3. Un Mundo Aparte
En la celda, Pete “el panadero”, se hallaba acostado en la
cama, apoyado en uno de sus codos, leía sin tratar de poner atención al recién
llegado, afuera los gritos se habían silenciado, Pete sabía de qué se trataba,
carne nueva llegó al penal y muchos copularían en esta nueva presa. Muchas veces él participo de
estos actos; pero hacía tiempo que los desechaba, no tenía que imponer su ley,
él era la mano derecha del Niño Coyote y eso era suficiente para tener cierto
estatus en esta prisión.
Pero para Lewis este razonamiento estaba muy lejos de su
entender. Acomodaba lo que sería su nuevo hogar, tal vez por muchos años. No
podía dejar de llorar cuando entró a lo que sería su cuarto de estancia.
Era una celda repugnante, nada de lo que se imaginó, la
reja principal abarcaba toda lo que sería la pared frontal, y a diferencia de
las demás, según había visto, no tenía otra celda al frente, sino que por el
contrario, era el término de un largo pasillo, que se hacía más oscuro conforme
se acercaba al final, ubicación de la llamada última celda.
Era más bien un lugar frió, si bien más grande que las
otras. Seguro, pensaba, para buscar acomodo a unas grandes tuberías que pasaban
cercana a la celda y se sumergían a un lado de pasillo, por cierto
encorvamiento de la recta pared; pero que Lewis no pudo adivinar que eran, ni
para que servían.
El olor adentro era muy fuerte, una mezcla de sudor y polvo
que nunca antes había olido. Tenía una leve idea de lo que sería, pero jamás se
imaginó esto. Su primera impresión fue muy perturbadora. Estuvo a punto de
desmayarse.
El mobiliario lo constituía: dos camas ubicadas paralelas
entre sí, y perpendicular a la reja principal, con un pequeño estante, un
segmento de madera puesta sobre un par de sujetadores de hierro, encima de cada
una. Al final una pequeña pared tapaba lo que seguro era el retrete y más allá
un tubo que goteaba, la habitación estaba, aunque limpia, muy manchada sus
paredes por el tiempo, con algunos afiches de mujeres desnudas y fotos
personales, seguramente, del habitante. Lo que sería su cama estaba cubierto
por una delgada sabana, y un minúsculo colchón.
El policía lo dejó y se marchó de allí, hasta ahora todo
estaba relativamente bien. Lo que pasará
en esa celda no era asunto suyo. Damián, nombre del policía custodio y segundo
al mando de los otros guardias, le molestaba el enterarse de cosas personales
de los internos, muchos de ellos había que tratarlos como animales y todo lo
que le permitiese acercarse a esta idea era bien aceptado, nunca había llamado
a los reos por sus nombre, sino que por contrario los llamaba por sus apodos
así se deshumanizaban para él, todo era más sencillo y fácil de digerir, no era
un trabajo limpio pero alguien tenía que hacerlo.
Lewis dentro de la celda puso sus cosas en la cama y se
sentó de cara al sujeto que mal humorado leía algo. Poco pudo identificar lo
que era, miró hacia otro lado y… una patada se estrelló contra su cara y luego
otra en su estómago, poco después el sujeto lo levantaba y lo tiraba contra la
pared, su fuerza era superior al que era abatido, uno y otro golpe se
estrellaron contra él. La sangre brotaba hasta que perdió el conocimiento. No
supo más nada de sí.
Cuando se levantó estaba tirado en el piso y el sujeto que
lo acompañaba y que le propinó todos esos golpes, estaba sentado en el retrete
fumando un cigarro. Lewis no sabía cuánto tiempo estuvo desmallado sólo sentía
un dolor inmenso en su rostro y en el pecho, pensó que sería producto de la
golpiza, se limpió algo de sangre que le corría desde la boca y que ya tenía
seca, se paró con mucho dolor y se tiró en la cama, pasado un tiempo sintió de
nuevo una nueva oleada de golpes hacía él, pero estaba tan cansado que poco
hizo por defenderse. Hasta quedar de
nuevo desmayado.
Parecía no haber dormido nada cuando la brillantez una luz
intensa lo levantó, el doctor le pedía que se calmara, nuevamente sus sentidos
estuvieron en él y de nuevo se hallaba en la pequeña enfermería, se sobresaltó y
se tocó la cara, la tenía hinchada, el doctor le tomaba algunos puntos detrás
de la oreja.
-Bueno, ha podido ser
peor- dijo el doctor sonriéndole.
-Está loco- dijo
Lewis poniéndose las manos en las
heridas. Trato de sentarse pero un dolor
en lado derecho no le permitió pararse. –ese
sujeto está demente.
