8. Insurrección



8. Insurrección 


En la mañana, discutían, en la oficina de la enfermería, el director Simon y el doctor Evans, repasaban la posición ante los asesinatos; palabras del doctor Evans; muerte lamentables, para el director Simon. No podían ponerse de acuerdo en nada. El director quería obtener más tiempo, antes de dar parte a cualquier otro ente sobre el particular y declarar su ineficiencia ante la situación. De nuevo su retahíla para manipular la voluntad del doctor, sí bien, esta vez no parecía tener el mismo éxito. El doctor exponía sus razones y todo lo que se había valido para poder proteger a Lewis de ese asesino.

No lo permitiré! - Gritaba el doctor al director, quien se hallaba sentado y a punto de perder la compostura, su cara se enrojecía, respondió a la amenaza:
- Eso, óyeme bien, no saldrá nunca de acá. Ese sujeto quiere el poder que puede otorgarle el tenerlo a todos en jaque.
- Si quieres seguir ocultando que algo está pasando aquí. No te apoyaré- El doctor esta vez no sedería tan fácilmente. Pensó lo último dicho por el director; mas acaso era un absurdo. Poder, de eso se trataba. Y sin que pudiese seguir pensando las palabras del doctor discernieron por él, la escala del poder.
- Será doloroso para mí tener que sacarte de acá, no quisiera que pudieses quedarte sin trabajo – decía está vez calmado e incluso fríamente. – no veo esa actitud de usted en ir más allá de donde le compete ¿Qué quiere sacar con todo esto? Creo que voy a hacer caso a las sugerencias de todos ¡Estás loco! Deja, por favor, de involucrarte con los presos has tú trabajo y yo haré el mío.

Otra vez el mismo girar, no iba a caer en su juego macabro, necesitaba poner clara su posición de alguna forma, estaba seguro que esto último eran palabras del Michael, se levantó y apoyo su codo mirando al director, quien, indoblegable, esperaba la respuesta del doctor. Dentro de él calculaba las acciones a tomar si el doctor seguía con la idea de descubrir todo este espantoso hecho.

Del pasillo unos pasos apresurados se oyeron, esta vez era el destino quien desidia por los dos, varios guardias trataban de llegar al director Simon. La enfermera hizo llamar a los dos, y juntos escucharon el reporte del guardia. Daba información sobre los sucesos dentro del penal, habla de una revuelta en el patio central, varias bandas se agrupaban en lo que podía ser la mayor pugna entre ellas. Cada pabellón aparecía en pie de lucha. Conatos de violencia dentro de una población presidiaría cada vez más tensa y al borde del quiebre.

La razón de todo esto, los dejó amilanados, lo que tanto temían había sucedido. Esta mañana dos los principales líderes de pabellones perdieron a sus spunks. Al levantarse no estaban en sus cerdas, simplemente habían desaparecidos. Igual que las veces anteriores sólo que ahora eran dos.
-¡Dos, maldita sea!- gritó el director.- ¿Y qué demonios hacen para detenerlos?
-Señor,- dijo el nervioso guardia- hemos tenido que meter en la celda de castigo a Pete “el panadero”, está insostenible.- el director arqueó la cejas en señal de no entender mucho lo quería decir, el custodio continuó- él es uno de los afectados, el pianista esta entre los dos desaparecidos, el otro es el spunk personal de “el Niño Coyote”, creo que los que nos espera es fuerte.
-¡Maldita sea!- exclamó el director sin más, y salió a tratar de calmar los reos. Sin embargo, sabía que esto era quizás imposible. Todo, seguramente, se le saldría de las manos.

En la enfermería quedo el doctor y la enfermera impotentes por lo escuchado, querían ir hasta allá y tratar de ayudar a buscar a Lewis, los dos con cierta pena en el corazón, trataron de hablar con los custodios para ver sí esto era posible, no podían quedarse con las manos cruzadas, mientras que, irremediablemente, todo colapsaba. Claro sabían que era inútil. Debían esperar allí.

Angustiados, se lamentaban por no haber actuado a tiempo, más qué podían hacer ante todo esto… sólo esperar que las cosas siguieran su curso.

 Una idea cruzó por la mente del doctor Evans, si bien, era cierto que no podían ir a las celdas de cautiverio, si lo podían hacer a la celda de castigo, ya que esta se encontraba apartada de los lugares comunes a los presos. Pero, para este trabajo tendría que ir sólo el doctor, necesitaba saber qué en realidad había pasado con Lewis, seguramente, Pete podría decirles cualquier cosa.

