En la noche el tenista pudo contarle su odisea en la isla con más calma,
mas sólo algunas no podía contar, el buzo no podía creer lo que le contaba el
tenista. Estaba metido en una historia algo extraña. Hizo algunas preguntas que
le aclaran el panorama, mas François no tenía muchas respuestas para él.
Durmieron, la noche estuvo algo
movida, disparos se escuchaban de varias direcciones, no sabía que podía ser
pero sería en la mañana que tratarían de averiguarlo, el tenista no parecía
preocupado, no había en esa isla nadie que le importara. A no ser el nuevo sujeto, quien le agradaba y
bueno… Estaba acá con él.
-Sí, lo soy.- Contestó.
-Conozco un lugar que te hubiese gustado, había muchos peces muy
grandes, que semejaban piedras y te miraban con grandes ojos, seguro hubiese
podido sacar un buen reportaje de allí.
Nadaban con tal lasitud, que era un placer tan sólo mirarlos. Aunque lo
de placer exagero porque de tantos temblaba el sólo estar allá abajo.
Están en la cueva...-se cayó un momento, miró al infinito y lágrimas empezaron a correr por su cara- unas cuevas por allá. Debajo existen
innumerables grutas, muy oscuras y allí tienen estos peces su casa, son
temibles e intimidantes, su mirada denota furor, pero son mansos o por lo menos
con nosotros. Quizás si salimos de acá
podemos venir en otra oportunidad.
-Puede ser, me gustaría verlos algún día.
La ráfaga de disparos se hizo más intensa.
-No sé lo que sucede, pero debemos
esperar mañana. Sería una locura salir ahora acá arriba se está muy bien.- dijo
sinceramente François que nada le haría bajar a donde los mercenarios se
hallaban. Llevaba días acá, como para saber que la paciencia es la mejor
aliada.
-No sé si podré dormir, aún me siento nervioso tras el shock de la
explosión de mi bote. Lo tenía desde hacía mucho tiempo, era mi fuente de
trabajo, ahora no podré hacerlo.
-¿y tú familia saben que estás acá?
– preguntó François.
-No, no tengo familia, soy algo así
como un solitario.
-Creo que esa clase de personas abunda hoy en día. La soledad es común.
Una cosa menos en que preocuparse.
En la mañana el tenista fue a la cascada y se bañó, se afeitó, realmente
parecía otra persona, su furor había descendido un poco, nadó un poco escondido
por los árboles. Una vez allí sintió un siseo de alguna parte. Se asustó, más
luego lo pensó, recordó que quizás sería Alain.
Allí lo visualizó en las ramas
ocultándose, estuvo callado todo el tiempo que estuvo bañándose. Lo miraba de
reojo hasta que desapareció nuevamente.
Laurent notó llegar a François limpió, cambiado de ropa, era otra
persona, pero su mirada lejana, lejana y ausente no dijo nada, quizás había
pasado tanto tiempo sólo y huyendo que su cabeza comenzaba a colapsar.
El tenista junto a Laurent decidió echar un vistazo a la playa en donde
los mercenarios tenían su emplazamiento.
Allí vio otro barco mucho más grande y su sorpresa mayúscula cuando
observó los cuatro sujetos atados en la playa custodiados por nuevos
malvivientes.
-Esto es una guerra de piratas del
siglo XXI, estamos rodeados por piratas. Desean el botín y para ello harán lo
que sea- dijo a un Laurent muy nervioso, al ver personas muertas en la
playa.
-Nunca podremos escapar de acá. No
es posible que quieran mantenernos acá. ¿Quizás si os entregamos? -Estás loco si ellos obtienen lo que quieren
nos matan de eso no hay duda. Debemos esperar que otro bote venga para
largarnos de acá, no creo que esta isla llena de belleza no sea sitio obligado
de turistas deseosos de aventura, no te creas el único. Creo debemos mantener
la esperanza en esa opción.
-Pero para ello podría pasar mucho
tiempo.
-Sí, así es pero tenemos la ventaja de que no
saben que estamos acá por lo tanto no nos seguirán, tendremos que vestirnos de
paciencia si queremos salir de acá. Debemos ser invisibles.
Se largaron al escondite, no podían quedarse allí, a François le hubiese
gustado no haber revelado a cueva de los peces, era un lugar seguro para
quedarse a vivir por mucho tiempo. Tendría que buscar otro sitio en la noche,
un lugar como este debía estar rodeado de sitios como para esconderse.
