2. Puerta al Infierno
En pleno centro de una populosa urbe se halla el internado
judicial, homónimo del nombre de la ciudad, para poder llegar hasta allí, sólo
se tiene que seguir el pequeño Boulevard y preguntar dónde se encuentra “El infierno”, a cualquiera de los niños
que de día juegan en su alrededores, montados en sus bicicletas; y si fuera de
noche, a jóvenes con actitud festiva quienes indicaran con señas seguramente
exactas.
- Derecho por la
carretera siete, justo al lado del gran solar.
Tiene en la parte delantera una gran puerta metálica de
color gris, rodeado de una cerca que bordea las instalaciones, arriba de esta
un enrollado de alambre de espinas que cubre la posible escalada de cualquier
interno, y en un día normal, se hallan varios policías vigilando. Montados en
las grandes torres, las cuales ubicadas a cierta distancia de separación, se
repiten una y otra vez, hasta girar en circuló. Es un sitio bastante grotesco a
la mirada.
Adentro, en lo que podría llamarse el patio exterior,
algunas personas se pasean de un lado a otro, en grupos o solos, sentados o
simplemente ejercitándose, desde afuera se notan algunas áreas deportivas,
pesas, aros de balón cesto, una cancha, arcos de fútbol, en fin, elementos que
hacen más soportable la estadía.
A pesar de ser un edificio para el cumplimiento de penas,
esta área está muy bien cuidada, posee gramas que bordeaba gran parte de la
estructura. Todo este sector es conocido por lo internos como el “patio” y es caldo de cultivo de
situaciones ociosas.
Normalmente, en el Patio, las cosas son bastante
tranquilas; pero hoy todo está muy movido, disparos y golpes seguidos de gritos
se oyen desde los alrededores. Policías recorren el sitio armados de escudos antimotines
y bombas lacrimosas para reunir, con mucha saña, a los reos en lo que parecía
una revuelta. Algunos oponen resistencia al trato. Pero en general, todos
forman gran alboroto y luchan para desviar los porrazos propiciados por los
policías. Esto se había repetido varias veces esas semanas.
Los reclusos sabían
a quién buscaban, pero por supuesto, nadie diría nada, corrían con las manos en
la cabeza, por donde indicaban los policías. Los gritos se acrecentaron aún más
cuando oyeron las voces de tres de los reos, los cuales eran sacados con mayor
saña al patio donde los otros se hallaban.
-Malditos,
suéltenme, no sé de qué me habla, no sé de él, pregúntele a cualquiera me
encontraba en mi celda, no sé de qué me hablas- decía uno de los
ajusticiados, entre tanto luchaba por soltarse del guardia que lo aguantaba con
fuerza.
El primer reo que traían se dedica a la venta de drogas
dentro de la prisión y además era el máximo líder de unos de los últimos
pabellones; el segundo sujeto, un revoltoso, que apodaban “Mata policía” considerado por sus compañeros como el más peligroso
de toda la escoria que allí habitaba; el tercer, un sujeto bastante entrados en
años, ninguno de los tres pudiesen llamarse santos; aunque este día así
parecían. Cada uno de ellos mantenía medroso el penal. Eran los dueños de los
tres más importantes pabellones que formaban el recinto. Cada uno enemigo
jurado entre sí y todos de la policía, en una relación de comensalismo
obligado.
El operativo de hoy empezó sin previo aviso, la entrada de
varios efectivos con cascos y escudos puso a la población del penal alerta,
inmediatamente se oyó detonaciones hechas por los custodios, y posterior a esto
lo único que se oyó fue lamentaciones y confusión por más de una hora, un 60 %
de la población presentó hematomas y excoriaciones; la mayoría de los presos
fueron llevados hasta el campo de fútbol, y allí puestos de rodilla, de estos
se hizo otra selección llevados hasta
adentro de las celdas, posteriormente, se oyeron muchos más golpes.
Aunque todo indicaba que seguramente era debido a sospechas
contra estos tres individuos, en la muerte de días anteriores, la forma
inhumana con que eran tratados hacía indicar que, pese a que los oficiales en
esto se escudaban, algo más se cocinaba dentro del penal, el director,
seguramente, temía otra cosa.
Una vez aplacado el alboroto caminó entre todos los reos,
quienes arrodillados esperaban que todo acabase. Su presencia era intimidante,
uno a uno miró los reos con despreció, esperaba buscar algún indicio; pero
sabía de antemano que era inútil.
Estaba rojo de ira. Entre tanto caminaba por en medio de
los presos, buscaba alguna indiscreción que prémiese mayor aplique de
violencia, sus ojos se movían muy rápidos, estaba siendo burlado por alguien y
pronto lo descubriría. Se desvió y entró a donde se hallaban los guardias con
los tres revoltosos. Con la cara llena de moretones y puestos de hinojos, los
presos mantenían la mirada fija en el suelo. El director llegó hasta donde
ellos se hallaban.
- No crean que no lo sé, entre ustedes tres está el asesino, de los malditos
“Spunk”- dijo el director y se detuvo en este punto, tomó aire, luego
siguió caminando alrededor de ellos, posteriormente con un puntapié derribó al
“Niño Coyote”, de su boca comenzó a salir sangre.
-Estoy cansado de
todos ustedes, he tenido mucha paciencia- con otro puntapié derribo al
segundo reo, éste cayó y se retorció en
el piso. A continuación llegó hasta el “Mata
Policías”.
