3. Polizonte



3. Polizonte

Un ruido más fuerte que una rata en la parte de abajo dio respuesta a todas las cosas que pasaban en el bote  camaronero.  Una rata del tamaño de un hombre  se escondía en las profundidades del bote. En la mañana el cocinero notó la abertura de un saco que no había movido. Si era una rata sería muy grande, llamó a todos, a tres días de haber partido, era imposible regresar. Pero el sujeto se escondía en cualquier parte de la embarcación.

Revisaron los compartimientos en donde algunos objetos componían el material necesitado en la embarcación, además de periódicos viejos, cuerdas, balizas, entre otras cosas.

El Capitán bajó con una mirada de pocos amigos, desde su puesto de manejo,  sabía quién era, lo había engañado. Con todo lo que sentía no se dio cuenta que esto podía pasar, su corazón estaba confundido, si bien tenerlo acá era un pequeño entretenimiento en su aburrida vida, lo cierto, no sabía quién era, debía andar con mucho cuidado.

Llegó algo contrariado, buscó en todo la bodega y no encontró en ninguna parte el polizonte, en algún sitio debía esconderse pero dónde, no sabía cómo pudo mantenerse tres días escondido sin ser visto, se le ocurrió un lugar, pero luego lo desechó, era imposible que pudiera esconderse ahí, era muy pequeño y él lo hubiese visto, sumado que el calor no lo dejaba con muchas ganas de buscar en su camarote. Pero recordaba las veces que se masturbo, todo ese tiempo estuvo mirándolo, su cara entró en cólera, lo tiraría a la mar, se había burlado de él. Estaba furioso.   

El cocinero reía a sus anchas por la cara del capitán que  le causaba algo de risa, quien fuera estaba dispuesto a echarlo al mar. No quería ser el quien se encontrara con la furia del capitán.

El capitán cansado de buscar por todas partes se decidió  por la no querida, ese era su camarote, lentamente abrió la puerta. No estaba allí era muy pequeño para esconderse sin ser visto. Maldijo y salió de él, más luego se acercó con precaución, y una sombra bajaba del techo sigilosamente, este polizonte era contorsionista porque era imposible pasar colgado del techo y utilizando su cuerpo como una traba para sostenerse. Estaba empeñado en la empresa de ir a las Islas.

Lo tomó de los cabellos, lo sacó a la cubierta y lo  lanzó contra las redes, cerca del pagón.

-Allí está la maldita rata que amenaza con dejarnos sin comida -dijo soltando una forzada risa.
-Perdóneme- fue lo único que pudo decir el sonrojado sujeto tirado en la cubierta como un camarón más, -necesitaba llegar de cualquier manera, algo tenía que hacer, usted no me dio opción y bueno estaba desesperado.-se quitó las gafas y las limpió con la camisa, las puso a contra sol, hasta dejarlas bien limpias.
-Ahora vas a estar más desesperado cuando tengas que irte nadando a tu lugar de origen. Maldita rata de mar- dijo el capitán- Te  empujaremos por la borda.

El polizonte estaba resuelto, miraba a los otros tripulantes y los detallaba, el cocinero lo había visto varias veces mientras intentaba llegar a la bodega. Era un tipo con cara risueña y un marcado acento francés, menudo sujeto tenían de cocinero, más de una vez quiso robarle, no la comida de la bodega, sino la  propia comida que olía muy bien.   El sujeto tenia los cabellos largos y los dientes bastantes amarillos, pero en una sola mirada pudo darse cuenta lo buena gente que era. Este el más que reía en la embarcación. Con cachetes rojos. Muchas veces le había oído llamar Cloe.


El segundo sujeto era una persona mayor, era lo que podía llamarse un marinero experimentado, de nombre Lucas, usaba una gorra para taparse del sol abrazador, lentes redondos y su complexión flaca pero fuerte, sus cachetes con la delgadez que da una vida de excesos, era el líder del grupo, el que llevaba las maniobras en la captura del camarón, constantemente sacaba su gorra y rascaba la cabeza.  Luego estaba un sujeto gordo, que había oído hablar toda la travesía mientras estuvo oculto en el camarote, un sujeto de barba en forma de candado y que lo miraba de manera insistente, apodado Chú, si hubiese sido amigo de alguien estaba seguro de poder hacerlo de él. El último de los trabajadores  un hombre de color oscuro, el más joven de todos,  tenía labios muy gruesos y un mover bastante perezoso. Este poco conocía de las labores. Siempre buscando un momento para echarse en camarote.