Así lo hizo el doctor y pronto se vio trasportado por los callejones que conducía a la celda de castigo, un olor fuerte le indicó que, alejados de cualquier trato humano, torturados, allí estaban las celdas de castigo, una a una fue pasando por las puertas de otras celdas, hasta llegar en donde estaba Pete, según se lo había informado el custodio. Aunque, la verdad, no fue difícil dar con él, sus gritos llegaban muy lejos, pedía como si fuera un loco que lo sacara de ahí, necesitaba buscar a Lewis, era desgarrador escucharlo pedir libertad, si alguna vez se encontró encerrado era ésta. Con sus manos asidas a una pequeña ventana, única comunicación con el exterior, trataba de despegarlas. El guardia poco podía hacer por acallarlo. Sólo hizo una tregua al escuchar la voz del doctor que le pedía hablar con él.

Por esta misma miradilla puso sus ojos tratando de hacer contacto visual con el doctor. Al verlo comenzó a pedirle que lo sacara de ahí, que tenía que buscar a Lewis. No podía abandonarlo ahora que lo requería.
- Tranquilízate, cuéntame, ¿qué paso?- le pidió el doctor Evans.
-No lo sé doctor, esta mañana me levanté y no lo halle allí acostado, pensé que había salido, me levante rápidamente y fui hasta el patio esperando encontrarlo ahí- en este punto sus ojos se llenaron de lágrimas- pero no lo hallé, lo busque por donde podía; pero nada pude hacer, esos malditos, no dejan pasar a otros pasillos. Quisiera matarlos a todos. Sáqueme de aquí, ¡no puede dejar que se muera!  esto último lo dijo gritando, en realidad estaba fuera de sí.

-Cálmate, - le sugirió de nuevo Evans- trataré de hablar con el Director, aun cuando no te garantizo nada, Ralph también está desaparecido, seguro el Niño Coyote, también están buscando, pero tienes que cálmate. No escuchaste nada que pudiese servir, algún ruido, algo que el dijera, cualquier cosa pudiese ser importante.
-No, nada, estuvimos discutiendo, cosas sin sentido, pero más nada.



Nada pudo hacer por calmar a Pete, se retiró a hablar con el Director, era inhumano tenerlo allí encerado, enloquecería, debía sacarlo de inmediato, al pasar lo pasillos la voz de Pete se iba haciendo más lejana, hasta que no se escuchó más. Su corazón pronto también estuvo bañado en llanto, era demasiado cruel todo lo que sucedía. Sentía impotencia y cierta culpabilidad de ser él el que posiblemente llevó al joven Lewis a donde se hallaba.

Desde el consultorio se escuchaba la algarabía de los presos, una oleada de disparos trataba de calmar la turba que se hacía mucho más agresiva, agresiva e intolerante, algunos subieron hasta los techos, otros en el patio y algunos que fueron encerrados en sus celdas, daban con todo lo que tenían a los barrotes, el ruido de la prisión podía escucharse a muchos kilómetros de distancia.

Los guardias comenzaron una acción por tratar de apaciguar a los presos, mas era inútil, algunos se enfrentaban a los guardias, esta vez no iban a ceder tan fácilmente, si era verdad que estaban matándolos, merecían saber quiénes lo hacían y por qué.

El rumor de que quizás pudiera ser el director estaba más fuerte en todos, lo acusaba de ser una treta de él y su perro guardián, aunque esto quizás no tenía sentido, pero al no tener nada, suponían cualquier cosa, la tensión aumentaba a cada instante, muchos grupos sacaban partido por toda la revuelta.

A las afueras, los visitantes, clamaban por saber acerca de lo que adentro pasaba. El caos se produjo en el día de visita, parecía una provocación. Alguien estaba jugando la paciencia del director.

Los tiros hechos por los guardias aumentaron la presión de todos, adentro la lucha por la supervivencia comenzaba.  Algunos de los reos, con los torsos desnudos y actitud desafiantes, se paseaban por el patio, sin perder de vista a los guardias de la prisión, los cuales con escudos antimotines hacían una especie de pared para poder volver a hacerse del control de la prisión, que por momentos habían perdido completamente.