Una sorpresa…
Toda la noche, los dos sujetos planearon como harían para robarse uno de
los botes, a Laurent el asunto no le pintaba muy bien, había visto los botes
fuertemente custodiados además debía tener cercano a su nuevo amigo, sabía que
algo pasaba consigo. Quizás podrían tener alguna posibilidad, pero esta era muy
remota. Cansados se acostaron.
François volvió a sentir la presencia del Piloto. Se levantó rápidamente
lo que puso alerta al buzo, quien al verlo tan tenso. Le propuso que se
calmará. Lo tomó de la espalda y lo acostó junto a él, se abrazó y lo notó
temblar, sintió pena por el joven.
Al despertarse, la mañana siguiente,
no halló a François durmiendo, el tenista no se hallaba por ningún lado.
Supuso donde lo hallaría: nadando en la cascada. Se movía con mucho sigilo,
aunque no estaría buscándolo, tampoco debía a arriesgarse a descubrir su
posición.
Allí lo encontró sentado en una piedra. -Algo escondes…no lo sé, anoche te oí discutiendo con alguien.
No contestó nada, no quería tocar ese punto. -¿Quién
es Alain?- insistió Laurent, al ver la negativa de François estaba en una
situación altamente peligrosa y debía saber con quién estaba.- ¿por qué siento que me escodes muchas
cosas?
No quería hablar se bajó de la roca y se introdujo en el lago, no quería
seguir escuchando a Laurent, -Han pasado tantas cosas, que tendría que
pasar meses para poder explicártelas.
-Aparentemente ese es el tiempo que estaremos
acá y si no me dices que te sucede será mucha más difícil para mí la espera…
¿qué paso en esa cueva de los peces grandes?
Nunca, François, contestó nada. Era algo demasiado personal para contarse
algún extraño que conoció hace dos días.
No fueron a la cueva, si no que subieron a unos árboles en donde se podía
ver la gruta. La gruta estaba muy descubierta.
En la base de los mercenarios, todos buscaban, pistas de lo que pudo
pasar con el botín, todos pensaban que el tenista había muerto ahogado…
maldecían…era una isla demasiado grande...
Tres barcos en la bahía. Esto habían visto los náufragos desde la
protección de los árboles. Vestidos de comando terrorista reían por lo
exagerado de sus vestimentas y pinturas en la cara para evitar ser vistos, se
movían calladamente por la espesura, habían aprendido los movimientos de los
mercenarios.
Buscarían la manera de hacerse de algunos de los barcos, hundir el otro y marcharse… el
tenista consideró que no había tiempo que perder, esta misma noche atacarían,
costará lo que costara, mañana estarían libres de estas islas para
siempre.
Se sentaron en frente del nuevo escondite y la luna le servía de marco a
la noche serena, el viento llegaba a ellos como el cantar de sirenas, los dos a
la deriva de la vida, en una aventura de la cual acaso no saldrían.
-Si no fuera la situación en que
nos encontramos fuera romántica y bella el sitio- sugirió el fotógrafo- está muy bonita toda la isla, la luna
brillando en el mar nos invita al romance.
-El tenista bufeo…uffff, eso la he
escuchado antes, en esta misma isla… dicho por el piloto, de quien te
hable.
Luego se quedó mirando la noche,
-lo extraño tanto en esta situación…estoy seguro que sabe que estoy acá, y
vendrá por mi… -dijo esto y las lágrimas corrieron por sus mejillas.
El fotógrafo se quedó pensativo, lo tomó de la espalda y lo abrazó,- espero que ese piloto, nos rescate, y sea
realmente tan maravilloso como dices, es tremenda tu devoción hacia él, lo
debes querer mucho.
-Si nos rescatará, bueno lo amo,
aunque últimamente casi no le he visto, me gustaría tenerlo acá, claro que tu
compañía también es agradable-, sonrió, siguieron hablando, la noche estaba
fresca.
El tenista contó su historia en la isla, su lugar, el abandono del
piloto, habló mucho rato, sobre la historia vivida.
El fotógrafo escuchaba, le agradaba el tenista, se veía entusiasmado con
el piloto, él también contó su historia, sus escasos romances que acaso
palidecían ante la historia del tenista, sus conquistas no habían pasado de
historias frustrantes de amores inconclusos y hasta platónicos.
Al final cansado de hablar, dijo el tenista -pero hoy solo quiero ir a casa. Ya estoy cansando.
-Pronto lo haremos…-y lo trajo
hacia sí.
La mente del buzo no dejo de
trabajar, así que los tres eran homosexuales, vaya que la vida es extraña, sin
poder evitarlo su alma se unió a la de ese joven, su vida esa noche le
pertenecía y el amor apareció en él como por arte de magia.
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