11. En la enfermería



11. En la enfermería.



Al despertar Lewis, no sabía dónde estaba, tenía atado en su brazo un pequeño conducto que le suministraba suero, trató de despejar la visión y halló la  sonrisa de doctor, quien llamaba a la enfermera. Luego le pedía que se quedara tranquilo que ya estaría bien. A Lewis le agradó ver al doctor Evans. Después se giró y miró la pared. Sus ojos se llenaron de lágrimas por lo vivido, momentos realmente inefables. No sabía que había pasado ni que hacía ahí, aunque ya nada le importaba. Encerrado donde estaba había decido morir. Nunca entendió nada de lo que sucedía a su alrededor.

-Quédate quieto, todo pasó ya- el doctor trató de decirle algunas palabras que lo reconfortara, pero no halló nada que lo animara- ahora aquí nada te pasará. –Lewis se giró rápidamente y extrañado preguntó al doctor.
-¿Qué me pasó?

El doctor quedó algo confundido, quizás no se acordaba de nada. Así que le dijo- fuiste raptado por alguna persona. ¿No te acuerdas de eso?
-Solo recuerdo,- respondió el joven algo pensativo - que fui arrastrado en alguna cosa que  pareció ser un saco y luego caer por algún lugar, que no se bien dónde era; pero estaba estrecho y casi no podía respirar, pienso que podía ser alguna caja. Pero todo en mi cabeza está confuso.  Quisiera morir, no quiero volver allí.

-Por ahora debes saber que nada te sucederá acá, descansa. Un guardia cuidará de ti día y noche hasta que te mejores. Afuera está Pete, ¿quieres verlo? No se ha parado de allí para nada en todo el día.
-No, no quiero- volvió a ponérseles aguados los ojos.

El doctor no quiso seguir molestándolo, debía descansar. Él también estaba cansado y ahora que la revuelta había terminado él  podía salir de allí. Dejaría en buenas manos a Lewis, afuera Damián y Pete velarían por el enfermo. Nada podría pasarle. Ahora que estaba acá.

Antes de irse quiso hablar con el director, se dirigió hasta su oficina. Lo halló sentado en el pasillo que conduce a su oficina, aún pensativo.
- Espero que me traigas buenas noticias del joven,- dijo el director- como por ejemplo: que ya recordó quien fue que le hizo tal cosa. Creo que tenemos muchas preguntas a esclarecer ¿Por qué no lo mató a él? Estoy entre la espada y la pared, no me fueron bien con las conversaciones con los reos, están tranquilos porque creen que Lewis conoce quién diablos le hizo esto. Debemos acabar con el muy maldito. Se está burlando de nosotros seguramente ayudo a buscar a Lewis, en este juego morboso.  

El Doctor se sentó frente al escritorio, antes de comenzar a hablar lo pensó bien. Debía tener cuidado con las cosas que decía delante del directorio, nunca debía olvidar que era el mismo de siempre, y esto sólo era tregua a su incansable sed de poder. La tragedia de Lewis y la muerte de Ralph eran sólo la punta de iceberg de la locura de Simón. Frente a él se hallaba un hombre que quizás había perdido las perspectivas ante la situación.
-No recuerda nada, seguramente por el shock que estaba sometido. Pero no contemos mucho con ello, estaba atado y metido en un saco. Él no sabe dónde estaba metido, así que trataremos de ser muy cuidadoso antes de hablar sobre ello, no quisiera que tuviera pesadillas sobre un hoyo de tantos metros de profundidad. Te pido dejes a Pete por lo menos por esta noche, lo protegerá.
 
El director no tenía ningún problema con ello. Aunque sembró la duda en el doctor:
-¿Qué tal sí, estamos dejando al asesino con Lewis?
-Eso que dices es absurdo.- respondió rápidamente el Doctor- por favor, no cometas ninguna locura que después te  puedas arrepentir. 

Salió de la oficina, si bien no sabía sí había sido claro con Simón, esperaba que todo estaría bien. Antes de irse pasó de nuevo por la dependencia buscando a la enfermera que también estaba inquieta por irse.  Habló con Pete, le daba instrucciones; no debía hablar de nada de lo que pudiera decir Lewis, le recordó que el asesino acaso estaba detrás de él. Tampoco debía recordarle donde había estado.

