6. Conservando la Cordura
Para la enfermera y el doctor la respuesta debía estar muy
cercana a ellos, ¿con qué fines podían estar desapareciendo estos jóvenes? a
pesar de haber solucionado un poco la situación del pianista, no iban a querer
emparejar a cada individuo que entrara por esa puerta y que encajara con el
perfil de los asesinos.
Tendrían que seguir patrones, los cuatro jóvenes muertos
quizás tenían algo en común y posiblemente ellos no habían podido observar,
donde los ubicaban; de dónde eran y qué hacían para merecer tanta tortura antes
de la muerte, algo tenía que estar mal con ellos. No entendían nada de asuntos
criminalistas. Y lo que más lo tenía molesto es que aparentemente el director
tampoco sabía nada de eso, o por lo menos no le importaba, que al final, sería lo
mismo.
A pesar de haber hecho llamar al “Monstruo Billy” por todos estos días, era muy poco lo que sacaban
de él, debido a que, primeramente, estaba loco y eso era un hecho, no hacía más
que hablar incoherencias y ellos tenían que ir uniendo cabos para poder
emparejar una historia. Retazos aquí y allá, algunos hechos desquiciantes que
seguro los enloquecerían a ellos también.
Con Lewis dentro de la celda era una ventaja, días atrás,
le habían enviado a realizar algunas preguntas que a él le parecieron extrañas,
sin embargo, igual las hizo. ¿Dónde estaba la respuesta? La enfermera tenía
estudiado cada expediente de los jóvenes, la edad, de donde provenían, que
celdas ocupaban, pero ninguna que los pudiera llevar al paradero final de todo.
Esto no avanzaba y nada podían ellos hacer por prosperar en su recién empezada
carrera de investigadores. Posiblemente encajaban en cierto patrón, buena cara,
cuerpo y poco tiempo en el penal. Un hecho que le dificultaba la investigación
porque no podían establecer ninguna rencilla con algún interno o motivo para
estar en disgusto con alguien.
Por enésima vez hicieron llamar al “Monstruo Billy” preguntaron algunas cosas que ellos sabían habían
pasado en la prisión, pero al igual que otras veces éste se mostraba reacio a
contestar, algo lo incomodaba. Con su mirada demencial se paseaba por el cuarto
de enfermería, lo que ponía nerviosos a todos. La enfermera sacó de un archivo
tres fotos de los muertos y preguntó si los conocía, él dijo que los había
visto alguna vez, pero ya no. Luego le enseñaron una foto de Lewis y este pareció
reconocerlo, mencionó a Pete, algo que ellos no entendieron muy bien, lo llamó
la medicina de Pete.
Ellos recordaron como el Gurú había esparcido la noticia de
su buen acierto con Pete, aumentando su clientela. Y esto debido al hecho de
que por estas últimas semanas Pete se convirtió en otro, estaba hasta alegre,
nadie hasta ahora podía acercársele a Lewis sin que por esto hubiese una
discusión con su jocker, cosa que divertía algunos que hacían lo imposible por
sacar de sus casillas al otrora taciturno Pete; hoy demasiado celoso.
El Monstruo Billy contó nuevamente el favor hecho por el
Gurú, fue de él la idea y ahora Pete estaba en deuda con él, todo esto era
conocido por el doctor, así que muy poco le importaba. Contó también de algunos
presos que no corrieron la misma suerte de Lewis. Eran violados todas las
noches, pero eso tampoco preocupaba a los galenos, ya que estos poco encajaban
en el perfil de los perpetradores. Cansados ya de la cháchara de Billy, lo
mandaron a su celda, traerían a otro a su cubil, pero a quién.
La enfermera propuso
a uno de los policías, quizás uno de estos sujetos sabía más, pero para ello
tenían que moverse con mucho más cuidado. Contaban con varios conocidos dentro
de este gremio, pero ninguno que pudiesen confiar, todo esbirros del director,
algunas veces se acercaban hasta enfermería; pero no les agradaba el lugar,
preferían otros lugares para el descansó, de ellos muy pocos se pudieran llamar
buenos carceleros, los otros parecían que por castigo eran enviados a este sitio.