Y por último el Capitán quien representaba para él una verdadera barrera. Una persona bastante terca, y que en la noche lo había visto masturbarse[1]. Fueron tres noches bastantes interesantes, viéndolo tocarse así mismo desnudo y hacerlo con la furia de alguien que deseaba de un poco de sexo.

-Mira que nos  trajo la marea- dijo sujeto de  barba en forma de candado y reír mudo -es una hermosita mujercita - dijo esto ante la bellas facciones del sujeto, quien a pesar de tener algunos cuantos años conservaba esa cabellera propia de adolescente, y que aparentemente era parte de su personalidad, que enmarcaba un rostro bastante bello, a pesar de ser hombre, tenía esa belleza masculina de rasgos bien definidos, lo que lo diferenciaba de los hombres allí presentes.  

Todos hacían comentarios del polizonte, mientras este trataba de poner en orden la situación que se encontraba. El capitán tomó con una cubeta agua del mar y se lanzó al joven, dejándolo empapado.
- Supongo que ni eso has hecho,  empaparte un poco. Sino que quieres viajar gratis en nuestro viejo Serpiente Marina.

El cocinero perdió el interés ante la insistencia de los camaroneros por reírse a costillas del pobre sujeto, quien trataba de defenderse de todos. No compartía este tipo de juego. El  viejo marinero notó su complexión, que aunque era bien definida no servía para nada en la pesca, no era un hombre para la pesca y se convertiría en una pesadez, sus manos delicadas no guardaban ningún cayo entre sus dedos, era para él un chico de lectura. -No,- se dijo, tendrían que dejarlo en próximo puerto. El capitán más atento, y algo molesto por la audacia del  sujeto  lo tomó de la camisa y lo lanzó al mar sin más.

No detuvo el bote simplemente se dirigió a puesto de manejo. -Los tiburones nos libraran de él, y si no el mar lo tragara, sea como fuere no será problema nuestro más- dijo antes de irse a la cabina.

Los demás reían ante la cara de estupor del polizonte, quien en medio del mar se debatía por mantenerse a flote y sujetar los lentes. No regresó, el barco se iba alejándose mientras asustado por la cantidad de cosas que pensaba había debajo de él. Acaso hasta un tiburón en el mejor de los casos. Su corazón latía rápidamente.

Pasado un tiempo ya no vio más el “Serpiente Marina” y luego de un tiempo, el mar a su alrededor se oscureció, algo estaba debajo de él. No sabía que era, o era solo cosa de su angustia a estar tirado en medio de la mar. Sus piernas comenzaron a nadar más rápidamente, ahora la mancha avanzaba, no había duda, algo estaba debajo de él… quería nadar, pero para donde, nunca podría escapar de lo que fuera que fuera lo que estaba debajo de él.

 La mancha fue creciendo emergiendo las de las profundidades.  Sintió que algo lacero su pierna, el terror lo embargo, sentía la fuerza de algo cercano, toco su pierna y observó la sangre fluir a borbotones.  Se asustó más si era posible, moriría ahogado. Luego la mar se aquieto un momento, sus lágrimas empezaron a salir. Lo que fuera que haya sido se alejó de él. Quería gritar ante el terror sentido. Pero esa cosa regresaría.

El capitán resuelto avanzaba, eso no podía ser, no podía mantener ese joven en su bote, sería una locura siempre había buscado veteranos marineros que no inspirara en él más mínimo resquiebro de su sexualidad.