El cabecilla era el ya famoso en las afueras “Niño Coyote”, de hecho, se encontraba en el grupo de los que se encontraba en el techo. Daba órdenes para la distribución de la población carcelaria, el pacto con el director se había desecho ante la incompetencia para detener las cosas en la prisión. Los comentarios de ser el culpable también habían llegado a sus oídos, y juraba acabar con todo.

Afuera los familiares igualmente sufrían el encontrarse con las manos atadas por la desesperación de ver que sucedía adentro. Estos eran conocedores de todas las irregularidades. Oleadas de información se colaban a través de ellos. Madres de algunos de los reos necesitaban conocer alguna noticia de que su hijo estaba bien. Gritaban aumentado la confusión de todos.

Los guardias no podían contener la población penal, estaban, esta mañana, especialmente incontrolables, todos gritaban, lo que hizo a director salir para coordinar los planes desde el pelotón, sabía que no podría negociar, en parte porque el afectado era el mismísimo Niño Coyote, y toda esta revuelta no terminaría sino con la entrega de los secuestrados. Toda la mañana estuvieron tratando de las cosas se solucionaran, sin la introducción de la fuerza, pero el medio día encontró al Director dando la orden para empezar las maniobras más fuertes. Lo que a su vez levantó la concurrida zona de visita, se levantó en alza.

El director se subió a unas de las garitas, de donde se podía ver con mejor precisión los movimientos de los reos. A lo lejos un levantamiento de polvo le indicó lo que no quería que sucediera, camionetas de la prensa se asomaban a toda velocidad. Afuera los parientes de los reos hacían lo posible porque se les escuchara aún más fuerte.

El director maldijo y bajó a toda velocidad, necesitaba calmar las cosas y para ello tendría que volver a pactar. Se encontró al lado de Damián como segundo, que molesto le indicó las últimas novedades, el director escuchó con cuidado, el ruido era infernal. Preguntó por los sujetos secuestrados, y el guardia no pudo dar novedad sobre el hecho. El director se enfureció, y mando al policía a cuidar el área de enfermería, tendría que detener al doctor, su actitud en la mañana no era la más idónea para guardar secretos. Así lo hizo el guardia.

La población penal seguía enfierecida y afuera los reporteros, hacían sus investigaciones por tratar de pronosticar lo que sucedía en el interior de lo que se creía era una cárcel modelo. Algunos iban a sus contactos, pero en general todos hacían preguntas. Los informativos comenzaron a detallar el motín de la cárcel modelo. De manera sarcástica, distribuían imágenes de algunos enfrentamientos.

En la enfermería, el personal, estaba viendo todo el desarrollo de la operación del director Simón por frenar a los insurrectos. El doctor Evans pensaba la dedición a tomar, esperaría que el Simón tratara de solucionar todo y resolviera de una vez por todas las muertes de los reos. Pero si lograba aplacar la insurrección, y no hacía nada por los secuestros estaba decidido a él mismo hablar sobre todo. Hablaría con la prensa sobre lo que realmente sucedía. Una reportera en la televisión les hizo girar la vista hasta el aparato receptor. Miraron y allí se explicaba, someramente, del motín pero nada respecto al verdadero motivo.

El corazón del doctor se hinchaba de ira, quería enfrentarse a todos los mal nacidos que tenían que ver con todo o acaecido. Su fisonomía como nunca antes en la prisión se mostraba molesta y fuera de sí.

Era el momento de salir a contar lo que sabían, llamó la atención  a la enfermera y los dos se dispusieron a acomodar todo para su salida. No obstante, al dirigirse por el pasillo ya el guardia les cerraba el paso. Esto irritó a Evans.
-¿Qué sucede?- preguntó a Damián-. ¿No   podemos salir de acá?
-Creó que no podrás- respondió el guardia, mientras se colocaba en posición de resguardo, en el pasillo que daba hacía la enfermería.

El doctor se sintió imposibilitado ante la actitud terca de Damián, dio media vuelta y se regresó juntó a la enfermera al pequeño salón donde trabajaban. Los dos se sentaron, a pensar. Algo tenían que hacer, algo que les permitiera ayudar a encontrar el paradero de Lewis. Comenzaron una conversación sobre cosas intrascendentales, esperaban darle larga, para no pensar que quizás estarían retenidos, hasta que la revuelta acabara. Pero no estaba seguro de cuánto tiempo significaría eso.