Con esta nueva idea la presión aumentaba, el director
podría poner fin a esta aventura, y los guardias eran meros peleles de él y de
su perro guardián, discutieron algunos
que podrían servir, hasta llegar a tres que tenían buenas maneras, y al doctor
parecían confiables. Aunque también
callados.
-Maldición- gritó
el doctor, su paciencia se acababa. Volvieron a tomar los expedientes y
revisarlos uno por uno.
El director, tal como ellos predijeron, se olvidó del
asunto por completo a medida que los días pasaban. Aunque Evans estaba
recordándole todos los días este hecho, poco le incumbía lo que pudieran estar
padeciendo los reclusos dentro del penal, otro muerto qué más da. Con su mirada
fría y su mente en otro lugar se olvidaba del mínimo trato de humanidad hacía
los reos. Parecía estar desquiciadamente obsesionado con su arribo a lugares
más heráldicos.
***
La noche, a diferencia de otras noches estaba muy
tranquila, la falta de certeza de cuando seria el cateo tenía a los presos algo tenso, hacia días que
habían sido llamados al patio y aún no estaban siendo torturados por los
policías. Comenzaron a tener ciertos comentarios entre ellos. Inquietudes que los
ponían al borde de la paranoia. Esperaban la reacción de los policías de un
momento a otro.
El calor en los celdas era infernal, aumentando la presión,
pero aun así, para Lewis, esta tranquilidad no era sinónimo de que nada pasaba,
sentía constantemente que lo estaban vigilando, afortunadamente Pete no había
repetido la acción de noches atrás, pero no lo esperaría con los brazos
cruzados, algo tendrían que hacer, buscaría información de cómo evitarlo. De
cómo poder salir de este trance.
Las noches lo enloquecía, sabía que podía volver a querer
tocarlo. En la cama giraba de lado a lado.
-¿Qué te sucede?- preguntó
Pete.
- Cuéntame que sabes
de las muertes de los jóvenes, el doctor me ha estado sugiriendo que este al
corriente, sí algo pasa.- seguía con su plan de no dejar cabo sueltos en su
posible liberación. Y sí con eso tenía que anteponerse a todo lo que pudiese
suceder, lo haría.
Pete que tenía algo de sueño, se levantó y se metió a la
ducha, luego de un rato salió y se sentó a su lado.
- Hoy veo que quieres
hablar. La verdad es que no sé mucho, los cinco jóvenes eran muy nuevos dentro
del penal, uno estaban en este pabellón; pero los otros eran de otros
pabellones, no sé de cuales, eran muy bien parecidos, según escuché por allí,
pero ninguno era custodiado por un Jocker. Los días en que desaparecieron los
policías buscaban en todos sitios; pero nunca pudieron encontrarlos, el maldito
que los secuestran los escode muy bien.
Algunos dicen que es
un demente, otros dicen que es venganza al director, lo cierto es que aparecen
luego de varios días en condiciones deplorables sin que nadie pueda dar
información. Yo creo que es por asuntos de drogas. O simples ajusticiamientos.
¿Quién sabe? Al que estaba en este pabellón lo conocí un poco, era bastante tímido,
sabía que no podría durar, esta prisión es para los más fuertes, no tienen
cabida aquí otro tipo de personas. Incluso personas dices que es un demonio
suelto, los posesiona y los lleva a su mundo subterráneos, esta última cosa son
puras tonterías.
-¿Crees que pueda
pasarme a mí?- preguntó Lewis algo decidido, ese
asunto lo impacientaba, para criminales con experiencias esto sería nada, pero
para él era un tema totalmente desquiciante y que lo tenía muy nervioso.
- ¿Y eso te preocupa?
no debes temer, nada podría pasarte. No hay en esta prisión quién me contradiga
en algo, tengo demasiados amigos aquí. Todos saben quién soy, no te preocupes
por nada.
