8. Insurrección
En la mañana, discutían, en la oficina de la enfermería, el
director Simon y el doctor Evans, repasaban la posición ante los asesinatos;
palabras del doctor Evans; muerte lamentables, para el director Simon. No
podían ponerse de acuerdo en nada. El director quería obtener más tiempo, antes
de dar parte a cualquier otro ente sobre el particular y declarar su
ineficiencia ante la situación. De nuevo su retahíla para manipular la voluntad
del doctor, sí bien, esta vez no parecía tener el mismo éxito. El doctor
exponía sus razones y todo lo que se había valido para poder proteger a Lewis
de ese asesino.
-¡No lo permitiré! -
Gritaba el doctor al director, quien se hallaba sentado y a punto de perder la
compostura, su cara se enrojecía, respondió a la amenaza:
- Eso, óyeme bien, no
saldrá nunca de acá. Ese sujeto quiere el poder que puede otorgarle el tenerlo
a todos en jaque.
- Si quieres seguir
ocultando que algo está pasando aquí. No te apoyaré- El
doctor esta vez no sedería tan fácilmente. Pensó lo último dicho por el
director; mas acaso era un absurdo. Poder, de eso se trataba. Y sin que pudiese
seguir pensando las palabras del doctor discernieron por él, la escala del
poder.
- Será doloroso para
mí tener que sacarte de acá, no quisiera que pudieses quedarte sin trabajo –
decía está vez calmado e incluso fríamente.
– no veo esa actitud de usted en ir más allá de donde le compete ¿Qué quiere
sacar con todo esto? Creo que voy a hacer caso a las sugerencias de todos
¡Estás loco! Deja, por favor, de involucrarte con los presos has tú trabajo y
yo haré el mío.
Otra vez el mismo girar, no iba a caer en su juego macabro,
necesitaba poner clara su posición de alguna forma, estaba seguro que esto
último eran palabras del Michael, se levantó y apoyo su codo mirando al director,
quien, indoblegable, esperaba la respuesta del doctor. Dentro de él calculaba
las acciones a tomar si el doctor seguía con la idea de descubrir todo este
espantoso hecho.
Del pasillo unos pasos apresurados se oyeron, esta vez era
el destino quien desidia por los dos, varios guardias trataban de llegar al
director Simon. La enfermera hizo llamar a los dos, y juntos escucharon el
reporte del guardia. Daba información sobre los sucesos dentro del penal, habla
de una revuelta en el patio central, varias bandas se agrupaban en lo que podía
ser la mayor pugna entre ellas. Cada pabellón aparecía en pie de lucha. Conatos
de violencia dentro de una población presidiaría cada vez más tensa y al borde
del quiebre.
La razón de todo esto, los dejó amilanados, lo que tanto
temían había sucedido. Esta mañana dos los principales líderes de pabellones
perdieron a sus spunks. Al levantarse no estaban en sus cerdas, simplemente
habían desaparecidos. Igual que las veces anteriores sólo que ahora eran dos.
-¡Dos, maldita sea!- gritó el director.- ¿Y qué
demonios hacen para detenerlos?
-Señor,- dijo el nervioso guardia- hemos
tenido que meter en la celda de castigo a Pete “el panadero”, está insostenible.-
el director arqueó la cejas en señal de no entender mucho lo quería decir, el
custodio continuó- él es uno de los
afectados, el pianista esta entre los dos desaparecidos, el otro es el spunk
personal de “el Niño Coyote”, creo que los que nos espera es fuerte.
-¡Maldita sea!- exclamó el director sin más, y salió a tratar de calmar los reos. Sin
embargo, sabía que esto era quizás imposible. Todo, seguramente, se le saldría
de las manos.
