:
lavarse la cara; cepillarse los dientes; afeitarse la recién nacida barba;
meterse a la ducha; secarse. Posterior a esto fue al closet en donde tenía sus
trajes ordenados para cada día de la semana, los elegía previamente para evitar
el retraso que daba el seleccionar la ropa. Nunca le daba importancia a este
aspecto, simplemente escogía la que fuera más cómoda, procuraba que su tiempo
no estuviera repartido en la manga de la camisa y lo ajustado del pantalón,
consideraba esto menos que cursilería. Afortunadamente, contaba con su novia, y
se sonrió por otra vez pensar en ella, para mantenerlo al día con estos
detalles. Toda su vida le costó seguir los parámetros de la moda; una cosa
menos que preocuparse en la vida.

Conocía cada
edificio de su sector. Desde su balcón con una mirada lo veía todo, sí algo
cambiaba lo notaba de inmediato: incluso alguna vez llamó a uno de los
edificios cercanos para indicarle que habían puesto uno de sus cristales en
mala posición y que podría romperse. El dueño de la residencia se extraño y le
dio las gracias; corrió a cambiarlo y él simplemente se sitio orgulloso, de
nuevo su mundo volvía a estar perfecto. Sin ningún cristal con posibilidad de
caerse; bajo ningún aspecto que pudiese turbar su concentración.
Leyó del periódico
sólo lo que para él tenía importancia, no podía permitirse pasar tiempo ojeando
cosas que no pudiesen servirle más adelante, le atañían los índices, la
política, aunque poco le gustaba, y en especial entrevista a grandes
empresarios; copiaba alguna de sus frases y las hacía suya, imitando incluso la
pose, si salía una foto del empresario. Una noticia lo alarmó y la repasó con
detenimiento, colocó la taza en una pequeña mesa cercana a él para poder leer
mejor, se acomodó los lentes que utilizaba para la lectura, más después de leer
algo de la noticia, notó que la reseña no lo implicaba ni a él ni la compañía
en la que trabajaba; así que perdió el interés en ésta, se levantó, tomó las
llaves del llavero, colgado muy cerca de la cocina y salió rumbo al trabajo.
Saludó al
ascensorista como todos los días y delante de él se cerró la puerta del
elevador, instantes después se volvía a abrir, mostrando la cara consternada de
Glauber De Sá, abrió el apartamento y
recogió la taza olvidada en la mesita de lectura, la lavó y la ubicó junto a
las demás en la alacena, luego salió del departamento. Un poco contrariado por
devolverse, no podía evitar sentirse así.
La mañana, en la
empresa, estuvo bastante ajetreada con todo el nuevo cargamento llegado a las
bodegas, algunos containeres desembarcaron lo que era la lance más arriesgado
que la empresa hizo ninguna vez; sin embargo, esto constituía un nuevo reto
para el joven futuro presidente de la compañía e hijo del único dueño, vestido
de traje gris y corbata color vino con rayas azules, debajo una impecable
camisa blanca de rayas, su sonrisa dejaba ver que, a pesar de ser este un día
critico, parecía tenerlo todo bajo su control, caminaba con paso lento, por el
largo pasillo de la bodega, disfrutando cada segundo, cerciorándose él mismo de
que la mercancía estuviera un buen acomodo y lista para empezar la producción,
con un cuaderno en la mano anotaba con empeño todo lo llegado, docenas de cajas
requerían su más estricto control. Esta tarea la delegaba a sus empleados, pero siempre bajo el ojo
atento del buen amo. Parecía un general dictado órdenes y eso era, su empeño y
decisión harían de esto en pocos años una de las empresas más importantes de
todo el continente.