- A ti, maldita
lacra, será el primero que, sin que me tiemble la mano, elimine, no saldrás
vivo de aquí, eso lo juro- puso las manos dobladas en sus espalda y caminó
en dirección a la puerta, en seguida se volteo y alzó la pierna, propinándole
al “Mata Policía” una patada en la cara que lo hizo girar sobre sí mismo y caer
tendido en el piso. Los guardias no hacían nada por detener al director del
penal, por el contrario, el jefe de ellos miraba con sonrisa de triunfo. La
venganza comenzaba, no tendría piedad con estos mal nacidos. Estaban donde él
quería.
-Llévenselos, los
meten en la celda de castigo, ya veremos quién resulta más fuerte- dijo el director al jefe de policías. En su
cara se veía el enojo. Por más que lo intentara, y al igual que de todos los
reos, nada podría sacar de estos tres.
Los pabellones de la prisión se hallaban separados más o
menos por orden de peligrosidad, en los últimos estaban instalados los más
delicados y, como medida de castigo, alguno que otro que no que no era visto
con buenos ojos por el director. El último pabellón era donde habitualmente, sí existía algún
acontecimiento era el primero en ser neutralizado por ser el causante del 90
por ciento de los problemas causados en la instalación.
Una de las principales razones por lo cual el director
quería sospechar de los tres sujetos, se debía principalmente a un ajuste de cuentas por lo ocurrido
semanas atrás, cuando intentaron un secuestro de los familiares que visitaban
los presos. Más de 150 personas en su mayoría mujeres, quedaron secuestradas
por los internos. Afortunadamente no paso de allí y con una rápida intervención
de la policía, todo fue aplacado. Sin embargo, constituyó para él un punto
crítico.
En ese momento y por primera vez, en todo el tiempo que se
desarrollaba como director, Simon Fowler sentía que podía escapárseles de las
manos una revuelta y eso no pasaría en su jurisdicción antes los exterminaba a
todos. Temía que volvieran las cosas a tornarse violentas, aunque sabía que no
podría tener al Niño Coyote por mucho tiempo en la celda de castigo. Lo
necesitaba a fuera, necesitaba que estuviera calmando las cosas, era peor el
tenerlo encerrado, era buen líder y un excelente estratega, eso le facilitaba
en gran medida el trabajo. El tenerlo bajo raya le había permitido mantenerse
en armonía.
El nerviosismo se veía en los habitantes de la prisión,
ninguno quería ser víctima de viejas rencillas que el Niño Coyote sabía tener a
raya, en cada sobreencarcelación del Niño Coyote las cosas se ponían infernales
llegándose a convertir en un verdadero caos, y esta vez no sería la excepción,
todos esperaban que la violencia empezar a caer la tarde, pero no fue así, para
sorpresa de todos esposado y seguido por el director el criminal se dirigía de
nuevo a su celda.
***
Aunque escuchaba los gritos dentro del penal, poco podía
hacer el doctor desde su consultorio, sólo se sentaría a esperar que llegara la
oleada de heridos que curar, mientras lo hacía, encendió el televisor como si
nada pasara, eran demasiadas las veces que esto había sucedido como para
angustiarse por ello. Ya habría tiempo para desesperarse. Además, ya él lo
esperaba. Esto era como un ritual que ya conocía: el asesinato, con sus actos
sucesivos; la revuelta; el amedrentar y ulteriormente la nada.
En el pequeño receptor pasaban las noticias regionales,
hubo una que llamó la atención del doctor, se trataba de la reseña del final
del caso de un joven concertista acusado de asesinato. Era un caso que tenía
pendiente a la opinión pública. En el reportaje se daban detalles del mismo. La
pantalla mostraba al acusado entrevistado a su salida de los tribunales, éste
no deseaba dar declaraciones y, por ello valiéndose del su traje, se tapaba el
rostro. Los periodistas se empujaban y hostigaban para sacar alguna
declaración, pero era claro que no diría nada, un hombre muy distinguido lo
ayudaba a salir al paso, seguramente su abogado y era él que, apartando a la
personas, algunas veces decía algo, aunque nada sustancial.
Varios comentarios que el doctor no pudo hilvanar, el
presunto abogado repetía una y otra vez que era inocente, su cliente era puesto
en prisión injustamente por un padre vengativo que no aceptaba los designios de
Dios. Luego caminaron hasta un camión de
policía que lo esperaba. En un recuadro de la pantalla, pasaban fotografías del
indiciado, algunas lo mostraban desde joven y otras más recientes en donde se hallaba
frente a un piano; aunado pasaban algunos otros datos, como de dónde provenía y
así mismo el nombre del penal donde cumpliría condena.
Al escuchar el nombre de esto último y ver las fotos el
doctor lanzó un -ufff- involuntario, esto le ponía difícil el poder evitar otra
muerte, el joven encajaba perfectamente con el talante que siempre buscaba el
asesino, joven y bien parecido, y este era en grado superlativo, se puso las
manos en la cabeza, pensando que no se escaparía.
Se angustió un poco, no entendía de quién fue la idea de
traer al concertista a este nido de
ratas, seguramente nada podría hacer por
protegerlo, llamó a la enfermera y le pidió que viera la televisión y todo lo
que pasaban, el mismo pensamiento cruzó la mente de ésta. Era un hecho, estaría
muerto a los pocos días.