En la enfermería quedo el doctor y la enfermera impotentes por
lo escuchado, querían ir hasta allá y tratar de ayudar a buscar a Lewis, los
dos con cierta pena en el corazón, trataron de hablar con los custodios para
ver sí esto era posible, no podían quedarse con las manos cruzadas, mientras
que, irremediablemente, todo colapsaba. Claro sabían que era inútil. Debían
esperar allí.
Angustiados, se lamentaban por no haber actuado a tiempo,
más qué podían hacer ante todo esto… sólo esperar que las cosas siguieran su
curso.
Una idea cruzó por
la mente del doctor Evans, si bien, era cierto que no podían ir a las celdas de
cautiverio, si lo podían hacer a la celda de castigo, ya que esta se encontraba
apartada de los lugares comunes a los presos. Pero, para este trabajo tendría
que ir sólo el doctor, necesitaba saber qué en realidad había pasado con Lewis,
seguramente, Pete podría decirles cualquier cosa.
Así lo hizo el doctor y pronto se vio trasportado por los
callejones que conducía a la celda de castigo, un olor fuerte le indicó que,
alejados de cualquier trato humano, torturados, allí estaban las celdas de
castigo, una a una fue pasando por las puertas de otras celdas, hasta llegar en
donde estaba Pete, según se lo había informado el custodio. Aunque, la verdad,
no fue difícil dar con él, sus gritos llegaban muy lejos, pedía como si fuera
un loco que lo sacara de ahí, necesitaba buscar a Lewis, era desgarrador
escucharlo pedir libertad, si alguna vez se encontró encerrado era ésta. Con
sus manos asidas a una pequeña ventana, única comunicación con el exterior, trataba
de despegarlas. El guardia poco podía hacer por acallarlo. Sólo hizo una tregua
al escuchar la voz del doctor que le pedía hablar con él.
Por esta misma miradilla puso sus ojos tratando de hacer
contacto visual con el doctor. Al verlo comenzó a pedirle que lo sacara de ahí,
que tenía que buscar a Lewis. No podía abandonarlo ahora que lo requería.
- Tranquilízate,
cuéntame, ¿qué paso?- le pidió el doctor Evans.
-No lo sé doctor,
esta mañana me levanté y no lo halle allí acostado, pensé que había salido, me
levante rápidamente y fui hasta el patio esperando encontrarlo ahí- en este punto sus ojos se llenaron de lágrimas-
pero no lo hallé, lo busque por donde
podía; pero nada pude hacer, esos malditos, no dejan pasar a otros pasillos.
Quisiera matarlos a todos. Sáqueme de aquí, ¡no puede dejar que se muera! – esto
último lo dijo gritando, en realidad estaba fuera de sí.
-Cálmate, - le
sugirió de nuevo Evans- trataré de hablar
con el Director, aun cuando no te garantizo nada, Ralph también está desaparecido,
seguro el Niño Coyote, también están buscando, pero tienes que cálmate. No
escuchaste nada que pudiese servir, algún ruido, algo que el dijera, cualquier
cosa pudiese ser importante.
-No, nada, estuvimos
discutiendo, cosas sin sentido, pero más nada.
Nada pudo hacer por calmar a Pete, se retiró a hablar con
el Director, era inhumano tenerlo allí encerado, enloquecería, debía sacarlo de
inmediato, al pasar lo pasillos la voz de Pete se iba haciendo más lejana,
hasta que no se escuchó más. Su corazón pronto también estuvo bañado en llanto,
era demasiado cruel todo lo que sucedía. Sentía impotencia y cierta
culpabilidad de ser él el que posiblemente llevó al joven Lewis a donde se
hallaba.
Desde el consultorio se escuchaba la algarabía de los
presos, una oleada de disparos trataba de calmar la turba que se hacía mucho
más agresiva, agresiva e intolerante, algunos subieron hasta los techos, otros
en el patio y algunos que fueron encerrados en sus celdas, daban con todo lo
que tenían a los barrotes, el ruido de la prisión podía escucharse a muchos
kilómetros de distancia.