Mientras revisaba lo acompañaba en su labor su
asistente y amigo Gilberto Rocha, con
quién desde muy jóvenes compartía una gran afinidad, ambos pertenecieron a la
misma casa de estudio y parecían tener los mismos gustos en casi todo, empatía
que se consolidó con el posterior arribo de los dos a la empresa que por años
perteneció a la familia de De Sá. Para el padre de Glauber, Gilberto, era un
excelente muchacho que podía ayudar como mano derecha a su hijo a llevar tan grande empresa. Tenía un apego casi
obsesivo al joven. Le parecía perfecto en todo. Sobre todo en venir de clase
baja y llegar a donde llegó por sí sólo, cuidando en su paso de los suyos y de
quienes quería, el Padre de Glaubel se sentía orgulloso en decir que ese joven
era como él.
En los hombros de
los dos, seguramente, quedaría el futuro de muchos trabajadores y hasta el de
muchos negocios anexos, que dependían del desempeño de la rutina habitual en el
comercio de esta Cosmopolitan y poblada ciudad,
la cual no parecía ser parte del gran país sudamericano.
Muy al contrario de
otras ciudades brasileñas São Paulo era, vistas desde los imponentes
rascacielos, un inmenso bloque de concreto y hierro, interrumpido sólo por sus
incontables canchas de fútbol de arena
roja, y al final de este marco gris las innumerables favelas apiladas una sobre
otras, las cuales pululan por la periferia de la ciudad creando lo que se
denomina “barrios pobres”, visión que
contrasta con áreas elegantes escondidas detrás de un muro de concreto como
resguardo.
Pero para cualquier
habitante de São Paulo, a pesar de los múltiples problemas que la aquejaban,
esta era su ciudad y no vivirían en más ninguna parte del mundo más que en
ella, así se asfixiaran entre los más de
dieciochos millones de personas que formaban la población de esta gran urbe
mundial, en donde el problema del tránsito vehicular, la ratería, la violencia
y los conglomerados habitacionales generan un verdadero caos vivencial.
Quizás la suma de
todo esto hacía de la metrópoli algo divino de apreciar. La ciudad que no se
planteo con anterioridad, aunque los planos digan lo contrario, se retuerce
entre cientos de calles que generan un aspecto bullicioso que, como pasaba en
otras grandes urbes, hacían que las
clases pudiente abandonaran el centro de la ciudad y se fueran a las áreas
verdes de las periferias, haciendo aún más marcado el distanciamiento de clases
y un verdadero suplicio para cualquier líder.
En esta caótica pero
interesante ciudad la actividad de la empresa De Sá era como un río, empezaba
en la planta de ensamblaje y terminaba en una gran cascada de agua que
impresionaba con la fuerza de su cause, entrelazándose en la ciudad; punto
culminante de su delta. Muchas personas comenzaron a llamarlo el río De Sá a la
par del río Tietê, que divide la
ciudad en dos, utilizando una jerga fluvial para todo lo relacionado con la
empresa. Los involucrados en esta actividad estaban pendientes de cuanto
sucedía en ella y por supuesto la ascensión del joven hijo del dueño a la
cumbre de la presidencia no era la excepción, los más viejos dudaban de la
pericia para aumentar la escorrentía que aumentase el caudal de la empresa, llegando,
incluso, a hacer apuesta sobre el desempeño del hijo de papá. No lo veían como
cabeza de nada; pero quienes eran ellos para opinar era una sucesión monárquica
que desde el nacimiento estaba establecida.
Para algunas
personas al joven le faltaba la cordialidad de su difunta madre, estaba sumido
en un mundo muy personal de lujos y comodidades, por lo tanto no se tomaba el
tiempo para dedicárselo a cada uno de los ramales que lleva el río, aunque
mostraba gran habilidad para los negocios, el saber acerca de toda la cuenca
era crucial para el desenvolvimiento y éxito de la empresa, lo que más
desesperaba a los pequeños integrantes de este “sistema fluvial” era que el llegar a él se volvía para algunas
personas imposible, nadar corriente arriba, su estricta rigurosidad no dejaba
cabida a ningún detalle humanista, muchos buscaba aún a su padre para pedir
ayuda, o tratar algún problema concerniente a la dirección que necesitase un
punto de vista menos riguroso, porque, para él joven, no estaba dentro de su
mundo la realidad de saber disfrutar de las pequeñas cosas si se tiene un poco
menos de lo que se requiere para adaptarse a este mundo.