Lewis quedo pensativo. Pete parecía tener las mismas
palabras del doctor, era una locura. Ahí estaba un tipo sin sentido común,
intentándole decir que todo estaría bien, acaso se le olvidaba que fue víctima
de las violaciones que el encabezó. Lo único que le preocupaba era el hecho de
que según su jerarquía nadie podía
tocarlo. Qué maldita cosa le pasaba, no era para él sino un juguete. Reaccionó súbitamente.
- ¿Y qué quieres
decir con eso?- preguntó Lewis- acaso me dirás que el estar contigo será garantía de que nada
sucederá. Es que igual que me vendiste a tus amigos, no me venderás a un
demente, eres basura Pete. No tienes nada que yo quiera. Quisiera poder
matarte, para que veas donde mando tú maldita protección. No sirves de
nada.
Este comentario hizo molestarse tanto a Pete que fue hasta
él y de un sólo golpe lo empujó hasta la pared. Lewis se aguantaba el hombro
por donde recibió el golpe. Lo miraba con ojos de desprecio. Pete comenzó a ir
de un lado a otro sin encontrar sosiego. Lewis sólo veía marchar y un estado de
ternura se apoderó de él. Se sintió avergonzado de esto. No podía creerse estar
compadeciéndose de esta bazofia. Pete aumentó sus pasos. En un momento se quedó
sin aire. Quedó sentado mirando con ojos de furia a Lewis.
-¿Sabes que puedo
matarte y nada me sucederá? Nadie extrañaría tu muerte, aquí creo que somos la
misma basura, la diferencia entre tú y yo es que puedo sobrevivir por mí mismo,
cosa que dificulto que puedas hacer – de nuevo abuso
de él enérgicamente, sólo que esta vez las cosas estuvieron menos difíciles.
Luego de un rato Pete salió de la celda, tomó camino al
patio y fue al próximo pabellón, este lindaba con el patio, allí se encontró en
la celda que debía quedar a la misma distancia que estaba la de él, dado que
los pabellones seguían una distribución más o menos igual.
Entre muchos papeles, el cuarto que albergaba al único que
muchos temían en la prisión, no por su dureza sino porque era poseedor de una
personalidad esotérica que daba miedo a muchos. Aunque a ciencia cierta nadie
había nunca jamás comprobado los poderes que decía tener, era simplemente un
lenguaraz a los ojos de muchos y un iluminado para otros.
Para estos últimos su fe había obrados verdaderos milagros,
curación de dolores de cabeza, sanado dolores reumáticos, incluso hubo quien se
aventuró a decir que sus hechizos había hecho, tal o cual cosa por él. De esto
se hartaba para seguir cobrando algo de dinero y así poder ir subsistiendo en
la prisión. Aunque en cierta medida los años recluidos también le daban
respeto. Nadie se atrevería a meterse con él, sin salir ileso.
De entrada a la celda podía verse una gran carabela pintada
en la pared, luego a ambos lado de la pared algunos artificios de muñecos
burlescos, máscaras y otras cosas que Pete no podía identificar. Pasó y se
sentó en una de las literas de tan pintoresca celda. Entre tanto libro se hallaba el Gurú de la
cárcel, ya lo conocía, varias veces vino a él para resolver varios problemas.
La mayoría se habían resuelto solos, otros necesitaba de alguna palabra de
alguien más. Al verlo el Gurú se rió soezmente.
-Las noticias vuelan rápido, estuvo muy mal
eso - dijo el sujeto de pelo largo y enredado, con mirado sombría- ¿Qué quieres?
-No lo sé, me siento
raro- respondió Pete.