Junto a la enfermera, atendían a algunos guardias que llegaban desde el patio con serias cortaduras, el custodio no los perdía de vista. Para los galenos era la única forma de enterarse de que sucedía adentro de la prisión. Unos de los guardias contó cómo esta mañana, el Niño Coyote, tras el encarcelamiento de Pete había empezado la revuelta, destruyendo todo lo que estaba a su paso.
-Nadie lo podía calmar- explicaba el guardia que era conocido por el doctor- …Todos los presos están molesto por la situación, el director le había prometido que haría lo posible por esclarecer, el Niño Coyote era uno de los primeros interesados en que esto se arreglara…- Esto colmó su paciencia, continuaba diciendo el guardia.
-…A el Niño Coyote parece no haberle afectado, pero a Pete, era otra cosa, como un demente buscaba en todos los pabellones, tenía un arma en la mano e hirió a varios de sus enemigos, pidiendo sea devuelto su spunk, pero yo no creo que para este entonces este vivo…

Contó como el director tras haberle detenido lo encarcelo en celda de castigo, -…Pete se retorcía de impotencia, y quizás sí sufría de algún problema cardiaco seguro hubiese muerto, estaba inconsolable, sólo querría salir a buscar a su compañero, varios guardias trataron de persuadir al director para que lo sacara de allí, pero era inútil, estaba también fuera de sí. No sabían dónde podían esconder los presos, ni quien lo hacía.

El doctor caminaba de un lado a otro, buscaba en su mente algún detalle que hubiese obviado, pensó que era por puro placer sexual, pero el haber secuestrado dos de los principales spunk, lo hacía aún más complicado.
-Tenemos que hacer algo, iré a hablar con el director- caminó hacia donde el guardia custodio se encontraba- siquiera trataré de sacar a Pete.

No fue necesario llegarse hasta allá, vistiendo un traje azul y una mirada aún más penetrante, caminaba Simón Folwer, hacia la enfermería, era segundado por Michael Virtue, los dos parecían bastante agitados, era evidente que las cosas no salieron como ellos esperaban, protestaban y en sus caras parecían estar dispuesto a acabar con cualquiera que se metiera en su camino. Al ver al doctor, algo en él se calmó, al menos contaba con el doctorcito. Se sentaron los tres en el pequeño banco que se hallaba en el oscuro pasillo.

  - Es una estupidez que tengas encerrado a Pete el panadero, -comenzó, diciendo el Doctor- debe ser inmensamente cruel para hallarse en soledad, déjelo salir.

Simón se quedó pensativo, en su cabeza eso era imposible, estaba con todo fuera de control y lo menos que deseaba era otro buscapleitos por allí. Por otro lado que más podía suceder, los reos estaban desbordados y la televisión estaba pasando a cada momento imágenes de los mismos en el techo y los guardias en barricada tratando de sostenerlos. Algunas veces esperó a que se calmaran para luego arremeter contra ellos. Sin embargo, esta vez no era así, hasta no hallar los cuerpos de los infortunados la sedición no acabaría.

Escuchaba al doctor sin decir palabras, a su lado Michael también lo escachaba; sólo que inmensamente furioso, le irritaba enormemente que el director prefiera tomar consejos de ese mequetrefe, como a veces lo llamaba,  quién poco sabía de la vida y mucho menos de alzamientos y no de él que siempre lo acompañó y estuvo a la altura. Él hubiera preferido someter a la población de manera violenta y así acabar con todo el dolor de cabeza.

Para nadie era un secreto su antipatía con el Niño Coyote, varias veces había intentado barrerlo de la cárcel, lo odiaba por todo lo que significaba, era un líder nato y todos lo respetaban. Por supuesto que el director Simon lo ignoraba por completo, por el contrario para él era mejor tenerlo de aliado que como enemigo.

Esto ponía al jefe de guardias contra la pared y odiaba totalmente a quién sea que se interpusiera entre él y la escalada a la cima, aunque no tenía la experiencia, esperaba convertirse en la cabeza de la prisión donde trabajaba. Hoy sólo escuchaba al mequetrefe, pero ya habría tiempo de lidiar con ese infeliz.