-Estate quieto-
le pedía el doctor mientras terminaba de tomarle los puntos- pensamos que te matarían y mírate, sano y
salvo.- sonrió nuevamente.
-¿Sano? No estoy ni sano y tampoco salvo sí vuelvo con
ese cernícalo- no entendía a qué se refería el doctor
cuando le decía que estaba saludable, era una locura.
-Volverás allí o yo
mismo te mataré, no has entendido que afuera de allí tu vida corre peligro.
-No lo creo- Dijo
simplemente el doctor- lo hubiera hecho,
de ser cierto lo que dices; pero ya ves,
no lo hizo, muy al contrario, te perdonó la vida y es loable en él.
-Usted es un
personaje de un cuento de horror- dijo Lewis ya cansado de todo- pretende hacerme creer que tengo que darle
las gracias a ese desequilibrado. Quisiera hablar con el director del penal.
En este punto el doctor se rió, y continuó con su labor,
dentro de dos meses, seguro estará hablando diferente. Convertirse en un soplón
era lo peor que pudiese hacer un recluso que amara la paz, el contar algo no
sólo resolvería nada, mal, que al contrario propiciaría el odio entre sus
compañeros. El estar encerrado era un
constante cuidarse de este mal. Difícil de digerir, pero práctico de llevar a
cabo.
Un policía llegaba y preguntaba por el enfermo, Lewis notó
que era quien lo llevó a su celda, el doctor le informó que estaba estable, el
policía hizo señas de que se apartara que tenía que hablar con él, Lewis los
vio alejarse y quedar muy lejos de su oído. Por los gestos del doctor sabía que
algo malo sucedía, se extendió totalmente en la camilla y puso su mano en la
frente, temía siquiera pensar que acontecía.
Oyó otros pasos y otro policía llegaba informaba algo y
luego se retiraban. El doctor fue hasta él, moviendo la cabeza y diciendo:
-Malo, malo-
luego se sentó en la camilla- ¿Recuerdas
el joven que entró contigo? Lo traen hacía acá, aparentemente peor que tú, que
sólo tienes unos golpes que ni llegaran a moretones. Así que por favor óyeme
vuelve con Pete, él te protegerá. Me lo ha prometido y no tengo mayor opción
que creerle- este último comentario lo mintió, pero ya estaba al borde.
Ante este nuevo panorama Lewis dejó de protestar, seguro el
hallarse tirado en el piso lo salvó de la suerte que corrió su compañero, éste
era un lugar muy inhumano, así que mejor esperaría, no podía permitirse el lujo
de cometer un error.
Un ruido se escuchó en el pasillo, la enfermera corrió al
ver al sujeto que traían los policías, su cara era ensangrentada, tenía
cortaduras por todas partes, no podía cerrar la boca, producto quizás de una
mandíbula dislocada. Al verlo Lewis entró en pánico, parecía una masa amorfa de
carne, no era ni la sombra de lo que entró junto a él, el doctor lo sacó al
pasillo y pidió al policía que se lo llevará. Mientras lo hacía, Lewis, se
sintió muy asustado por lo gritos que se escuchaban adentro.
De nuevo se hallaba
en la última celda, Pete estaba tirado en la cama como si nada sucediera, Lewis
caminó hasta la cama, se acostó, se arropó y se colocó de cara a la pared, lo
golpeado del joven en la enfermería, aún la tenía en su memoria. No se había
quedado dormido y sintió otra patada en el lado de pecho que tenía resentido,
pero esta vez allí se detuvo. Él pudo descansar.
El llamado de un policía lo levantó, por lo abultado de su
cara, sabía que su ojo, estaba seguramente muy hinchado. Era la hora de la
comida salió con mucho desgano, su cara estaba molestándole. Pete caminaba muy
cercano a él, Lewis no entendía porque lo hacía, pero se dirigió al comedor con
los otros reos, se sentía observado por todos, quienes hablaban entre sí.
Varios sujetos pasaban a su lado haciendo gestos, pero no
pasaban de allí. Estaba a punto de derrumbarse. Tomó la bandeja y se sentó en
una de las primeras mesas que encontró, los allí presente se rieron,
posteriormente le señalaron una mesa apartada y allí se sentó. No lo notó pero
Pete se sentó muy cercano a él.
Las personas con las cuales se sentó era un grupo muy heterogéneo,
hablaban de carros todo el tiempo, Lewis los escuchaba con la cabeza gacha. Los
allí presente eran cuatro de muy mal hablar, el líder parecía ser un joven de
aspecto jovial, cabellera negra y quien no cesaba de hablar de manera cómica,
otro más callado, un sujeto de bastante edad y por último un sujeto con pocos
cabellos y bigotes espesos que parecía padecer de un trastorno mental, o por lo
menos le pareció a él.