Para él todo tenía
una razón de ser y un punto de vista único, desde la compra de un bolígrafo hasta la distribución de la
mercaría a cada uno de los distribuidores mayoritarios, muchos comenzaron a
salirse en pos de encumbramiento de Glauber a la presidencia. Su caudal se
volvió muy negro y podrido para su tránsito, este tipo de agua llamaba las
pirañas que sacan ventaja de un cauce descuidado. Para alimentarse de la
carroña que sobraba de la falta de cuidado.
Para Glauber De Sá
la realidad era otra, al final de la tarde con un bolígrafo entre los dedos,
señalaba las últimas cajas almacenadas, dio gracias a Dios que fuese así. Hoy
estaba especialmente apurado, pensaba que el tiempo le faltaba a la hora de
poner detalles sobre la boda que pronto se llevaría a cabo. Afortunadamente
todos los pormenores de ésta estaban a cargo de su futura esposa, quién por ser
hija de uno de los hombres más poderosos de la ciudad y con gran cúmulo de
matrimonios fracasados en su haber, conocía de sobra los menesteres de una
unión nupcial. Así que en cuanto hubo terminado de dejar todo concordado, se
dirigió a su hogar sólo para cambiarse y reunirse con su prometida en un
restaurante exclusivo que anteriormente habían reservado para esta noche.
Mientras se
realizaba el casorio, vivía en el departamento de soltero en la zona central de
la ciudad. El interior de éste era bastante severo, al igual que todo él, la
pequeña sala se hallaba ubicada al frente de los grandes ventanales que daban
paso a la terraza, sitio donde esta mañana se tomó el café y que mostraba una
vista al casco más nutrido de la ciudad, los muebles eran de color gris al igual
que casi todo el resto de las cosas, todo colocado en su justo lugar. Poseía el
departamento una cocina muy pequeña datada con lo necesario, en conjunto
distaba mucho de ser de aspecto étnico, sino que por el contrario ostentaba el
aplomo de una decoración vanguardista. Glauber al entrar colocó las llaves en
el llavero que colgaba justo al lado de la puerta y siguió hasta el cuarto, ya
estando ahí, se desvistió y puso con cuidado la ropa sobre la cama, cuando iba
a meterse en la ducha, escuchó el teléfono sonar.
-¡Rayos! - exclamó, no le gustaban las
interrupciones de su autómata ciclo diario. Era dueño de una propia manía de
suministrar el tiempo como sí de una
despensa escasa se tratara. Siendo avaro, con cada minuto de su vida.
Con lo ajustado de tiempo
y ahora debía contestar lo que quizás era una molesta llamada. Pero para su
sorpresa era su amigo Gilberto Rocha, le pareció muy extraña su llamada, casi
nunca lo hacía, sí algo tenían que hablar lo hacían en el trabajo; sin embargo,
no fue tan rara la llamada como lo fue la conversación en sí, le preguntaba
donde quedo en verse con su novia Ligya, él le indicó el sitió y luego éste se
despidió y colgó.
-Qué raro- se dijo y quedo pensativo un rato, mas luego se le olvido al darse cuenta lo
atrasado que estaba, salió corriendo al baño. Le quedaban sólo pocos minutos de
los que llevaba programado. Mientras se bañaba pensó en colocar otro estante a
los ya existentes, era altamente irritante el tener que tener el jabón y toalla
en una misma repisa, pensaba que debía
ir posiciones tal que permitiera al que
se baña tomarlo sin que para ello rozara la toalla. Hubiese deseado tener la
pieza que faltaba para reponerla en ese mismo momento.
Para él quedaba
claro que la implementación del orden era la única salida al caos, la
resolución era inversamente proporcionar al desconcierto producido por los
pendientes y en cualquier situación los imponderables sólo un mal manejo del
tiempo y finalmente la crisis un producto de la falta de coraje en la toma de
decisiones. Era así sin más, vivir para crear y crear para vivir. Se sentía
orgulloso al pronunciar estas palabras. Que lo conceptualizaban de sobremanera.
