1. Stephen Kurtain: Un Espacio Vacío

1. Stephen Kurtain: Un Espacio Vacío


L
a noticia puso curiosos a todos en la comisaría; quienes seguían con cuidado la reacción de los involucrados, la carta recibida daba instrucciones muy precisas; era clara y sencilla en su texto, pedía el inmediato traslado de Stephen Kurtain a la ciudad de Houston en el estado de Texas.

Cinco años habían pasado desde que Stephen Kurtain se mudó a la ciudad de Los Ángeles, su vida en esta urbe, a pesar de la poca fe que tenía en sí mismo, subió vertiginosamente; llegó incluso a ser uno de los primeros hombres dentro del departamento de policía.

Aunque aún hoy le costaba aceptarlo, fue una buena elección el salir de San Francisco, atrás quedaron los angustiosos días pasados. Consideraba éste su hogar, el lugar donde se sentía a sus anchas y que llegó a conocer muy bien; sin embargo, la carta era imperiosa, provenía de los altos mandos y nada podía hacer para librarse de esta orden, la decisión era irrevocable.

Al tanto leía la carta, su disgusto se hizo notorio, su humor cambió repentinamente, todo lo irritaba sin que él pudiese evitarlo. Lo cierto era que el adaptarse a un nuevo espacio le costaba mucho, no quería trasladarse, ni pensar en recomenzar de nuevo; los cambios le exasperaba, las nuevas cosa le creaban una sensación de angustia, el tan sólo viajar era supremamente desesperante. Había desarrollado cierto temor a alejarse de un punto. Y todo esto justo ahora que, si bien puso mucho de sí, su matrimonio amenazaba con terminar y le pedía estar pendiente de todo.

El tiempo pasado, sin resolver su situación, estaba dejando en él demasiados sin sabores que no podía remediar de ninguna manera, e igual que una fila de dominós caía irremediablemente tras todos los eventos, construyó su relación con bases muy débiles que ahora no podían con la estructura, y aún más si su piedra angular, el semiento en donde descansaba la razón de ser del matrimonio estaba cimentada de mentiras, al destruirse el castillo de su vida no existía la posibilidad de poderlo reconstruir. Simplemente no estaba seguro del amor que sentía por Alissa.  

Dejó la misiva sobre la mesa; tendría que averiguar la razón de este traslado, tomó su teléfono móvil y llamó al Capitán.
- Quisiera me diera una explicación de este absurdo, fuera de lugar y repentino… traslado – puso todo su tono de enfado en esta llamada. El Capitán le respondió desde el otro lado del móvil.
-Espero no importunarte, como has podido darte cuenta el mensaje viene desde arriba. Al parecer, según pudieron exponerme, el propósito se basa en una investigación que realizaste en años pasados, - explicaba el Capitán- justo antes de trasladarte aquí, tu nombre, al igual que todos los que participaron en ello, quedó grabado como uno de los principales ejecutores de dicho éxito policial. Ahora un caso similar ha aparecido en esa ciudad y se me pide te envié allá, es sólo temporal, no te alarmes, no quisiera deshacerme de alguien como tú, mas igual que tú, obedezco órdenes- luego se despidió y colgó.

Stephen Kurtain quedó pensativo y todo su pasado comenzó a proyectarse por su cabeza en cuadros de película: sitios, casas, objetos, personas y caras terminaron en un sólo nombre casi olvidado por él… agente de policía Chris Hudson. Pegó un golpe en el escritorio donde estaba apoyado haciendo la llamada. 
-¡Maldito, hijo de perra, de nuevo tú! – Esputó Kurtain- no volveré al pasado, no puedo volver a pasar por el hecho de hallarme en una encrucijada ante la vida.  Decidí dejar eso atrás, no puedo caer nuevamente.- Ante la impotencia de no saber qué hacer tomó un contenedor de lápices y lo hizo estallar en la pared. Su pasado reclama su presencia y él aún no estaba preparado para enfrentarlo.

Ya en su casa, estuvo discutiendo toda la tarde con su esposa para hacerle entender el porqué era necesaria su presencia en esa ciudad; pero ¿Cómo hacer entender algo que ni él mismo comprendía del todo?, no conocía ni siquiera con qué se iba a enfrentar, el Capitán no dio mayores esclarecimientos. Durante el altercado, los gritos de los dos fueron en aumentó hasta que ya no hubo nada más de que hablar, quedaron en un bullicioso silencio.