Durante todo el tiempo que estuvo allí, fue ignorado, pero
no tenía tampoco muchas ganas de conversar con nadie, ya de nuevo a camino a su
celda, era nuevamente acompañado por Pete pero muy lejano a él, esto lo supo
porque escuchó que lo llamaban desde el fondo, por un momento se encontró sólo
y apuró el paso. Sólo para encontrase con un sujeto de gran tamaño y pelo
crecido en la parte posterior a manera de muflí, dos sujetos los hicieron por
ambos lados y lo llevaron a empujones a lo que parecía un cuarto oscuro, se
notaba la presencia de otros sujetos allí, así que lucho por soltarse, mas era
inútil, recibía algunos golpes, apenas podía moverse, algunas patadas lo
dejaban sin fuerzas, comenzó a gritar, pero era imposible.
La golpiza se hacía más encarnizada, uno de los sujetos le
arrancó la franela, dos lo asieron de las manos y otro comenzó a quitarle el
pantalón, él luchaba por soltarse pero muchos lo sujetaron, trataba de gritar;
sin embargo, sabía que era inútil, todos eran sus enemigos, varios gritos se
escucharon al fondo y por la puerta aparecieron otros sujetos líderizados por
un individuo bastante arrojado, algunos traían objetos afilados, el ambiente se
tornó tensó, soltaron de improviso a Lewis y lo colocaron en el suelo. Las
palabras fueron en asenso hasta caer en una jerga que poco entendía Lewis, lo
dejaron, ensangrentado, tirado en el suelo.
El sujeto que líderizaba al grupo dio órdenes de recogerlo
de allí y tomado por sus miembros fue llevado hasta su celda, lo tiraron en la
cama y se fueron. Pete se encontraba allí, se levantó y salió a hablar con el
grupo. Lewis también se levantó pero fue
hasta el pequeño tubo que utilizaba Pete como regadera, sacó un madero que
servía de tapón, comenzó a salir el agua que rodaba por su cuerpo, llevándose
con el agua la sangre y el fallido intento por violarlo.
Tiempo después entró Pete y Lewis estaba ya vestido, estaba
cansado y apenas iban dos días, se limpiaba la sangre, posteriormente se acostó
en la cama, Pete estaba acostado en la otra parecía ignorarlo. Hasta que Lewis
comenzó a sollozar.
-Eres un marica
llorón – esto fue lo primero que Pete le dijo desdé que él estaba ahí.
-¡Vete al demonio!-
le respondió Lewis.
***
-¿Qué te sucedió Lewis?- preguntó el doctor- ¿Por qué te
involucran con el incidente del “Gigante Tony”?
-¿Qué dices? ¿Quién
es el Gigante Tony?- exclamó Lewis ante la incisiva
pregunta del doctor Evans, sentado a su lado nuevamente en el cuarto de
enfermería después de haber pasado algunos días desde su ingreso.-No sé de qué habla, a ese sujeto, te juro, lo vi una sola vez, por cierto trataba de
violarme junto a varios sujetos más. Afortunadamente vino otro de esos sujetos
apodado el Niño Coyote quien me salvó. Estos
días han sido una tortura tratando de evitarlos. Ya no quiero estar aquí- y
de su rostro comenzaron a caer gotas de
lágrimas nuevamente.
-Creo que en verdad
no sabes nada- se levantó y cerró la puerta que comunicaba con el exterior
de la pequeña habitación- se dice que- continuo el doctor- al Gigante lo quemaron por ese incidente.
- ¿Qué voy yo a
saber? Están
definitivamente todos locos- respondió Lewis- no veo porque demonios hizo semejante cosa.
-¿Cómo te ha tratado
Pete estos últimos días?
-Después del
incidente del primer día, no ha vuelto a golpearme, pero tampoco dice nada,
está sentado o acostado, sale al patio, se sienta, lee algo. Creo que al igual
que todos está loco.
El doctor se levantó y movió de un lado para otro la
cabeza; aunque este hecho lo tranquilizaba, lo que deseo estaba sucediendo,
sabía muy dentro de sí que Pete lo protegería contra cualquier cosa, una cosa
menos por la cual preocuparse y eso lo alegraba sobremanera. Le dio unas palmadas en el hombro y lo mandó
a la celda.
-Toma las cosas con
calma, recuerda que te queda algo de tiempo acá, y si ese mal nacido, como lo
llamas, quiere cuidarte de esa forma, pues, mejor para todos. Ya se me ocurrirá
alguna cosa, otra cosa quisiera que le propongas que quieres tener relaciones
sólo con él- luego trató de que no respondiera nada a
esta sugerencia, dijo rápidamente - ve,
ve - terminó el doctor.
