11. Luchando contra el destino


11. Luchando contra el destino





Estaba desnudo, hambriento y somnoliento, lo primero que haría sería buscar algo ropa, no podía andar sin cubrirse por toda la selva; pensó en la guarida de los mercenarios. Fue hasta allá y para su sorpresa se encontró algunas latas de comida, ropa y algunos utensilios que le servirían para sobrevivir, lástima que no tenía la protección de la cueva y la compañía de sus fíeles amigos los peces; sin embargo por los momentos estaba mejor que bien.  


Ya alimentado y vestido  corrió hasta la selva, buscaría un lugar en donde esconderse, la guarida de los mercenarios no representaba un buen lugar para ocultarse, debía ser un sitio desde donde  pudiera tener toda la isla vigilada, necesitaba ver todos los barcos que entraban o salían de ella, en alguno de ellos estaba su salvación. Recordó el elevado risco en donde fueron, por mala suerte, encontrados la primera vez, ese era el sitio perfecto, recordaba algunas oquedades presentes en las rocas, los nuevos mercenarios no conocían ese sitio y por supuesto era ideal para vigilar de cerca a los mercenarios.  

Subió hasta halla, buscó en las pequeñas cuevas de los acantilados y encontró una relativamente grande, había espacio para tres personas, se acomodó y se dispuso a observar el sitio. Los mercenarios no se veían en ningún sitio, los dos barcos anclados en la isla le hicieron pensar que aún se hallaban en la cueva esperando que saliera. No sabía cuánto  tiempo estuvo encerrado en las cuevas, pero lo cierto es que los sujetos no se darían por vencidos tan fácilmente.  

Se quedó dormido con una sonrisa en la cara, había escapado de esa tumba y ahora tenía nuevos bríos para enfrentar lo que fuera. Estaba aún perdido pero en libertad. 


La mañana lo tomó cortando lianas y atándolas para formar cuerdas largas, era prioritario tener una vía de escape y esa no era otra que los riscos, podría necesitarla en cualquier momento. Una brisa sopló y recordó los días pasados pescando en el hangar de Alain, no recordaba porque lo amaba tanto, porque llegó hasta la locura por una persona que nunca lo amaría, estaba loco. El horizonte se veía tan azul que sin quererlo sus ojos se llenaron de lágrimas.  

Miró nuevamente el horizonte de esta isla que se había convertido en su vida, se  sintió invadido por una fuerza sobrenatural.  -Sí,- se dijo- saldré de acá.  




Primero tenía que saber dónde pudo esconder las cajas el piloto, estaba tan enamorado que no podía pensar en nada malo, no pudo darse cuenta en donde había escondido el piloto las cajas. Vivía días de total inocencia creyendo que el piloto lo amaba. Pero eso quedo atrás, se había acabado, ciertamente prefería el contenido de unas cajas a su vida misma… un arma eso necesitaba. 

Desde siempre ese era su pensamiento poder sacar las cajas de la isla, lo engañó con artilugios nada honorables, se aprovechó de su condición para conseguir sus propósitos… camuflaje, también eso necesitaba. La casería había empezado.  

Tomó una lanza y bajó con sigilo; pintado de verde, marrón y ocre, igual que la espesa vegetación, sus movimientos eran de una pantera en la selva, su mirada agudizada de un águila al asecho, tratando en todo momento de ser imperceptible, insonoro. Su mirada derramaba un fuego que lo quemaba todo. Nadie más abusaría de él nunca más. El destino sería un factor que controlaría contra la adversidad.

  Llegó a donde podía ver con suma claridad el campamento de los mercenarios. Allí estaban dos de los seis hombres que formaban el equipo. Se supuso que los otros cuatro aún esperaban su salida de la cueva. No sería tan fácil escapar de allí. 


Había dos botes anclados, uno bastante moderno y otro que parecía ser un carguero, allí vino.

  Regreso a su guarida a preparar los últimos detalles que lo llevaran a escapar de allí. Una vez llegada la noche se sumergió y nadó hasta el yate. Subió por la cuerda del ancla y miró adentro sin atreverse a subir, necesitaba aclarar el panorama antes que este arrojo interno se acabara en él. Era imposible escapar en estos botes, el carguero era muy lento y el más moderno era imposible siquiera abordarlo.  