Pete no se había parado del banco, no quería ver a Lewis, sentía algo de culpa por todo lo que ocurrió, el deber del Jocker es cuidar de su spunk y él no lo había hecho, eso era imperdonable. Cuando se fue el doctor se acercó a la ventanilla que lo separaba de Lewis. Se encontraba dormido plácidamente. No había en su cara signos de haber estado encerrado en ese lugar. Damián le indicó que si quería podía pasar. Así lo hizo, tomó una silla y sentó al lado de su cama.

Después de un tiempo junto a él, buscó una sábana y la colocó en el suelo, se acostó, podía verlo desde allí, también el pasillo y a Damián apoyado del banco. Era demasiado lo que había vivido hoy. El estar en ese hoyo le traería pesadillas por mucho tiempo. Poco a poco fue cerrando los ojos. Quería dormir y estar despierto.

Un ruido lo levantó y se puso alerta, vio hacia donde el guardia dormía, parecía no ser él, se levantó, buscó algo con que defenderse. El asesino había venido a buscarlo más temprano de lo que esperaba. Una sombra estaba en el pasillo, una presencia maléfica que le hacía estremecer su cuerpo. Con cuidado se deslizó hasta la pared. Su corazón comenzó a latir, desbocadamente. Era él, lo sabía, era el único que parecía estarse paseando en las noches como que de su casa se tratara.  Puso el suero en el espaldar de la cama y con el soporte que lo sostenía se armó, era la única pelea que estaba decidido a no perder.

 Cada segundo se le hacía interminable, trató de escuchar detenidamente antes de actuar, quería dejar descartado que quizás su inconsciente le estaba jugando una mala pasada y que no era nada de qué preocuparse. Pero no era imaginación, en el pasillo alguien se acercaba. Buscó la manera de poder ver quién se acercaba, mas era imposible, el pasillo era muy largo y sólo alcanzaba a ver a Damián. Los pasos se escuchaban más cercanos, parecía unas botas bastantes pesadas, eran pasos muy extraños, lo que fuera que entraba por esa puerta no era de este mundo. Sus sentidos se agudizaron más.

Pete no sabía qué hora era, quizás pronto amanecería, miró a Lewis y dormía. No era suficiente el soporte, debía buscar algo más contundente para atacar al asesino. Escuchaba ahora el movimiento de las lámparas. Seguro sacaba las bombillas. A medida que avanzaba iba dejando el pasillo oscuro. Pronto tendría que salir. Las luces de donde las ventanas comenzaban se apagaron, el sujeto se acercaba. Quedó todo más o menos oscuro.

Comenzó a sentirse angustiado no podía quedarse allí, salió a enfrentarse con quién fuera. Sólo sintió el fuerte brazo aprensándole el cuello y levantándolo, trataba de soltarse, el aire se le acababa, estaba perdido. Una llamarada de fuego alumbró el pasillo, luego otra y otra. Lo que lo tenía asido lo soltó y el cayó al suelo casi desmallado. Damián paso corriendo a su lado persiguiendo la extraña sombra. Él, cuando hubo aspirado el aire, también trató de seguirlo, sin embargo, vio a Damián venir. 
-Escapó- dijo jadiando por la carrera- no pude ver quién era ¿Cómo está Lewis?
-No pudo llegar a él, pero poco faltó.
-¿Crees qué era el asesino?- preguntó el cansado guardia.
-No lo sé.

Pronto amanecería, sentado en el pasillo, vieron llegar algunos guardias advertidos por el ruido de las detonaciones. Más tarde llegó el doctor y ellos contaron lo sucedido. La situación no estaba muy clara. El asesino estaba detrás de todos, parecía una sombra maléfica que podía tornarse invisible. A pesar de tener vigilancia escapó del lugar sin dejar ninguna huella.

Al saberlo el director, pidió no comentar nada de lo sucedido, temían por la vida de cualquiera allí. Pero en la penitenciaría eso era imposible esconderlo. Los reos comenzaron a volver a sentirse inquietos. Había un sujeto asesinándolos. Y buscaba más víctimas.

***
El Niño Coyote estaba sentado en el patio, aún un poco acontecido por lo sucedido con Ralph. Trataba de armar en su cabeza una nueva estrategia. Atrás quedaban muchos de los patrones que hasta ahora llevaba; aunque de una cosa estaba seguro: no volvería a confiar en las autoridades para ocuparse de cosas que él pudiese resolver, necesitaba algunas estrategias que le permitiera controlar las cosas. Matar o ser muerto.