En la celda Pete estaba algo impaciente, leía algo y vio a
Lewis llegar proveniente del cuarto de enfermería. Lewis no quiso verlo, pero
sabía que algo estaba mal, se tiró en la cama, era poco lo que podía hacer
allí. Apenas habían pasado pocos días y no quería salir, se sentía asediado,
confuso y visiblemente asustado.
De Pete, a exención
de aquella infame frase que dijo cuándo lo golpearon, jamás había escuchado ninguna otra palabra, se mantenía
callado, sabía que hablaba con los otros reclusos pero con él era callado.
Estaba consiente que le debía el hecho de no correr la
misma suerte del sujeto que llegó junto con él, veía a otros nuevos, pero la
mayoría estaba en shock, no podían ni hablar, su temor se les leía en los
rostros, dedujo que la estaban pasando peor. Algunas otras noches los escuchaba
gritar piedad. No entendía como sería eso, pero se imaginaba cosas muy malas.
Contra él nada habían hecho, a no ser de
gritos y palabras soases. Suponía que era por ser “la mujer de Pete”.
Estos días le habían servido a Lewis para observar a su
compañero, además de callado, no era una persona muy activa; aunque en las
mañanas ejercitaba su cuerpo, el resto era más bien un sujeto sésil, algunas
veces leía un poco, poseía muchas revistas de vaqueros, lo que le causaba mucha
gracia a Lewis, alguna vez pensó en pedírsela, pero luego se arrepentía y no lo
hacía, no quería establecer amistad con un sujeto que lo golpeó de forma tan
atroz. La mayoría del tiempo parecía ignorarlo. Desde el primer día que lo vio
supo que quizá nunca podrían ser amigos.
Tenía esa fisonomía
muy dura, acentuada por lo expresivo de sus ojos. Su mirada penetrante lo hacía
pensar que en cualquier momento le saltaría de nuevo encima para golpearlo. A
pesar que en su primera impresión calcularle más de cuarenta años, era evidente
que se había equivocado; no tendría más que varios años más que él. Algo así
como treinta. Si bien, con sus amigos lo vio reír, siempre estaba malhumorado.
Daba gracias de que no era como los otros que siempre estaban molestando, o por
lo menos no a nadie delante de él.
Recordaba como el segundo día de su estancia puso una
cortina en el pequeño baño, eso le tranquilizaba, nunca se veían desnudos, no
podía evitar pensar porque corrió con tanta suerte, sería su mujer. Al recordar
esto se rió de sí mismo. Le parecía gracioso; porque nunca se había propasado
con él en ningún aspecto, a no ser los golpes del primer día, que lo puso a
defensiva. Era absurdo pensar en eso.
Pete mal humorado como se encontraba salió de su mutismo y
preguntó el motivo de su risa.
-Ah, pero hablas-
exclamó Lewis de manera irónica- pensé
que no ibas a hacerlo nunca.
-¿Dime de qué te ríes?-
volvió a preguntar Pete con mayor coraje.
-Oh, de nada de algo
que me dijeron cuando llegué-
respondió riéndose Lewis.
-Pues, sí es el
motivo de tu estancia aquí, hablaremos luego.
Lewis se hizo el desinformado- ¿Cómo que mi estancia aquí?
-Sí- expresó Pete, sin mirarlo, luego tomó una navaja y un objeto de
madera, comenzó a tallarlo- nunca dejó a
nadie quedarse acá, siempre he estado sólo- sopló el objeto, para
eliminarle el polvo que se le acumulaba- el
doctor habló conmigo para que te aceptara aquí a cambio de algo, que quizás él
te explique, sabes que fuera de aquí sucumbirías rápidamente; así que será
decisión tuya, porque no quisiera cansarme.
- De que me hablas, dímelo
tú ¿Qué quieres?- aprovechando que estaba tan hablador, quizás le contaría
algo.
-Sé que el doctor ya te
lo dijo, pero te refrescará la mente, te quiero a ti- dijo sin más, como
quién decía cualquier cosa sin relevancia.
Ante esta respuesta Lewis se quedó estático, no podía
pensar, era cierto lo que contó el doctor, estaba allí sólo para servir al mal,
él hombre sentado junto a él, esperaba tener relaciones como si de una mujer se
tratara, pensó que se negaría, posteriormente el rostro de los novicios vino a
su mente, las palabras del doctor, el que estuviera fuera de aquí sería un
suicidio. Pete simplemente siguió tallando, sin volver a hablar.