Regresó a su escondite a meditar como lo haría, sería realmente difícil salir de allí, la luna se reflejaba en la mar, dejando ver una noche muy tranquila y muy apacible. Esta luna lo acompañaría por donde fuera, así mismo esta isla, por siempre estaba unida en cúpula perfecta a él.  

Ahora no contaba con muchas personas a su lado, igual estaba acá que en cualquier otro sitio, así que el escapar era para él una oportunidad de ver otro ambiente.


Durmió un sueño profundo lejos de su familia, del tenis y sobre todo lejos del piloto, tan lejos del él que a su mente venía como algo muy lejano, alguien que una vez amó pero que hoy se había ido para siempre.   

 Nuevamente la mañana lo encontró espiando el campamento de los mercenarios, los cuatro habían regresado y discutían entre sí, la razón pronto la descubrió: un bote se acercaba.   

Era una lancha algo pequeña, pero lo suficiente fuerte para realizar el viaje. Seguramente eran refuerzos, no tendría ninguna esperanza de salir de la isla, sus días estaban contados o podía ser algún turista en busca de aventura. La embarcación se dirigía a los mercenarios, y pronto una ráfaga de disparos no se hizo esperar lo que condujo al piloto de la lancha dar vuelta en “U”.

 Del bote recién llegado una persona saltó al agua y luego una explosión producida por la proyectil de una bazuca que dio en el casco de la precaria embarcación y que posteriormente lo hundió.  

Los mercenarios corrieron a ver si había sobreviviente más no hallaron, esto le extrañó porque el juró haber visto un sujeto saltar de la embarcación. Agudizó los binoculares y miró detrás las rocas emerger un buzo; sin ser visto por los mercenarios.  

 Si existía una posibilidad de huida ese sujeto la encarnaba, corrió montaña abajo llegaría al buzo antes que los mercenarios lo descubrieran, necesitaba saber quién era y que haría para rescatarlo. Seguro contaba con transmisores u otro aparato con que pedir ayuda.  Con una velocidad inusitada bajo la pendiente.  

Pudo llegar a donde el buzo se encontraba, este al ver un sujeto en las condiciones de François se asustó, lucia barba, un semblante algo delgado y estaba ataviado tan asoló con una especie de taparrabo. Lo apuntó con el arpón que cargaba.  

Él le hizo señas que bajara el arma y se callará, lo llevó a donde estuvieran a salvo. 

-¿Quién eres y por qué te dispararon?- preguntó con voz muy baja François.

-No sé por qué me dispararon,- el sujeto vestido de traje neopreno, color azul marino con líneas de amarillo y blanco que atravesaban el cuerpo, estaba aún aturdido por lo ocurrido- soy un buzo profesional, vine en busca de  fotografías para una revista para la que trabajo, todo mi equipo se perdió en la explosión, maldita sea. ¿Quiénes son esos? y ¿Quién eres tú? 

 Esto puso muy triste a joven tenista. El sujeto que estaba frente a él y que pensó que lo salvaría estaba  más perdido que él mismo. Pero bueno… eran dos personas, no estaría sólo. -Creo que debemos saber que harán ahora los mercenarios, sin Alain estarán desesperados. ¡Hijos de puta! Tenemos que buscar la manera de salir de acá. 

-¿Y cómo crees que haríamos eso? Ese bote que hundieron representaba mi único patrimonio y único medio de escape, según veo. Pienso que debemos ir a hablar con los sujetos que estaban allá y negociar con ellos alguna solución.- dijo ingenuamente el fotógrafo.   


Oh! creo que estamos pedidos- exclamó el tenistas al ver la ingenuidad con que quería el buzo hablar con los mercenarios. –creo que eso no lo podemos hacer. Escúchame bien busquemos un escondite mejor y tratemos de elaborar un mejor plan. Ven sígueme. Perdóname que diga esto pero estaba tan sólo que me alegra que estés acá. François.- posterior dio la mano.

-Laurent- contestó el confundido sujeto, perdido en la isla. 

 Subieron colina arriba y llegaron nuevamente  a la pequeña abertura, ese lugar era seguro y podían pasar allí varios días sin ser descubiertos. La tarde caía así que decidieron comer alguna cosa.  

El buzo ataviado con traje de neopreno no se encontraba en la mejor condición, así que corto con dolor su traje de neopreno convirtiéndolo en una pieza más cómoda.  

Al igual que el tenista sabía que pasaría acá bastante tiempo. Esos sujetos no se la harían fácil y pasaría mucho tiempo antes que cualquier rescate se hiciera efectivo.     


 

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