Hasta él llegó uno de los compañeros del difunto  Ralph, se sentó a su lado. 
-Creo que debemos denunciar al director.
-¿Que ganaríamos?- preguntó el Niño Coyote, sin más- todos son iguales, acá somos la escorias de la humanidad. Una situación así aumentaría la satisfacción de las autoridades, el que nos estén matando sería maravillosos para ellos. Estamos puestos acá no porque piensan que podemos refórmanos; sino para pulgar una pena y mientras sea más cruel, menos les importa. Acá no vienen seres humanos.

Somos venganza de sus mismos pecados, en la humanidad no existe castigo, todo es resarcimiento en contra de aquellos que se atrevieron a mostrarles lo que les  priva la razón, son los mismos quemadores de bruja. Hipócritas los llamaría yo.  No existe justicia, somos imperdonables. Buscaremos la forma de resolver eso nosotros mismos.
-Eres un soñador Niño- le dijo el acompañante- la muerte de Ralph te ablandó.

No pudo decir más nada porque el Niño lo tenía tomado por la garganta, poco a poco lo subió, hasta tenerlo  bastante alto. Otros  reos corrieron a desapártalos. Para nadie era un secreto lo conmocionado que estaba el Niño por la situación pasada. Aún Lewis no despertaba y la tensión aumentaba en todos. La situación con los guardias también se hizo más insoportable.

Pete, en la enfermería, sentado al lado de la camilla esperaba que Lewis despertara; pero la tarde terminaba y no lo hacía, el doctor lo consolaba y le diciéndole que ya despertaría. Aunque Pete no era el único que estaba pendiente de que despertará, el director venía constantemente para saber que tanto sabía Lewis del asesino.

Afortunadamente para él, las autoridades no hicieron  muchas preguntas sobre lo ocurrido, aunque algo sabían. Si bien para todos era mejor que nada se supiera.

Al caer la tarde Lewis tuvo la primera reacción. Aún estaba muy débil, no podía hablar, el primero en ver fue a Pete. Estaba sentado a su lado. Lewis no entendía que hacía ahí. El doctor notó su cara de contrariedad y le pidió a Pete que se apartara un poco. El salió de la habitación y se sentó en el banco de pasillo donde en la noche había sido atacado y donde ahora dos guardias custodiaban.

-¿Cómo te sientes?- preguntó el doctor a Lewis.
-Creo que mejor- luego se calló  miró el catéter que inyectaba su brazo- algunas veces cuando estaba allí, me sentía sólo y buscaba alguna persona que en quien pensar, no hallaba nadie a quien le importar en este maldito hueco donde me enterraron en vida.
-Sí de algo te sirve, estuvimos pendiente de ti mientras estuviste desaparecido.

Lewis miró hacia el pasillo, sus ojos se aguaron, nunca sería el mismo al salir de allí. Este lugar le había consumido rápidamente y acabaría con lo poco que quedaba de su juventud. Notó que Evans le quería decir algo, pero no se atrevía, tenía cierto nerviosismo. Luego se armó de valor y habló con él.
- ¿Por qué no quieres hablar con Pete? Ha estado pendiente de ti, todo el tiempo. No sé si sientes por el mucha aversión, la verdad es que no he vivido jamás una situación como la tuya.

Lewis quedo pensativo, luego le pidió que lo hiciera pasar. Así lo hizo el doctor. El Pete que entró por la puerta no era ni siquiera la sombra de ese personaje que conoció al llegar allí, en sus rostro se notaba el dolor. Caminó lentamente hacia la camilla, el doctor salió y dejo solos a los dos “enemigos”. Ninguno de los dos querían hablar, el dolor se hacía presente en ellos. Lewis le pidió que se sentara, él se sentó pero no dijeron nada. Se quedaron mudos. Aunque Pete quería hacerlo; no encontraba la palabras con que expresar lo que sentía. Lewis tampoco quería hablar con un sujeto que era la prueba real de que en este lugar era un mundo de locos.

Frente a frente el uno del otro, dejaban pasar los segundos. Pete por primera vez se sintió acompañado sin que una palabra interrumpiera el instante, era raro el sentirse atado a alguna persona, su cuerpo estaba feliz como no hacía ya bastante tiempo, él estaba alegre. De sólo tenerlo a su lado. No quería que este instante terminara jamás.

Lewis por su parte, se sentía seguro con Pete, sabía que a su lado nada le sucedería, se sentía enamorado, ¿por qué no?, de su opresor y salvoconducto. Lo miraba sentado allí y no sabía lo que él pensaba, y tampoco quería saberlo. Deseaba soñar, que era querido y que tenía un código de lealtad ante esa persona que estaba en frente a él. No importaba si fuera mujer u hombre, si era animal o un ente fantasmal; simplemente era persona que anhelaba amar y punto.