En la noche a pesar de llevar allí casi una semana los
gritos de sus compañeros no cesaban, se tapó con la almohada los oídos, una
sensación de soledad lo embargó profundamente, no podía dormir bien sabiendo
que le experiencia de días pasados podría repetirse sólo, que esta vez con
éxito, terminaría muerto en este infierno.
Apretó la almohada contra sí, y quedó dormido, un sueño
donde era perseguido lo despertó con un alarido. Sudaba, buscó a su lado y Pete
estaba acostado en la otra cama, se sintió reconfortado que estuviera allí, se
recostó de nuevo y quedó dormido. Pero esta vez viendo la reja principal.
Poco a poco sus ojos se cerraron, tuvo un sueño donde una
figura muy delgada bailaba y hacia maromas, su cara era burlesca, desnudo y de
piel muy blanca se voltio o hacia a él, en ese momento sintió que le absorbían
el oído y despertó sudando. Una leve luz
se colaba por la reja y en el centro de la luz su fotografía estaba doblada y
parada en el centro de la habitación, se levantó la tomo la puso bajo la cama...
y con ojos espantados sintió fiebre, temblaba, preludio de lo que sería una
noche muy, muy larga.
Al día siguiente decidió salir a la hora del almuerzo, se
propuso enfrentar la situación; pero allí otro pequeño altercado se formó.
Momento que un sujeto se acercó a él, y trató de tomarlo por la camisa. El Niño
Coyote se hallaba cercano a él y pudo detener todo, pero lo señaló y luego
señaló a Pete que no hizo nada por detenerlo. El Niño Coyote fue hasta Pete y
los tuvieron una conversación que Lewis no pudo escuchar.
De regreso a la celda, todo estaba tenso. Pete estaba más
furiosos que lo normal, Lewis se atrevió a preguntarle a Pete qué pasaba.
- Los reclusos dicen
que yo les estoy tomando el pelo y que sólo te estoy protegiendo, te quieren
allá, aparentemente llamas a muchos la atención. Y la verdad es que el Niño Coyote
no podrá hacer mucho por mí. Así que piensa que tendrás que defenderte tú sólo.
Aparentemente una noche vendrán por ti y te llevaran. Eso escuché.
Ante este nuevo panorama Lewis simplemente tembló.
-No creas que caeré en tu juego, no le temo a
ellos ni a ti, eres la escoria de aquí- gritó fuera de
sí Lewis.
-Piensa como quieras-
fue la respuesta de Pete.
El nerviosismo siguió en
Lewis, lo cierto era que sí salía de aquí una muerte le esperaba allá
afuera. Había visto cosas atroces, la mirada de todos sobre él, la cara de
desesperación que tenían los nuevos presos, no podía permitirse el salir de
acá.
- ¿No hay nada que
hacer?-
preguntó tímidamente.
-No soy centro de
beneficencia, no quiero hacer nada.
-Te pagaré mi
estadía, no creo pasar mucho tiempo acá.
Podría incluso pedir a mí abogado que revise tu caso y podrás salir de
este pantanal, sólo no me saques de acá, por favor- al
decir esto sus ojos se llenaron de lágrimas. Pete al verlo llorar quedo
sorprendido, estaba desplomado. No tenía idea de cuan asustado estaba. -¿Qué tengo que hacer?, dímelo y yo lo haré- estaba
resuelto a cualquier cosa. Pero Pete no respondió, se quedó callado.
La noche pronto se presentó y el calor se hacía poco menos
que insoportable. Esta vez Pete se hallaba inquieto, algo lo quemaba por dentro
y no podía saber que era, sentía su corazón acelerado, daba vueltas de lado a lado.
-¿Qué tienes?- escuchó que le preguntaban.
-No puedo dormir-
contestó. Dio vueltas en el lecho y no hallaba como encontrar una posición
adecuada. Se quitó la camisa y luego el pantalón; pero seguía con algo que no
podría llamarse calor, era como espinitas en la sangre. Sacó de un escondite un
cigarro y lo encendió, apoyó la espalda contra la pared y quedó semiflexionado.
Miró hacía donde estaba Lewis y notó que este sólo miraba el techo.
-¿Por qué estás
aquí?- preguntó a Lewis quién se levantó y al igual
que Pete apoyó el codo a la cama.
-Tenía una novia que
estrangularon a mi lado mientras yo dormía- se rió- ¿Qué te puedo decir? mis manos estaban alrededor de su cuello- Luego
soltó una carcajada más sonada que no gustó mucho a Pete.
-No pareces el tipo
que va a la cárcel, pareces estudiado y eso seguramente es lo que tiene a los
otros tras de ti, la novedad.