El matrimonio iba desmoronándose más a cada nuevo intento por tratar de continuar; a pesar de que tenían un hijo, la relación estaba bastante deteriorada. Un error como estos era la guinda al pastel para definitivamente dar por acabado el consorcio que los asfixiaba a los dos de manera sobrehumana. Alissa de Kurtain, su esposa, le reprochaba por todo y nada, diciéndole al final de ese silencio:
 -¡Quiero el divorció!- los ojos de los dos se colmaron de lágrimas, no obstante, era un final previsto desde hacía mucho tiempo. Siguieron gritándose reproches sin sentido de lo que debieron hacer o no. Dando vueltas sobre ningún punto. Era un matrimonio sin posibilidades de volver atrás, era un barco condenado a hundirse en el océano del hastió.

-…No veo que te esfuerces por nuestra relación y yo sola no puedo, lo siento, pero hasta aquí llegué- decía Alissa y preparaba las maletas junto con su hijo de nueve años. Ella había dado varios ultimátum para que tratará de salvar lo que, únicamente para él, estaba perfecto, la realidad era que durante todo el transcurso de estos diez años se obsesionaba más por su trabajo, apenas  dejaba un poco de tiempo para ella, el “réquiem” estaba en ejecución y junto a éste el desplome de la falsa. No importaba cuantas veces él se empeñara en decir que era sólo una crisis, para ella estaba claro que era mucho más que una conflicto de los cuarentas, en su vida debía pasar algo que contrarrestará la soledad a la que se enfrentaba diariamente: y esto sería con él o sin él… Tiró la puerta enérgicamente. Dejando a Kurtain parado en mitad de la sala.
Imbécil! No es posible que no percibas que me ahogó diariamente- dijo al final. Se marchó.

En pocos días, sin mayor pertenencia que lo que llevaba encima y un hijo que se apartaba de él cada día más, Stephen Kurtain se trasladaba a Houston, ciudad del sureste del estado de Texas, en los Estados Unidos, cuarta ciudad más grande y la mayor de los estados del sur.

Stephen veía, mientras viajaba, los edificios de la ciudad en fotos anexadas al reporte enviado por la policía, en el mismo se explicaban el “modus operantis” de los nuevos secuestros de jóvenes madres que inquietaba a las autoridades. La última, una joven a la cual le practicaron una cesaría y posteriormente dieron muerte; así mismo, el rapto de su amiga, la hija de un destacado político de la ciudad. El reporte señalaba su retención por pocos días y subsiguiente abandono en un callejón, sin que pudiera dar razones de su amiga. Todo esto intrigó a la policía.

Mientras veía las fotos y la crónica, la mente de Kurtain no dejaba de repasar lo vivido en San Francisco, desde que llegó a Los Ángeles había decidido olvidarlo todo, más el introducirse de nuevo en un caso similar despertaba su mente dormida por tanto tiempo. Tendría que luchar nuevamente, contra todo. Enfrentándose día a día con el fantasma del pasado. Si bien, esta vez sin su esposa, quien constituía su punto de apoyo para mitigar el dolor de hallarse completa y demencialmente solo.

-¡Maldición!- dijo con rabia, no quería ni siquiera repasar lo que llegó a ser para él un dolor olvidado en su vida a base de negación de existencia. La ciudad se acercaba y pronto los edificios empezaron a pasar por su lado, sintiendo de nuevo la sensación de no sentirse tan sólo por la compañía de estructuras tan grandes.

El agente Kurtain se bajó en un sitio central de la ciudad, caminó un poco, puso las manos a los lados de su cuerpo en forma de asas de jarra, y quedó dando vueltas sobre sí mismo, comenzó a sudar, hacía algo de calor. La carta decía que allí lo esperarían; nadie estaba esperándolo, caminó hacia la central de taxi, necesitaba llegar al departamento. Los edificios amenazaban con desplomárseles encima, un extraño estado de pánico lo embargó, su pecho latía muy rápido, quería correr, empero se serenó y buscó algún apoyo. Pronto se desmayaría, comenzó a hiperventilar.


Escuchó la voz de alguien a su lado y sintió una mano que lo sujetó.
-¿Se encuentra usted bien?- preguntó quién lo sostenía, él se detuvo un poco, su mano fue al pecho y esperó a que ese estado de zozobra pasara, luego de un tiempo miró al sujeto y dio las gracias por sujetarlo.