-En apenas dos
semanas y ya estas así, óyeme esto chico- recalco el Gurú- te queda bastante tiempo acá. A nadie le
importa lo que aquí pase, si quieres enamorarte ¿Qué más da? Es natural que
sientas miedo. Enamorarse aquí es
ciertamente peligroso, Pero siempre has sabido arreglártelas, esta vez no veo por
qué tiene que ser diferente. Ya quisiera yo tener a ese mancebo en mis manos y
siquiera poder albergar la posibilidad de amarlo. Seguro que luchar con ese
sentimiento no solucionará las cosas, más bien podría empeóralas, y hacer cosas
como la que hiciste.
Cuando te sugerí que
lo tomaras, pensé que eso podría pasar. Si sólo anhelas sentir amor que importa
que sea una mata, una cama o a un hombre. Él ser humano tiene capacidad de
adaptarse.
-Me confundes mucho
Gurú,- dijo Pete, algo molesto- no entiendo tus palabras, si
haces que me enfurezcas te mataré y colgaré tú cabeza de palo del hasta de la
bandera en el patio-. Luego de decir
esto se sintió abatido.-Mandaré a sacarlo
de mi celda. No soy marica. -Terminó
desciendo.
-Nadie está diciendo que lo eres. Sólo dale tiempo y veras como el amor es más
de lo que piensas- terminó de decir el Gurú. Elevando el dedo índice, gesto
que hacía cuando quería parecer muy sabio –Todo
estará bien, te lo prometo, yo te cuidare y nada pasará contigo y ese joven,
déjate llevar.-Dijo con voz más pausada de lo normal, sintiéndose cansado. Luego
saco de sus pociones, un frasquito con una hierba, se la dio.
Pete caminó lentamente por el pasillo que llevaba a su
celda, no creía esto que le estaba pasando, se sentía angustiado, muy triste y
con ganas de estar con él. Sí sólo lo quería para pasar el rato, que iluso fue,
ahora estaba tan fuera de sí que no se reconocía. Sentía que por primera vez
las paredes de esta casa le oprimían. Estaba realmente sólo, aunque ahora
también estaba enamorado.
Llegó a la celda que le había servido de casa por muchos
años y encontró a Lewis con igual actitud con él, se sentó en la camilla, y lo
miró fijamente. Allí estaba el objeto de sus devaneos, devaneos insospechados,
tendría que hacer algo por terminar esta locura.
-¿Cuándo estoy
contigo que sientes?- preguntó un ingenuo Pete.
- Repulsión, asco y
ganas de matarte. – respondió Lewis sin pensarlo siquiera.
-Eso no es lo me
parece- prosiguió Pete.
-Vete al demonio-
dijo Lewis, se arropó y pegó a la pared, luego de pensarlo mejor se levantó
súbitamente. -¿Y qué es lo que a ti te parece?
¿Acaso crees qué estoy enamorado de ti? Estás loco definitivamente. No sabes
nada acerca de nada, eres una basura, te lo repito. Nunca me enamoraría de ti.
Pete se levantó y llegó hasta él, se acostó a su lado y
comenzó a acariciarlo, hasta que él lo empujó y lo sacó fuera de la cama. Él se
levantó del suelo y lo señaló diciéndole.
-Ya caerás, tenemos
mucho tiempo. Por ahora dormiré, mañana ya veremos.
Se acostó en su camilla y no lo dejó de observar, no era lo
que hubiese deseado, pero como dijo el Gurú, tenían mucho tiempo de por medio y
él estaba dispuesto a hacerse con ese botín, ahora estaba seguro que sentía
algo por él, quizás confusión, eso no lo sabía. Pero ya vería.
En la noche se levantó y acostó al lado de Lewis, el joven,
no puso objeción, lo miraba y daba besitos en su hombro, luego buscó su boca y
lo beso, quería beber su esencia, su cuerpo era recorrido por millones de
chispas eléctricas que lo aturdían, abrazaba con más fuerza a Lewis, lo
masturbó pegando sus dos penes juntos, mientras lo besaba, cuando hubo
terminado lo abrazo y se acostó en su cama.
Nos confundes pete
ResponderEliminarPete vivio en un mundo diferente, seguramente nunca habia sentido el amor, confundido...abatido...y sobre todo enamorado. Ains.
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