Solo una pequeña vista a
la geografía marítima de Panamá basta para conocer la sentida compenetración
que tiene esta tierra con el mar, de algunos 80 kilómetros en su parte más
estrecha, sumergidos entre dos
grandiosos mares del planeta, el atlántico y el pacifico, rodeados de multitud
de islas, cayos e islotes, penínsulas, golfos y bahías. Estos mismos atributos
paseaban los viejos tripulantes del viejo Serpiente Marina. Quienes emocionados empezaban otro año de
faena.
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El
día siguiente de la salida, las cosas estaban marchando con normalidad, Martin
tripulaba la embarcación hacia su primer punto de pesca, Lucas y los otros se
entretenían revisado algunas cosas dentro de la embarcación, querían ponerlo
todo a tono a la espera de encontrar una buena pesca. Las maras y las cavas
isotérmicas donde guardarían el pescado sobrante. Cubierta limpia para recibir
los camarones.
Lucas
y Martin se conocían perfectamente, conservaba buenos recuerdos de los días
pasados en la mar, esperaba que esta vez también fuera así. Para el primero, todo
lo venturoso del sentirse marineros y pertenecer a algo que no fuera días de
tedio en tierra y de eterno vacío vivencial, el puerto era algo que se quería y
se odiaba a la vez.
Los
marineros amaban el mar y todo lo que implicaba la pesca, sus múltiples
detalles que hacían de cada faena algo diferente y excitante, tenían en sus
mentes sus casas como algo lejano, la vida de marinero se había llevado consigo
muchas cosas que los había convertidos en verdaderos autómatas llamados por el
pitar de la sirena de los barcos, esperando que todo acabara en algún punto de
la inmensidad de mar.
Se
valían para la capturaban la especies en alta mar su barco camaronero, un
arrástrelo oxidado, herrumbrado, feo; pero con ese porte visto en hermosos
cuadro de algún pintor de puertos que busca, no lo maravilloso de una puesta de
sol, sino en lo agreste de las cosas marinas los más variados tonos expuestos
por el ocre del óxido, lo iridiscente
que da el combustible en el agua de mar y lo corroídos de cada una de la cosas
en que convergen su acción destructora, poseía 15 metros de eslora[1]
desde el codaste[2],
una manga[3] de
4 metros, un tonelaje bruto de 25 toneladas y una potencia en su motor de 200
caballos de fuerza; para dar movimiento a un cascos de metal que consistía la
única riqueza con la contaba su obstinado capitán.
La
bodega llevaba hielo en escama para estibar[4] al
camarón capturado. La caseta de mando y los camarotes se encontraban colocados en proa, con el único fin, como en
todos los barcos camaroneros, de dejar libre la popa para la maniobra de pesca
y descabezado del producto, que suponía algo de esfuerzo.
Un
toldo color naranja cubría algunas veces la popa para proteger del inclemente
sol que llegaba a ser molesto para los hombres del mar.
El
arte de pesca, que utilizaban para la captura del camarón, es la red de arrastre, un sucio aparejo que
se utiliza doble, puesto que se baja un equipo por cada lado del barco, sujeto
a un pangón compuesto por dos palos laterales que forman un ángulo de 450
con el mástil central. La red llevaba en cada extremo de su boca una tabla de 2
metros, provista de un patín de fierro en su base y llamada puerta, que tiene
como función hacer resistencia contra el agua y así asegurar que la boca se
mantenga abierta durante la maniobra.
El
tamaño de la red era de 100 metros y terminaba
en un copo donde quedan atrapados el camarón y la fauna de
acompañamiento. Entre las tablas y en el borde inferior de la boca tenía
colocada una cadena de fierro para asegurar que la red vaya arrastrándose en el
fondo.
Cuando
se cobran las redes, la captura se deposita en la cubierta y los tripulantes
separan el camarón y otras especies de valor comercial, colocándolas en las
bodegas; el resto de la "fauna acompañante" es regresado nuevamente
al mar. Lanzados por los laterales de la embarcación. Durante la estivación del
camarón, utilizan para ello un cepillo.
Durante
el trayecto aves marinas formaban parte del arrastrero, quienes estaban
dispuesta en todo momento a robar la pitanza de la captura. Pelicanos, cormoranes,
gaviotas.
El
bote contaba con el patrón, el motorista, el cocinero y tres pescadores. Vestían trajes de hule en
colores llamativos, naranjas y amarillos, y botas también de hule. Eran hombres
de mar. Abajo de esto, ropa roída, destinada para el mar.
La primera pesca los encontró arrastrando las
dos enormes mayas por el mar, arrastrado el fierro en su cabecera, mientras
expectantes esperaban esta vez el fondo del mar le diera algo más con que
contar. Las Bandadas de pájaros haciendo
su trabajo más difícil, pero habían
aprendido a batallar con ellas, se convertían en sinónimo de la pesca, una vez
que arrastraron la red iba al centro del barco, alzaban de la cadena y miles de
especies marinas caían en la cubierta del arrastrero. Salían a estibar el camarón,
no era poca la fauna acompañante que estos arrastres traían consigo, la abertura
de la malla supervisada por los organismos especializados en llevar el control,
cada capitán sabia de sobra las complicaciones ecológicas que trae la pesca del
camarón por este arte de pesca, pero aun así conocían su trabajo, eran amantes
de mar y la fuente de recursos que era el sostén de sus cinco familias quienes
esperaban el arribo de los marineros.
Los
cuatro sujetos se ponían entre el montón con las cestas tejidas y separaban el camarón
de la fauna acompañante, los embolsaban y agregaba en bolsas que pronto lanzarían
a las cávelas para su vuelta a puerto. Las
cavas isotérmicas se encargan de esto.