Éste lo llevó hasta un banco cercano, le dio un pañuelo para que se limpiara el sudor. Él le agradeció nuevamente,  respondió –no,  no es nada.- Estuvo sentado a su lado por un tiempo, quería cerciorarse que el sujeto volviera de nuevo en sí, poco a poco lo fue haciendo.

Ya repuesto nuevamente, Kurtain se fijó con mayor atención en el extraño sujeto que tenía a su lado y que, ese momento, suplía de enfermero,  con el pelo claro tenía un poco más de su estatura, una sonrisa amplia que, además de enmarcar su rostro, dejaba ver hoyuelos en la cara, vestía remera blanca y pantalones de mezclilla negros. El sujeto se volvió a cerciorar que estuvieran bien, no estaba seguro de dejarlo, le pedio su número para verificar si todo estaba bien más adelante, esto extrañó a Kurtain; más aun así se lo dio y luego se despidió y siguió su camino. Kurtain aún se mantuvo allí por un tiempo. Necesita volver completamente en sí.

A la postre se sintió mejor; decidió buscar un taxi que lo llevaría a su destino,  un joven caminó a su lado y lo observaba con cuidado. El agente se incomodó, pero tras continuar la actitud escrutadora del joven, decidió hacerle frente.
-Disculpe ¿Agente Kurtain?- preguntó el joven a su lado, quien debía tener algo así como veintiocho años de edad, de pelo negro muy corto, piel blanca y ojos un poco acusados, usaba camisa de mangas largas color blanca, un poco al descuido, debajo llevaba una camiseta algo transparente, Kurtain se detuvo y le respondió.
-Sí, soy yo ¿Qué desea?- el joven muy nervioso le extendió la mano.
- Soy el agente Richard Steel, encantado en conocerlo, vengo a buscarlo para llevarlo a la central de policía, seré uno de sus acompañantes mientras esté aquí- esto lo dijo con una gran sonrisa. Kurtain también rió, luego añadió:
-Encantado en conocerte también, Richard, esperaba alguien de más edad- dijo secamente Stephen, el joven se puso rojo ante lo dicho por el agente y contestó:
-No le culpo por ello. Yo también esperaba alguien mayor, me han hablado tanto de usted en estos últimos días que lo he mitificado al punto de que pensaba encontrarme a alguien de cincuenta años con una barba muy grande y anteojos, pero veo que usted a los sumo tendrá ¿Cuántos? ¿Treinta y cinco años?- en esta última pregunta agudizó los ojos y se puso la mano en la barbilla, gesto que le pareció muy cómico a Kurtain, de manera que dejó el formalismo y esbozó una pequeña sonrisa, ante el acierto del joven.
-Déjese de tarugadas y vamos- le dijo al joven y posteriormente le dio su equipaje, el joven lo tomó de mala de gana, no le gustaba que lo trataran de criado. El agente Kurtain le pareció un poco pedante, vestido con traje negro y camisa color azul marino, implacablemente planchada, sin embargo, por encima se veía lo buena persona que era, y él poco se equivocaba en esto. Al instante tenía su perfil elaborado, a un lado dejó todo el prejuicio formado. 

En el camino Kurtain trataba de no pensar, se acostumbró al joven que, al principio, le consideró algo chico, mas luego de pensarlo se dijo que el trabajar con alguien así le traería nuevas experiencias, estaba habituado sólo a personas de muy avanzada edad. Kurtain le preguntó:
-¿Qué quisiste decir con uno de tus acompañantes?
-Ah,- trató de explicarse, el joven- el agente C, punto, Baldwin, pero ya sabrá quién es, los dos venimos trabajando en este caso, no obstante, con el secuestro de la joven y posterior muerte, las cosas se pusieron algo más serias, todos estaban detrás de nosotros y bueno…- se detuvo un poco- no se ponga ansioso, ya le contaremos eso cuando sea debido. Queda aún suficiente tiempo- en esto último dicho por el inquieto joven, Kurtain, no estaba tan seguro. Sabía que lo de Alissa estaba perdido y necesitaba llenar su vida de cosas que pudiera manejar, antes que el vacío trajera cosas nuevas, que la verdad, tenía metidas en lo profundo temeroso de que salieran a flote y que sin poder evitarlo afloraban a cada rato.

