12. Liberando al mal



12. Liberando al mal


       El día encontró en la prisión a todos un poco paranoicos, toda la noche algunos reos escucharon pasos por la prisión. Varios sintieron la presencia del asesino o del demonio que quería llevárselos a todos, sonidos huecos, entes arrastrándose, todo era un sinfín de tensiones ante la visible vista del mismísimo demonio a la cárcel; pero no tanto como el mismo Lewis, quien durmió junto a Pete sin poder separarse por temor a comenzar la pesadilla de nuevo.

Lewis estaba impregnado de miedo y confusión, tanto que, en la mañana, no podía levantarse de la cama casi paralizado. Pete no entendía nada de lo que sucedía; así que buscó ayuda en el doctor.

Al verlo tan temprano por su consultorio el doctor se asustó, también lo embargaba algo de pánico, Pete le contó el estado que se hallaba Lewis, a él le pareció algo obvio. Estaba recreando su pesadilla una y otra vez.
-No Podremos hacer nada por ayudarlo- dijo el doctor- tendrá que superarlo para poder salir de ese hoyo en el que aún está metido.
-No voy a quedarme con los brazos cruzados viendo cómo se enloquece- le gritó Pete mientras que lo apuntaba con la mano.

El doctor se calló y se sentó en el escritorio, dándole vueltas a su mente. Buscaba una manera de tranquilizar a Pete, sabía que este estado respondía a un ataque de pánico y era  allí donde debían ir sus palabras. Pero en basamento a qué, cuál era su verdadero miedo; acaso el saber que la mejor manera de proteger a Lewis es llevándolo a otra prisión, el doctor parió leerle la mente.
-Primeramente tienes que calmarte para poder razonar la solución. Lewis estará mejor acá que en ninguna parte. Él no es problema. Es uno de los factores que lo mantiene a flote. El sacar a Lewis aumentaría acaso el problema y nada resolvería. Mandaríamos a Lewis a otra prisión y probablemente no contaría con la suerte de encontrar alguien como tú.

Pete se contuvo, al igual que el doctor, estaba dándole vuelta a esto una y otra vez; pero pensaba que el doctor mentía,  que eso era simples eufemismos para  no dar con la verdad. Lo cierto era que Lewis debía salir de acá. Y fue en vano buscar la ayuda de doctor. Poco o nada entendía la vida en la cárcel; así que tendría que hablar con la persona que lo sacaría de este problema de una buena vez y para siempre.

Su cabeza pensaba a velocidad asombrosa. Y esto lo notó el doctor por todo el movimiento de  los ojos. Como una cascada de realidades vio las jugadas en el tablero hasta llegar a la pieza clave de sus soluciones: el Gurú. Se levantó de prisa; mas el doctor con su mano lo sentó de nuevo. No iba dejarlo salir de allí.
-Quizás pienses que no tengo la razón porque no vivo tu situación y poco entiendo de estas cosas.-volvió a conocer sus ideas- Pero quisiera que sepas que quiero a Lewis, y haré todo lo posible por que este bien- dijo el doctor tratando de buscar un punto medio en las conversaciones, pero era inútil, en el rostro de Pete se notaba su falta de intensión de llevar más lejos este sufrimiento, si las cosas debían pasar él debía tener el control de la situación. .

Por su parte al Doctor se le ocurrió que esa podía ser la actitud, no esperar que el asesino ataque si no por el contrario salirlo a buscar o por lo menos hacer que el saliera. El pensar como los de afuera en verdad no arreglaría las cosas. El director jamás se preocuparía por arreglar esto. Por el contrario, le daría largas para que se olvidara. Sí tenían que actuar de acuerdos a las reglas que tenían en la prisión eso harían. Ganarle en su terreno y para ello debía pensar como los presos. Sin piedad, sólo la supervivencia del más adatado.

Sacarlo de sus casillas, esperar que el mismo dijera quién era, atacarlo en lo más hondo de sus creencias. Desde siempre pensó que las cárcel sólo aumentaba la delincuencia, era lo que para intelectuales la universidad, una comprobación de su poder, estudiaban para ser respetados por los otros, la cárceles era igual. Si no estuvieran en ellas no sabrían lo malo que eras y por ellos tu poder estaría en peligro. Cometió un delito porque deseo poder, ya sea porque escapé de ella o porque me atraparon, cualquiera de las dos estaría bien cumpliría mí rol en el mundo. Siento el luchar del cazador por la supervivencia y exijo a mí mismo por ser el mejor sin que la sociedad tenga nada que ver en esta escala. No es una cosa de parecer sino de ser.