Una vez en el carro,
se serenó un poco, o por lo menos lo que el tránsito de la ciudad le permitía,
ya sólo tendría que llegar al sitio señalado, le quedaban apenas pocos minutos
para estar puntual, cualidad que había perfeccionado con el tiempo, desde que
era chico la corrección era su norte y eso se notaba en su buen vestir y
cortesía con la que siempre se había caracterizado. Respiró profundo y sacó de
su bolsillo un pañuelo con él que se limpió la cara, se miró en el retrovisor y
se dijo a sí mismo que ya estaba listo.
Al mismo tiempo que
conducía, pensaba en asuntos pendientes con la empresa, llamó a su padre y
conversó con él sobre los adelantos que se generaron esta mañana. Obtuvo el
visto bueno de la operación, cosa que lo
alegró enormemente. Un escalón más, hacía la aprobación de su padre. Soñaba con
este particular, el consentimiento en todo lo que hacía, y de quién más que su
mentor y modelo a seguir.
Era evidente que la
constancia y disciplina era lo único que para él daba fruto, su mente se amoldó
a la idea de pensar que los errores eran sólo fruto del descuido de los
detalles, cosa que él trataba de evitar a toda costa. La improvisación sólo
llevaba a la anarquía y a la pérdida del control en los actos, todo estaba
esquematizado para obtener el máximo rendimiento y esto es aplicable a todos
los aspectos de la vida, paciencia y constancia en los trances es lo único que
lleva a la realización de los objetivos, el involucrar los sentimientos sólo confunde el escenario y
lejos de ayudar perjudica la calidad de vida de los partícipes; implicándolos
en un interminable hilo de reacciones que sólo lleva a una misma conclusión, el
mangoneo en problemas ajenos a tu responsabilidad, lo cual constituye el inicio
de un estado de zozobra. Quizás pudiese aparecer algún elemento ajeno al orden
que pudiese poner sabor a lo establecido, pero seguro con riguroso diseño de
actuación éste es sintetizado al mínimo y no pasa de allí.
En el
estacionamiento del restaurante recibió la llamada de su novia, le pedía que la
disculpara pero no podía llegar a la cita convenida.
-Y lo dices hasta ahora que estoy en el sitio-
reclamó intensamente.
-¡Perdóname! Sí, - le suplicaba ella- pero salieron algunos inconvenientes que
requieren mi presencia, tú me entiendes.
-Está bien, pero ya que estoy acá cenaré yo
solo, lo veré como un repliegue temporal de actividades y nada más- colgó y
se sintió un poco decepcionado cuando entró al restaurante, no quería pensar
que pudo haberlo evitado de alguna forma. Pidió lo de siempre. Se lamentaba de
esta falta de seriedad de Ligya en los compromisos dejarlo esperando en una
comida era, para él, una de las cosas
más detestables y terribles que persona alguna pueda hacer alguien, digno de un
severo castigo. Pero una vez que hubo traído la comida su furia pasó un poco y
se sintió mejor.
Después de la cena
se retiró a su apartamento, necesitaba poner en orden ciertos papeles que
necesitaría mañana, aún no podía hallarle solución a la distribución del
material, estimaba poner en la Web su producto, pero aunque recibía asesoría
sobre esto, no se hallaba cómodo poniendo el futuro de la empresa en este tipo
de ventas, llamó a su asistente para hablar con él, era algo relacionado con la
contratación de nuevo personal, no quería perder tanto tiempo en este
particular y necesitaba que Gilberto se ocupará a primera hora de esto.
Se sentó en la terraza con los papeles de
la improvisada oficina que utilizaba
cuando traía trabajo a casa, lo cual era habitualmente. Tomó el celular y
contactó a Gilberto, de primer momento no podía hablar con él, debido a que la
bulla era infernal, música salsa se escuchaba al fondo, rió imaginando a
Gilberto tratando de hablar para contestar su llamada entre el bullicio.