Al llegar a la estación, que a Kurtain le pareció igual a muchas otras, Richard lo presentó a los compañeros inmediatos y al instante pasó a una oficina.
-Esta será su oficina mientras esté aquí- abrió la puerta, adentro de la sala estaban dos escritorios uno de los cuales estaba ocupado por una bella mujer que, vestida con un bléiser gris, se levantó al verlo llegar, y expresó:
  -Ya llegó el famoso héroe- Kurtain se sintió un poco apenado.
-Ni creo ser tan famoso; ni espero se jamás un héroe, no compagino con las tiras cómicas ¿Con quién tengo el gusto?- estiró la mano hacía ella, pensaba que quizás sería la secretaria.
-Agente Caroline Baldwin, y, me imagino, tú eres “Superkurtain”, trabajaremos juntos – Stephen quedó estático, no sólo un joven; sino ahora una bellísima mujer. Se la ponían difíciles en el departamento.

Esperaba que la cosa terminara allí, cuando pensó en un cambio jamás pensó en que este fuera tan drástico.  Se sintió algo deprimido.

Después de la presentación de rigor se pusieron a trabajar y revisaron el caso. Kurtain contó algunas de sus experiencia y pronto hubo una empatía entre Richard y él, por su parte el agente Baldwin resultó muy inteligente; pero algo lejana, ella misma le explicó como desapareció la primera joven de su casa, todo similar a las otras veces en San Francisco, la diferencia estaba en que estos nuevos sujetos cometieron el desliz, junto con la embarazada, tomar una joven proveniente de una familia de holgada posición económica. Cosa que Kurtain no entendía para qué, en aquella ocasión era robos de niños; quizás esta vez nada tenía que ver con aquello, en fin, no dio importancia a este hecho; así que preguntó:
-Y teniendo aquí tan buenos agentes… ¿Por qué fue requerida mi presencia? Al venir para acá deje mi vida hecha un caos en Los Ángeles, me es necesario volver a reunirme con mi vida lo más antes posible quizás todo allá colapse- dijo Kurtain algo malhumorado.
-Puesto que detrás de los secuestro esta un nombre que debe ser conocido para usted, el honorable Dr. Moore, hermano del interfecto Dr. Moore de San Francisco- Dijo la hermosa mujer, tratando de ver sus ojos. Kurtain no lo podía creer, sentía como la vida a veces parece cíclica, repitiéndose una y otra vez en un constante retorno. – No fue sólo a ti, -siguió expresando la hermosa mujer mirando en todo momento las reacciones del atractivo policía-, también un tal agente… Hudson, quien fue nuestro primer lance, desafortunadamente, no aceptó reunirnos con nosotros, porque se hallaba ocupado en otros asuntos.- Kurtain esta vez sí quedó inmovilizado. Se tuvo que sentar, comenzó nuevamente a hiperventilar y hubo necesario desabotonarse la camisa, y ante el estado que notaron los agentes, le preguntaron si conocía el agente.
-Sí, pero por un “pequeño problema” no terminamos siendo muy buenos amigos, - dijo esto algo triste- quizás, el que no viniera fue lo mejor, sé que se escucha poco profesional de mi parte; mas nada puedo hacer, así lo siento y no quisiera ahora volver a caer en viejos fantasmas del pasado que acaso sumaran más problemas a mi vida- no siguió hablando del tema. 

Baldwin se puso a pensar lo dicho por el atractivo agente de Los Ángeles; no sabía qué cosa pudo pasar para no querer trabajar con él. Según investigó, antes que llegará el agente Kurtain, éste trabajó con Hudson algunos años… pero seguro era algo de hombres, a veces se daban casos de compañeros que quedaron enemistados para siempre. La hermandad entre policías no era tan de todo cierta, antes ella se casó con su compañero y las cosas terminaron tan mal que no puede ni siquiera verlo, desde que se divorció se prometió así misma no regresar a él nunca más. Le parecía un patán por todo lo que pasó mientras estuvo casada: peleas, malos tratos, mentiras, engaños, todo un primate.  

Este hecho de entender su negativa a trabajar con un antiguo compañero con quien podía tener acaso un pasado nada bueno, la unió a este hombre instantáneamente, sentía que, si bien eran hombres, quizás algunas veces también estas relaciones terminan con tanta intensidad como lo de ella con Josh Sullivan, seguramente debía haber detrás de esto una buena historia. Ya quedaría tiempo para conocerla, sin darse cuenta se encontró acomodándose el cabello de manera coqueta, cosa que tenía tiempo que no hacía. Se sonrojó, pero nadie pudo notarlo.