El doctor se dijo así mismo no involucrarse; sino se
prometió que sólo estaría pendiente de lo que pudiera ocurrir. Luego apagó el
televisor y se preparó para el arribo de los heridos. Sentía que el destino era
a veces cruel, no obtuvo el suficiente tiempo para preparar un plan que pudiese
salvar al inminente futuro muerto.
-Es una pena-
decía mientras recordaba la cara del joven- seguramente
no escapara, no hay nada que hacer. Estos inhumanos lo condenaran a una muerte
segura.
El interior de la prisión la tensa situación campaba por
doquier, y ésta llegaba hasta el pequeño anexo donde se encontraba la enfermera
y el doctor del penal. Se hallaban de nuevo atrapados en un mundo de
preocupación, con el fallido intento de poder involucrar a Billy en su plan se
sentían, sin poder hacer nada, vencidos, era cierto que Billy era poco menos
que un desequilibrado, pero era mejor que nada. El doctor se impacientó y
trataba de sosegarse en un ir y venir dentro de la enfermería.
Comenzaron a llegar los sujetos del disturbio, de esta
mañana, aunque ninguno era de gravedad como otras veces, se notaba la firma del
director y de su secuaz en estos golpes, uno a uno fueron atendiéndolos,
curaban sus heridas. El doctor aprovechó esta oportunidad para revisar
nuevamente al posible sujeto que podrían utilizar para sus planes. Debido a que
“El Monstruo Billy” le resultaba
mucho tiempo, cosa que no tenían y ahora menos.
Pudo sacar entre herido y herido, el rumor que había un
demonio que se enamoraba de los spunk, rondaba por la cárcel, y luego en un
acto de posesión los llevaba al infierno para matarlo cruelmente, esto hacía
reír al doctor quien nunca creyó estas patrañas, algo más estaba pasado.
Uno de los heridos, y que a ellos les sorprendió ver allí,
era un sujeto muy callado de nombre Pete, era más bien un solitario, no
obstante, muy respetado dentro del penal, colaborador del Niño Coyote, y
conocedor de todos los detalles de la prisión. Lo sabían, principalmente, ya
que para nadie era un secreto que él también era un distribuidor dentro del
local, afortunadamente para los galenos, era uno de los últimos sujetos que debían
atender.
El doctor mandó a que se pusiera de postrimero, lo que
extrañó a Pete, pero no tenía muchas ganas de discutir hoy, aunque dejo ver su
descontento. Una vez que todos pasaron le tocó su turno, la asistente salió de
la enfermería. Pete pasó y se sentó en la camilla. Presentaba una pequeña
abertura en su muslo derecho, el doctor primero le limpió la herida y luego
tomó la aguja de sutura, comenzó a coser la herida.
- Es raro verte por
aquí ¿A qué se debe?- preguntó el doctor, quien sin esperar respuesta
continuó.- espero que los años aquí no te
tornen revoltoso. Casi nunca te veo,
siempre están los habituales. Tú eres más bien del tipo tranquilo, creo yo- hizo
este último comentario moviéndose pausadamente.
Pete se rió y también afirmó con la cabeza en señal de
aprobación de lo que el doctor decía.
-Eso es muy cierto, esta
maldita pocilga me volverá loco, he estado muy inquieto y ya vez, caí en esto. A
veces siento dentro de mí un estado de zozobra que no me deja tranquilo por
días, me siento desganado. Pero creo que se me pasará, “El Gurú” dice que debo
buscarme una “amiguita”. Que con eso estaré bien ¡Maldito loco!
Al escuchar el nombre del Gurú el doctor sintió que su
sangre le hervía, no había odiado jamás a un hombre como lo hacía a ese
individuo, era poseedor según él de los secretos últimos del universo, un
embaucador sí se lo preguntaban al doctor, entre las últimas hazañas, se
contaba el haber enviado al “Monstruo
Billy” a la enfermería por un brebaje que le había dado a tomar, compuesto
de muchos elementos secretos en los que se encontraba eses de rata y otros que
no quería ni averiguar.
No confiaba en el Gurú, pero no podía evitar que fuera el
primero que muchos de los reclusos
visitaran antes de venir a la enfermería, tenía incluso horas de recibo.
El doctor se trató de calmar.
-¿Y cómo es eso?- preguntó el doctor ingenuamente.
-El Gurú dice que mi
problema se debe principalmente que la falta de romance ha hecho de mí un ser
con poca “sustancia equilibrante” y que por ello caigo en esos estados de total
depresión que incluso empiezo a volverme antisocial y presentar, según me lo
expresó él, delirios de persecución- esto lo dijo como
una clase aprendida, el doctor quedó perplejo ante este despliegue de
retención.
-No sé qué quieres
decir con eso y mucho menos lo que espera el Gurú, aunque sí sólo te dice que
busques novia, no le veo ninguna objeción; pero no quiero que tomes nada de él.
No sé si estas enterado de lo que le pasó al Monstruo Billy- Pete se rió ante este último comentario. El doctor también se rió pero
su risa era más cortada, sabía que no podía hacerse amigo de esta lacra, más aun
así como lo vio conversador se atrevió a seguir la plática.
- Eso está un poco
difícil, sí tomamos en cuenta que por aquí ese género escasea- prosiguió el
doctor.
-No, no me refería a
mujeres precisamente- Respondió un Pete algo rojo.