Los guardias comenzaron una acción por tratar de apaciguar
a los presos, mas era inútil, algunos se enfrentaban a los guardias, esta vez
no iban a ceder tan fácilmente, si era verdad que estaban matándolos, merecían
saber quiénes lo hacían y por qué.
El rumor de que quizás pudiera ser el director estaba más
fuerte en todos, lo acusaba de ser una treta de él y su perro guardián, aunque
esto quizás no tenía sentido, pero al no tener nada, suponían cualquier cosa,
la tensión aumentaba a cada instante, muchos grupos sacaban partido por toda la
revuelta.
A las afueras, los visitantes, clamaban por saber acerca de
lo que adentro pasaba. El caos se produjo en el día de visita, parecía una
provocación. Alguien estaba jugando la paciencia del director.
Los tiros hechos por los guardias
aumentaron la presión de todos, adentro la lucha por la supervivencia
comenzaba. Algunos de los reos, con los
torsos desnudos y actitud desafiantes, se paseaban por el patio, sin perder de
vista a los guardias de la prisión, los cuales con escudos antimotines hacían
una especie de pared para poder volver a hacerse del control de la prisión, que
por momentos habían perdido completamente.
El cabecilla era el ya famoso en las afueras “Niño Coyote”,
de hecho, se encontraba en el grupo de los que se encontraba en el techo. Daba órdenes
para la distribución de la población carcelaria, el pacto con el director se
había desecho ante la incompetencia para detener las cosas en la prisión. Los
comentarios de ser el culpable también habían llegado a sus oídos, y juraba
acabar con todo.
Afuera los familiares igualmente sufrían el encontrarse con
las manos atadas por la desesperación de ver que sucedía adentro. Estos eran
conocedores de todas las irregularidades. Oleadas de información se colaban a
través de ellos. Madres de algunos de los reos necesitaban conocer alguna
noticia de que su hijo estaba bien. Gritaban aumentado la confusión de todos.
Los guardias no podían contener la población penal,
estaban, esta mañana, especialmente incontrolables, todos gritaban, lo que hizo
a director salir para coordinar los planes desde el pelotón, sabía que no
podría negociar, en parte porque el afectado era el mismísimo Niño Coyote, y
toda esta revuelta no terminaría sino con la entrega de los secuestrados. Toda
la mañana estuvieron tratando de las cosas se solucionaran, sin la introducción
de la fuerza, pero el medio día encontró al Director dando la orden para
empezar las maniobras más fuertes. Lo que a su vez levantó la concurrida zona
de visita, se levantó en alza.
El director se subió a unas de las garitas, de donde se
podía ver con mejor precisión los movimientos de los reos. A lo lejos un
levantamiento de polvo le indicó lo que no quería que sucediera, camionetas de
la prensa se asomaban a toda velocidad. Afuera los parientes de los reos hacían
lo posible porque se les escuchara aún más fuerte.
El director maldijo y bajó a toda velocidad, necesitaba
calmar las cosas y para ello tendría que volver a pactar. Se encontró al lado
de Damián como segundo, que molesto le indicó las últimas novedades, el
director escuchó con cuidado, el ruido era infernal. Preguntó por los sujetos
secuestrados, y el guardia no pudo dar novedad sobre el hecho. El director se
enfureció, y mando al policía a cuidar el área de enfermería, tendría que
detener al doctor, su actitud en la mañana no era la más idónea para guardar
secretos. Así lo hizo el guardia.
La población penal seguía enfierecida y afuera los
reporteros, hacían sus investigaciones por tratar de pronosticar lo que sucedía
en el interior de lo que se creía era una cárcel modelo. Algunos iban a sus
contactos, pero en general todos hacían preguntas. Los informativos comenzaron
a detallar el motín de la cárcel modelo. De manera sarcástica, distribuían
imágenes de algunos enfrentamientos.