Por ello las prisiones sólo sirven para este propósito “la universidad de los descuentes” por llamarlo de alguna forma. Sólo crear más y mejores delincuentes. No es dándole castigos que terminaremos con ello sino ofreciéndole la compasión, el dolor de verse disminuido. Matando su poder. Evitando darle nombres que lo lleven a ese fin. ¿Pero cómo lo haría? ¿Cómo disminuirá su poder? Donde debía atacar para deshacerse de la impresión interna del poder. Se preguntaba el doctor.

***
La tarde encontró solo, en uno de los bancos del patio de la prisión, a Lewis sentado, todos los presos lo veían y querían hablar de ello; así que se levantó a buscar otro sitio en donde estar realmente solo. Quería apartarse de todo cuanto representaba el nuevo orden de su vida. Pero en lugar tan confinado aquello era casi imposible. Lo más alejado que estaba era un árbol colocado muy cercano a los baños, lo halló conveniente. Estaría allí sin ser visto por nadie.

Limpió un poco su tronco y se recostó de él, pensaba en Ralph, resentía su muerte, de nuevo se encontró llorando por todo lo que sucedía en ese desgraciado lugar. Aún recordaba las locuras que hacía y todo lo amable que se portó con él. Este mundo que lo acarralaba lo dejaba sin aire, de pronto quiso estar de nuevo en ese hoyo y correr la misma suerte de Ralph, seguro todo hubiese acabado y ahora sería libre.

La depresión, apenas había pasado pocos días del acontecimiento, debía ser valiente porque según dijo, el doctor, este estado lo acompañaría por mucho tiempo. Maldijo para sus adentros. Una especie de desasosiego se apoderó de él, no hallaba el aire, su corazón comenzó a latir muy rápido, tuvo ganas de vomitar. Se levantó y buscó apoyo en el árbol. Todo a su alrededor comenzó a dar vueltas. Buscó con la mirada alguien pero no vio nadie. Una mano le tocó la espalda y volteó con gran espanto.

Delante suyo estaba Pete, preguntándole que sucedía. Él lo apartó y luego se enderezó, se volvió a sentar y junto a él, Pete.
-¿Siempre tienes que estar al lado mío?- preguntó Lewis. Aún con el malestar que le aquejaba.
-Ya vez la última vez que te descuidé casi te matan- Respondió Pete.
-No sé cuánto soportaré esta situación, te juro que anoche quería salir y dejar que el maldito asesino acabará conmigo. No soportaré el estar pendiente todos los días que venga a matarme. Enloqueceré. Deberías dejar de tenerme en tu poder.

Pete lo miró fijamente.
-¿Crees que yo te tengo en mi poder? Pensé que esto era algo mutuo ¿A qué estamos jugando?
-Estoy sometido por miedo, quizás no a ti, pero miedo a quedar fuera de ti y ser violado una y otra vez, no me dejas opción, y yo siento que siento algo por ti pero no podré decirte si eso no es un estado de confusión. Me parece ingenuo de tu parte esperar que te amé. No lo sé. El amor es dar y yo de ti no recibo más que temor, cosa contraria al amor. Estoy bajo tú poder por medio de la coacción. No te engañes Pete, eres una persona amorosa, pero  bueno no eres.
-No sabes de lo que hablas.- Pete dijo esto y se levantó, lo dejó sólo y más importante se alejó de él.

En la noche Pete dormía con Lewis a su lado.  Un ruido lo levantó, en la prisión una algarabía llamó la atención de todos, guardias trataban de calmar a la población enardecida. El corazón de Lewis de nuevo se aceleraba. Varias personas en su celda le dieron la respuesta de lo que sucedía.

Uno de los reclusos había desaparecido sin que supiera nada de él, el asesino atacaba de nuevo, pero esta vez, a plena luz del día. Aunque sólo supieron de ello, al anochecer, los compañeros notaron la ausencia del reo que encajaba con las características del asesino.