El doctor hablaba con la enfermera, quien se hallaba muy temerosa de tener a Pete entre ellos y aún más con todo lo sucedido en la noche, no podía entender la situación. Sólo se decía así misma que estaban viviendo al borde del peligro. Preguntó al doctor el por qué el director dejaba quedar a Pete.
-La verdad no lo sé. Tal vez quiera darle una seguridad extra. Aún la muerte de Ralph sigue latente entre los internos y sobre todo en su Jocker. Él seguramente desea aplacar un poco las cosas, pero como que no aparezca el asesino, nadie estará salvo en este lugar.

La enfermera siguió sus actividades y trataba de no pensar el asesino, ni en Ralph. Lo conoció muy bien durante sus fracturas por las locuras hechas, se reía de su comportamiento, aunque hasta ahora no sabía que era un spunk, quiso saber más acerca de los cuidados de los internos y ambicionó preguntar al doctor pero temió su respuesta. La homosexualidad masculina no era algo que ella sintiera curiosidad por conocer. Aun cuando el doctor alguna vez dijo que no era amor; sino más bien favores sexuales entre presos sin posibilidad de sobrevivir en la cárcel. 

 Ella dudaba de este tipo de trato, conocía de los programas para aislamientos de los reos que así lo pidiesen, había estado alguna vez en estas celdas y enloquecería a cualquiera, sólo una persona que disfrutase de esta soledad podría quedarse en semejante sitio. Alguna solución debiera de haber, pero claro era una cosa bastante compleja. El estar sometido a violaciones tumultuosas debe ser traumático para ambos sexos. No podía juzgarlo por querer sobrevivir. 

***
Esa tarde tuvieron otra inesperada visita, por el pasillo que llevaba a la enfermería, el Gurú caminaba hacia la habitación donde se hallaba Lewis. El más incómodo por esta visita era el doctor Evans, para quien este charlatán se había convertido en un verdadero dolor de cabeza. Igual concepto tenía el Gurú del doctor, no era tampoco un ser muy apreciado, los dos se miraron con mirada exploradora. Pero el Gurú, poco le importaba el galeno, y saludó a Pete, quien se emocionó mucho de verlo, principalmente, porque necesitaba alguna orientación y ayuda de sus habilidades para saber cómo seguía Lewis, era difícil decir el porqué, pero confiaba más en él que en el doctor.

El Gurú se sentó al lado de Pete. Miró a la camilla donde Lewis se hallaba. Se haló la desaliñada barba con mirada profunda y miró al doctor. La enfermera también estaba al pendiente de la reacción de este singular personaje, era la primera vez que lo veía, y le parecía algo inquietante, los comentarios se quedaban cortos ante semejante excéntrico.

El Gurú, de su bolsillo, sacó una imagen de algún icono que el doctor no pudo apreciar bien de quien se trataba y la colocó debajo de la almohada de Lewis, luego sacó otra cosa de su bolsillo y la esparció por la cara del joven, con excesiva concentración.
- Esto lo protegerá- dijo con su acento tan peculiar, vestía con un pantalón desecho en la rodilla y una camisa desmangada negra que dejaban ver sus tatuajes de muchas figuras diabólicas. A medida que rezaba algo así como un mantra su rostro cambiaba.
-¿Crees que se pondrá bien?- preguntó Pete algo nervioso por las diferentes caras que ponía el Gurú, mientras hacia la escultación.
-Debes sacarlo de aquí, lo más pronto posible, si quieres que se cure-. Le dijo a Pete-, esta habitación, está llena de difuntos que no permiten la curación del enfermo. Tú decides si lo quieres muerto o vivo. Su alma está intranquila por la cantidad de espíritus en pena que rodean este local. Los siento en todas partes, de diferentes caras y diferentes humores. No lo dejaran curarse, lo quieren junto a ellos. Y entre ellos siento una presencia maléfica que quiere llevarlo,

El doctor quien estaba pendiente de la extraña visita, respondió con un –¡No!- rotundo, no tenía ningún problema que el Gurú lo viera; pero de allí a permitir que un demente lo sacará de aquí, sin haber tenido ninguna pista del asesino, había mucha diferencia.
-No puedo dejar que eso suceda, - expuso a Pete- allá afuera está un asesino que quiere que lo saquemos de acá para matarlo. Pete, puedes estar todo el tiempo aquí, pero no puedo complacerte en eso. El director tampoco lo permitiría.
- Pero si el Gurú dice que debemos sacarlo de acá, pienso que debemos hacerlo.- dijo Pete convencido y algo ingenuo- no podemos dejarlo acá. Cree en el Gurú, siempre tiene razón- Pete estaba desecho por el cansancio y la tensión de verse acorralado. Se puso las manos en la cabeza. Buscando un punto medio.