En la enfermería, el personal, estaba viendo todo el
desarrollo de la operación del director Simón por frenar a los insurrectos. El
doctor Evans pensaba la dedición a tomar, esperaría que el Simón tratara de
solucionar todo y resolviera de una vez por todas las muertes de los reos. Pero
si lograba aplacar la insurrección, y no hacía nada por los secuestros estaba
decidido a él mismo hablar sobre todo. Hablaría con la prensa sobre lo que
realmente sucedía. Una reportera en la televisión les hizo girar la vista hasta
el aparato receptor. Miraron y allí se explicaba, someramente, del motín pero
nada respecto al verdadero motivo.
El corazón del doctor se hinchaba de ira, quería
enfrentarse a todos los mal nacidos que tenían que ver con todo o acaecido. Su
fisonomía como nunca antes en la prisión se mostraba molesta y fuera de sí.
Era el momento de salir a contar lo que sabían, llamó la
atención a la enfermera y los dos se
dispusieron a acomodar todo para su salida. No obstante, al dirigirse por el
pasillo ya el guardia les cerraba el paso. Esto irritó a Evans.
-¿Qué sucede?- preguntó a Damián-. ¿No podemos salir de acá?
-Creó que no podrás- respondió el guardia, mientras se colocaba en posición de resguardo, en
el pasillo que daba hacía la enfermería.
El doctor se sintió imposibilitado ante la actitud terca de
Damián, dio media vuelta y se regresó juntó a la enfermera al pequeño salón
donde trabajaban. Los dos se sentaron, a pensar. Algo tenían que hacer, algo
que les permitiera ayudar a encontrar el paradero de Lewis. Comenzaron una
conversación sobre cosas intrascendentales, esperaban darle larga, para no
pensar que quizás estarían retenidos, hasta que la revuelta acabara. Pero no
estaba seguro de cuánto tiempo significaría eso.
Junto a la enfermera, atendían a algunos guardias que
llegaban desde el patio con serias cortaduras, el custodio no los perdía de
vista. Para los galenos era la única forma de enterarse de que sucedía adentro
de la prisión. Unos de los guardias contó cómo esta mañana, el Niño Coyote,
tras el encarcelamiento de Pete había empezado la revuelta, destruyendo todo lo
que estaba a su paso.
-Nadie lo podía
calmar- explicaba el guardia que era conocido por el
doctor- …Todos los presos están molesto
por la situación, el director le había prometido que haría lo posible por
esclarecer, el Niño Coyote era uno de los primeros interesados en que esto se
arreglara…- Esto colmó su paciencia, continuaba diciendo el guardia.
-…A el Niño Coyote
parece no haberle afectado, pero a Pete, era otra cosa, como un demente buscaba
en todos los pabellones, tenía un arma en la mano e hirió a varios de sus
enemigos, pidiendo sea devuelto su spunk, pero yo no creo que para este
entonces este vivo…
Contó como el director tras haberle detenido lo encarcelo
en celda de castigo, -…Pete se retorcía
de impotencia, y quizás sí sufría de algún problema cardiaco seguro hubiese
muerto, estaba inconsolable, sólo querría salir a buscar a su compañero, varios
guardias trataron de persuadir al director para que lo sacara de allí, pero era
inútil, estaba también fuera de sí. No sabían dónde podían esconder los presos,
ni quien lo hacía.
El doctor caminaba de un lado a otro, buscaba en su mente
algún detalle que hubiese obviado, pensó que era por puro placer sexual, pero
el haber secuestrado dos de los principales spunk, lo hacía aún más complicado.
-Tenemos que hacer
algo, iré a hablar con el director- caminó hacia donde el guardia custodio
se encontraba- siquiera trataré de sacar
a Pete.