Todos los presos, comenzaron a formar alboroto, la bulla se extendió por todo el penal, pero esta vez no tenía tanto efecto, los presos estaban más calmados que la vez pasada. La razón, era que el afectado no pertenecía a cualquiera de los más altos mandatarios del penal. Aunque en su pabellón el desespero corría de un extremo al otro. Nadie estaba seguro en ningún sitio el asesino estaba de nuevo entre ellos.

Hasta este pabellón se trasladó el Niño Coyote, quería consolar a los afectados. De paso investigar algo de lo ocurrido, esperaba que el asesino apareciera de una buena vez por todas. Aunque el local se encontraba alterado, no había dramatismo, en verdad el desaparecido era un “don nadie” allí. Esto lo notó el Niño Coyote, que parecía perfecto. Nada de dramatismo.

Los reos del pabellón se encontraban reunidos en el  área común. Él se detuvo en el medio y los observó con cara de querer escuchar algo de lo ocurrido. Pero no había ningún valiente. El habló acerca de la búsqueda que se llevaría a cabo para tratar de hallar el prisionero, no escuchó muchas palabras de aliento.
-Iré a preguntarle al Gurú si logra darnos alguna pista- todos los allí presente hicieron caso omiso a las palabras del Niño Coyote.

Los acompañantes del Niño Coyote lo siguieron y llegaron hasta la celda del Gurú, allí lo encontraron como siempre, sentado meditando sobre Dios sabrá qué cosa. Miró a todos y le invitó a sentarse a su lado. Todos estaban esperando alguna respuesta del Gurú, pero no se producía ninguna palabra, sólo miraba un tabaco que encendió.
-Estoy viendo algo- dijo esto mirando el tabaco que traía prendido.- parece mucha confusión, ¿ustedes creen que el chico que secuestraron la última vez sepa algo del asesino?- esta pregunta del Gurú extraño a todos.
-Sí él sabe algo, pero el doctor dice que producto del trauma ha podido olvidarlo, pero ya lo recordará en estos días.
- Pues entonces le diré algo, que veo de los ancestro- giraba el tabaco de lado a lado- ese nuevo recluso no lo tiene el asesino, pero al que sí tendrá es al joven Lewis- todos quedaron estupefactos, ya que lo que decía el Gurú era cierto, ellos habían escondido al reo de la celda, tal como lo dijo el Doctor, para hacer salir al verdadero asesino. Esto fue un hecho que aumentó la fe de los allí presentes.
-¿Y no hay nada que podamos hacer para salvarlo?

El Gurú se ensimismó un rato luego se quedó pensando y dio una gran fumada al tabaco. -Tenemos que hacer un exorcismo del mal que habita en él-. Todos estaban boquiabiertos por este nuevo hecho, comenzaron a hablar  entre ellos. Era el Niño Coyote quien estaba más compenetrado con las palabras del Gurú y con un soplo mando a callar a todos los allí presentes.
-¿Cómo sería eso?- preguntó al Gurú.
-Tendremos que pasar toda una noche sacando los espíritus que tiene en su interior, allí sólo podremos estar él y yo. Luego todo acabará. El espíritu lo dejara solo y el mal se retirara de la cárcel.
-Así lo haremos- dijo decididamente el Niño Coyote, apreciaba demasiado  a Pete, como para verlo pasar lo que él pasaba. Todos salieron en silencio a contar lo sucedido a Pete y al Doctor, quienes esperaban junto a Lewis en la enfermería a que el Niño Coyote trajera respuesta de lo planeado.

Al llegar allá, el Niño Coyote llegó algo molesto, a pesar de tomar todas las medidas necesarias para evitar que otros supieran los planes, el Gurú lo sabía gracias a sus poderes. El doctor no hizo sino reírse al escuchar la cháchara de reo.
-¿Y tú en verdad crees que él sabía nuestro plan?- después lo pensó bien, no había manera los cuatro aquí presentes sólo sabían.- No creo que el supiera nada de lo ocurrido. Es pura charlatanería. Y lo que dices del exorcismo. Eso es la máxima tontería que he escuchado en cuanto a este hecho. Acaso ¿Ves a Lewis atacado por un espíritu maligno?