-No te preocupes Pete, nada le pasará acá, sabes bien que esta enfermería es mejor para su recuperación que cualquier oscura e insalubre celda, créeme a mí. No a este charlatán. No dudo que te ayudo a salir de la depresión que tenías, pero eso que dice es una locura. Por favor reacciona.

Pete volvió a sentarse, estaba confundido, sólo quería estar con Lewis y lo mejor para él. No podía permitir que Lewis muriera y eso lo frustraba. Comenzó a desesperarse. Estaba nervioso. Se levantó y  caminó por toda la habitación. El Gurú lo miraba y se sentó en el suelo en posición de cuclillas y le dijo:
-Cuando llegaste a mí,  tenías lo que he visto muchas veces en hombre que no tienen el romance en su vida, un estado de ansiedad y de desasosiego, que pudiese acabar con tú corazón. Lo único que hice fue poner el romance a tu vida, este doctor jamás lo hubiese hecho, escúchame bien, Pete. No sabe nada de acá, si quieres hacerle caso a él, no sobrevivirás en este mundo, a él no le interesas, en el momento que se valla a su casa todo quedará en la cárcel, yo estoy aquí contigo y no soy un charlatán.- Esto último lo dijo mirando al doctor quien estaba rojo de la ira por todo lo que lo que decía. Tenía a Pete bajo su control y era para él una ventaja.  
- Creo que esta visita se ha prolongado más de la cuenta. – esputó la enfermera que veía los ánimos caldearse en la habitación. – por favor, te pido que salgas de la habitación.

El Gurú se levantó del piso y dijo algo al oído de Pete y luego se retiró. Pete quedo mucho más confundido. Dentro de él sabía que el Gurú tenía mucha razón, esta habitación no era segura y en su celda podría protegerlo con la ayuda del Niño Coyote, para que no corriera la suerte de Ralph. Sin embargo, no dijo nada y bajo la cabeza.

El doctor estaba fuera de sí, principalmente por el estado de  frustración de Pete. Lo notaba sufriendo al ver a Lewis tendido en la cama.  Quería ayudarlo pero no tenía palabras de consuelo para él. Bajo ninguna circunstancia iba hacer eso que decía el Gurú.
-Veo que no entiendes porque quiero dejarlo acá, sé que sientes que estaría mejor con ustedes, pero no puedo, él aún no se ha recuperado totalmente y tal vez pondrías su vida en peligro.- esperaba respuesta de Pete, pero este estaba callado, no quería confiar en el doctor.

Sentía una presión en el pecho que lo destrozaba. Los guardias no estarían mucho tiempo allí. Esto era sólo mientras se aplacaban las cosas, pero él sabía que todo cambiaría en unos días, el tenerlo acá sería acaso una locura, sobre todo, después de lo que había dicho del Gurú.

La tarde paso sin que Lewis mostrara respuesta ante nada, Pete siempre a su lado. Al comenzar la noche Lewis se levantó y encontró a Pete a su lado. El doctor también se hallaba allí, quería hablar pero estaba tan cansado que no pudo hacerlo. La noche comenzaba a dejarse ver. Pete seguía sin hablar, cosa que encontró Lewis muy habitual. El doctor se pegó a él, quería que recordara algo sobre su rapto. Pero nada podía decir.

Los días pasaron y Lewis fue recuperándose, sin que otro evento como la noche pasada sucediera, poco a poco estuvo listo para volver a la celda, él Gurú no volvió a la enfermería. El doctor sentía algo de angustia por la vuelta de Lewis a su lugar de reclusorio. Durante estos días que había estado con Pete lo había aprendido a llevar, aunque nunca a comprender, actuaba como si Lewis fuera su posesión. Eso lo tranquilizaba porque cuidaría de él celosamente.

La mañana de la partida de Lewis, el doctor estuvo, por mucho tiempo, hablando con Pete, quería que estuviera claro, con todo lo que debía hacer para su tranquilidad. Pero era inútil. Allá afuera estaba el loco que podría matarlo en cualquier momento. Su cabeza estallaría sino hallaba la solución de una buena vez.