- ¡OH! Perdona no me di cuenta de la hora,
estaba tan metido revisando estos papeles que a veces me olvido que las
personas tienen otras actividades- se disculpó Glauber, un poco apenado por
la situación que se encontraba, pero Gilberto le dijo que no importaba, que ya
se estaba yendo del lugar, una voz femenina se oyó al fondo, lo que puso más sonrosado a Glauber y se volvió a disculpar,
al final comentó con Gilberto su idea y estuvieron de acuerdo, luego colgó y
siguió trabajando.
Marcando en rojo
aquí, en azul allá, cada vez que llegaba a una llamada a realizar se sentía
afectado. Miraba el reloj intentando darse animó que hoy nada podría hacer.
Parecía tener el eje del mundo en sus manos. Nada podía avanzar sin él.

En seguida que
la conoció la invitó a salir, y desde
entonces se hicieron inseparables, eran como almas gemelas que se encontraron
un día y quizás nunca más se separarían de nuevo, al principio fue ella que
llevó la relación a niveles más elevados, pero luego él se enganchó y continuó
con las riendas de ésta. Se veían muy a menudo y ella quedo fascinada con las
atenciones que él le propiciaba, era caballeroso y unos de los mejores partido
que pudiese encontrar, además estaba de acuerdo con su trabajo de modelo que
era lo más importante para ella.
Ligya era perteneciente a una de las familias
más importante de la ciudad, aunque últimamente venida a menos por las
excentricidades del padre de ésta, que en todo momento ocupaba los encabezados
de la prensa con sus múltiples amores con personas no adecuadas siendo él uno
de los parlamentarios más queridos por la
gente, quienes le seguían tras sus descabellados amores y desamores, era un
hombre bastante carismático con tres matrimonios hasta ahora, Ligya era hija de
su primer matrimonio y único que según
él, le dio satisfacciones, ahora mismo salía con una joven estrella del espectáculo,
que enervaba a Ligya, la trajo un día desde Río de Janeiro y ya llevaban seis
meses juntos, siendo la comidilla de toda la ciudad, primero por lo joven de
esta y luego por el olor a puta que destilaba.
Glauber aunque no
entendía ni aceptaba esto, trataba de mantenerse al margen de los
acontecimientos, como era su costumbre, se sentía enamorado de Ligya y era todo
para él, compartían muchos gustos. La afición al tenis, una vida juntos y sobre
todo su pasión por el trabajo, ella era
una muy bonita modelo de ropa de catalogo y siempre estaba tratando de destacar
en ese campo, su logro más significativo y momento que él estuvo presente fue
un comercial de televisión que hizo promocionando lencería fina, recibió muy
buenas criticas por su trabajo y, en ese momento, Glauber supo que nunca la
dejaría. Luego vinieron propuestas para trabajar en otros eventos y ulteriormente Europa le abrió sus puertas.
Glauber se sentía
orgulloso de todos los logros alcanzados por su novia, aunque no dejaba de
sentirse abandonado y preocupado por lo seguido de sus viajes al exterior. Así
que otro día la invitó a cenar y le pidió que se casará con él, ella lo pensó
un poco y luego le dijo que sí, abrazándolo fuertemente, él también dio la
fecha lo que a ella pareció muy poco tiempo, sin embargo, esto no le preocupaba
a Ligya, sino que por el contrario le apasionaba la idea. Sentirse casada y no
repetir los errores de su padre.
Puso un cese a su
trabajo de modelo internacional y sólo se dedicó a desfiles y presentaciones dentro
del país, decisión que celebró Glauber, no le gustaba estos viajes de Ligya
hacía otros continentes. Esperaba que ya casada su actividad disminuyera.
Aunque no habían hablado del asunto él esperaba tener hijos lo antes posible.
Tenía dispuesto que para las próximas vacaciones podría dedicarse a ellos, ya
que faltaba once meses, calculó dos de
convivencia, los nueve de embarazo y justo en vacaciones el parto para
lo cual se quedaría con ella, a los cincuenta quería ser abuelo. Ni un año más.