Lewis también rió, pero para  Pete y el Niño Coyote no tenía ninguna gracia, todo era muy real. Ellos si haría lo que el Gurú le pidieron que hicieran. Lo quisiera el doctor o no. Ante la cara sería de los reos el doctor también se puso muy serio. Pudo ver en su rostro lo consternados que estaban. Sabía que la información se había a podido correr, y por ello saberlo el Gurú, quien se valía de artimañas, para enterarse de las cosas. Pudo haber sido el reo escondido en la celda de castigo. Pero estaba ya alto de la ignorancia de los presos.

Le pidió a Lewis que él tuviera más control y que por favor desistiera de semejante cosa. Se levantó de donde estaba parado.
- No tiene caso que sigamos con lo del falso secuestro, nos meteremos en más problemas,  es mejor acabar con eso- mandó a sacar al joven boquifloja de la celda de castigo. Mañana hablaría con él por lo sucedido.

A media tarde llegó el director con su asistente. Los dos traían la cara de triunfo de haberse enterado de la treta del doctor. El director vestía implacable y el asistente estaba más que asombrado por la audacia del doctorcito.
-Qué le parece Evans, que a pesar de todo, si hace usted las cosas por su cuenta.-Luego se paró a su lado. Le dio un palmazo en la espalda- ¿Sabe usted qué hubiese podido hacerle “compañía” si algo saliera mal? Si no lo sabe espero que este a corriente para evitarnos  males mayores.

El doctor una vez que los dos habían salido se sintió impotente ante el cinismo del director, era como si nada le importará para nada, qué demonios, no sentía la más mínima  molestia por todo lo que enfrentaban los presos. Sin embargo, no se echaría para atrás estaba dispuesto acabar con todo de una buena vez. 

La noche calló y el doctor tuvo que marcharse a su casa, tenía que descansar, la enfermera le seguía sin hacer ningún comentario, se subieron al automóvil y se dirigieron a sus respectivas casas, el doctor pensaba en todo lo que había pasado, su intento de descubrir al malhechor se fue al piso. Pensaba que el Gurú tendría la culpa, se enteró tan rápido de lo que estaba pasando. La conversación con el reo, tampoco había dado frutos. Decía que a nadie había dicho nada acerca del plan que todos tramaban, que no entendía como pudo enterarse de todo tan rápido. El doctor sabía que era una misma manada de fieras las que estaban allí.

Evans de camino para lograr hablar de otra cosa más, le dijo a la enfermera, el plan del Gurú de sacar los malos espíritus del cuerpo de Lewis. Era una locura le decía y ella comenzó lo poco que escuchó con respecto a eso.
-En serio ¿Crees que el Gurú tenga poderes tan sorprendentes para poder saber lo que tramábamos?-Preguntó el Doctor.
- No, no lo sé si tenga poderes sobrenaturales; pero lo que sí puedo intuir es los poderes que tiene ante la población penal, parece que los tiene a su merced, voy a empezar a creer que si es iluminado. Alguna vez escuché que tenía la forma de poder llegar al más allá y regresar transformado en otro ser, con el fin de empezar otra vida.
-Sería bueno, tendríamos que usarlo en Lewis- rió el doctor.

No estoy tranquila, - continuo la enfermera- si él dijo que Lewis corre peligro, ellos allí saben más que nosotros y la verdad es que me gustaría que esta pesadilla acabará para Lewis, parece un buen muchacho- al decir esto, sintió la mirada acusadora del doctor en ella, no debían olvidar porque estaban allí muchos de ellos.

Ella entendió la mirada del Doctor y se echó a reír.- entonces en qué lugar de la vida nos encontramos. En verdad tú también crees que esta gente no merece el perdón de nadie y que por ello deben mantenerse en estos sitios.
-Te diré algo,  como lo yo veo- contó el doctor- Te mostraré a que llamamos sociedad y que son las cárceles en ese sistema. Un individuo se mantiene en la cumbre de una determinada sociedad gracias al poder que ejerce ante los otros de inferior nivel de poder, estos a su vez mantienen a otros bajo su poder y así sucesivamente hasta formar algo parecido a una cascada de agua, siempre en un sentido. Este poder se alimenta del miedo, mientras más miedo produzcan estos individuos mayor será su poder, llamase poder adquisitivo, poder de fuerza, poder moral,  poder justicia, cualquiera sea el nombre que quieras darle. Pero su único objetivo es producir miedo que mantenga el libre curso del poder. Por supuestos que estos parámetros de mantenimiento lo dictan quienes están en la cima de la cadena, para evitar que las aguas se devuelvan y los que son inferiores pasen sobre ellos. Es algo natural según sea como lo vez.