Las
empresas no necesitaban la fauna acompañante solo los camarones, y ese era su
principal objetivo. Pronto volverían a
un puerto lejos de casa. A dormir en hamacas, en el camarote. El día siguiente
sería mucho mejor de eso no había duda.
La
vida del pescador de camarón era esta, interminables tardes soleadas y la mente
pueda en casa y el trabajo que debían
realizar, todos bromeaban sacando los peces y separando el camarón, metiendo en
cavas, guardados para su pronto regreso a puerto. El capitán estaba dueño de la
situación, atrás había quedado su angustia, acá era solo un pescador que no
debía pensar en el futuro y la vida en pareja, ni en familia, solo dedicarse a
pescar, era algo fácil de hacer si sirve para acallar la cabeza de pensamientos,
que a menudo destruyen la tranquilidad.
Entre
la fauna acompáñate muchas especies raras le hacia el trabajo más llevadero, no
entendía que cosa era esos peces que aprecian entre las redes de la vieja
“Serpiente Marina”, no sabían, solo el viejo Lucas conocedor del mar explicaba
su atisbo en otras ocasiones. Sacaron un extraño pulpo abisal. Con los
tentáculos extendidos este pulpo llegaba casi a 5 metros de diámetro. Tenía
membranas entre los tentáculos, una rareza, según dijo Lucas. Aunque era
extraño ayudaba a darle un toque diferente a la pesca. Así mismo sacaron uno
pequeño pez pero con dientes enormes que difícil le permitía cerrar la boca. Otro
más con un estómago enorme…
A
esta serie de vistazos de peces del fondo marino había que sumarle ruidos
extraños en la embarcación, alguna rata se escondía en alguna parte del pequeño
barco, todo el día vivían acusando el oído para descubrir en que parte se escondía
el insidioso animal, el capitán preparaba su pistola, limpiándola la abalearía
solo por diversión. Pero no quería ratas en su barco.
Uno
de los marineros el momento quien pertenecía a una zona muy humilde y de color
oscuro, veía en estos peces vicios de mal presagios para la tripulación, todos
reían, antes las ocurrencias del jocoso
sujeto, explicaba que aunque no le hicieran caso, era así, estos solo podía
significar problemas. Los marineros solo tenían una objetivo que ningún pez
abisal podría quitar el primer lugar en la captura de camarones que siempre
habían mantenido, ni su viejo enemigo, el “Panamá I”. Cuyo lugar de estancia
desconocían, pero que ya sabrían de él, en cualquiera de los puertos de
desembarque. Temian otra sucia treta d elas acostumbradas pro el “Panama I”
En
la noche el capitán de embarcación fue a su camarote, contaba con una cama en
un estrecho espacio de olor a oxido y mar,
necesitaba descansar, se acostó pensando en su pasión de estos días,
sintió calor y se quitó el suéter, luego quito el pantalón y comenzó a deslizar su mano por el pecho, se quitó la
sabana que lo cubría quedando al descubierto un buen torneado cuerpo que la
vida en la mar le había forjado, su cuerpo con algunos pelos ardía ante el
recuerdo del sujeto… deslizaba su mano por su pecho, hasta que esta llego al
pequeño slip, y metió la mano hasta su miembro comenzó a tocarlo, mientras oleadas
de pasión corrían por él, le hacía lanzar pequeños quejidos, se quitó el bóxer
y luego comenzó a masturbarse, pero necesitaba más estimulación, así que sacó
de bajo de su cama un objeto de goma dura en forma de pene, se lo introdujo en
el ano, mientras su pasión aumentaba y
desemboca en una crisis que lo baño por completo… quedo jadiando, luego en la
quietud de la noche, escuchaba las olas del mar chocar con su bote, hoy el mar excepcionalmente
agitado al igual que su corazón.
En
una playa distante de ellos, un grupo de pescadores trataban de pescar en un
muelle abandonado adentrado en el mar, cinco, al menos, con material de pesca,
anzuelo y plomo. Hoy los peces estaban esquivos, a pesar de que era un zona
rica en especias de arrecife, parecía que hoy no había ninguno, se lamentaban,
algo en la afueras apareció, como olas desplazándose a mucha velocidad, todos se
levantaron para ver el extraño suceso, agrupados miraban las extrañas olas, no
pudieron reaccionar ante la inmensa cosa que salto y los engullo de un solo
mordisco. Partes de cuerpos quedaron esparcidos por el muelle, destruido por la
acción del inmenso monstruo.
Segui @LevisTorres1
[1]
eslora. (Del neerl. sloerie). f. Mar. Longitud que tiene la
nave sobre la primera o principal cubierta desde el codaste a la roda por la
parte de adentro.
[2]
codaste. (Del lat. catasta, andamio). m. Mar. Madero grueso
puesto verticalmente sobre el extremo de la quilla inmediato a la popa, que
sirve de fundamento a toda la armazón de esta parte del buque. En las
embarcaciones de hierro forma una sola pieza con la quillaa.
a.
quilla. (Del fr. quille). f. Pieza de
madera o hierro, que va de popa a proa por la parte inferior del barco y en que
se asienta toda su armazón
[4] estibar. (Del lat.
stipāre). tr. Apretar, recalcar materiales o cosas sueltas
para que ocupen el menor espacio posible. || 2. Distribuir convenientemente la
carga en un vehículo. || 3. Mar. Cargar o descargar un buque. || 4. Mar.
Distribuir convenientemente en un buque los pesos.
Holaa Capitulo 2...
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