2. Aparejos de Pesca





Solo una pequeña vista a la geografía marítima de Panamá basta para conocer la sentida compenetración que tiene esta tierra con el mar, de algunos 80 kilómetros en su parte más estrecha, sumergidos entre  dos grandiosos mares del planeta, el atlántico y el pacifico, rodeados de multitud de islas, cayos e islotes, penínsulas, golfos y bahías. Estos mismos atributos paseaban los viejos tripulantes del viejo Serpiente Marina.  Quienes emocionados empezaban otro año de faena.

El día siguiente de la salida, las cosas estaban marchando con normalidad, Martin tripulaba la embarcación hacia su primer punto de pesca, Lucas y los otros se entretenían revisado algunas cosas dentro de la embarcación, querían ponerlo todo a tono a la espera de encontrar una buena pesca. Las maras y las cavas isotérmicas donde guardarían el pescado sobrante. Cubierta limpia para recibir los camarones.

Lucas y Martin se conocían perfectamente, conservaba buenos recuerdos de los días pasados en la mar, esperaba que esta vez también fuera así. Para el primero, todo lo venturoso del sentirse marineros y pertenecer a algo que no fuera días de tedio en tierra y de eterno vacío vivencial, el puerto era algo que se quería y se odiaba a la vez.

Los marineros amaban el mar y todo lo que implicaba la pesca, sus múltiples detalles que hacían de cada faena algo diferente y excitante, tenían en sus mentes sus casas como algo lejano, la vida de marinero se había llevado consigo muchas cosas que los había convertidos en verdaderos autómatas llamados por el pitar de la sirena de los barcos, esperando que todo acabara en algún punto de la inmensidad de mar.

Se valían para la capturaban la especies en alta mar su barco camaronero, un arrástrelo oxidado, herrumbrado, feo; pero con ese porte visto en hermosos cuadro de algún pintor de puertos que busca, no lo maravilloso de una puesta de sol, sino en lo agreste de las cosas marinas los más variados tonos expuestos por el ocre del óxido,  lo iridiscente que da el combustible en el agua de mar y lo corroídos de cada una de la cosas en que convergen su acción destructora, poseía 15 metros de eslora[1] desde el codaste[2], una manga[3] de 4 metros, un tonelaje bruto de 25 toneladas y una potencia en su motor de 200 caballos de fuerza; para dar movimiento a un cascos de metal que consistía la única riqueza con la contaba su obstinado capitán.
 
La bodega llevaba hielo en escama para estibar[4] al camarón capturado. La caseta de mando y los camarotes se encontraban  colocados en proa, con el único fin, como en todos los barcos camaroneros, de dejar libre la popa para la maniobra de pesca y descabezado del producto, que suponía algo de esfuerzo.


Un toldo color naranja cubría algunas veces la popa para proteger del inclemente sol que llegaba a ser molesto para los hombres del mar.

El arte de pesca, que utilizaban para la captura del camarón,  es la red de arrastre, un sucio aparejo que se utiliza doble, puesto que se baja un equipo por cada lado del barco, sujeto a un pangón compuesto por dos palos laterales que forman un ángulo de 450 con el mástil central. La red llevaba en cada extremo de su boca una tabla de 2 metros, provista de un patín de fierro en su base y llamada puerta, que tiene como función hacer resistencia contra el agua y así asegurar que la boca se mantenga abierta durante la maniobra.

El tamaño de la red era de 100 metros y terminaba  en un copo donde quedan atrapados el camarón y la fauna de acompañamiento. Entre las tablas y en el borde inferior de la boca tenía colocada una cadena de fierro para asegurar que la red vaya arrastrándose en el fondo.

Cuando se cobran las redes, la captura se deposita en la cubierta y los tripulantes separan el camarón y otras especies de valor comercial, colocándolas en las bodegas; el resto de la "fauna acompañante" es regresado nuevamente al mar. Lanzados por los laterales de la embarcación. Durante la estivación del camarón, utilizan para ello un cepillo.  

Durante el trayecto aves marinas formaban parte del arrastrero, quienes estaban dispuesta en todo momento a robar la pitanza de la captura. Pelicanos, cormoranes, gaviotas.

El bote contaba con el patrón, el motorista, el cocinero y  tres pescadores. Vestían trajes de hule en colores llamativos, naranjas y amarillos, y botas también de hule. Eran hombres de mar. Abajo de esto, ropa roída, destinada para el mar.

 La primera pesca los encontró arrastrando las dos enormes mayas por el mar, arrastrado el fierro en su cabecera, mientras expectantes esperaban esta vez el fondo del mar le diera algo más con que contar.  Las Bandadas de pájaros haciendo su trabajo más  difícil, pero habían aprendido a batallar con ellas, se convertían en sinónimo de la pesca, una vez que arrastraron la red iba al centro del barco, alzaban de la cadena y miles de especies marinas caían en la cubierta del arrastrero. Salían a estibar el camarón, no era poca la fauna acompañante que estos arrastres traían consigo, la abertura de la malla supervisada por los organismos especializados en llevar el control, cada capitán sabia de sobra las complicaciones ecológicas que trae la pesca del camarón por este arte de pesca, pero aun así conocían su trabajo, eran amantes de mar y la fuente de recursos que era el sostén de sus cinco familias quienes esperaban el arribo de los marineros.

Los cuatro sujetos se ponían entre el montón con las cestas tejidas y separaban el camarón de la fauna acompañante, los embolsaban y agregaba en bolsas que pronto lanzarían a las cávelas para su vuelta a puerto.  Las cavas isotérmicas se encargan de esto.