Bien, son ellos que mantienen esa corriente en libre curso y en sentido conveniente, de vez en cuando alguno de los inferiores decide romper esta cadena e ir corriente arriba, acabado con los valores que se interponen en su camino, es cuando los mayores aumentan el único factor que puede encausar las aguas, el miedo, ese mismo miedo que te dice que puedes perder; sin embargo, ¿qué es miedo? temor a perder lo que tienes, bien sea vida, posición social, moral, bienes materiales... Y es allí cuando los poderosos quitan lo que es preciado a todos: la libertad en caso del poder judicial; aumentan los impuestos, en caso de poder adquisitivo; te excluyen por inmoral en caso de poder moral y así sucesivamente, aplican temor a quienes quieren subir esta corriente.

Las cárceles no son sino otra forma de mantener el poder en su justo cause, y que puede verse, pero lo cierto es que estamos presos en muchas maneras, por la imposiciones de la sociedad. El que no tengamos dinero para ir al hospital es otra manera de estar presos.

 Nadie espera que los presos se reformen, ni que de acá salga nada bueno, sino simplemente contrarrestando el ascenso de estos” incivilizados” a los más poderosos, entendiendo por civilización todos aquellos valores que te obligan a mantenerte en sentido correcto dentro de la cascada de poderes. Una sociedad con demasiados valores que mantener, tendrá en su pináculo un individuo que lo acosa el miedo más profundo y a su vez pasa a los de más bajo nivel.

No son los sistemas de gobierno que obligan a mantener la igualdad por medio del poder, quienes obtendrán algo sino quien entienda que la falta de poder acabará con el miedo, para esto aún falta demasiado. No se consigue de una noche a una mañana, debido a que todavía falta mucho para que los poderosos asciendan al amor.

El sistema más perfecto de gobierno lo veo cuando dos personas que se aman se comprometen, porque ninguno quiere atemorizar al otro sino que quiere la verdadera igualdad, ¡claro! hablo del amor real, y no de ese que dice que se tiene. Para acabar con las cárceles se debe acabar el miedo y sustituir por el amor, desde adentro y por acción de un cambio interno. El sistema penitenciario basa hoy en día su objetivo en privar de libertad, a quienes no les ha llegado la buena nueva, tenemos que ser justos.  ¡Malditos poderosos!

La enfermera nunca lo vio hablar así,- es otro soñador pensó- no existe orden sin temor. Se callaron hasta que la dejó, el doctor aún seguía pensando todo lo que tenía que resolver.
***

La noche en la cárcel era otro el drama que empezaba: en la celda de Pete y Lewis, se hallaban algunos personajes, entre ellos el Gurú, quien explicaba lo que se tenía que hacer, sobre un recipiente con agua coloreada de muchos tonalidades y cubierta de extraños olores. Entre todo esto se hallaba Lewis, en ropa interior y sentado más allá, Pete miraba la escena muy nervioso, acompañado por el Niño Coyote, además de algunos de los secuaces de siempre, el gigante Tony, también se encontraba allí, aún recordaba lo ocurrido y por ello se mantenía a la expectativa.

El Gurú se hallaba ataviado con algunos collares bastantes raros, todos imaginaban que era algo relacionado con religiones africanas, pero que la verdad no entendían bien, esperaban que con lo que fuera que estuviera haciendo el Gurú todo acabara para bien de todos. Para nadie era un secreto que el Gurú nada tenía que ver con ningún tipo de religiones establecidas, era algo así como un nómada dentro de las creencias.

El Gurú comenzó tomando un vaso que llenó del agua que se hallaba a los pies de un Lewis notablemente asustado, no entendía que demontre hacía en un lugar como ese, y sobre todo haciendo esa clase de rituales, el Gurú muy concentrado mantenía un cántico, cuyas palabras Lewis no podía entender, pero que lo hacía estar muy quieto, tanto como si estuviera adormecido, mientras más lo bañaba, más se sentía aletargado. El olor del Gurú era tan fuerte que sobreasaba la cantidad de esencias que agregó al recipiente.