Al decir esto recordó el comentario en la mañana, y eso lo
preocupó, moriría si tenía que pasar toda la vida esperando que cualquiera de
esos trogloditas lo viniera a buscar, se
preocupó y luego miró a Pete y se sintió seguro, no podría explicarlo pero era
así. Dejó de hablar, momentos después escuchó alguien acercándose. Aunque se
asustó, los pasos no llegaron a la puerta.
Poco tiempo después escuchó la respiración dormida de Pete,
de nuevo estaba sólo. Muchos ruidos se escuchaban a su alrededor, se volvería
loco. Hasta hoy no había notado cuantos sonidos había en las celdas. Se armó de
valor y poco a poco fue quedándose dormido. Sintió que la cama se elevaba del
suelo y se levantó. Se sentía muy nervioso, algo había acelerado su corazón,
sentía una presencia cercana a su cuerpo, lo sentía respirar. Decidió no hacer
caso, seguramente era ideas suyas, y otro más de los ruidos de la prisión.
Un ruido lo despertó nuevamente y encontró a Pete sentado
en el borde de su cama, se desesperó y preguntó qué sucedía, por qué estaba
sentado allí.
- OH, nada, duérmete,
creí escuchar ruidos por allí, seguro me pegaste tu paranoia y pienso que en
realidad vienen a buscarte.
-¿No dejaras que me
saquen de aquí?- preguntó Lewis.
-Hasta ahora te has
salvado, pero si vienen por ti, créeme que nada podré hacer.
Lewis se volvió a costar, aún faltaba demasiado por
amanecer, este era su primera semana y ya no soportaba la tensión. Miró a un
rincón, Pete volvió a su cama. Luego ruidos más fuertes. Pero esta vez lo tomó
más calmadamente.
-Creó que debes
cálmate, nada harás angustiándote.
- Veo que no eres tú
él que se enfrentara a esos, soy yo quien tendrá que recibir sus golpes.
De repente varios pasos se acercaron y Lewis víctima de
pánico se acercó a Pete, dio varios pasos hacía él, quién quiera que sea ya
estaba cerca, en un movimiento rápido, Pete, lo empujó a la pared y lo puso de
espalada a la reja frontal, Lewis le siguió los movimientos y al acercarse más
el ruido de los pasos lo abrazó y beso en la boca, primero sólo pegó los
labios, pero Pete se abrió paso con la lengua y recorrió con ella su boca,
mientras quien fuera veía desde afuera, Lewis no se atrevía a separar a Pete,
era necesario este beso, tenía que hacerles ver que llevaban una relación y
quizás nada pasaría. Estaba demasiado asustado, así que fue víctima de un
apasionado beso que subía de intensidad. Cierto tiempo después Pete lo separó
de sus labios.
Lewis giró la cabeza hacía la reja, pero quien quiera que
fuese ya se había ido, luego se apartó de Pete, quien tenía en su cara una
sonrisa de victoria, él se limpió los labios y con ira se volvió a tumbar en la
cama. Pete seguía con la sonrisa de satisfacción en el rostro, el beso lo
prolongó un poco más de la cuenta.
-No volveré a hacer
eso- dijo algo mal humorado Lewis.
- A mí me gustó un
poco, no besas tan mal, además tenía bastante tiempo que no lo hacía y nunca
con un hombre, nada mal- también se recostó de su
cama.
-¿Quién crees que
fuera?- preguntó Lewis.
-No podría decírtelo,
estaba muy ocupado con tus amígdalas- y se rió
nuevamente. Su humor cambió nuevamente, estaba poseído por una alegría que no
podía describir, el beso fue perfecto, aunque no era por su cercanía, sintió el
cuerpo de Lewis temblar, lo miraba fijamente, trataba de imagínaselo desnudo,
aunque tuvo oportunidad de hacerlo no lo hizo, ahora un poco excitado se
lamentaba de ello.
Esa noche Pete pensó acerca de la estadía de Lewis, era
cierto que de momento la idea le había gustado, pero ahora allí no se atrevía a
ir más allá, de hecho estaba a punto de darla por acabada. Este incidente del
beso, no lo había pasado tan mal, se sentía algo contento por todo. No era tan
malo tener alguien en su celda con quien divertirse.
Al día siguiente, la alegría del repentino beso se había
esfumado y en su lugar quedaba en Pete mucha irritación, se creía consumido por
una furia irracional, aún Lewis dormía, se desemperezó y se dio una larga ducha
que no aminoró su estado de confusión. Está vez la espinitas en su sangre
estaban produciéndole una efervescencia. Quería golpear a cualquiera que
estuviera cerca de él. Salió al patio.
Estando allí levantó algunas pesas, parecía tener mucha
fuerza, su cuerpo sentía un hormigueo raro de imaginar, trataba de hacer muchas
repeticiones, dijo basta y tomó un peso mayor. Hasta él llegó el Niño Coyote,
al notar el desasosiego que lo poseía. Le sostuvo la pesa para evitar que
pudiese caerle encima.