Las empresas no necesitaban la fauna acompañante solo los camarones, y ese era su principal objetivo.  Pronto volverían a un puerto lejos de casa. A dormir en hamacas, en el camarote. El día siguiente sería mucho mejor de eso no había duda.

La vida del pescador de camarón era esta, interminables tardes soleadas y la mente pueda en casa y  el trabajo que debían realizar, todos bromeaban sacando los peces y separando el camarón, metiendo en cavas, guardados para su pronto regreso a puerto. El capitán estaba dueño de la situación, atrás había quedado su angustia, acá era solo un pescador que no debía pensar en el futuro y la vida en pareja, ni en familia, solo dedicarse a pescar, era algo fácil de hacer si sirve para acallar la cabeza de pensamientos, que a menudo destruyen la tranquilidad.

Entre la fauna acompáñate muchas especies raras le hacia el trabajo más llevadero, no entendía que cosa era esos peces que aprecian entre las redes de la vieja “Serpiente Marina”, no sabían, solo el viejo Lucas conocedor del mar explicaba su atisbo en otras ocasiones. Sacaron un extraño pulpo abisal. Con los tentáculos extendidos este pulpo llegaba casi a 5 metros de diámetro. Tenía membranas entre los tentáculos, una rareza, según dijo Lucas. Aunque era extraño ayudaba a darle un toque diferente a la pesca. Así mismo sacaron uno pequeño pez pero con dientes enormes que difícil le permitía cerrar la boca. Otro más con un estómago enorme…

A esta serie de vistazos de peces del fondo marino había que sumarle ruidos extraños en la embarcación, alguna rata se escondía en alguna parte del pequeño barco, todo el día vivían acusando el oído para descubrir en que parte se escondía el insidioso animal, el capitán preparaba su pistola, limpiándola la abalearía solo por diversión. Pero no quería ratas en su barco.

Uno de los marineros el momento quien pertenecía a una zona muy humilde y de color oscuro, veía en estos peces vicios de mal presagios para la tripulación, todos reían, antes las ocurrencias del  jocoso sujeto, explicaba que aunque no le hicieran caso, era así, estos solo podía significar problemas. Los marineros solo tenían una objetivo que ningún pez abisal podría quitar el primer lugar en la captura de camarones que siempre habían mantenido, ni su viejo enemigo, el “Panamá I”. Cuyo lugar de estancia desconocían, pero que ya sabrían de él, en cualquiera de los puertos de desembarque. Temian otra sucia treta d elas acostumbradas pro el “Panama I”


En la noche el capitán de embarcación fue a su camarote, contaba con una cama en un estrecho espacio de olor a oxido y mar,  necesitaba descansar, se acostó pensando en su pasión de estos días, sintió calor y se quitó el suéter, luego quito el pantalón y comenzó a  deslizar su mano por el pecho, se quitó la sabana que lo cubría quedando al descubierto un buen torneado cuerpo que la vida en la mar le había forjado, su cuerpo con algunos pelos ardía ante el recuerdo del sujeto… deslizaba su mano por su pecho, hasta que esta llego al pequeño slip, y metió la mano hasta su miembro comenzó a tocarlo, mientras oleadas de pasión corrían por él, le hacía lanzar pequeños quejidos, se quitó el bóxer y luego comenzó a masturbarse, pero necesitaba más estimulación, así que sacó de bajo de su cama un objeto de goma dura en forma de pene, se lo introdujo en el ano,  mientras su pasión aumentaba y desemboca en una crisis que lo baño por completo… quedo jadiando, luego en la quietud de la noche, escuchaba las olas del mar chocar con su bote, hoy el mar excepcionalmente agitado al igual que su corazón.

En una playa distante de ellos, un grupo de pescadores trataban de pescar en un muelle abandonado adentrado en el mar, cinco, al menos, con material de pesca, anzuelo y plomo. Hoy los peces estaban esquivos, a pesar de que era un zona rica en especias de arrecife, parecía que hoy no había ninguno, se lamentaban, algo en la afueras apareció, como olas desplazándose a mucha velocidad, todos se levantaron para ver el extraño suceso, agrupados miraban las extrañas olas, no pudieron reaccionar ante la inmensa cosa que salto y los engullo de un solo mordisco. Partes de cuerpos quedaron esparcidos por el muelle, destruido por la acción del inmenso monstruo.


[1] eslora. (Del neerl. sloerie). f. Mar. Longitud que tiene la nave sobre la primera o principal cubierta desde el codaste a la roda por la parte de adentro.
[2] codaste. (Del lat. catasta, andamio). m. Mar. Madero grueso puesto verticalmente sobre el extremo de la quilla inmediato a la popa, que sirve de fundamento a toda la armazón de esta parte del buque. En las embarcaciones de hierro forma una sola pieza con la quillaa.
a. quilla. (Del fr. quille). f. Pieza de madera o hierro, que va de popa a proa por la parte inferior del barco y en que se asienta toda su armazón
[3] Manga. Mar. Anchura mayor de un buque.

[4] estibar. (Del lat. stipāre). tr. Apretar, recalcar materiales o cosas sueltas para que ocupen el menor espacio posible. || 2. Distribuir convenientemente la carga en un vehículo. || 3. Mar. Cargar o descargar un buque. || 4. Mar. Distribuir convenientemente en un buque los pesos.

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