Esperaba ser un abuelo cariñoso.
Al medio día Glauber
y Gilberto se hallaban sentados en el comedor hablando acerca de lo complicado
de los negocios en la Web, vieron venir a Ligya, nunca llegaba hasta la planta,
así que a Glauber le extraño, la bella mujer de mirada intensa y caminar
pausado levantó una algarabía en el área, gritos que tuvo que calmar Glauber,
le dio un beso y notó su mirada algo cansada, se notaba que estuvo llorando, no
quiso preguntar el porqué, ella estaba algo nerviosa. Él se imaginó que sería
por lo cercano de la boda, parecía mentira que únicamente faltaran contadas
semanas, seguro iba hacer el pandemonio, así que atesoraba una actitud
diferente, se lo tomaba con calma, por lo menos hasta ahora. La invitó a la
oficina y hasta allá lo siguió Gilberto.
Ligya comentaba todo
lo respectivo a la boda, aún quedaban mucho detalles de que ocuparse, desde la
flores hasta el pastel, incluso había dejado muchos de los aspectos más
importantes para el final, pero lo que vino a hablar con Glauber, era la posibilidad
de un trabajo en Colombia, este fin de semana, lo que pondría las cosas más
complicadas. Glauber cambió su rostro, no le causaba mucha gracia que su novia
estuviera fuera días antes a su boda, pero Gilberto lo tranquilizó, diciéndole
que estaría bien que nada pasaría.
-Pero… ¿Colombia?- preguntó algo extrañado
Glauber, había escuchado muchas cosas sobre la guerrilla y el narcotráfico;
visión errada del país. Tenía en su cabeza, guerrilleros con armas y sombreros
verdes; carros en llama, en fin todos los prejuicios de alguien que nunca ha
tenido una opinión personal acerca de nada.
- No quisiera que fueras sola ¿Quién te
acompañaría?
-Lo harían
socios de la agencia para la que trabajo, es una buena oportunidad y no
la desaprovecharé- dijo tajantemente Ligya, lo que hizo sacar de quicio a
su futuro consorte. Y fue de nuevo interrumpido por Gilberto.
-Sí, quieres yo la puedo acompañar, quisiera
tomarme un descanso y esta oportunidad sería muy conveniente y así me cercioro
que tú prometida no corra peligro y
paso unos días de relajación fuera de ti.
-¡Perfecto!- grito Glauber- No se hable más del asunto –
y dio la mano a su amigo, un sujeto muy bien parecido, de ojos azules,
facciones finas y gran elocuencia al hablar, capaz de comerse el mundo en una
sola bocanada.
Glauber se sentía
muy bien, desde que conoció a Gilberto, y aunque coincidían en muchas cosas,
había aspectos de su personalidad que le disgustaba, entre ellas su afición a
los juegos de envite y azar casi rayando
en lo ludópata, era dramática la forma en que su rostro cambiaba cada vez que
de apuestas se trataba.
Era de procedencia
humilde, e innumerables veces Glauber lo acompañó a la casa de sus padres, una
favela ubicada en unos de los sitios más pobres de la ciudad, por más que él
insistió nunca quisieron mudarse de allí. Esto lo veía Glauber de muy buen
modo, le parecía muy correcto este proceder, digno de una persona equilibrada a
su parecer. Aspecto que resaltaba cada vez que lo presentaba o hablaba de él,
su gran calidad humana. Era una persona excepcional. Como muy pocos él conoció.
Y se sentía afortunado de considerarlo su amigo.
En todo el día
Glauber no hizo sino pensar en el repentino viaje, dio de nuevo las gracias a
Gilberto, seguro estaría más calmado con él allí. Miró de nuevo su oficina y el
gusto que se sentía allí. Amaba su escritorio, sus cuadros, su ordenador y
hasta sus bolígrafos.