El doctor entendió que había cosas donde no podía ir más
allá, igual que Pete se puso rojo de la vergüenza y se calló. Así lo notó Pete
que supo que su comentario era un poco ácido. Incluso hasta para él convertirse
en “Jocker” le resultaba difícil.
-¡Oh¡ disculpe doctor-
dijo de manera irónica- pero a usted se olvida muchas veces de que
estamos presos y que éste es un lugar diferente. No las malditas mansiones donde
usted vive.
-Perdóname tú a mí si
te incomodé, pero vamos, también es una alternativa, de hecho puedes tomar a
uno de esos nuevos, yo puedo hacer lo concerniente para que te lo envíen allá y
bueno nada puedes perder. Sólo que tienes que tener cuidado.
Pete esbozó una sonrisa -Salió gracioso el doctorcito- dijo Pete, tomando como un chiste lo
dicho por Dr. Evans.
-No bromeó con eso.
– dijo el Doctor muy serió mirándolo fijamente.-Gozas de mucho respeto en el penal y cualquiera que apreciará esa
suerte, quería convertirse en tu spunk, los que aquí entran no pueden ni
imaginarse la dicha que eso representaría, para ti que has estado aquí por
mucho tiempo seguro no significará nada, pero recuerda cuando entrantes. El que puedas ser Jockey de él es algo nada
despreciable.
Pete quedo un poco desubicado, el principal motivo de su
perplejidad, porque no lo había dicho en realidad, no esperaba cumplir con lo
dicho por el Gurú, era cierto que había sido participe de algunas violaciones
en la prisión; sin embargo, jamás se atrevió a pensar la posibilidad de tener
un spunk para él, incluso se había negado a recibir favores de Jocker que
habían tratado de ganarse su amistad por medio del alquiler de “su chica”, éste era un nuevo terreno
para él. Pete quedó pensativo y dijo:
-Está bien, mándame al que tú creas
conveniente, total peor no lo pasará en mi celda que en otro lugar de este
endemoniado lugar. Tendré que hablar con algunos amigos allá adentro, quizás podría
arreglarse. Nenecito quien lave y bueno me haga algunos favores, si sabes a lo
que me refiero.
Tras esto último dicho miró al Doctor Evans, tratando de
avergonzarlo por la propuesta dada, pero se topó con una actitud convencida de
lo que le proponía. Esta vez el doctor se aventuraba demasiado, pero eso no lo
iba a detener. Pete por su parte quedo
callado, era en serió lo que el doctor Evans decía. ¿Pero qué se proponía? El
doctor continúo hablando de manera natural como si hablará de una infección.
-Has visto en la
televisión el caso del concertista, creo haber escuchado que viene para acá-
soltó el doctor de improviso al ya inquieto reo.
-No, no lo he visto.-
Su desconcierto no tenía parangón, estaba discutiendo
su futuro marital con un sujeto con el que hasta ayer ni siquiera hablaba. Esto
debía ser cosa del Gurú, pensó, realmente tenia poderes sobrenaturales.
-Está en todos los
periódicos y televisoras,-continuó diciendo el doctor- pienso que será perfecto, imagínate un
pianista en la prisión, no duraría dos día; sin embargo, sería un excelente
compañero. Si me lo permites y si juras que este comentario no saldrá entre los
dos, te diré que tiene muy bonita cara - luego terminó de limpiar la herida
de Pete y dijo- ya está- evitando que
Pete pudiese pensar, lo debía sacar totalmente de balance para cuando
reaccionara fuese tarde. Éste último
no dijo nada, no entendía que pasaba, no le dio más vueltas al asunto y
salió.
Una vez que se hubo marchado Pete, el Doctor soltó un aire
de respiro, no entendió como se atrevió a tanto, llamó a la enfermera, ésta acudió de inmediato
y preguntó qué sucedió.
-No descubrí nada
sobre el caso, pero pude encontrar más
tiempo para pensar.
-¿Y eso cómo?- preguntó la enfermera extrañada; puesto que no entendía nada.
-No preguntes, que podrías
acaso obtener respuestas, sólo entiende que hay cosas que no quieres saber- respondió
el doctor esbozando una pequeña sonrisa.
A la hora del
almuerzo los reclusos miraban la televisión en el pequeño comedor de la
prisión, atrás quedaba un poco la revuelta de la mañana, algunos se formaban en
grupo, de estos el más grande lo formaban el “Niño Coyote”, un poco adolorido por las heridas, planeaba lo pasos
a seguir para poder vengarse de los verdaderos culpables de las muertes de los
otros reos. Si algo de eso ocurría en su prisión él lo averiguaría. No tendría
miedo a ningún demonio por fuerte que fuera, en su cárcel, si había un demonio
era él, ningún otro. Quería acabar de una buena vez con ese asunto. La razón
era que necesitaba las cosas lo más calmada posible para poder ingresar en el
penal un cargamento de droga. Todos a su alrededor lo observaban en tanto el
desglosaba sus impresiones. Toda su jerga era más bien, algo difícil de
traducir.
Por momento hubo un vació y vio venir a su otrora rival de
zona, hoy excelente camarada, Pete
O`Neil, esto le extrañó, pero esa extrañeza sería poca, para lo que aún tenía
que oír.