-Hoy estás muy activo
¿Problemas con tu mascota?
-No, no hay problema
con eso- continuó bajando y subiendo las pesas, de
forma compulsiva, subía y bajaba. El Niño se alejó de él.
Para Lewis las cosas eran diferentes, estaba más aterrado
que nunca, se propuso también salir al patio, pero trató de apartarse de Pete,
buscó una zona retirada y hasta allí se fue, de camino encontró al policía que
lo llevó hasta la celda de Pete y otro que no había visto pero, que lo miró
intensamente, luego se rió por la cara de susto que al verlo puso Lewis. Llegó
hasta el rincón y allí se quedó.
-Si quieres estar
bien acá, aléjate de él, se de buena fuente que no eres de su agrado- dijo
una voz detrás de él, volteó rápidamente y allí estaba el sujeto del comedor,
el mismo que no paro de hablar de carros, le dio la mano.
-Ralph- dijo.
-Lewis- también le dio la mano.
-Has tenido suerte
acá- expuso el joven a su lado.
-Si él ir dos veces a
enfermería en una semana, llamas suerte, sí lo he tenido, tengo varios puntos y
aún no me curo de los hematomas hechos.
-Créeme cuando te
digo que has tenido suerte, cuentas con la protección del Niño Coyote, que es
demasiado pedir, y, como si eso fuera poco, también de Pete, lo he visto varias
veces mirarte con celo en el comedor. Nosotros trabajamos en el taller, si lo
deseas puedes pedir permiso a Pete y te
llegas allá.
-¿Permiso a Pete? ¿De
qué demonios hablas? No debo pedir permiso a nadie.
No había terminado de decir esto y se halló con la sombra
de Pete atrás, lo tomó del hombro y lo apartó de Ralph. Este se rió ante la
cara de perplejidad de Lewis.
-¿Qué pasa?- preguntó a Pete, quién sin camisa, sudaba de manera cansada.
-Cálmate, Pete, sólo
estamos charlando, más nada- trató de excusarse Ralph-
no estoy interesado en él.
-Aléjate de él- lo dijo señalándolo a la cara – hace
tiempo quiero ver muerto a ti y a tú grupo, sería esta una buena oportunidad el
que me lo permitieras. Así me busques problema con El Niño Coyote.
-No te exasperes- volvió a insistir Ralph- pero si lo piensas bien, te convendría
tenerlo en nuestro grupo, a no ser que quieras que ande por allí- al decir
esto se rió serrando los ojos; así que no vio sólo sintió el golpe de Pete en
su cara. Cayó de bruces en el suelo. Pasado un tiempo se levantó y se marchó.
Lewis quedo estático sin saber qué hacer, no entendió la
escena que había presenciado. Se sentó en unos bancos cercanos, para tratar de
pensar, detrás de él se sentó Pete sin hablar, sólo lo veía. Qué significa esto, comenzó a sentirse
deprimido, y bajó la cabeza. Pete también bajo la cabeza.
A la hora del comedor. Lewis buscó al grupo de Ralph y se
sentó con ellos, un gran cardenal en el lugar del golpe de Pete se veían en la
cara de Ralph. Todos miraron muy serio a Lewis, fue el de mayor edad que se
atrevió a hablar:
-Entiende que nos
traes problemas con Pete y su grupo.
Lewis no dijo nada. Ralph buscó con la vista a Pete y éste
se hallaba sentado con varios de sus amigos, pero pendiente de la escena que se
desarrollaba, al chocar con la mirada de Ralph, asintió con la cabeza en señal
de aprobación.
-Aparentemente lo
pensó mejor y permite que te quedes con nosotros- dijo sin dejar de ver a
Pete. Todos voltearon hasta donde Pete se encontraba, él les devolvió una
mirada acusadora, era un hecho que, si bien dio su aprobación, no los sacaría
de su campo de visión.
-¿Eres marica?- preguntó a Lewis el más
joven del grupo- creo que es una suerte
que Pete te proteja, los de bonito rostro no la pasan bien acá, y menos
últimamente.-Todos los mandaron a callar al final del último comentario.
-No lo soy y no
considero una suerte eso.
-Ya lo entenderás-
dijo el de mayor edad- por los momentos
es bueno que te quedes con él. Luego se verá si aprendes a sobrevivir. No sé si
puedas salir del estigma de los que entran siendo spunk… - los cuatro
siguieron hablando, Ralph volvió a tomar la batuta, poco importaba la vida de
Lewis, lo único que interesaba era los autos, motos, aviones o cualquier cosa
que tuviera motor.