Una hora paso y ninguno de los marineros se atrevía a contradecir el Capitán… más armado con un cuchillo en mano y señalando al capitán, el cocinero dijo:
-O vuelves a buscar al polizonte en tu bote o yo me tiro a buscarlo, no puedes dejar a una persona en medio de mar lleno de tiburones, esta broma llegó muy lejos y dejó de hacerme reír hace rato.
El capitán un tanto molesto  le dijo:
-Pues ve a buscarlo, sabes que no tenemos comida para él,  lo que hará será atrasaros el viaje. Se convertirá en una molestia, vomitará, se mareará y volveré a lanzarlo por la cubierta, miles de veces.
-Estás loco, que es lo que realmente te molesta del sujeto,  dime la verdad y deja de decir escusas, le diré a todos lo que pienso, y que a mí no puedes engañar, sé lo que te molesta.
-¿A qué te refieres?- le dijo el capitán al cocinero. Todos se quedaron estáticos observando la discusión entre los dos marineros.  Pensaban que esta la discusión que traería muchas cosas a la luz y que terminarían pronto en sus casas sin nada que hacer, con la mirada rogaron al cocinero que no dijera nada, había cosas que era mejor no transportar a la luz incluso de las personas que la padecen.
-Yo me entiendo –reflexionó ante la mirada de los demás- y sé que tú también, así que dejaste de estúpidos jueguitos y vamos a regresar por el pobre infeliz, que dejaste en alta mar. Quiera dios que no esté muerto aún.
-Vete a la mierda, si quieres lánzate a buscarlo y cuando lo traigas lo pondremos a él de sustitutito y te lanzare yo al mar, créeme. - fue las últimas palabras del capitán.

Se volvió a su puesto, nada hacía por devolverse, después de cierto tiempo dio vuelta al bote, sería difícil encontrarlo.  Pero lo haría. Gritó de rabia- maldito- seguro que la pesadilla había comenzado para él.

Los demás reían, aunque respiraban tranquilo, no querían tener una muerte  en su haber. Y vieron en la cara del capitán mucha determinación.

No lo hallaban por ninguna parte en el sitio donde lo dejaron no estaba, no podía creen que quizás se había ahogado, era imposible, no había pasado tanto tiempo. Fue el viejo marinero que después de una hora de búsqueda lo vio en la distancia.

Lo subieron a bordo, bastante cansado y tostado por el sol. No pudo levantarse, en la cubierta se tiró exhausto. A su lado tenía una herida que sangraba. Limpiaron un poco, era solo un rasguño hecho quizás al caer en el bote, aunque era bastante grande. 

EL capitán prosiguió su camino, el viaje no había empezado nada bien, está seguro sería una de las tantas demoras que le impondrán el obstinado sujeto, a lo lejos una tormenta se acercaba. Otro mal augurio, odiaba las tormentas, pero no le preocupaba tanto esta como la tormenta dentro su corazón, una tormenta que se agitaba constantemente y amenazaba con inundar acaso toda su vida sin dejarlo sin alternativa aparente.

El bote avanzó a su destino, después, detrás de la tormenta que se acercaba.

El sujeto hubo recuperado de su estupor de hallarse en medio del océano por más de  dos horas, a la merced de cientos animales que deambulaban por el mar, quizás eso que lo rajo en la pierna no era un tiburón como supuso, sino que era otra cosa, quizás mayor. Su mente daba vueltas por todas las opciones. No quería llegar a la que quizás era, y que lo había traído a tan apartadas aguas. Era imposible era muy poco tiempo, no pudo salir de día. Se decía, mientras su cuerpo recobraba poco a poco el aplomo. Se hizo un ovillo y se quedó dormido. 

[1] con una revistas de hombres guapos que guardaba escondida,  y que ahora el guardaba, la tenía como as en la manga, lo chantajearía si fuera necesario. Afortunadamente compartía la condición de homosexual junto con él.

3 comentarios:

  1. Uff Capitulo 3... espero les guste la historia... :)

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  2. Que interesante, e leído tus novelas cuando ya están completas y ahora me siento ansiosa por el próximo capitulo. Gracias

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    1. Bueno es más fácil leer un capitulo por semana... vas poco a poco y disfrutas más la lectura, espero sigas con nosotros... el próximo lunes... capítulo 4... ya está más clara la historia de amor... aunque no sé cómo quedará, hay un monstruo inimaginable tras la embarcación, un secreto, un polizonte, muchas cosas en el aire....:/ Gracias por leernos… liopleurodonte…. 2014

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