No fue necesario llegarse hasta allá, vistiendo un traje
azul y una mirada aún más penetrante, caminaba Simón Folwer, hacia la
enfermería, era segundado por Michael Virtue, los dos parecían bastante
agitados, era evidente que las cosas no salieron como ellos esperaban,
protestaban y en sus caras parecían estar dispuesto a acabar con cualquiera que
se metiera en su camino. Al ver al doctor, algo en él se calmó, al menos
contaba con el doctorcito. Se sentaron los tres en el pequeño banco que se
hallaba en el oscuro pasillo.
- Es una estupidez que tengas encerrado a Pete
el panadero, -comenzó, diciendo el Doctor- debe ser inmensamente cruel para hallarse en soledad, déjelo salir.
Simón se quedó pensativo, en su cabeza eso era imposible,
estaba con todo fuera de control y lo menos que deseaba era otro buscapleitos
por allí. Por otro lado que más podía suceder, los reos estaban desbordados y
la televisión estaba pasando a cada momento imágenes de los mismos en el techo
y los guardias en barricada tratando de sostenerlos. Algunas veces esperó a que
se calmaran para luego arremeter contra ellos. Sin embargo, esta vez no era
así, hasta no hallar los cuerpos de los infortunados la sedición no acabaría.
Escuchaba al doctor sin decir palabras, a su lado Michael
también lo escachaba; sólo que inmensamente furioso, le irritaba enormemente
que el director prefiera tomar consejos de ese mequetrefe, como a veces lo
llamaba, quién poco sabía de la vida y
mucho menos de alzamientos y no de él que siempre lo acompañó y estuvo a la
altura. Él hubiera preferido someter a la población de manera violenta y así
acabar con todo el dolor de cabeza.
Para nadie era un secreto su antipatía con el Niño Coyote,
varias veces había intentado barrerlo de la cárcel, lo odiaba por todo lo que
significaba, era un líder nato y todos lo respetaban. Por supuesto que el
director Simon lo ignoraba por completo, por el contrario para él era mejor
tenerlo de aliado que como enemigo.
Esto ponía al jefe de guardias contra la pared y odiaba
totalmente a quién sea que se interpusiera entre él y la escalada a la cima,
aunque no tenía la experiencia, esperaba convertirse en la cabeza de la prisión
donde trabajaba. Hoy sólo escuchaba al mequetrefe, pero ya habría tiempo de
lidiar con ese infeliz.
El director se levantó del banco, y expresó:
-Quizás tengas razón,
queramos o no necesitamos a Pete afuera- se dirigió hacia la puerta, antes
de salir se giró y dijo aún doctor que
aún permanecía sentado- ah, otra cosa,
les está prohibido salir de acá hasta que la revuelta haya acabado.
-¡Está loco!-
exclamó el doctor- esto puede durar días,
no puede tenerme acá encerrado, no soy un reo más y la enfermera tiene que ver
a su hijo- pero el director hizo caso omiso a su reclamo, siguió su camino,
atrás Michael Virtue, sacaba su más sarcástica risa, se burlaba del doctor y su
impotencia.
Afuera las cosas estaba realmente ardiente, el Niño Coyote,
seguía incitando a la población penal a la insurrección, esperaba que este acto
llamará la atención de los periodista y pudiese ponerse al corriente de lo que
pasaba en el recinto, contaba para ello con el apoyo de todos los pabellones,
con excepción de los enemigos habituales, parecía que todos en el penal estaban
a su favor y así iban a permanecer.
Esta vez no haría como otras veces, que se rendían con una
pequeña negociación, hasta no obtener lo querían no descansaría, y eso era a
los asesinos de posibles ya muertos rehenes.
Los tres primeros pabellones estaban perdidos, esos siempre
eran los primeros en caer, no confiaba en los que cumplían penas muy leves, así
que poca importancia tenía este particular; aún le quedaban muchos que
lucharían con su vida si fuese posible. El Niño Coyote, había colocado
colchones tapando la entrada a los pabellones, además de esto hizo incendiar
los otros. El humo se hacía más penetrante y unos reos al borde de neurastenia
gritaban por sus derechos.