Continuaba el almuerzo sin novedades, y Lewis encontró
cuatro nuevos acompañantes, atrás quedaba el asedió de esta semana y la pasada
noche. Pero en un momento se sintió vigilado por toda la población. Una
discusión en la mesa de Pete, le señaló el porqué, todo terminó con golpes
entre varios sujetos dentro los que encontraba que Pete, los guardias disiparon
con rapidez. Este pequeño altercado le devolvió a Lewis a la realidad, lo mismo
notaron los demás, Ralph le pidió que se calmara y así lo hizo. Uno de los
involucrados en la pequeña discusión al pasar por el lado de Lewis: le susurró.
-Esta noche será.
El corazón de Lewis comenzó a galopar como un potro, ya
todo esto le estaba cansando.
-No te preocupes,
estoy seguro que allí nada te pasará, eres nuevo aquí y no sabes con quién
estas. Ninguno de estos se atreverá a meterse contigo- le recordó Ralph- hacen eso sólo para amedrentarte.
La noche llegó sin calmar a ninguno de los dos habitantes
de la última celda. Pete se hallaba tan rabioso como en la mañana, nada podía
calmarlo. Daba vueltas, trató de tranquilizarse, pero el mismo estado acalorado
lo invadió.
En la otra cama Lewis también estaba inquieto, temía que
esta vez sí cumplieran su advertencia, recordaba la cara de todos en el
comedor, y se arropó de pies a cabeza, luego giró, se sentó y volvió a costar.
Pasado un tiempo escuchó los ronquidos de Pete en la otra cama. Trató de
calmarse, la noche avanzaba, escuchaba los ruidos y recordaba los comentarios
de la mañana. Qué podría hacer, cómo enfrentarse a esto todos los días.
Necesitaba contar con alguien, aunque el doctor le brindaba su apoyo, estaba
tan lejos de este pandemonio.
El ruido de una vara
arrastrada por los barrotes llevó al extremo su paroxismo, se sentía atrapado,
era un reo de los reos, estaba constantemente acosado por opresores, sólo acá
se dio cuenta de ello, era un secuestro, o peor un rapto, se levantó de la
camilla y puso a dar vueltas en la celda.
Pete a pesar de conseguir el sueño, este era poco profundo.
Algo le impedía estirarse y se levantó, sólo para encontrar, victima tal vez de
pánico, a Lewis acostado a su lado, estaba entre él y la pared, se conmovió y
lo trajo hacia sí y dio un beso en la nuca:
-No es posible que
estés tan asustado- le dijo. Y luego dio otro beso, pero esta vez en la
frente, Pete vio como Lewis cerró los ojos en este último beso y se atrevió a
ir más allá. Lo giró bruscamente, él no oponía resistencia.
-Esto no durara mucho- le dijo Pete y sin muchos preámbulos bajó sus pantalones dejando ver
sus glúteos, abrió pasos entre ellos, Lewis se resintió pero igual dejo que
Pete lo penetrara, quién lo hizo con desesperación, hasta que en poco tiempo
sintió a Pete vaciarse en él. Los dos quedaron exhaustos en la cama.
Lewis no pudo entender por qué dejo que lo hiciera, y
quizás nunca lo sabría. Estaba demasiado asustado, la presión era inmensa, el
lugar una pesadilla y la noche demasiado oscura.
No entendía que le sucedía, sólo pensaba en lo dicho por el
doctor, sobrevivir, sobrevivir.
Ohh capitulo 3, las cosas comienzan a torcerse para nuestro protagonista... !! síguenos semana a semana ...
ResponderEliminarOHH YA VAN 3 CAPITULOS Y HASTA AHORA ME MANTIENE EN ESPECTATIVA. ESTOY ALGO INTRIGADO Y A LA VEZ EMOCIONADO XQ M ENCANTA EL SUSPENSO EN LA LECTURA Y TU PANA MIO HAS LOGRADO ALGO Q POCOS ESCRITORES PUEDEN Y ES ESO DEJARME CON LAS GANAS DE SEGUIR LEYENDO.....
ResponderEliminarTE FELICITO SIGUE ASI Q ESTA SUPER..... Y AHORA ENTIENDO XQ TANTA ESPERA MMMMM HASTA AHORA PUEDO DECIR Q A VALIDO LA PENA SIGUE ASI PANA MIO
Gracias por tu lecturaaa, me alegraa que te gustara... siii, Pete el panadero, consiguio lo que buscaba, Lewis tambien, en esta especie de relación con el mal... No sé que pasara.. Un demonio esta suelto, mata a jovenes Spunk... :o y tu no debes perderte mañana el proximo capitulooo.. Saludos... Y gracias Nuevamente...
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