La habitación se hacía más acalorada a medida que se llevaba a cabo el ritual, el Gurú luego sacó algunas velas de color morado muy oscuro que se acercaba a negro, la encendió una a una hasta completar diez, las puso alrededor de la habitación y el calor se hizo más agudo, el Gigante Tony tuvo que salir del sitio ya que empezaba a marearse; aun así se quedó a ver desde afuera donde también se hallaban otros reos.

Los cánticos en la habitación se hicieron más graves y el lugar se volvió irreal, el Gurú se concentraba aún más y parecía estar hablando con muchas personas a la vez, sin que los presentes pudieran adivinar que sucedía adentro de la cabeza de excéntrico curandero, quien súbitamente comenzó a dar gritos y luego, como una roca, calló al suelo, no hacía más que retorcerse y botar espuma por la boca, mientras seguía hablando en esta jerga indescifrable, todos se alarmaron pero nadie quería detener lo que estaba sucediendo. Las velas chisporroteaban.

Pete se ponía aún más nerviosos y le pedía a Lewis que se esperara, quien lo único que quería era salir corriendo por todas las piruetas que en suelo hacía el Gurú. En verdad a Pete  le costaba mucho el ver a Lewis en ese estado, pero arreglar esto le había costado mucho, incluso hablar con el director para dejarlos dormir afuera, con el fin de poder hacer el ritual que hasta ahora estaban haciendo. 

El Gurú pidió que se apartaran más, pero los presentes no podían, se les parecía algo estrecha la celda; así que él le pidió que salieran del recinto, todos a regañadientes salieron del sitio, algunos como Pete seguían pegado a la puerta. El Gurú le reclamó que se alejaran incluso de allí, necesitaba total espacio. Pete miró a Lewis y éste hizo una expresión de sentirse incómodo con el Gurú; así que este dijo que no podía salirse, pero el Gurú entró en cólera y lo sacó, los colocó muy lejos de la celda, incluso fuera del alcance visual. Ante este nuevo hecho todos se calmaron. El Gurú volvió a la habitación donde Lewis se hallaba.
 
***

 Lejos de allí, en su confortable casa, el doctor Evans dormía algo inquieto, toda la noche estuvo atormentado por pesadillas esporádicas, algo le angustiaba y no sabía decir que cosa era. Se levantaba a ratos sin saber el motivo. Comenzó a sudar, y a dar vueltas en la cama, hasta que se dijo que ya estaba bien, se levantó y decidió  tomar un baño.

Mientras lo hacía iba recordando el sueño que había tenido, en él estaba rodeado de personas muy blancas totalmente desnudas, aunque estaban muertas se retorcían en las camas, no como zombis, sino como penitentes que desearan que se acabara la tortura, un escalofrío le invadió todo el cuerpo. No le gustaba interpretar los sueños, seguro era algo que lo afligía. Se terminó de bañar y se dirigió a la cocina, aún su alma seguía algo confusa.

Encendió la televisión, para mirar cualquier cosa, vestido sólo con un pijama blanca, miraba la programación, algo llamó su atención. En un canal ofrecían el ciclo de vida de algunos grillos,…animal caracterizado por el ruido que produce al frotar sus alas entre sí, explicaba el canal como durante el día este animal se escode en las grietas y en las noches emerge para atraer a su hembra, una vez realizado el apareo la hembra coloca su ovopositor en suelo donde deposita los huevos…

Se quedó sin aire, y corrió al teléfono, eran las tres de la mañana. Marcó el número de la enfermera. Está contestó con voz contrariada de sueño. Le preguntó que sucedía.
- Tenemos que ir a la prisión- dijo el doctor sin más.
Estás loco! Viste que hora es. – Respondió la enfermera alterada- no nos dejaran pasar.
-Sé que algo le sucede a Lewis- dijo el doctor.
-¿Por qué no llamas a Damián y te enteras cómo demonios está todo?-dijo la enfermera, visiblemente molesta por la hora.
-Eso haré, - y colgó.
  
El doctor marco desesperadamente, su paranoia iba en aumento. El guardia dijo lo que estaba sucediendo, el quedo estupefacto y preguntó sí Pete estaba con Lewis, el guardia respondió que no, lo protegía el Gurú. El doctor comentó simplemente: voy para allá.