-¿Qué es eso que
estas metido de nuevo en peleas?- Preguntó el “Niño
Coyote” al verlo vendado.- Si quieres que
elimine a alguien sólo tienes que pedírmelo. Gozamos los dos de cierto estatus
que no debes poner a rodar por el suelo.
-Me estoy volviendo
viejo- respondió Pete hizo una
pausa, se sentó junto a él- de eso quería
hablarte.- el Coyote estaba irresoluto, no sabía que vendría de él, era uno
los sujetos más peligrosos en la prisión, y eso se lo había hecho saber más de
una vez. El Niño Coyote lo respetaba, aun cuando su coraje de años atrás estaba
mermado y hoy era más bien pusilánime. Por ello esperaba lo que tendría que
decir. Pete continuó- necesito algo de ti.
-¿Qué será?-preguntó intrigado el Niño Coyote. El sentirse necesitado era algo
bueno, los favores se cobraban acá muy caros.
-Ya te lo diré-
dijo esto y se sentó junto a ellos.
Luego de un rato continuaron hablando. Pete miraba la
televisión y miró el reportaje en los informes, con un fuerte resoplido hizo
callar a todos y fijó la vista en el aparato receptor. Éste mostraba al joven
que pronto ingresaría al reclusorio. Cuando se dijo el lugar donde mandarían al
concertista, lo gritos no se hicieron esperar. Pete se levantó y se puso en
frente de la televisión, cual se hallaba sujeta a una base anclada en la pared.
-Lo quiero a él-
dijo Pete. Señalando la imagen de la pantalla, de manera concluyente.
Todos en el salón comenzaron a formar escándalo, hacían
comentarios, algunos reían, e incluso Pete, se sentía motivado. Los policías
pusieron fin a los gritos, igual que ellos los presos estaban al pendiente. Una
vez que todo se hubo calmado. Y se levantó el Niño Coyote, extendió los brazos,
para parar a los últimos parlanchines.
-Si así lo quieres,
así lo tendrás- esto lo dijo en voz alta y riéndose. La bulla se hizo
presente en todo el lugar al tanto que la imagen del sujeto quedaba plasmada en
la televisión. Mañana llegaría. Pete quedo mirando la imagen y buscando en su
cabeza algo de cordura, pero lo cierto era que ya eso se había ido de él hace
mucho tiempo. Reía mientras era felicitado por todos.
Luego se animó así mismo, si nunca había querido funcionar
como Jocker que importancia tenía ahora, acá este mundo era una cuerda de
sabandijas, más de una vez vio que la suerte de muchos sujetos débiles cambiaba
cuando se aliaban a un sujeto mucho más fuerte, eso era una ayuda que nadie
debía rechazar si quería sobrevivir, como bien lo decía el doctor. Pensó bien
eso último y cayó en cuenta que quizás el doctor eso también lo sabía y por lo
tanto no le pareció ya rara la ayuda ofrecida.
Sería una especie de retribución, el cómo comportarse era
definitivamente otra cosa.
Había visto a otros spunk, y sabía a todo lo que se
enfrentaba, las peleas con sus Jocker y el cuido, seguro todo ello sería nuevo
y bien valía la pena vivirlo.
***
El doctor estaba contento por su coraje y lo pronto que
solucionó el problema del concertista, eso le daría más tiempo y, según
recordaba la cara del joven, una buena distracción para Pete. Arreglaba las
cosa médicas en la pequeña enfermería. Hoy llegaría el nuevo reo y debía
prepararlo para no tener dificultad.
Quién entró por la puerta no era, ni remotamente, lo que
ellos hubiesen deseados, el sujeto venia vestido tan sólo con una franelilla y
calzoncillos de algodón colores verde y blanco respectivamente, su rostro se
notaba algo triste y un poco tímido paso por la puerta, no notó los dos
individuos que se hallaban en la oficina, llegó hasta el cuarto de consulta y
se sentó en la camilla a esperar, miró de reojos todo el lugar. Le pereció un
poco confortable en comparación con lo que había tenido que vivir hasta hace
poco. Era algo estrecho, pero no quería volver a salir de allí. Sus ojos se aguaron
un poco, ante el recuerdo.
Recordaba la inspección, cuyo trato fue brutal, en ella
revisaron todo su cuerpo de manera lasciva, le pareció a él, no entendía que
buscaban, luego fue llevado hasta este sitio a otra revisión, quería correr y
marcharse, pero aún no había llegado a su destino final.
Sabía que esta
habitación era la última parada a un infierno, este era el Caronte de su
descenso. Quizás recordaría este momento por toda la vida; así que espero
tranquilo a que el doctor llegara.
Al otro joven que ingreso junto a él, no lo oyó llegar,
quizás fue a otra parte, pensó,
aunque los dos estaban asustados,
para el otro las cosas eran diferentes, era criado en la calle y conocía de
sobra, por medio de muchos relatos que escuchó desde siempre en el lugar que
creció, lo que aquí le esperaba; en cambio, para él, las cosas eran muy difícil
tanto que esperaba a cada rato que esto fuera sólo una pesadilla y que pronto
despertaría; empero nunca lo hacía. Comenzó de nuevo a llorar.
Con su mirada siguió revisando el lugar y escuchó unos
pasos acercándose, era el doctor que llegaba, éste lo miró con cara muy seria y
él le brindó una sonrisa, el doctor al verlo a los ojos se erizó,
subsiguientemente aspiró profundo, iba ser más difícil de lo que pensaba. En su
frente tenía marcada una cruz negra,
puso cara de contrariedad, con sus manos tomó la cara del joven quien no
ponía resistencia.