Pensó en dejarlo en la enfermería mientras se aclarara todo con respecto al asesino, pero el director no quería dar su brazo a torcer, y esto debido a que ya estaba cansado por todo lo que pasaba, los presos amenazaban con otra revuelta, si no hacía nada por esclarecer lo ocurrido.

Pete acompañaba a Lewis, así como Damián, el policía custodio, quien se había involucrado mucho con la situación, más atrás el Director trataba de dejar claro que si sucedía de nuevo un secuestro en su jurisdicción no tendría misericordia con quien se atreviera hacerlo, iba a su vez este seguido por su secuaz con cara de tenerlo todo bajo control y así era. Dominaba cuanto en la cárcel sucedía.

Para él las cosas no podían ir mejor, siendo uno de los pocos que sacaba cierto provecho de todo esto; el director  estaba al borde de la histeria, su relación con el doctor estaba  deteriorada por la posición que él tomaba y por último y más importante tenía al Niño Coyote fuera de acción por el duelo que lo tenía en una total depresión. Ahora sólo le faltaba tener a la enfermera a su merced para disfrutar la plenitud.

Michael Virtue, celebraba este hecho, veía en su escalada a las alturas de la prisión un hecho, mantenía conversaciones con las altas esferas a las espaldas del director, mantenían al directivo informados de todo lo sucedido. Ellos utilizaban este recurso invaluable para tenerlo como un buen plan; acaso algo se llegara a descubrir. Aunque el director pensara que tener esto oculto era bueno para él, mejor lo era para las grandes esferas quienes utilizaban su excelente sistema penitenciario como campaña.

Muchas veces quisieron intervenir por la revuelta; no obstante el esperar fue la mejor opción, aparentemente el director resolvió todo sin verse envuelto en un escándalo. Los reclusos poco importaban, no conseguían votos si los tenían en buenas condiciones, el que sufrieran penas inhumanas era lo que realmente querías las personas. Lo único que interesaba es saber que existe un lugar donde los criminales van a pagar todo el daño que alguna vez le pudiese causar. Muchas veces no a ellos sino a sus bienes, para quienes tenían más valor que cualquier antisocial.

Ya en su celda, Lewis entró en una angustia que todos notaron, Damián pasó al igual que Pete y el director, estuvieron allí un momento sin decir nada, sólo escuchar el llanto de Lewis, se fueron y dejaron a Pete  a su lado. Esperaba que Lewis terminara de llorar. Poco a poco Lewis fue calmándose, resinándose a todo. No podía quejarse toda la vida. Pete se sentó a su lado y sacó debajo de su litera una guitarra, instrumento que, los de carpintería y a espalda de los guardias, elaboraron para entregársela a él.
  
Lewis no quiso tomarla, no quería aceptar que estaba otra vez en ese lugar espeluznante del que quería salir. Pete la puso en su regazo y comenzó a tocar, primero algunas cuerdas, después  fue aumentado el número hasta formar lo que parecía una canción, Lewis lo miró y quedó sorprendido al notar que Pete sabía tocar la guitarra, lo hacía muy bien, estaba allí sentado ausente de todo, esperaba sólo que sus notas hicieran olvidar el dolor y que Lewis lo perdonara por todo lo que había representado y lo que sería para él en un futuro.

Pete escogió una vieja canción, cuyo compás él recordó casualmente, era una de las primeras que tocó en el piano cuando pudo salirse un poco del rigor de los conciertos clásicos, desafortunadamente el escucharla le transportaba a ese momento de felicidad en su vida. Él quería gritarle que se callara; más no podía arruinar lo poco que Pete podía ofrecerle. No estaban de vacaciones y que podía comportarse como un niño mimado, frente a él estaba un ser humano entregándole todo lo que allí se pudiera tener.

Las notas que emanaban de la guitarra eran lastimeras, una canción muy triste de la cultura urbana, hablaba ésta de alguien que espera a que regresara la persona que amaba. Se dejó contagiar por la canción.
-¿En verdad crees que estaré a salvo acá?- preguntó a Pete.
-No lo sé, el Gurú dijo que sí, y  quiero creerle. Además acá somos más, he hablado con varios de los compañeros y están dispuestos a cuidarte con ahínco. Pondremos horarios para ello. No creo que debas preocuparte. Lo pasado fue un simple descuido que no repetiremos. 
- Y no crees que cualquiera de ellos podría ser el asesino, y acabar conmigo en cualquier momento, no logró recordar nada, ni un sonido. – Comenzó a humedecérsele los ojos- Sí dices que estuve en un hoyo, no sé porque me perdonó la vida. Pero no me perdonará dos veces. Cualquiera podría matarme en cualquier momento.