Al llegar al sitio las puertas de la penitenciaria se abrieron y apareció Damián, el doctor paso a gran velocidad, se dirigió corriendo por los pabellones hasta llegar al último, en donde se hallaba Pete y los otros detenidos, aún estaban esparcidos esperando que el Gurú terminara con su rito. Todos se levantaron al ver al Doctor allí, pero este no paró de correr, sino que siguió hasta la última celda y la halló vacía. 
-¿Dónde están?- preguntó el doctor.

Los demás llegaron corriendo detrás de él.  Pete se introdujo a gran velocidad, revisó detrás las cortinas del baño y no halló a la pareja que tiempo antes había dejado allí. Maldijo y salió despavorido, buscaba en las celdas cercanas, los demás, también comenzaron a buscar de manera frenética, pero no hallaban rastros de Lewis ni del Gurú, parecía haberse desaparecidos. Comentario que hizo uno de los reos, el doctor los hizo callar y se dirigió al grupo.
- No creo que le hallamos dado tiempo de correr y esconderse, tenemos que buscarlos, en algún sitio deben estar.

La noticia de la llegada del Doctor al penal se corrió como pólvora, los presos sabían que algo pasaba. Los internos comenzaron a alborotarse y de nuevo la prisión era un campo demencial, como lo era hace tan sólo unos días. Los guardias de nuevo trataban de hacer callar a los reclusos, quienes gritaban y hacían cualquier tipo de ruido. Sin embargo, esta no era como la vez anterior, los cabecillas andaban revisando cada lugar, no darían tregua al asesino, quien quiera que este fuera.

Trataban de poner una barrera para que el asesino estuviera siempre en el ala más interno del penal en los últimos pabellones, hicieron una barrera y fueron revisando celda por celda, tenían poco tiempo para ello.

El grupo encabezado por Pete, se fue directamente a la celda del Gurú, tenían que hallar alguna prueba de que él estaba siendo vigilado por el asesino, de alguna forma adivinó que estarían solos allí, registraron todo el sitio, tirando de lado a lado las cosas del Gurú. Mucho después llegó hasta esta misma celda el doctor, quien ya se hacía acompañar del director. Al ver la cara de angustia de Pete sabían que no habían hallado nada que les pudiera dar una pista.

La mañana pronto llegaría y seguro todo acabaría, el director siguió junto a Pete tratando de cerrar el paso el asesino, pero estaban persiguiendo demasiadas sombras, no sabían ni siquiera que perseguían.  El doctor se quedó, quería buscar algún indicio. Busco entre libros, hasta hallar uno que le llamó la atención por lo macabro de su título. “Invocaciones al Mal” al abrirlo, notó que no era un libro precisamente; sino que por el contrario era una especie de libreta de anotaciones. La tomó y comenzó a leer las primeras páginas.

En él se describía todo un ritual para invocar al mal, fue leyendo saltándose algunas de las hojas, hasta llegar a un título que tenía subrayado  preparación del cuerpo. Al llegar acá un dibujo representaba un pequeño hombre y adentro un muñeco metido, el muñeco era introducido en el estómago del individuo, una vez que era muerto, así se liberaba su alma de todo mal y su espíritu vagaba libre.  El calor se apodero de su cuerpo y comenzó a sudar, no lograba ver con claridad. Y se acercó a la luz, se quitó una chaqueta morrón que traía, la puso en uno de los estantes de libros.

Siguió viendo con horror lo allí escrito, no podía creerlo que fuera así. Pero para quería alguien hacer esto. En dibujos un hombre triste salía de su cuerpo y nacía en otro ser, sólo que ahora con cara de felicidad extrema.

Un ruido lo puso alerta, alguien estaba adentro de la pequeña celda, el lugar se volvió claustrofóbico y él intentó salir. La reja se cerró. Y el quedo aprisionado. No podía salir de allí, sabía que los barrotes sólo podían ser abiertos con la llave. Comenzó a gritar.
-¡Sáquenme de acá!- sin encontrar ninguna respuesta. El ruido lo puso de nuevo alerta, notó que venía de una de las camas que estaba en la inmunda celda, con sumo cuidado se acercó a ella, y advirtió que a diferencia de las otras estas estaban pegadas al suelo, levantó el colchón y halló un sobre piso muy bien camuflado y después un pequeño agujero y alguien de espaldas. Pegó un grito y trató de voltear el cuerpo, se asombró que al ver que era el sujeto que justo ayer escondieron en el cuarto de castigo, seguramente el Gurú o quien quiera que estaba detrás de esto lo mató hoy.