El día terminó sin
mayores pormenores, la mercancía aún esperaba ser desembalada, debían esperar
el tiempo justo en que la producción estuviera lista, mientras esto pasaba Glauber
seguía metido en la computadora tratando de ponerse al día con este nuevo
proyecto del que algunas veces dudaba; pero estaba dispuesto a triunfar en este
nuevo reto y nada lo podría frenar. Hurgaba entre el ordenador cualquier error
que le frustrara sus propósitos, ayudándose con el experto.
El sábado temprano
en la mañana llevó a Ligya y a Gilberto
al aeropuerto, se despidió de ellos
efusivamente, luego se apresuró a llegar a la empresa, debía estar pendiente de ello todo el tiempo, en la tarde paso por
el sastre mediándose el traje con que casaría, pensaba que luego quizás no
habría tiempo. En el taller del sastre se paró en una habitación habilitada con
tres espejos, se deshizo del traje que traía puesto, luego se colocó el
esmoquin y por primera vez se vio vestido así, se emocionó por lo que pronto
sería el comienzo de su felicidad al lado de Ligya. Su padre estaría orgulloso
de él y se afincaría más en la dirección de la empresa.
Era el sueño de toda
su vida, estar casado y ser presidente de la gran empresa que un día heredaría
de su padre. De quién trataba de copiar todas sus peculiares mañas, desde la
forma de saludar, hasta la forma de despedirse. Lo amaba realmente por todo lo
que significó para él. El verse vestido así era indudablemente la guinda del
pastel de una impecable vida que su padre soñó para él.
A pesar de ser esto
cosa de mujeres, como bien se lo repetía, estaba, realmente, lleno de emoción. Incluso habló con el sastre,
quería que su padrino se hiciera el traje con él, lo consideraba excelente
desde todo punto de vista.
Se miró vestido,
como muñeco de torta, se sentía dueño del mundo y en ese momento lo era.
Imaginaba a todos los altos empresarios que invitaría a la boda felicitándolo
por la excelente vida, que a costa de sacrificios y de escuchar los buenos
consejos que todos le daban, se había hecho. Sin mácula alguna, siguiendo los
pasos correctos que la vida había tomado para él. Estaba en la cumbre.
Segui @LevisTorres1
Segui @LevisTorres1
buen comienzo.
ResponderEliminareste chico es algo temático y loco con las cosas jejeje pero su amigono se me da malas espinas con la su futura esposa hay algo extraño alli desde q lo llamo para saber donde se veria con su esposa, juummmm y ahora ese viaje a colombia con ella, ahyyy muy extraño
Gracias amigo por tu comentario,esperemos el segundo capitulo, es su futura esposa, él sabra que hacer, digo yo, de todos modos estemos pendiente, quizá ese perfecionismo le lleve solo a la hecatombe....proximo capitulo Miercoles 14 de Marzo...Saludos a todos.
EliminarEs excelente que tengas un modo de narrar que hace que la lectura de la novela no sea tediosa..... y ok concuerdo con Alegonzales y es que el tipo es maniático eso si jajaja y también tengo cierta duda de que algo salga bien de ese viaje a colombia de la novia con "el amigo" pero bueee si algo es seguro es que lo seguiré leyendo !!
ResponderEliminar!!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarGracias Jesús por tu lectura, bueno existen muchas personas así, obsesionadas por el orden y con tener toda su vida bajo control, son dueños de todo lo que sucede en su mundo, eso no está mal... solo que a veces...suceden cosas..
EliminarEspero tenerte en los comentarios del blog, y bueno que disfrutes de la novela...saludos. Próximo capitulo el Miércoles...que vamos por el Nueve.
La lectura se hace muy amena y la descripción de los personajes se hace cercana. Reconozco en personas cercanas esos comportamientos en los que intentan demostrar el control de sus vidas y situaciones de manera obsesiva.
ResponderEliminarTe seguiré leyendo¡¡¡
Si, es común encontrarlos por ahí, controlando todo, viviendo estresados, nuestro personaje descubrirá de una manera brutal, lo impreciso que es la vida, muchos cosas no están bien, es incapaz de verlo y pagara el precio.... espero continúes leyendo...y nos comentes. Saludos David. =)
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