Siguió hablando con los dos compañeros, por un momento, toda la tensión de verse de nuevo asediada por un nuevo intruso salió de su mente; si bien no bajo del todo la guardia. Quería estar segura del sencillo sujeto. Un nuevo error jamás se lo permitiría, no toleraría que alguien pudiera poner en peligro lo que tanto le costó construir.        

  Ese día, a pesar de todas las expectativas que tenían los tres, terminó sin más. El agente Richard trasladó a Kurtain a su nueva casa, ubicada en una zona residencial muy apartada.

Al detenerse en frente de esta, Kurtain pudo notar lo abandonada que estaba la casa, matorrales corrían por su frente algo mal trecho, los batientes de la puerta amenazaban con derrumbarse de un momento a otro. Amplias ventanas dejaban ver un estilo bastante moderno, miró a su alrededor y sólo vio algunas casas algo apartadas, un centro residencial particular por no usar otro nombre, pero bueno… no estaba aquí de vacaciones pensó el Agente y entró.

Al igual que el exterior, el interior estaba lleno de polvo y su inmobiliario estaba cubierto por sabanas, que él de manera enérgica fue quitando, dejando ver unos muebles de estilo modesto, a cada arremetida con la sabana veía de reojo al teniente Steel, quien miraba a su compañero con la mirada de “ya te acostumbraras”, abrió los grandes ventanales y una brisa agradable se coló por ella, dándole la impresión de hallarse medio de la llanura y de la soledad. No sería un buen lugar para olvidar su tragedia, por el contrario era la alegoría de su vida en estos momentos. Esperaba no pasar muchos días aquí; ya que con seguridad enloquecería. Deseaba que colocaran alguien más, no quería estar solo, pero no era así. La casa fue puesta a disposición por el jefe principal y esta a su vez por un contribuyente.

Hecho una mirada hacia las otras casas y poco a poco se resignó, no podía ser tan malo, serían días bastante ajetreados y no tendría tiempo de pararse en estos detalles, sino que esperaba concentrares en salir rápidamente de este caso, de este sitio, de esta ciudad y de la cercana posibilidad de encontrarse con Hudson. Siguió revisando la casa; en la parte de atrás una gran piscina en forma de riñón, vacía y sucia que le hizo soltar un –¡Uff!

El agente Steel le informó que ya lo vendría a limpiar, pero que esta noche tendría que dormir como pudiera.
- Está bien, no se preocupe, me arreglaré no vine a vacacional a este sitio - respondió Kurtain harto de todo.           

Después que vio la restante parte de la casa y hubo despedido a Richard, quiso tomar un baño y llamar a Alissa, buscó por toda la casa el teléfono y no lo hallaba, revisó la amplia habitación con baño, la cocina, y un closet que se hallaba entre la cocina y la sala, al final dio cuenta en una extraña cabeza de res en uno de los estantes, lo pensó bien y levantó los cachos y “Voela” allí estaba el teléfono perdido, se encontró algo ridículo hablando por los cachos de dicho animal.

Alissa aún seguía molesta por todo lo sucedido, le explicó lo referente a los abogados, los posibles convenios entre los dos. Él por su parte no se preocupaba en aclarar nada, si ella estaba dispuesta a divorciarse, él iba a dejar todo a su nombre, no quería nada, al contrario esperaba, si esto se diera, dejar a su hijo bien asegurado para un futuro. Reflexionó que a pesar de estarse diciendo que todo había terminado, esperaba que esto fuera una simple pataleta de niña rica y mimada, no entendía cómo podía echar todo el tiempo que estuvieron juntos por la borda.

Al final, colmado ya, le indicó que hiciera lo que pareciera, después bajó el tono y preguntó por el niño, ella le dijo que estaba bien, aunque había estado preguntado por su padre. Le mandó saludos y colgó el teléfono, un extraño olor a almendras se coló en el ambiente. Su estado de pánico amenazaba con hacerse presente y robarle el sosiego.

Tomó el preparado baño, pensando que, tal vez, mañana sería un día tan difícil como éste.  Le dedicó un buen tiempo a esta actividad, su cabeza estallaría; un baño siempre lo relajaba. Dejó que el agua se deslizara y ayudara a calmarlo, estaba algo fría y eso era lo que él necesitaba.