Sintió el ruido a su espalda y el otro colchón se levantó dejando ver que tenía el mismo compartimiento, de allí emergió el Gurú con un cuchillo en la mano. El doctor se levantó rápidamente, pero no había nada que hacer. El Gurú lo tenía asido por el cuello.
- A ti te quería matar y me diste la oportunidad preciosa para hacerlo.
-¿Dónde tienes a Lewis, maldito?- con un movimiento brusco el Gurú lo volteó y vio a Lewis atadas las manos y la boca vendada en el hoyo donde también se hallaba escondido el Gurú.
 
Lewis abrió los ojos al ver al doctor.- Cálmate, ¿Qué es lo que quieres? – preguntó el doctor. A un alterado Gurú.
- Matarlos a los dos- dijo el Gurú y lo arrojó hacia donde estaba el sujeto muerto. El doctor calló sobre el desdichado.
            - Mejor conversemos, nada sacaras si nos matas, a Lewis lo están buscando por toda la prisión y pronto lo hallaran, ahora más que quizás sepan que yo también desaparecí. Así que piénsalo bien y seguro serán benevolentes contigo. Podrías inclusive tratar de que cambiaran de prisión, déjanos ir.    


El Gurú lo pensó, pero estaba carcomido por el miedo de hallarse atrapado, empezó a ir de un lado para otro, sacó una cuerda y un pedazo de adhesivo y se lo colocó al doctor, luego le ató las manos y los pies. Era una locura tenerlos allí vivos, pero también podría ser su boleto afuera del penal. Se hallaba entre la espada y la pared, por lo pronto saldría de acá. Ató al doctor fuertemente y también lo hecho en el mismo sitió de Lewis, cerró su escondite, estarían ahí mientras podía echarlos en el hoyo nuevamente, nadie se atrevería a buscar de nuevo allí. 

Salió de la celda con mucho cuidado, no vio a nadie por el camino.

Pasado cierto tiempo, Michael Virtue, el llamado perro guardián del director lo halló atado al pie del árbol donde estuvieron hablando hasta hace muy poco, llamó a todos los búsquedas y pronto se halaron rodeando al Gurú. Lo desataron, pero el Gurú decía no saber quién lo ató, ni quien lo puso ahí, todos le creyeron, aunque para desgracia del Gurú lo llevaron a su celda. El director lo siguió y esperó encontrar al doctor allí, pero no lo halló.

Sentaron al Gurú, Pete seguía preguntándole pero poco decía. La celda comenzó a llenarse de reos así que tuvieron que salir, para obtener aire. Dejaron al Gurú allí, debían seguir buscando. El director quiso seguir investigando que había visto el Gurú, se sentó al lado de este y sobre la camilla donde se hallaba los dos desaparecidos.

El Gurú se mostraba poco colaborador, el director perdía los estribos, algo en la otra cama llamó su atención, y tomó el pequeño cuaderno de anotaciones, el Gurú se lo quitó nerviosamente. El director conoció en la mirada del Gurú en qué posición estaba. Notó debajo de la cama un orificio donde se podía ver la cara del cadáver, se levantó rápidamente, muy nervioso le dijo al Gurú que regresaría. Pero el reo se levantó y cerró la puerta, antes de cerrarla una pistola apuntó la cara del Gurú. Michael Virtue apuntaba la cara del Gurú. El director también sacó arma y la apuntó. Los dos habían apresado al asesino, sin proponérselos de ninguna forma. Hubo alguna disputa más pronto apresaron el asesino.

Algunos reos vieron a Michael pegado en la puerta, todos corrieron y hallaron al Gurú esposado a la reja y al director sacando de su inminente tumba a los dos secuestrados, lo desataron y llevaron al patio. Una turba de enfurecidos reos se fue a donde el Gurú se hallaba.

El director quiso ir con ellos, pero al llegar donde deberían tener a Gurú, no encontraron nada. Caras sonrientes parecían estar allí como si nada hubiese sucedido. Él  preguntó a los presos que se quedaron con él, si habían visto algo, a lo que todos respondieron que no, por lo calmado que se hallaban, algo escondían, pero acaso no estaba en él preguntar. Las leyes pierden el sentido y todo se rige por otros parámetros más arcaicos.

 

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