Sin camisas y utilizando cualquier utensilio que hiciese
ruido. El director tendría que dar pronto la orden de que fuesen barridos, y
ellos estaban dispuestos a actuar en consecuencia. La orden dada por el Niño
era secuestrar al primer policía que cruzase las trincheras. Y tenerlo como
rehén.
Paralela a esta lucha con los guardias del penal, se habían
organizado grupos de búsquedas, su objetivo era revisar cada centímetro de la
prisión, en alguna parte estaban ocultos los spunk secuestrados. Sin
embargo, ellos no daban muchas
esperanzas por esta búsqueda, ya lo habían intentado anteriormente sin
resultados. Cada espacio era revisado con sumo cuidado, debajo de cada colchón,
mueble, estante, en fin, ningún lugar era dado por descartado. Se observaba
incluso algunos escarbando viejos escondites.
Lo cierto era que el asesino estaba jugando con ellos,
seguramente estaba luchando con ellos o quizás se mantenía con bajo perfil,
nadie daba crédito a nada. Salvo algunas celdas de máxima seguridad y personas
sin motivo, todo fue revisado. Pero todas estas búsquedas eran
infructuosas.
Los anteriores pasaban sólo dos días escondidos, y luego
aparecían tirados en alguna parte del penal, sin razón alguna aparentemente.
Quizás era un hecho que los dos reos pudiesen estar ya muertos. Pero era una
posibilidad que pocos querían pensar, esperaban encontrarlos aún con vida. Y
que esta vez, todo fuera distinto.
Al medio día, después de cuatro horas de sublevación, las
cosas se habían salido de control, el director no se presentaba y la actitud de
los reos era mucho más salvaje. Las negociaciones de nada servían, y afuera los
visitantes y periodistas se afianzaban más en la posible verdad. Una de las
cámaras enfocó la pancarta de unos reos y algo de la realidad pudo salir a luz.
En ella se escribía. -No más asesinatos, no otro
asesinato.
En la televisión, varios canales, comenzaron a darle
importancia a la resulta de la cárcel modelo, intentaba hablar con el director
pero no lo lograban, les era negado cualquier intento por entrar a la prisión.
Fue, una de las parientes del algún reo, quien al fin dar
algunos datos de lo que posiblemente ocurría en la penal, comentaba extraños
asesinatos. Al salir la noticia, el director saltó del asiento tras la llamada
de los superiores que exigían una explicación de todo. Por supuesto, el
director lo negó todo. Aunque por cuánto tiempo más. Decía que era discusiones
entre bandas dentro del penal y cosas por estilo, ellos no querían que la
estructura bandera de la ciudad se viera en problemas… confiaron entonces en
Simon dándole sólo poco tiempo para resolver el motín.
La acción más desesperada por los presos, llegó con la
tarde, una comisión fue a preguntarle al Gurú de la prisión. En ella estaba el
mismísimo Niño Coyote, quién tenía mucha fe en los poderes paranormales del
charlatán brujo. Lo hallaron, sentado en su cerda en posición meditabunda, los
miró con cara de satisfacción. Ellos se sentaron a su lado, y explicaron la
situación, él escuchaba con detenimiento todo lo expresado por los angustiados
visitantes.
Pidió tranquilidad, y encendió un cigarro que tenía
guardado para casos especiales. Se alejó de ellos y se pegó a la pared, comenzó
con unos rezos, que a todos pareció muy complicado, luego comenzó a cambiar la
cara. Alguno de los asistentes quiso decir algo, pero todos lo hicieron callar,
para no sacar de concentración al maestro. Pasado un rato largo, el Gurú,
comenzó a salir del trance y mirar el humo que salía del tabaco.