-¿Quién te marcó eso
en la frente?- preguntó el doctor, al mismo tiempo que la limpiaba, con la
manga de la bata.
- ¿Qué cosa? No lo sé, me imaginó que los policías,
fueron bastante rudos conmigo.
Al escucharlo hablar se quedó estático, delante de él tenía
un joven de algunos veinte y tanto años, de cara angelical y conducta amable,
aunque no se había rasurado, eso no ocultaba lo delicado de sus facciones, el
doctor lo miró de arriba abajo, y luego se arrepintió de borrarle la cruz, el
joven encajaba perfectamente en el perfil que los asesinos requerían y la cruz
una sentencia de muerte. Un inmenso estado de ternura entró en él, y lo tomó
nuevamente de la cara y lo acercó a él abrazándolo sin quererlo soltar, el
joven también lo abrazó y redundó su llanto. Luego el doctor lo apartó de sí.
-No sabes a lo que
enfrentaras allá, - dijo el doctor de improviso y de manera fuerte- sí hasta ahora esto te ha parecido alguna
alucinación, es solo el réquiem del horror que vivirás allá adentro- se
sentó junto a él en la camilla. No dijo nada.
Pasado algún tiempo se levantó de súbito, fue hasta la
puerta e hizo llamar a la enfermera, ésta cerró la puerta tras ella y se sentó
al lado del joven, el doctor también se sentó y trató de calmar al reo que
lloraba sin consuelo, le limpió las lágrimas y empezó a explicarle lo que
tenían que hacer. Sin embargo, el comenzar a explicar era demasiado difícil,
tendría que ser sutil y tratar de que él comprendiera. Irrisoria tarea, pensó.
-Te lo explicaré lo
mejor que pueda y por favor no quiero que me interrumpas, está claro- dijo
el doctor y el joven asintió con la cabeza- algunas
veces debemos tomar lo malo para evitar lo peor…- espero que él lo
digiriera- no siempre el camino correcto
te llevará al final del túnel, y es necesario que entiendas que allá dentro lo
que importa es sobrevivir, algunas veces este camino se desvía un poco,
zigzagueando como una serpiente, así mismo tendrás que hacer tú si quieres
sobrevivir en este sitio. Estamos en un territorio donde la vida vale una
nimiedad; tan sencillo como eso. Y créeme que muerto no le importas a nadie.
Harás lo que sea para sobrevivir.
Hemos visto llegar a
muchos, y te juro que no eran ni la sombra de lo que eres tú, con actitudes
desafiantes y verlos marchar de aquí, si era que salían, vencidos por la vida.-
la enfermera aseveraba con la cabeza reafirmando lo
que el doctor decía.
Así que prosiguió- este
sitió es como un mundo aparte, que tarde o temprano tienes que pegarte a el
salvajismo de su cultura, si no sucumbirás, te lo aseguro, tal vez mis palabras
no las entiendas ahora, pero luego las entenderás mejor y hasta me des la
gracias por esta oportunidad que ponemos en tus manos, sé que ahora te parecerá
un chiste, pero si quieres salir de aquí tendrás que hacerlo como te lo decimos…-
el joven no podía entender nada de lo que estas personas le decían. Por un
momento se fue en su pensamiento, dejó de escuchar al doctor y a la enfermera,
todo esto era muy confuso para él. Sólo pensaba el cómo salir de este agujero,
moriría si pasaba más de un año acá, toda su vida estaba en la basura, sus
sueños de grandezas se convirtieron en polvo por una mala pasada del destino.
-… tenemos muchos
enemigos aquí- él volvió a seguir la conversación del doctor- y sólo podemos brindarte acaso alguna ayuda,
pero tienes que tomarlo o sino estarás muerto dentro de poco- en este punto
ya no quería seguir escuchando, se levantó y comenzó a buscar sitio donde
respirar. Sentía que todo estaba demasiado borroso, no entendía quiénes eran
estas personas; ni que querían que él hiciera, estaba a punto de entran en un
colapso y ponerse a gritar.
- No entiendo nada de
lo que me dicen, cuidarme de qué y por qué, podría alguien explicarme qué
demonios sucede ¿Por qué no hablan claro de una vez?- se desesperó el
joven.
El doctor se levantó y dijo:
-Tienes que confiar
en nosotros y si hacemos esto es sólo por tu bien, hemos hablado con el
prisionero de la última celda, la última. Allí iras. Quisiera decirte que en ese lugar estarás
bien; sin embargo, no puedo- se detuvo, se sentía raro tratando de
explicarle a un joven su plan. Pero respiró profundo y siguió. Él joven lo
escuchaba atento.
Contó muy lentamente la experiencia de otros reclusos los
primeros días en la cárcel, hasta llegar al momento de las violaciones, tenía
que dejar claro este punto:
-…Aquí, a jóvenes
como tú, no lo dejan tranquilos nunca, te digo que te mataran, serás víctima de
violaciones multitudinarias, si no piensas con la cabeza- la reacción del
reo fue llorar ante tan desconsolado panorama-… hemos arreglado un método para que mengües eso, hasta que podamos
acabar con las muertes. – él observaba a la enfermera que hasta ahora no
había hablado.