El director se levantó del banco, y expresó:
-Quizás tengas razón, queramos o no necesitamos a Pete afuera- se dirigió hacia la puerta, antes de salir se giró y dijo aún  doctor que aún permanecía sentado- ah, otra cosa, les está prohibido salir de acá hasta que la revuelta haya acabado.
Está loco!- exclamó el doctor- esto puede durar días, no puede tenerme acá encerrado, no soy un reo más y la enfermera tiene que ver a su hijo- pero el director hizo caso omiso a su reclamo, siguió su camino, atrás Michael Virtue, sacaba su más sarcástica risa, se burlaba del doctor y su impotencia.

Afuera las cosas estaba realmente ardiente, el Niño Coyote, seguía incitando a la población penal a la insurrección, esperaba que este acto llamará la atención de los periodista y pudiese ponerse al corriente de lo que pasaba en el recinto, contaba para ello con el apoyo de todos los pabellones, con excepción de los enemigos habituales, parecía que todos en el penal estaban a su favor y así iban a permanecer.

Esta vez no haría como otras veces, que se rendían con una pequeña negociación, hasta no obtener lo querían no descansaría, y eso era a los asesinos de posibles ya muertos rehenes.

Los tres primeros pabellones estaban perdidos, esos siempre eran los primeros en caer, no confiaba en los que cumplían penas muy leves, así que poca importancia tenía este particular; aún le quedaban muchos que lucharían con su vida si fuese posible. El Niño Coyote, había colocado colchones tapando la entrada a los pabellones, además de esto hizo incendiar los otros. El humo se hacía más penetrante y unos reos al borde de neurastenia gritaban por sus derechos.

Sin camisas y utilizando cualquier utensilio que hiciese ruido. El director tendría que dar pronto la orden de que fuesen barridos, y ellos estaban dispuestos a actuar en consecuencia. La orden dada por el Niño era secuestrar al primer policía que cruzase las trincheras. Y tenerlo como rehén.

Paralela a esta lucha con los guardias del penal, se habían organizado grupos de búsquedas, su objetivo era revisar cada centímetro de la prisión, en alguna parte estaban ocultos los spunk secuestrados. Sin embargo,  ellos no daban muchas esperanzas por esta búsqueda, ya lo habían intentado anteriormente sin resultados. Cada espacio era revisado con sumo cuidado, debajo de cada colchón, mueble, estante, en fin, ningún lugar era dado por descartado. Se observaba incluso algunos escarbando viejos escondites.

Lo cierto era que el asesino estaba jugando con ellos, seguramente estaba luchando con ellos o quizás se mantenía con bajo perfil, nadie daba crédito a nada. Salvo algunas celdas de máxima seguridad y personas sin motivo, todo fue revisado. Pero todas estas búsquedas eran infructuosas. 

Los anteriores pasaban sólo dos días escondidos, y luego aparecían tirados en alguna parte del penal, sin razón alguna aparentemente. Quizás era un hecho que los dos reos pudiesen estar ya muertos. Pero era una posibilidad que pocos querían pensar, esperaban encontrarlos aún con vida. Y que esta vez, todo fuera distinto.

Al medio día, después de cuatro horas de sublevación, las cosas se habían salido de control, el director no se presentaba y la actitud de los reos era mucho más salvaje. Las negociaciones de nada servían, y afuera los visitantes y periodistas se afianzaban más en la posible verdad. Una de las cámaras enfocó la pancarta de unos reos y algo de la realidad pudo salir a luz. En ella se escribía. -No más asesinatos, no otro asesinato.

En la televisión, varios canales, comenzaron a darle importancia a la resulta de la cárcel modelo, intentaba hablar con el director pero no lo lograban, les era negado cualquier intento por entrar a la prisión.

Fue, una de las parientes del algún reo, quien al fin dar algunos datos de lo que posiblemente ocurría en la penal, comentaba extraños asesinatos. Al salir la noticia, el director saltó del asiento tras la llamada de los superiores que exigían una explicación de todo. Por supuesto, el director lo negó todo. Aunque por cuánto tiempo más. Decía que era discusiones entre bandas dentro del penal y cosas por estilo, ellos no querían que la estructura bandera de la ciudad se viera en problemas… confiaron entonces en Simon dándole sólo poco tiempo para resolver el motín.

La acción más desesperada por los presos, llegó con la tarde, una comisión fue a preguntarle al Gurú de la prisión. En ella estaba el mismísimo Niño Coyote, quién tenía mucha fe en los poderes paranormales del charlatán brujo. Lo hallaron, sentado en su cerda en posición meditabunda, los miró con cara de satisfacción. Ellos se sentaron a su lado, y explicaron la situación, él escuchaba con detenimiento todo lo expresado por los angustiados visitantes.