En ese preciso instante entraba a la celda el Niño Coyote, con su sonrisa, aún sobre su cara de dolor.
- …Eso nunca pasará, lo mataría con mis podrías manos de ser posible. Le haría pagar el dolor que estoy sintiendo en este momento, te juro que lo haría pasar tan mal que no habría un infierno lo suficientemente malo para sufrir lo mismo que lo haré.

El Niño Coyote, estrechó la mano de Pete y luego la de Lewis, era evidente que aún le entristecía la muerte de Ralph, y Lewis para él, era un recordatorio que lo atormentaba. Bajo la mirada, a un spunk, podía mostrar un poco su lado vulnerable, sin temer nada. Aunque ellos sabían que no eran mujeres, pertenecían a otro estatus que los  reclusos no solían tratar igual. 

Primeramente porque eran personas con las cuales tenían sexo y personas vulnerables o bien jóvenes, o no violentos, afeminados o que ingresaban por primera vez a la cárcel y no tenían ninguna experiencia previa en estos asuntos, cualquiera de estos aspectos era razón suficiente para hacerte spunk. Por ello este grupo eran considerados como inferiores en las relaciones entre reos. Y era por este mismo hecho que el Niño Coyote no tenía ninguna vergüenza en hablar de corazón abierto con Lewis.

-Cuando llegaste, Ralph se alegró mucho, me dijo que era bueno tener una persona con quien  hablar. – Dijo el niño Coyote, aún con la mirada baja. – estas noches me he levantado, esperando que eso sea mentira y que él estuviera a mi lado; sin embargo, no es así. Pasará mucho tiempo en que pueda dormir bien. – luego se calló un rato, quizás esperando que su pecho volviera a su lugar. - ¿No vistes, escuchases algo que nos pudiese servir?

Lewis no contestó inmediatamente, lo pensó un poco, tratando de encontrar en su memoria algo por muy leve que sea, pero todo había sido una pesadilla que no quería volver a revivir ni siquiera en su cabeza.
-Creo que he repetido esto demasiada veces. No recuerdo nada que pueda llevar a quien me intentó matar.  Muy al contrario confundo los pensamientos.
-Bueno, me voy pero estaré pendiente de cualquier cosa. –dijo el Niño Coyote. –estoy seguro que olvidamos algo importante.

Nada de esto pudo apaciguar a Lewis, por el contrario le elevó el miedo de hallarse a merced de cualquiera que podría entrar a su celda, quizás no sería hoy, pero cualquier momento podría ser de nuevo el blanco de un demente; que acaso se acostaba muy cercano a él. Sintió un calor insoportable, no quería ver como toda a prisión pasaba por su lugar de estancia a brindarle su apoyo, sus sesos estallarían, el miedo se apoderaba de él. Pete por su parte seguía tocando su guitarra tratando de apaciguar las cosas, mas era inútil.

Lewis en un momento sintió faltarle el aire, y un dolor en su pecho sin razón aparente, tuvo que incorporarse para esperar que este síntoma pasara. No podía vivir así. Pete se levantó de su litera y se sentó junto a él, en su litera. Necesitaba que se sintiera protegido.

La guitarra lanzaba a toda la prisión una señal que a ninguno dejaba tranquilo. La estancia de Lewis en su celda significaba, para todos, de que una pesadilla estaba a la vuelta de la esquina. Pudiéndose repetir de un momento a otro.

- No podré dormir bien- dijo Lewis.- tengo que salir de aquí. 

Pete dejó la guitarra a un lado de la cama, se acostó juntó a él, lo abrazó.
-Sé que no tienes mucha confianza en mí, pero te garantizó que acá estarás mejor que en cualquier lugar. Te protegeré con mi vida de ser necesario.-luego quedo callado y comenzó a contar como se sentía cuando no sabía dónde estaba-  …En mi celda de reclusión, iba a morir, ni siquiera abajo en el hoyo profundo donde estabas sentí estar más atrapado, no es las paredes que me aprisionan, era el dolor de que estuviera fuera de mí, es peor que cualquier lugar de encierro.  Ya nunca estaré preso sí estas junto a mí. Tú eres lo único que me libera, si me faltases sería como estar metido en ese hoyo, durante toda la vida y eso no lo permitiré.