-Necesitamos-
continuó el doctor- que aceptes a este
reo de quién te hablamos como tu “hombre”- este último comentario lo dijo
rápido y haciendo con los dedos una señal de entre comillas.
-¿Cómo un tutor o
algo así?- preguntó el ingenuo joven.
El doctor se puso la mano en la frente, si la conversación
iba cuesta arriba, ahora disminuyó su ángulo de inclinación, poniéndose
dificultoso de escalar; pero no era hora de ser dócil, era necesario explicarle
todo como era en pocas palabras; sino hasta esta semana lo tendrían aquí. Creyó
que convencer a Pete fue difícil pero jamás pensó en esto.
- Tú hombre, maldita
sea,- se exacerbo el doctor- no
puedes ser tan cándido en lo que te digo -gritó el doctor
-Quéee- expresó
el interno- están definitivamente locos,
no lo haré.- Fue la única respuesta que dio el sujeto y la que ellos lastimosamente
esperaban.
-¡Pues morirás!, le
daré la oportunidad a tu compañero- fue tajante y se
paró, ya estaba empezando a cansarse, en seguida lo pensó mejor y trató de
calmarse, regreso a él- creo que no puedo
dejar que hagas eso, sería suicidio, por favor, confía en mí, este sujeto es de
mi confianza y tuve que rogarle para que pudiese hacer esto, aprovecha esta
oportunidad que te damos.
-No lo puedo hacer,
lo siento- se levantó súbitamente tomó su ropa y salió al pasillo allí se
vistió, luego se sentó a esperar que fuera trasladado a lo que sería su nueva
realidad. No quería escuchar nada acerca de ser la chica de nadie.
El doctor lanzó un puño a la camilla donde se hallaba
sentado, le parecía estúpido desperdiciar la oportunidad que le brindaban, esta terquedad era algo que no
esperaba, claro pero sólo era sentido común, fue de nuevo hasta donde se
hallaba el joven. Se sentó a su lado, el pasillo era angostó y asfixiante de
lado a lado, las lámparas quietas alumbraban algo de la penumbra, el doctor
bajo la cabeza y se quedó callado al lado del confundido joven.
Para Lewis, las
cosas eran poco menos que demenciales, a su lado estaba un sujeto que esperaba
que se tuviera relaciones con un hombre, y que además le diera las gracias,
esto era algo irreal. No lo soportaría, esto era un mal sueño, pero pronto
vendrían por él y allí acabaría todo. O
al menos eso esperaba.
Algunos pasos se oyeron al final del pasillo, apareció la
figura de un policía con un sujeto esposado, lo traía a empujones, el doctor al
verlo se paró, Lewis quedo mirando al doctor, luego vio al sujeto que era
conducido por el policía, aunque estaba oscuro podía ver algo, el sujeto que
caminaba tendría algunos cuarenta años, o no, estaba muy golpeado por la vida,
no lo podía precisar, una musculatura algo desarrollada pero sin llegar a ser
exagerada, pelo medio descuidado, un delgado bigote y una pequeña barba que
partía de los labios y se prolongaba sólo el mentón. Venía algo aburrido, al pasar por el frente
de Lewis se detuvo lo miró de reojos y después siguió al consultorio, detrás de
él se fue el doctor.
Ya adentro, el doctor cerró la puerta tras de sí, pasaron
al consultorio, y allí pidió al policía que le quitara las esposas, y le rogó
al mismo que lo esperar afuera, el policía preguntó si estaba seguro, él le
dijo que no había problema, estaría bien, el policía hizo un gesto aprobatorio
y salió a donde estaba la enfermera. Adentro el doctor le pidió a Pete que se
sentara.
-¿Cómo te fue allá
afuera con los salvajes?- preguntó el doctor.
-Cuidado con lo
dice,- dijo Pete al mismo tiempo que se levantó y lo tomó de la camisa
alzándolo un poco- sabes muy bien que
pertenezco a ellos, el que estemos en esta tregua no significa nada.- Luego
continuo- No creo tener ningún problema
por los momentos, “El Niño” está de acuerdo con que tomé a uno de los reos de
spunk, no le importa. Sólo me dijo que hace tiempo lo esperaba- se dirigió
a la ventana y miró por la reja metálica que daba al pasillo en donde Lewis se
hallaba sentado, lo vio sentado- ¿Es él?-
preguntó.
-Si lo es, se llama
Lewis y ya sabes quién es, ya seguro lo habrás visto en televisión. Es un
pianista de muy buena educación.
-No está nada mal-
dijo y se apartó de la ventana.- ¿Sabe de
lo que hablamos?
-Sí, pero debes
tenerle paciencia no tiene idea de lo que habrá allá, esta algo confuso; pero tendrá
que aceptar ¿Todavía quieres seguir con esto? –preguntó el doctor, temeroso
de la respuesta de Pete.
-Sí, tienes que darme
tiempo poner las cosas en claro allá adentro y dentro de unos diez minutos lo
mandas a mi celda.
-Hecho- finalizó el doctor. Le extendió la mano, pero no recibió nada a cambio.
Era más que evidente que no era sino Pete quien nunca haría amistad con el
doctor Evans, quien representaba todo lo que el odio por mucho tiempo.
La puerta del consultorio se abrió nuevamente y salió
esposado Pete, quien al pasar por el lado de Lewis notó su nerviosismo, lo miró
guiñando un ojo. Esto puso aún más tenso a Lewis porque dentro de sí presintió
que era él. El doctor lo llamó de nuevo al consultorio.