Luego que salió de la ducha y, después de que se  hubiese puesto algo, fue a un rincón de la habitación en donde se hallaba  un espejo; se miró de cuerpo entero, a pesar de contar con treinta y cinco años se veía en buena forma, era cierto que sus pectorales estaban menos firmes, su espalda más ancha y su expresión más madura, pero su pelo negro sólo tenía muy pocas canas y sus ojos azules lo bordeaban pocas líneas de expresión, sus glúteos podían aún ganarse el apodo de beisbolista, llevaba sólo unos bóxer un tanto transparente que se ajustaban a su cuerpo, regalo de su adorada esposa.

La noche era calurosa lo cual le recordaba a la ciudad de  San Francisco,…y de nuevo se encontró, en su memoria, en el Buick color rojo, estacionados en la vegetación al lado de una carretera cercana a su casa, sus piernas en lo alto y el agente Hudson abrazándolo, esclavo de un ataque de celos. Los colgantes del espejo retrovisor no cesaban de bailar, mientras el carro se movía de un lado a otro, todo el ambiente era una mezcla de pasión y sudor, sentía su respiración junto a su boca, su olor y sus palabras, mientras lo penetraba en cadencioso compás. No podía detener lo que sucedía, estaba envuelto en una llama de pasión que ahogaba su voluntad. Y lo llevaba hacia el éxtasis. 
- Serás siempre mío y de nadie más; de nadie más; de nadie más…- le decía la voz que lo abrazaba fuertemente sin dejarlo querer ir. Y él una vez más le pedía que siguiera, que nada importaba más que el estar juntos; no importaba el mañana. Su visión se trasladó hacia los vegetación cercana y ocultó entre los árboles una moto en la colina y en ella montado se hallaba el agente Miller mirando toda la escena de amor, cayó como en un vació y se levantó perturbado y empapado en sudor.

 No, no podía, no podía volver, no podía volver atrás a esa fatídica historia, debía terminarla para siempre. Ocultarla para siempre. Desde el momento que salió de San Francisco se decidió a terminarla y eso haría. Pero, por qué lo recordaba ahora, el divorcio estaba descontrolando su vida y de nuevo se veía libre y completamente solo.

Se levantó a preparar algo que lo volviera a dormir, no podía darse el lujo de trasnocharse, mañana habría mucho trabajo que hacer y nuevas personas que conocer. Ese error quedaría enterrado en su recuerdo para siempre, esa sería una historia que nunca recordaría, aunque sintiera tanto dolor en el corazón.

Una vez que hubo vuelto a la cama daba vueltas sin poderse dormir. -Sí, así es, olvidado para siempre- se decía, mientras colocaba la almohada en su cabeza. Buscaría una nueva vida, quizás con menos complicaciones y sin que nada lo llevará de nuevo a revivir esa historia vivida con Hudson, ni otra con iguales características. Pero sin Alissa ¿Qué haría?

Pensaba muchas cosas a la vez, entre ellas no pudo evitar en recordar el incídete del Terminal, pensar en el sujeto que lo atendió, sus ojos muy claros, ese aspecto de estar bien en la vida, ¿tendría cuánto?, algo menos que él, se respondió. Inevitablemente elevó su tensión, un calor lo envolvió y de nuevo cayó en ese aspecto de su vida que quería apartar a toda costa y que formaba un lado oscuro en su mente.

Su sangre hervía, su piel se erizaba, su cerebro no se detenía, su cabeza estallaría. De nuevo, estaba enfrentándose a ese mal que lo enloquecería. Debía luchar con ello. Tomó de nuevo una ducha, esta vez mucho más fría. El recuerdo de Hudson hizo algo más que aflorar sentimientos ocultos por tanto tiempo, despertó un morbo que nada tenía que ver con el cariño que sentía hacía cualquier mujer. Despertó la pasión y ahora más que nunca amenazaba con consumirlo y tragárselo entero.


Se deshizo del pequeño bóxer, tomó el pañuelo que el sujeto que lo ayudo le dio en la ciudad, se lo puso en la cara para olerlo y pensando en la cara de hermoso hombre visto en la terminar se masturbo mientras metía su dedo en el ano hasta quedar exhausto en la cama y bañado del blanco líquido. 
 




1 comentario:

  1. wuaoooo que impresionante apenas hoy es que empese a leer la segunda parte del "amante de hudson" ahora "el rival de hudson" que emocion por este primer capitulo te felicito por tus historia ahora seguire con los demas.... Felicidades nuevamente Arniel por tus escritos sabes que me encantas tus historias de Novelas Gay

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