Pidió tranquilidad, y encendió un cigarro que tenía guardado para casos especiales. Se alejó de ellos y se pegó a la pared, comenzó con unos rezos, que a todos pareció muy complicado, luego comenzó a cambiar la cara. Alguno de los asistentes quiso decir algo, pero todos lo hicieron callar, para no sacar de concentración al maestro. Pasado un rato largo, el Gurú, comenzó a salir del trance y mirar el humo que salía del tabaco.
- Aquí veo algo-, dijo el concentrado Gurú- me parece estar viendo a los dos, pero está todo muy oscuro, no siento su alma- hizo un respiro grande y viró los ojos hacia atrás, luego volvió a mirarlos- creo que los dos están muertos, -hizo un largo respiro- ahora déjenme descansar . Terminó con esto y se acostó en su deteriorada camilla.

Los reunidos allí entendieron que era hora de dejarlo dormir, unos desilusionados reos salieron de la celda del Gurú, la noticia fue esparcida rápidamente por todas partes de la prisión.

La histeria se hizo extrema, pedían venganza. Comenzaron a destruir algunos objetos dentro del recinto, tenían en su mente un único culpable y ese era el director del penal, Simón. Por meses ignoró la muerte de los reos. Ahora ellos reclamarían represalia. Todos podían soportar: los tratos inhumanos, las condenas, violaciones, vejaciones, porque de alguna manera, aún creían que eran puestos allí para cumplir una condena y lo hacían con  estoicismo; pero el hecho de apañar la escalada de director era mucho pedir. En ellos brillaba el odio de quienes nada tienen que perder. 

¿Las cárceles? era una historia que ellos conocían de primera fuente y contadas por los más viles. El problema económico de los estados no permite que, con tantas demandas de primer orden, su presupuesto valla a parar a institutos de condena, éstos no pueden ser invertidos para quienes el perdón no existe, a menos que… declinen su actitud inmoral o imprevisible, que en todo caso sería lo mismo, lo importante es que no reine la ingobernabilidad y descontrol del poder.

 La moral es expuesta principalmente por los poderosos en desproporción para los deleznables que la cumplen sin falta alguna, una especie de neurosis social por entrar en estos cánones sociales que, paradójicamente, son puestos por lo poderosos para continuar perpetuándose sobre el control de las personas de más bajo rango de poder, que a su vez impide ver que, quizás porque vienen de este mismo sistema impuesto, cometen faltas aún más graves a la humanidad, sin sentir remordimiento de pena.  

Lo peor no sea que suceda todo esto, sino que son los mismos infra-pobladores quienes se encargan de auto-flagelarse por sobrevivir. Segados por una publicidad de justicia, amparan con sus acciones en la esperanza que, una vez, salgan de allí la sociedad los absorberá, sólo para encontrarse en la cruda realidad, por la cual más de la mitad regresa por crímenes peores, sin que la cárcel haya hecho algún beneficio en ellos, por el contrario hacen en ellos heridas imborrables que deben ser cauterizadas por medio de la venganza, único recurso de mentes poco razonadoras.

De vez en cuando todo esto queda en descubierto. El grave hueco de la nada que, valiéndose de la justicia, ha martirizado a miles de personas por mucho tiempo sin que esto sea una solución a nada, más sí una neutralización a los revoltosos por parte de los poderosos. Hemos matado brujas desde mucho antes que tuviéramos uso de razón y seguiremos haciéndolo, hasta descubrir que son injustos nuestros sistemas de penas.

Cambio de escala de poder, cambio de razones para apresar a las personas en cárceles morales, religiosas, militares, adquisitivas, ideológicas, sexuales, raciales, de salud, de talla, de inteligencia, políticas…

Es una realidad mucho más profunda, el pretender esperar de un niño algo de compasión y buenas “costumbres”, cuando por años se ha levantado todos los días a recibir cachetadas de los mismo que los juzgaran por el desbordamiento de esta represión. Somos cínicos e inhumanos con quienes han vivido en la violencia de una sociedad represora de igualdades. Una seudo-libertad de imposición de caracteres, y de mala realización personal, que hemos llevado al culto malsano, el lema, “brilla como sea”, ya sea, matando, manipulando, violentando, vejando, todo por la promesa de que la luz de las estrella será para ti en un futuro como una persona correcta e intachable.  

 

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