- Aquí veo algo-,
dijo el concentrado Gurú- me parece estar
viendo a los dos, pero está todo muy oscuro, no siento su alma- hizo un
respiro grande y viró los ojos hacia atrás, luego volvió a mirarlos- creo que los dos están muertos, -hizo un
largo respiro- ahora déjenme descansar –. Terminó con esto y se acostó en su
deteriorada camilla.
Los reunidos allí entendieron que era hora de dejarlo
dormir, unos desilusionados reos salieron de la celda del Gurú, la noticia fue
esparcida rápidamente por todas partes de la prisión.
La histeria se hizo extrema, pedían venganza. Comenzaron a
destruir algunos objetos dentro del recinto, tenían en su mente un único
culpable y ese era el director del penal, Simón. Por meses ignoró la muerte de
los reos. Ahora ellos reclamarían represalia. Todos podían soportar: los tratos
inhumanos, las condenas, violaciones, vejaciones, porque de alguna manera, aún
creían que eran puestos allí para cumplir una condena y lo hacían con estoicismo; pero el hecho de apañar la
escalada de director era mucho pedir. En ellos brillaba el odio de quienes nada
tienen que perder.
¿Las cárceles? era una historia que ellos conocían de
primera fuente y contadas por los más viles. El problema económico de los
estados no permite que, con tantas demandas de primer orden, su presupuesto
valla a parar a institutos de condena, éstos no pueden ser invertidos para
quienes el perdón no existe, a menos que… declinen su actitud inmoral o
imprevisible, que en todo caso sería lo mismo, lo importante es que no reine la
ingobernabilidad y descontrol del poder.
La moral es expuesta
principalmente por los poderosos en desproporción para los deleznables que la
cumplen sin falta alguna, una especie de neurosis social por entrar en estos
cánones sociales que, paradójicamente, son puestos por lo poderosos para
continuar perpetuándose sobre el control de las personas de más bajo rango de
poder, que a su vez impide ver que, quizás porque vienen de este mismo sistema
impuesto, cometen faltas aún más graves a la humanidad, sin sentir remordimiento
de pena.
Lo peor no sea que suceda todo esto, sino que son los
mismos infra-pobladores quienes se encargan de auto-flagelarse por sobrevivir.
Segados por una publicidad de justicia, amparan con sus acciones en la
esperanza que, una vez, salgan de allí la sociedad los absorberá, sólo para
encontrarse en la cruda realidad, por la cual más de la mitad regresa por
crímenes peores, sin que la cárcel haya hecho algún beneficio en ellos, por el
contrario hacen en ellos heridas imborrables que deben ser cauterizadas por
medio de la venganza, único recurso de mentes poco razonadoras.
De vez en cuando todo esto queda en descubierto. El grave
hueco de la nada que, valiéndose de la justicia, ha martirizado a miles de
personas por mucho tiempo sin que esto sea una solución a nada, más sí una
neutralización a los revoltosos por parte de los poderosos. Hemos matado brujas
desde mucho antes que tuviéramos uso de razón y seguiremos haciéndolo, hasta
descubrir que son injustos nuestros sistemas de penas.
Cambio de escala de poder, cambio de razones para apresar a
las personas en cárceles morales, religiosas, militares, adquisitivas,
ideológicas, sexuales, raciales, de salud, de talla, de inteligencia, políticas…
Es una realidad mucho más profunda, el pretender esperar de
un niño algo de compasión y buenas “costumbres”, cuando por años se ha
levantado todos los días a recibir cachetadas de los mismo que los juzgaran por
el desbordamiento de esta represión. Somos cínicos e inhumanos con quienes han
vivido en la violencia de una sociedad represora de igualdades. Una seudo-libertad
de imposición de caracteres, y de mala realización personal, que hemos llevado
al culto malsano, el lema, “brilla como
sea”, ya sea, matando, manipulando, violentando, vejando, todo por la promesa
de que la luz de las estrella será para ti en un futuro como una persona
correcta e intachable.
Segui @LevisTorres1
Segui @LevisTorres1
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