Lewis jamás lo había oído hablar así, recordó la discusión que tuvieron antes del suceso.
- ¿Seguro estás enamorado de mí?-  preguntó algo intrigado Lewis.
- Me imagino que sí, no lo sé, nunca antes lo  estuve, pero creo que buscarte en el mismísimo infierno, debe ser eso.- miró  hacia otro lado, no quería mirar a Lewis cuando respondiera a siguiente pregunta- ¿y tú?

Lewis se quedó esta vez él callado, necesitaba pensar la respuesta que quizás él no pudiese esbozar. Todos estos días se había sentido tan fuera de sí, por todo lo que sucedía a su alrededor, estaba viviendo una etapa intensa en su vida, llena de confusiones donde las costumbres del pasado parecían tan lejanas que ya nos las recordaba. Estaba vació, su cabeza parecía un corazón infartado, el latir de sus células culturizadas de tanta virtudes estaba en guerra con tanta basura que introdujo en su cabeza últimamente; parecía necesitar un shock eléctrico para volver a encausar sus elementos. Así que cuando Pete hizo la pregunta él no tenía la respuesta. Si no que por el contrario causó una nueva oleada de células en desorden que se  sumaron al pandemonio de su cabeza. 

La conversación le incomodaba un poco. Hubiese preferido que, como otras veces, Pete no dijera nada. Pero ya la pregunta estaba hecha y debía responderla algún día. Y mejor hoy que nunca.
- Quise casarme antes- comenzó diciendo Lewis- ella era todo para mí. No funcionó,  yo luché todos los días por que no fuera así, pero  fracasé, porque no me dio una oportunidad de demostrarle cuanto la amaba- se quedó callado y luego tomó la guitarra y se la dio de nuevo a Pete- sigue tocando esa maldita canción. Esta es mi nueva vida y el sobrevivir mi norte. 

Las notas de Pete se sintieron de nuevo en toda la presión, aunque esta vez más sentida, los guardias no hicieron nada por pararla, la atmósfera estaba llena de dolor por salir de allí. Algunas personas estaban hechas para ver esto como una forma de castigo a algo cometido, pero no para pulgar sino por el contrario como rectificación de algo que hicieron por aumentar la maldad de su cuerpo. Otro no tenía idea de cómo los ayudaría esto. Dentro de estos estaba Lewis, quien se dejó transportar por la música que escuchaba. Salida de la mano del mismísimo mal.

4 comentarios:

  1. UFFF!!!! esta novela se está poniendo bunísima. YA quiero leer el otro capítulo. Estoy NERIOSO!!!!

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    1. Gracias por tu apoyo y por seguir la novela, muchas sorpresas.. proximamente..saludos y espera el capitulo 12, yo muy feliz..jejeje..

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  2. Realmente Eres magnifico me encanta la forma en la que escribesx cierto te gustan los panaderos.. lo digo x que creo q en tus otras novelas tambien los mencionas jajaja , yo he uerido escribir pero no mas no puedo pero felicidadez eres genial y grax espero y esta si tenga final feliz jijiji

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    1. Jejej, los panaderos? hmm, no he conocido nadie que me guste que sea panadero, pero veré en mi psiquis, de repente algo allí escondido con pan, jeje, Joao era panadero, pero este le decían el panadero, hmm... jejeje... Aunque los dos personajes son muy diferentes entre sí, de todos modos revisare mis traumas con panaderos, pan, panaderías, jejeje...

      Por favor, no dejes de escribir, hacerlo es difícil, no te desanimes, la técnica es seguir sacando lo que tienes dentro y escribir cosas que tu hayas vivido, cada novela me lleva dos años escribirla, y la primera más, que tuve que estudiar gramática, para continuar, que ya ves que tengo problemitas por allí; así que tente paciencia y bueno poco a poco saldrá algo bonito… mis más cordiales saludos y no te pierdas el final, son 13 capítulos, así el que viene el penúltimo número 12… si quedan o no juntos lo sabremos después, no soy yo quien decide, son los personajes quien al final tiene la última palabra… sufro por el amor de Pete, sé que sufrió mucho, que está sufriendo mucho y que sufrirá por este amor… está jugando con algo peligroso, vivía insensiblemente bajo muros infranqueables, Lewis destruyó esos muros y ahora está totalmente expuesto sin defensas para esto que le llego de golpe… ains…

      Gracias por tu apoyo y en enero??? La segunda parte de Hudson :O no diré más… jejejeje

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