-¿Es él, verdad?- preguntó al doctor el resignado joven.
-Tómalo como tu salvación, así que voy a mandarte a su
celda, por favor no hagas ninguna locura. Allí adentro no es lo que esperas.
Créeme y confía en mí.
Adentro, en el recinto, la posible entrada de personas
nuevas tenía a la población carcelaria un poco alterada, se habían formado
grupos; aunque estos escucharon lo que el “Niño
Coyote” había dicho estaban algo dudosos por ello, no entendían que era eso
de un joven para Pete. Muchos de los grupos hacían bromas sobre la descabellada
idea de Pete; puesto que lo conocían hacía mucho tiempo y no era de los que,
precisamente por aburrimiento, poseen para él una chica. Pero tan sólo una
orden del Coyote bastaba.
Muchos de los
sujetos operaban como jocker, sujetos que no eran normalmente violadores,
aunque podían serlos, y quienes tomaban en su “cuido” a los sujetos más débiles de la prisión, llamados spunk,
para convertirlos en sus mascotas sexuales, a veces estos grupos eran más de
uno e incluso pandillas enteras, en sustitución de las mujeres. Por ello se
extrañaban que Pete quisiera entrar en ese grupo.
La puerta se abrió y entró Pete, todos voltearon a verlo,
traía cierto aire de triunfo. Lanzó a
todos una mirada desafiante. Nadie quería contradecirlo, sabían que contaba con
el apoyo incondicional del Niño y eso era ley. Pete se fue a su celda. Poco
tiempo después dos policías entraban, llevando los novicios.
Un silencio se hizo, pero al entrar el policía con cara
sarcástica con los dos reos, un pequeño murmuro se formó hasta llegar a bulla
que comenzó poco a poco hasta volverse en una infernal gritería, vociferaban
cualquier cantidad de palabras soases a los dos nuevos sujetos. El primero en
caminar era el joven que entró con Lewis, algo altanero; iba a sobrevivir como
fuese, luego con la cabeza baja entraba Lewis, era evidente que no era persona
acostumbrada a estar en estos sitios. Él policía pasó la cachiporra por la
celda para hacer callar a la población penitenciaria; sin embargo, fue un
intento fallido. Parecía una horda de animales.
Empujó a los dos jóvenes, y se separaron, al primer sujeto
lo colocaron en alguna celda central, el clamor se hizo más fuerte, pero Lewis
fue encaminado al pasillo final, todos sabían hacía donde se dirigían, la
llamada última celda.
El policía que
caminaba delante de Lewis, ya conocía la historia, el director pidió fuese
colocado allí para que fuera cuidado por Pete, a sugerencia del doctor Evans,
quien si bien nunca había hecho esto, tomó tal resolución a raíz los
acontecimientos pasados las últimas semanas, que, al policía, le pareció la más
lógica, y aunque no apoyaba estas prácticas era lo mejor para un joven como el
concertista. Lo empujó para que caminase
más rápido, la gritería de los internos lo ponía también nervioso.
El Niño Coyote, ubicado en uno de los pasillos superiores
junto a su sequito, se reía por la osadía de su viejo amigo, a estas alturas de
su condena, pedirle un joven nuevo para mantener una relación. Se rió a
carcajadas, igual que todos.
-Quién lo diría, no tiene
mal gusto ese hijo de puta, aunque si me lo preguntan lo hubiese buscado más
femenino- luego se metió en su celda, tras los gritos
de todos los reclusos. Su pensamiento era ley en ese recinto, y este pedido si
bien era el más raro que pudo haber hecho jamás, era seguido por los momentos
por todos. La noche pronto caería así que se dijo que mañana será otro día.
El ingresar a Lewis
a la celda de Pete no era del todo oren de doctor ni mucho menos obra de la
casualidad, para Evans el hacer que el director aceptara la idea de ponerlo en
ese calabozo fue una lucha campal, tuvo que convencerlo que sería la última
muerte que toleraría en su dependencia. Aunque no estaba seguro de lo que hacía
se sujetaba de cualquier cosa que evitará tener otro asesinato en su
departamento, sentado en la enfermería después que el joven fue sacado,
esperaba que las cosas marcharan bien, pero al escuchar la gritería quedo
desilusionado. No pasaría mucho tiempo antes que las cosas se volvieran muy
oscuras.
El director por su parte poco le importaba esta petición
del doctor, en parte se la debía, y si con eso se quedaría callado, que
importancia tenía el que violaran a otro más, eran hombres que estaban alejados
de su mujeres y acá de alguna forma debían desahogar su presión. No era que
apoyaba este comportamiento, simplemente era cosas de los reclusos, si los
violaban no era su problema, ya tenía demasiados como para también lidiar con
esto. Cierta vez quiso intervenir, sólo para darse cuenta que algunos quedaban
enganchados.
Los guardias le contaban como eran violados estos sujetos y
parecía gustarles; así que más da. Eran poco menos que animales. Él sabía la
sociedad de los internos. Todos unos homosexuales que se pagaban del más fuerte
para obtener sus favores. Bastardos. Por su parte la orden era clara y precisa,
adentro se las arreglaban como pudieran y en asuntos de marido y mujer es mejor
no meterse. Concluía.
Segundoo capitulo...
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